lunes, 22 de octubre de 2018

Viajes. Ruta por monasterios y viñas de Cataluña

Desde Barcelona al Delta del Ebro hay poco más de 180 kilómetros siguiendo la costa; pero en los viajes, muchas veces, hay que desviarse del camino para disfrutar de los mejores paisajes. Así es con esta ruta, que parte y llega al mar; pero desviándose por el interior de Cataluña, por tierras ricas en historia, vinculadas desde siglos atrás con el vino. Y, ¿acaso no son las viñas un mar tierra adentro?

Un paseo por el Penedès

De Barcelona a Vilafranca del Penedès hay poca distancia; pero nadie lo diría al ver cómo va cambiando el paisaje desde el área metropolitana hasta la llanura del Penedès. Llegamos a tierras ideales para el cultivo del vino. Algo de lo que ya se dieron cuenta los romanos.

La ciudad de Vilafranca del Penedès está rodeada de extensos viñedos y bodegas; algunas tan famosas como la de Jean Leon, que llevó sus vinos hasta el Hollywood dorado de los años 50, y otras pequeñas que siguen cuidando el vino con orgullo familiar. Para conocer todo lo relacionado con el vino, lo primero es pasarse por el VINSEUM, Museo de la cultura del vino de Cataluña, que ocupa el imponente Palau Reial. Aprovechemos para pasear por el centro histórico de la ciudad, capaz de resumir su historia en plazas, calles peatonales y bellos edificios medievales y modernistas.

viñas-penedes-cataluña

Pocos kilómetros de distancia separan la capital del vino de Sant Sadurní d’Anoia, la capital del cava. Aquí, grandes marcas como Freixenet, Codorniu, Gramona, Llopart o Nadal han dado fama mundial a estas viñas. Sus bodegas, muchas de ellas abiertas al público, se reparten alrededor de Sant Sadurní d’Anoia, entre pequeños pueblos que al llega la vendimia son un hormigueo constante de actividad. Hay que ir al el Centro de Interpretación del Cava para conocer el proceso de elaboración y la cultura del cava. Y de allí a Simón Coll, chocolateros desde 1840, para maridar el cava con el chocolate.

Tras la visita de las dos capitales de la DO del Penedès, podemos llegar hasta Sitges. A esta bella ciudad costera se le conoce como el "Caribe barcelonés" por los gustos que importaron los "indianos" que volvieron de América con sus fortunas. El corazón de esta postal indiana se encuentra en la calle Isla de Cuba, donde se concentran varios palacetes y casas modernistas. No es casualidad que ésta fuera la cuna del famoso creador del ron Bacardí.

Monasterios y viñas

Pero siguiendo con las viñas, no hay que olvidar la importante relación entre la cultura del vino y los monasterios. Cuando se alcanza la entrada al Real Monasterio de Santa María de Poblet, declarado Patrimonio de la Humanidad, se tiene la sensación de haber viajado en el tiempo. En concreto hasta el S. XII, siglo en el que Ramón Berenguer IV cedió las tierras a la comunidad de monjes cistercienses. El de Poblet, junto al de Santes Creus y el de Vallbona, forma parte de la Ruta del Císter.

Mientras que el de Poblet es el monasterio cisterciense habitado más grande de Europa, el de Santes Creus permanece sin vida monástica. Por contra, éste último es el monasterio que más fiel sigue las característica arquitectónicas de la orden del Císter, y al encontrarse sin actividad, podremos visitarlo con mayor libertad. Ambos sí coinciden en algo más que en la silueta del característico cimborrio: ambos están rodeados de extensas viñas. Ocurre igual con el tercero de los monasterios, el de Vallbona de les Monges, al que se puede llegar si queremos alargar el viaje.

Las murallas del pueblo medieval de Montblanc

El importante papel que jugaron los monasterios en el desarrollo del vino en Cataluña se manifiesta de forma rotunda en la Ruta del Císter, ya que llega a englobar a seis Denominaciones de Origen diferentes. Es un reto hacer la cata de todos ellos. El viaje sigue por la DO Conca de Barberà, por lo que hay que hacer un alto en Montblanc, la capital de la Conca de Barberà.

Bastará cruzar algunas pocas calles de Montblanc para dar de golpe con una asombrosa ciudad medieval. Sus murallas, de las mejor conservadas de Cataluña, nos abren paso a un bello conjunto monumental, escenario perfecto cada 23 de abril de una de las leyendas más populares de Cataluña: la de Sant Jordi y el dragón.

Viñas en altura

Cruzando las montañas de Prades, siempre con la sierra de Montsant recortada en el horizonte, el paisaje va avanzando entre bosques dispersos y viñas que, al dejar la Conca de Barberà y entrar en el Priorat, parece que quieran tocar el cielo de tan arriba y tan en pendiente como están plantadas. Las viñas en costera y el suelo de pizarra es lo que da al vino de esta comarca su característica personalidad.

La Cartoixa de Escala Dei es uno de lo pilares históricos de la DOQ Priorat. Los cartujos escogieron en el siglo XII este bello lugar para asentarse y ayudar a cumplir el objetivo de Alfonso II de repoblar la zona tras la Reconquista. Con los monjes llegó el vino y estuvieron en estas tierras hasta 1853, cuando el monasterio quedó abandonado por la Desamortización de Mendizábal. En la actualidad se puede hacer una visita guiada por las ruinas, que han sido habilitadas para poder conocer cómo fue vivir en el monasterio con el voto de silencio.

Desde la Cartoixa de Escala Dei podemos proseguir ruta, haciendo paradas en algunas de las bodegas que trabajan duro para recuperar el paisaje de viñas, hasta llegar a Siurana, un pueblo que parece tallado directamente en la roca. El que fuera el último bastión de los moriscos en estas tierras se levanta sobre una plataforma pétrea que sirve de mirador al pantano y barrancos colindantes. Será difícil encontrar otro rincón con mayor encanto medieval en el Priorat que éste.

Ya de camino a las Tierras del Ebro, y pasando por Gratallops, hay que hacer un alto en Falset, la capital del Priorat, cuyo pequeño centro histórico se articula alrededor de la plaza de la Quartera. Y si parece que la plaza está inclinada, no hay que dudar de nuestro equilibrio. Efectivamente, la plaza está construida en pendiente.

Como capital del vino, Falset es una buena base para conocer los vinos de esta tierra, los de DOQ del Priorat y los de DO Montsant. Son dos denominaciones relativamente jóvenes y muy próximas en espacio geográfico; pero cada una tiene su propia personalidad. En este sentido, una de las visitas obligadas será el Celler Cooperatiu, integrado entre las famosas catedrales del vino de César Martinell. Ya que el viaje sigue por estas tierras de sabores singulares no hay que olvidar que Falset también es famoso por su vermú.

Penedés, Cataluña

Viñas y paisajes de la Guerra Civil

Llegando a las Tierras del Ebro, alcanzamos un paisaje de viñas y huertas que fueron testigo de escenas de la Guerra Civil. Hasta aquí llegó Hemingway como corresponsal de guerra y acabó escribiendo una de las piezas más memorables de la contienda: El viejo del puente. Más que la guerra, contó la desolación que produjo. Con el curso del río, entramos en Tortosa, la capital de la comarca del Bajo Ebro. En la ciudad, que vivió uno de los más crueles bombardeos de la guerra civil, y en toda la comarca, hay diferentes museos y espacios interpretativos que nos ayudarán a comprender lo que pasó durante la confrontación.

De resultas de la guerra, Tortosa quedó muy dañada. Por ejemplo, el Pont de l’Estat fue dinamitado; pero hoy usaremos el puente moderno que sustituyó al antiguo como un estupendo mirador sobre el río, que aquí ya se muestra manso hasta su desembocadura, en el Delta del Ebro. Más tarde, tendremos oportunidad de hacer alguna excursión hasta el delta que nos regalará paisajes de arrozales y playas salvajes de gran belleza. El Parque Natural del Delta del Ebro, declarado Reserva de la Biosfera, es una de las zonas húmedas más importantes de Europa.

En Tortosa, hay que cruzar el río hacia el centro histórico de la ciudad, construido alrededor del Castillo de la Suda en el que actualmente se ubica un Parador Nacional. Hay que dejar que la belleza de esta zona de la ciudad nos sorprenda paseando por la ribera del río hasta llegar al icónico puente del ferrocarril. Hay que seguir pasando por la colorida calle de la Rosa, entrando a la catedral de Santa María, los Reales Colegios de Tortosa, perdernos por la judería, y, por supuesto, conocer la rica gastronomía basada en el arroz y el marisco del Delta del Ebro y el vino de la DO Terra Alta.

Para conocer un poco mejor este vino, hay que proseguir viaje hacia Gandesa, donde se encuentra la sede del Consejo regulador de la denominación de origen Terra Alta. Por el camino, cruzando las sierras, encontraremos más espacios de la Batalla del Ebro. El casco antiguo de Gandesa nos transmite los valores de la tierra y del vino. Hay que llegar hasta la Bodega Cooperativa agrícola para seguir sorprendiéndonos con el estilo modernista de las catedrales del vino de César Martinell, llamadas así por el poeta Ángel Guimerà al parecerles eso, verdaderas catedrales más que simple bodegas. Si alargamos nuestra ruta, a unos diez kilómetros, encontraremos otro bello ejemplo de estas especiales catedrales en Pinell de Bray. Y desde allí, hasta Miravet, para soñar con los templarios en el patio de armas de su castillo. Será el río, de nuevo, quien nos acompañé hasta ver el mar para despedir la ruta, en el Delta del Ebro.



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