miércoles, 23 de junio de 2021

Viajes. Demasiado calor para vivir

La evolución ha dotado al cuerpo humano de dos mecanismos básicos de disipación del calor: la vasodilatación, que conduce el calor a la piel para eliminarlo, y la sudoración, que enfría la piel por evaporación. Si ambos mecanismos fallan, morimos. No parece muy complicado, pero en realidad se trata de un complejo colapso en cascada.

A medida que aumenta la temperatura interna de una persona víctima de un golpe de calor, el corazón y los pulmones trabajan cada vez con más esfuerzo para mantener la presión en unos vasos sanguíneos ya dilatados. Llega un momento en que el corazón no puede más. La presión arterial cae y la víctima se siente mareada, no se mantiene en pie y tiene dificultades para hablar. Los niveles de sodio se desploman y aparecen calambres musculares. En esta situación, muchas personas, confusas, incluso delirantes, no se dan cuenta de que necesitan atención inmediata.

NUEVA DELHI, INDIA. Los aparatos de aire acondicionado cuajan las fachadas de los bloques de apartamentos de la capital india, donde es habitual que en mayo se alcancen temperaturas de 40 °C. Menos del 10 % de los hogares en la India disponen de aire acondicionado, pero es un mercado al alza.

Cuando el flujo sanguíneo se dirige a gran velocidad hacia la piel sobrecalentada, los órganos reciben menos riego, lo que desencadena una serie de reacciones que deterioran las células. Algunas víctimas sucumben con una temperatura interna de 40 °C; otras llegan a soportar 42 °C durante varias horas. El pronóstico suele ser peor en el caso de niños muy pequeños y ancianos. Incluso estando sanas, las personas mayores se hallan en clara desventaja: el número de glándulas sudoríparas merma con la edad, y muchos medicamentos habituales embotan los sentidos. Es habitual que las víctimas no beban, porque no sienten suficiente sed. En ese caso la sudoración deja de ser una opción, pues el cuerpo no tiene agua de la que prescindir. En lugar de sudar, a veces tiembla.

Llegados a este punto, los más débiles pueden sufrir un infarto; los más resistentes pueden experimentar visión en túnel, tener alucinaciones y sentir la necesidad imperiosa de despojarse de unas ropas que, con las terminaciones nerviosas en llamas, sienten como si fuesen papel de lija. A estas alturas, a medida que los vasos sanguíneos empiezan a perder integridad, desmayarse es una bendición. Los tejidos musculares –incluidos los cardíacos– pueden ser los siguientes en dañarse. Una vez que el tubo digestivo empieza a perder su capacidad de retener los fluidos, las toxinas entran en el torrente sanguíneo. El sistema circulatorio responde con una coagulación generalizada que compromete aún más los órganos vitales: riñones, vejiga, corazón. La muerte es inminente.

PARÍS, FRANCIA. La fuente del Trocadero ofrece alivio durante la abrasadora ola de calor que batió récords en 2019. El catastrófico precedente de 2003 impulsó reformas, como la obligatoriedad de climatizar las residencias de ancianos, que dieron sus frutos: la mortalidad de 2019 en Francia fue un 90 % menor.

En el verano de 2003, una zona de altas presiones se hizo fuerte sobre el oeste y el centro de Europa. Supercalentada por encima del Mediterráneo, la colosal masa de aire arremolinado repelió durante varias semanas las incursiones de aire más frío procedente del Atlántico. En Francia las temperaturas aumentaron sin cesar, manteniéndose durante ocho días sin bajar de unos inconcebibles 40 °C. A medida que el calor se recrudecía, empezaron a morir personas.

Los hospitales pronto se vieron desbordados. Las morgues se saturaron. Los cuidadores a domicilio llegaban a las casas de sus clientes y se los encontraban desplomados en el suelo o muertos en una butaca. La policía era requerida para que forzase la puerta de las viviendas, «y al abrirlas nos encontrábamos cadáveres. Era dantesco», recuerda el presidente de la asociación francesa de médicos de urgencias, Patrick Pelloux. Muchos de los cuerpos no se descubrieron hasta pasadas varias semanas. Francia acabaría achacando más de 15.000 defunciones a aquella ola de calor.

PARÍS, FRANCIA. En 2019, después de otra ola de calor que volvió a batir récords, los responsables del transporte público parisino experimentaron con nebulizadores en el andén de Parc de Saint-Cloud. Al evaporarse, las diminutas gotas de agua filtrada enfrían el aire lo suficiente como para refrescar a los pasajeros.

El caso de Italia fue aún peor: encajó cerca de 20.000. En todo el continente perdieron la vida más de 70.000 personas, la mayoría de ellas pobres, solas y ancianas. Los científicos determinaron a posteriori que el que fuera el verano más caluroso de Europa en 500 años estaba claramente relacionado con el cambio climático.

Entre las múltiples amenazas climáticas que los científicos asocian con el calentamiento global –huracanes más violentos y destructivos, sequías, subida del nivel del mar, temporadas de incendios más largas–, el aumento de las olas de calor es la más inmediata y más fácil de intuir. Mientras sigan aumentando las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero, las olas de calor serán más largas, y los días, más calurosos. En todo el mundo, los últimos seis años han sido los más cálidos desde que existen registros. En el sudoeste de Estados Unidos el termómetro empieza a alcanzar o a superar los 37,8 °C semanas antes que hace un siglo, y se mantiene en esas cotas tres semanas más que entonces. Y en Europa, el funesto verano de 2003 ha demostrado ser algo más que una mera anomalía estadística: desde entonces se han producido cinco olas de calor importantes en el continente, y en 2019 se registraron récords térmicos en seis países de la Europa occidental, entre ellos los 46 °C de Francia.

Dentro de 50 años, un tercio de la población mundial podría residir en lugares cuyas condiciones se asemejan a las del Sáhara, donde el promedio de las máximas estivales supera los 40 °C.

La solución definitiva, sobra decirlo, pasa por reducir drásticamente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Si no lo hacemos, en 2100 la cifra de muertes relacionadas con el calor podría superar las 100.000 al año en Estados Unidos. En otras regiones el panorama es mucho más aciago: la India, por ejemplo, podría registrar en torno a un millón y medio de defunciones, según apuntan las investigaciones actuales. Además, aun cuando pongamos coto a las emisiones, el planeta seguirá calentándose igualmente durante décadas. Se ha puesto en marcha un mecanismo monstruoso que cambiará en lo fundamental nuestra forma de vida en la mayor parte del planeta.

Pulsa para ver "El alto precio del calor"

El calor extremo ejerce efectos perniciosos incluso cuando no es letal. La ciencia vincula las altas temperaturas con una mayor incidencia de partos prematuros, bajo peso al nacer y muerte fetal, y el agotamiento por calor afecta al estado de ánimo, la conducta y la salud mental. Un tiempo más caluroso se traduce en mayor violencia en todos los estratos socioeconómicos. Empeora el rendimiento escolar de los niños y reduce la productividad. La Organización Internacional del Trabajo predice que el estrés térmico reducirá el total de horas trabajadas un 2,2 % en 2030, lo que equivale a la pérdida de 80 millones de puestos de empleos a tiempo completo, sobre todo en países de rentas bajas y medias. Incluso en los países prósperos, quienes trabajan al aire libre por una exigua remuneración –obreros de la construcción o peones agrícolas, por ejemplo– encajarán un duro golpe. En 2050 el sudeste de Estados Unidos registrará tales niveles de temperatura y humedad que probablemente la temporada de cultivo en toda su extensión se considere «insegura para el trabajo agrícola con las prácticas laborales actuales», han informado investigadores de la Universidad de Washington.

Los humanos, junto con nuestros cultivos y nuestro ganado, llevamos los últimos 10.000 años evolucionando en un nicho climático relativamente reducido, centrado en una temperatura media anual de casi 12,8 °C. Nuestro organismo se adapta sin dificultad a temperaturas más altas, pero el grado de calor y de humedad que podemos tolerar tiene un límite.

Hasta la persona más sana y aclimatada al calor perderá la vida tras unas pocas horas de exposición a una temperatura de bulbo húmedo de 35 °C, una medida combinada de temperatura y humedad que tiene en cuenta el efecto refrigerante de la evaporación. A esos grados, el aire es tan caliente y húmedo que pierde la capacidad de absorber el sudor humano. Dar un largo paseo en tales condiciones –ya no digamos recoger tomates o reparar una carretera– podría ser fatal. Los modelos climáticos predicen que dentro de unos 50 años las temperaturas de bulbo húmedo del sur de Asia y zonas de Oriente Próximo superarán con regularidad ese punto de referencia crítico.

Para entonces, según un estudio publicado en 2020 en Proceedings of the National Academy of Sciences, un tercio de la población mundial podría estar residiendo en lugares –de África, Asia, América del Sur y Australia– cuyas condiciones se asemejen a las del Sahara actual, donde el promedio de las máximas estivales supera los 40 °C. Miles de millones de personas se enfrentarán a un dilema perverso: emigrar a climas más fríos o quedarse y adaptarse. Retirarse al interior de espacios climatizados sería una solución obvia, si no fuese porque las actuales tecnologías de frío contribuyen a calentar el planeta, y que muchas de las personas que más lo necesitan no pueden costeárselas. El problema del calor extremo se entreteje fatalmente con problemas sociales como el acceso a la vivienda, al agua y a la sanidad.

LA MECA, ARABIA SAUDÍ. Las restricciones por la COVID-19 redujeron a su mínima expresión las multitudes que rodeaban la Gran Mezquita en julio de 2020. En condiciones normales, el hayy anual atrae a millones de peregrinos, muchos de ellos ancianos. Cuando el hayy caiga en verano, correrán un riesgo creciente de sufrir golpes de calor.

Phoenix, Arizona, es la ciudad más calurosa de Estados Unidos: alcanza o supera los 37,8 °C más de 110 días al año. No es de extrañar que también registre con regularidad las cifras más elevadas de muertes relacionadas con el calor. En 2020 sucedió en el condado de Maricopa, con un récord histórico de 207 defunciones por esta causa, según informa el departamento de medicina forense, que está obligado por ley a investigar todas las muertes no naturales, entre ellas las relacionadas con la temperatura.

Cuando se comunica una muerte que puede estar relacionada con el calor, explica Melanie Rouse, jefa de investigación del departamento, su personal entrevista en primer lugar a cualquiera que pueda aportar alguna información reciente sobre el fallecido. ¿Sudaba a mares o no sudaba nada? ¿Tenía dolor de cabeza o náuseas? ¿Estaba haciendo labores de jardinería? ¿Consumiendo alcohol o drogas, que interfieren en los mecanismos de termorregulación? «Tratamos de averiguar qué condujo a ese desenlace, descubrir si existen otras causas convincentes de la muerte», dice Rouse.

En el lugar del óbito, los investigadores miden la temperatura tanto del cuerpo como de la habitación (la temperatura interior más alta que han registrado fue de 62,8 °C en 2017) y toman una muestra de humor vítreo de la víctima. Las células se descomponen con rapidez a altas temperaturas, explica Rouse, «pero el globo ocular es un espacio protegido». A continuación un equipo de químicos y médicos analizarán el fluido extraído para determinar si el fallecido estaba deshidratado, presentaba una hiperglucemia o una insuficiencia renal, todo lo cual eleva la vulnerabilidad frente al calor.

Algo más de la mitad de las muertes relacionadas con el calor registradas en el condado de Maricopa tienen lugar en el exterior, sobre todo entre personas sin hogar. Muchas de las muertes en interiores se producen en casas móviles, cuyo aislamiento deficiente dificulta su refrigeración. En los países más pobres la situación es mucho peor.

ABU DHABI, UEA. Homenaje a las celosías de las mashrabiyas árabes, una cúpula calada da sombra al museo Louvre Abu Dhabi, en la capital de la Unión de Emiratos Árabes. Bajo esta cubierta, la evaporación del agua del golfo Pérsico enfría el aire, mientras que los suelos y muros de piedra retienen el frescor nocturno.

En la India, cuando la temperatura supera los 40 °C, las autoridades aconsejan a la población que no salga a la calle y beba agua fresca. Pero es una recomendación inútil para las decenas de millones de personas en cuyas casas hace más calor que en el exterior, que carecen de electricidad para poder conectar ventiladores o nebulizadores (apenas el 8 % de los hogares indios cuentan con aire acondicionado) o que, como Noor Jehan, directamente no tienen casa.

Jehan, de 36 años, lleva toda su vida viviendo al raso, en un parque del distrito de Delhi Sur. Cada mañana deja amontonadas sus exiguas pertenencias junto a un muro y se dirige a duras penas a la obra en la que trabaja. Cumple con su jornada aunque el mercurio ronde los 48 °C. Como millones de indios que trabajan a jornal, ella, si no trabaja, no tiene qué dar de comer a sus tres hijos. «Cuando vuelvo ni siquiera tengo agua para darme un baño, para lavarme la suciedad y el sudor y refrescarme», dice. Su fuente de agua potable queda a más de kilómetro y medio de distancia.

Su marido lleva un rickshaw, pero, malnutrido y deshidratado, se desmaya con frecuencia por el calor. Su hermana Afsana y sus tres hijos se las arreglan tendiendo esteras sobre la acera para descansar o incluso dormir. «Al pasar los coches, levantan un poco de brisa», dice Afsana.

En Phoenix, el investigador de la Universidad Estatal de Arizona David Hondula estudia las repercusiones sociosanitarias del inclemente calor urbano. Últimamente ha estado pateándose las abrasadoras aceras de la ciudad para identificar los lugares óptimos para plantar decenas de miles de árboles de sombra, una respuesta urbana cada vez más común en todo el mundo ante el aumento de las temperaturas. «A menos exposición al calor, menos riesgo –dice Hondula–. De todos modos, no creo que convenga fiarlo todo a la plantación de árboles para que la gente no muera de calor».

Cuando se le pregunta qué otras medidas más adecuadas podrían tomarse, responde sin dudar: «Aumentar el acceso al aire acondicionado».

NUEVA YORK, EE.UU. En la Universidad Columbia, un panel revestido de una innovadora película de polímero irradia calor a través de la atmósfera hacia el espacio exterior, y por tanto, como muestra esta imagen infrarroja, está mucho más frío que su entorno. Instalados en los tejados, estos paneles podrían reducir la necesidad de recurrir al aire acondicionado.

El aire acondicionado doméstico siempre se ha considerado un lujo. Pero en muchos lugares se está convirtiendo en un imperativo de salud pública, imprescindible para prevenir muertes relacionadas con el calor. La buena noticia, apunta un estudio del Laboratorio de Impacto Climático –un consorcio de climatólogos–, es que, según las previsiones, en 2099 el desarrollo económico habrá generalizado el uso del aire acondicionado y el acceso a la asistencia sanitaria, salvando así millones de vidas al año. La Agencia Internacional de la Energía prevé que el número de aparatos domésticos de aire acondicionado se dispare de los 1.600 millones actuales hasta los 5.600 millones a mediados de este siglo.

La mala noticia es que la tecnología actual de climatización sale muy cara al planeta. La mayoría de los sistemas se basan en bombear un líquido refrigerante a través de una bobina de evaporación situada en el interior del aparato de aire acondicionado que se instala dentro del edificio; al convertirse en gas dentro de la bobina, el líquido absorbe el calor y la humedad del aire. En el exterior del edificio, un compresor, condensador y ventilador vuelven a convertir el gas en líquido, liberando el calor y el agua condensada.

Este ingenioso método, ideado hace ya un siglo, presenta tres problemas. En primer lugar, los hidrofluorocarbonos que suelen utilizarse como refrigerantes son en sí mismos gases de efecto invernadero; cuando se filtran al medio ambiente, presentan un potencial de calentamiento global miles de veces superior (comparando molécula a molécula) que el dióxido de carbono. En segundo lugar, los aparatos convencionales de aire acondicionado no eliminan el calor: simplemente lo expulsan al exterior. En Phoenix, según un estudio, elevan la temperatura exterior nocturna hasta 1 °C. Y, en tercer lugar, consumen cantidades ingentes de electricidad: en torno al 8,5 % del consumo total mundial. La mayor parte de esa energía sigue generándose mediante la quema de combustibles fósiles. En 2016 la climatización emitió 1.130 millones de toneladas de dióxido de carbono; se prevé que en 2050 esa cifra sea casi el doble.

Salta a la vista que necesitamos innovación. Para fomentarla, el Instituto de las Montañas Rocosas, un laboratorio de ideas con sede en Colorado, ha participado recientemente en la convocatoria de un concurso internacional. En él se proponía que los ingenieros diseñaran un aire acondicionado doméstico que redujese a una quinta parte el impacto climático de los aparatos estándar actuales, consumiese como mucho cuatro veces menos energía y no superase más de dos veces el precio de un modelo de referencia actual.

CALIFORNIA, EE.UU. En Los Baños, ciudad del valle de San Joaquín, los recolectores de tomate empiezan a las cinco de la madrugada para evitar parte del calor del día. La ley del estado exige que sus patronos les proporcionen agua, sombra y descansos, pero los jornaleros que cobran por cubo recolectado pueden hacer caso omiso de estas precauciones.

Algunos participantes prescindieron de los refrigerantes líquidos y de la compresión de vapor en favor de nuevas tecnologías prometedoras que aún no están preparadas para dar el salto. Uno usaba la refrigeración de estado sólido, una tecnología que es probable que se preste mejor a aplicaciones muy localizadas, como la refrigeración rápida de una lata de refresco, que a refrescar una habitación. Otro proponía instalar en los tejados una serie de paneles revestidos de nanomateriales que repelen el calor solar y lo irradian de retorno al espacio en una longitud de onda infrarroja que traspasa la atmósfera. En principio, esto podría reducir en varios grados centígrados la ganancia solar térmica del edificio, «pero no es una solución en sí misma –explica Iain Campbell, investigador sénior del Instituto de las Montañas Rocosas–. No funciona en condiciones de humedad, y los paneles tienen que estar orientados al cielo». En otras palabras, no es muy útil para los vecinos de la tercera planta de un edificio de 10 pisos.

Los cuatro modelos finalistas, que en 2020 midieron sus fuerzas en un edificio de apartamentos de la ciudad india de Bahadurgarh, se basaban en la compresión de vapor convencional. Pero presentaban enormes mejoras, ya que utilizaban nuevos refrigerantes con bajo o nulo potencial de calentamiento atmosférico y sistemas de evaporación y condensación hipereficientes. Los ganadores, diseñados por los equipos Daika y Gree, refrigeran sus condensadores con agua en lugar de aire para reducir su demanda energética, y uno de ellos cuenta con paneles solares que satisfacen parte de su consumo. Se espera que lleguen al mercado en 2025, a un precio que más o menos duplicará el del modelo de referencia. Pero sus costes de funcionamiento son tan bajos, apunta Campbell, que en apenas tres años quedarán amortizados.

En la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, el arquitecto e ingeniero Forrest Meggers está desarrollando otro sistema que podría ser muy útil en entornos cálidos y húmedos. Pero no cumplía los criterios del concurso del Instituto de las Montañas Rocosas, porque no enfría el aire de una habitación: enfría solo personas, absorbiendo el calor que irradia su piel con paneles murales de tubos de agua.

Meggers tiene en su laboratorio un prototipo del invento, al que ha llamado Cold Tube. Parece una esterilla tejida con pajitas de plástico de color azul. En un día como el de mi visita en que el termómetro marca 30 °C, llenar los tubitos con agua a 17 °C haría que los ocupantes del laboratorio tuviesen la sensación de estar a 24 °C, me explica Meggers, incluso con las puertas abiertas de par en par, algo a lo que obliga la actual pandemia.

No es la primera vez que los arquitectos instalan paneles de enfriamiento radiativo en techos y paredes, pero casi siempre con deshumidificadores, para evitar que el agua se condense en ellos y gotee sobre ordenadores y personas. Revistiendo los paneles con una sencilla membrana de polietileno, que aleja el aire húmedo de los tubos pero no el calor irradiado, explica Meggers, el problema queda resuelto.

Si mejoramos la vida de nuestros conciudadanos más vulnerables, también mejoraremos nuestra resiliencia al calor extremo.

En la superhúmeda Singapur, donde se instaló por primera vez el Cold Tube, el sistema creó un ambiente confortable consumiendo menos de la mitad de la energía que un aire acondicionado convencional y generando la mitad del calor residual. El ahorro de energía no es tan espectacular en entornos áridos, donde los aparatos de aire acondicionado no trabajan tanto para deshumidificar el aire, pero los paneles radiativos con aislamiento de membrana, dice Meggers, siguen siendo más eficientes que los sistemas convencionales.

Como los paneles enfrían el cuerpo de las personas, no grandes volúmenes de aire, podrían dar resultado incluso en exteriores, como terrazas. El mayor obstáculo a la adopción de esta tecnología, sospecha Meggers,tiene que ver con la actitud. «Los ingenieros están acostumbrados a pensar en la refrigeración y el confort estival en términos de aire acondicionado», dice. Adaptarse a un mundo más caluroso requerirá un cambio de paradigma.

BALUCHISTÁN, PAKISTÁN. Muchos de los devotos que llevan a cabo el exigente hinglaj, una peregrinación hindú a través del desierto del Pakistán occidental, se desmayan por el calor extremo: 40 °C cuando se tomó esta foto. Al elevarse la temperatura corporal, el corazón hace un sobreesfuerzo para bombear sangre hacia la piel. Si no puede mantener el ritmo, la presión arterial se desploma.

Nueva York, la ciudad en la que vivo, puntúa la vulnerabilidad al calor de sus barrios en función de factores de riesgo tales como la pobreza, el acceso al aire acondicionado y la existencia de zonas verdes. El barrio de East Harlem, en la parte alta de Manhattan, tiene la peor puntuación. Su índice de pobreza del 31 % casi duplica la media neoyorquina, y presenta uno de los peores porcentajes en cuanto a viviendas que tienen aire acondicionado –un 88 %– de la ciudad. Pero el factor raza también tiene que ver.

Un tórrido día de verano me reúno con Sonal Jessel, directora de políticas de la organización sin ánimo de lucro WE ACT for Environmental Justice, para dar un paseo por East Harlem. Mientras caminamos, Jessel me señala las toallas y los trapos embutidos en los huecos que quedan entre los aparatos de aire acondicionado y los marcos de las ventanas de un edificio de apartamentos.

«La factura debe de ser de órdago», dice. El 27 % de los vecinos de East Harlem son negros, y los hogares negros pagan, por término medio, varios cientos de dólares más al año en concepto de energía que los hogares blancos de renta comparable, me explica. Sus edificios son más antiguos y están peor aislados, prosigue, y en muchos casos comparten los mismos metros cuadrados con mayor número de personas. «Si intentas trabajar o estudiar en el salón, donde está puesto el aire acondicionado, pero resulta que hay otras tres personas haciendo ruido –dice–, te vas a otra habitación y enciendes otro aire acondicionado».

Nos dirigimos al este. Apenas hay árboles en las calles y el calor irradia de las aceras, los edificios y los motores y escapes de los vehículos. Jessel y yo pasamos junto a solares llenos de maleza, gente que se abanica esperando el autobús a pleno sol y tiendas que cerraron mucho antes de la pandemia. «Tener estos espacios vacíos destroza el barrio», me dice.

Y también puede hacer que sus residentes sean más vulnerables al calor: cuando el sociólogo Eric Klinenberg, de la Universidad de Nueva York, estudió la ola de calor que sufrió Chicago en 1995, en la que murieron más de 700 personas, descubrió que los barrios de renta baja con espacios públicos frecuentados y mucha actividad comercial registraban menos muertes relacionadas con el calor. En los barrios con menos movimiento la gente era mucho menos propensa a salir a la calle para buscar alivio o verse con un vecino, porque la gente no se conocía, había pocos sitios a los que ir y muchos tenían la sensación de que las calles eran inseguras. De modo que se quedaban en casa, se sofocaban y morían.

Como muchas otras ciudades del mundo, Nueva York cuenta con varias decenas de refugios térmicos: bibliotecas, escuelas, centros de mayores y otros edificios refrigerados que abren sus puertas al público durante las olas de calor. En Nueva York cierran por la noche; además, muchos vecinos que podrían encontrar alivio en este tipo de espacios no saben de su existencia. Hay quien se niega a visitarlos por miedo a que le desvalijen el apartamento en su ausencia, como constató Klinenberg en Chicago. En Phoenix, los sin techo prefieren cocerse en tiendas de campaña plantadas sobre aparcamientos asfaltados antes que dejar sus pertenencias sin vigilancia para refugiarse en algún espacio interior, dice Ash Uss, de la organización benéfica André House of Hospitality.

Esos espacios podrían salvar vidas. Pero reducir el aislamiento social quizá sea igual de importante. Entre los neoyorquinos negros se registra el doble de fallecimientos por causas relacionadas con el calor que entre los blancos, pero estos sucumben tres veces más que los hispanos, quizás en parte porque hay más blancos que viven solos.

Enfrentarse al calor extremo es complicado, pues se trata de un problema multifactorial entrelazado con problemas sociales de ámbito general. Pero en eso radica su posible solución: si mejoramos la vida de nuestros conciudadanos más vulnerables, mejoraremos nuestra resiliencia al calor extremo.

DASHT-E LUT, IRÁN. Los nómadas acampan en el desierto de Lut, que alberga más vida de lo que parece.Los científicos creen que los despojos de las aves migratorias –que a menudo se desvían de su ruta y mueren aquí– sirven de sustento a zorros, geckos y langostas.

La ola de calor europea de 2003 marcó un punto de inflexión. Suscitó reflexiones nacionales, cruces de acusaciones y reformas de calado. En menos de un año, Francia impuso por ley la instalación de «salas frescas» en residencias de ancianos hasta entonces desprovistas de aire acondicionado, puso en marcha sistemas de monitorización telefónica para la población vulnerable, reforzó los sistemas de alerta por calor y lanzó una campaña a gran escala sobre la prevención del golpe de calor. Cuando volvieron las altas temperaturas, se atribuyó a estas medidas que la mortalidad fuese 10 veces menor.

Sabemos con absoluta certeza que las altas temperaturas no desaparecerán y que el aire acondicionado por sí solo no evitará todas las muertes por calor. La gente necesita y desea salir al exterior.

Y por eso, en las ciudades calurosas de todo el mundo hay brigadas de trabajadores plantando árboles de sombra y enredaderas que bloqueen la luz del sol. Pintando tejados, ajardinando azoteas, levantando estructuras con toldos en aceras y parques, montando rociadores y duchas en los parques infantiles, experimentando con pavimentos permeables. En Nueva York se ha calculado que plantar árboles en el 17 % de la superficie de la ciudad y tratar todos los tejados para que reflejen la radiación solar podría reducir la temperatura general de la ciudad en casi un grado centígrado.

«No sabemos si estas herramientas serán suficientes para sobrevivir a otro medio grado de calentamiento –no digamos ya los tres que se prevén para finales de este siglo, afirma Kristie Ebi, investigadora de la Universidad de Washington que estudia el impacto del calentamiento global sobre la salud humana–. Pero, sin duda, no hacer nada no es una opción».

Replantearnos nuestro modelo constructivo será clave para sobrevivir a un futuro más caluroso. Hasta mediados del siglo XX, la mayoría de los edificios se diseñaban teniendo en cuenta el clima. En las latitudes más cálidas, los arquitectos incorporaban diversos elementos para favorecer la ventilación cruzada y las corrientes ascendentes. Toldos, celosías, persianas, voladizos y porches protegían del sol las habitaciones. Los ventiladores de techo, que consumen hasta mil veces menos energía que el aire acondicionado, eran omnipresentes. Pero a medida que el caché y la influencia de la arquitectura moderna –con sus ventanas fijas y sus muros cortina de aluminio y vidrio– se extendieron por todo el mundo, también lo hizo la dependencia de la climatización mecánica.

La arquitectura adaptada al clima empieza a ponerse de nuevo en boga. Pero tenemos que vivir en las ciudades ya construidas. No parece que vayamos a derribar o reformar de arriba abajo cientos de miles de torres mal aisladas y de elevado consumo energético. En vez de eso, sugiere el arquitecto Daniel Barber, podríamos tratar de reformar nuestras expectativas.

Ahora es el momento, dice Barber, de que «nos preparemos para aceptar, e incluso apreciar, la incomodidad». Pasar un poco de calor en verano solía ser algo que aceptaban incluso las clases pudientes, quizá con la ayuda de un refresco helado. Barber cree que deberíamos aprender a aceptarlo de nuevo. En este paradigma, el opulento frío de nuestras salas de reuniones, o el que saluda al peatón sudoroso cuando se abren las puertas de un comercio, se convertirían en vestigios de una fugaz locura que vivimos a finales del siglo XX.

En la visión de Barber, el Norte global, donde se gasta energía a espuertas y hay exceso de confort, transferiría su ración de «riqueza térmica» al Sur global, empobrecido energéticamente, al menos hasta que hayamos abandonado los combustibles fósiles. Sería una suerte de indemnización en forma de confort por haber puesto en marcha el cambio climático. «Los arquitectos ya cuentan con los instrumentos y conocimientos necesarios para reducir nuestra dependencia de la refrigeración mecánica», afirma. Ahora su misión es hacer que la incomodidad sea culturalmente deseable.

Sin embargo, la incomodidad autoimpuesta será una ética difícil de vender a un público masivo en los países ricos, e incluso Barber –un provocador con un argumento serio– reconoce los límites del cuerpo humano: «Cuando estemos a 60 °C, más nos valdrá a todos tener aire acondicionado. Pero cuando el termómetro marque 29 °C, haga el favor de abrir la ventana y dejarse de historias».

Colaboradora habitual de National Geographic en sus versiones impresa y digital, Elizabeth Royte escribe sobre consumo y residuos, alimentación y agricultura. Es autora de tres libros.

----

Este artículo pertenece al número de Julio de 2021 de la revista National Geographic.



via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/35KS2mJ

Viajes. Estudiar los volcanes para conocer el clima

¿Cómo afectan las emisiones de lava y gas de los volcanes al clima de la Tierra? ¿Qué papel desempeñan en la atmósfera? ¿Interfieren esas emisiones en el cambio climático? Y si lo hacen, ¿de qué forma? ¿Lo aceleran, lo ralentizan, lo enmascaran? El vulcanólogo francés Yves Moussallam, profesor en el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad Columbia, en Nueva York, e investigador en el Laboratorio de Magmas y Volcanes de Clermont-Ferrand, en Francia, afirma que aún hay que recabar muchos datos para tener una idea precisa sobre esta cuestión, que considera esencial para afrontar la crisis climática.

Por este motivo se dedica a medir los gases que emiten los volcanes más activos del mundo. La mayoría de ellos se hallan en el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde importantes zonas de subducción (áreas en las que una placa tectónica se hunde bajo el borde de otra) desencadenan numerosos seísmos y erupciones volcánicas formidables. Moussallam hizo su primera expedición a la zona navegando en un velero tradicional polinesio, un vaka, en el que instaló el primer laboratorio vulcanológico móvil y sostenible del mundo. Aquella embarcación, propulsada por el viento y por un biocombustible procedente del coco, fue el resultado de combinar la ancestral cultura marítima de los pueblos del Pacífico con los últimos avances en ciencia y tecnología.

«Los volcanes han dado forma a nuestro planeta y a su atmósfera a lo largo de eones. La recopilación de datos en tiempo real sobre la actividad volcánica en los lugares más remotos de la Tierra es clave para comprender su papel real en el cambio climático», explica Moussallam. Incluir esos datos en el cómputo global de emisiones permitirá obtener modelos climáticos más precisos y calibrar con mayor precisión su impacto en las políticas climáticas futuras. «Hasta ahora, la mayoría de las muestras se han tomado exclusivamente en volcanes accesibles situados en países desarrollados. Pero los datos de satélite indican que un tercio de todos los gases volcánicos se originan en la Melanesia», dice.

Yves Moussallam camina por las inmediaciones del Estrómboli, que cuenta con tres cráteres y permanece siempre bajo vigilancia. Aquí, el científico prueba nuevas maneras de medir las emisiones volcánicas y compara los resultados con los más que refrendados datos arrojados por este volcán italiano.

Por ello, esa área geográfica ubicada al nordeste de Australia y compuesta por varios países, entre ellos Fidji, Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y Vanuatu, es en la actualidad el objetivo prioritario del vulcanólogo. Una meta que ha podido afrontar tras recibir en 2019 el Premio Rolex a la Iniciativa, unos galardones bianuales que, desde 1976, apoyan iniciativas innovadoras de hombres y mujeres con espíritu emprendedor que trabajan para ampliar el conocimiento y mejorar la vida en el planeta. En especial, a aquellas personas que buscan soluciones a los desafíos ambientales más apremiantes, como el calentamiento global y el cambio climático asociado a él. Gracias a este patrocinio de Rolex, Moussallam ya ha podido estudiar hasta el momento cuatro volcanes melanesios que nadie antes había explorado: Yasur, Ambrym, Gaua y Ambae, todos ellos en Vanuatu, donde el científico desplegó drones equipados con sensores para analizar sus emisiones. El Ambae, situado en la isla homónima, es el volcán más grande del país y entró en erupción en septiembre de 2017 tras más de 100 años de inactividad, lo que obligó a evacuar a los 11.000 habitantes de la isla.

Moussallam, de 34 años de edad, tiene como meta estudiar los 150 volcanes más activos de la Tierra. Por el momento ha explorado ya una cuarentena de ellos. Como los de la sección sudamericana del Cinturón de Fuego, que exploró en 2016 en el marco de la expedición La Ruta del Fuego (Trail by Fire). En aquel viaje lideró un equipo de seis jóvenes vulcanólogos para estimar el flujo de partículas volátiles de agua (HO), dihidrógeno (H2), dióxido de carbono (CO2), dióxido de azufre (SO2), sulfuro de hidrógeno (H2S), ácido clorhídrico (HCl) y fluoruro de hidrógeno (HF) en 20 volcanes de la zona de subducción de la placa de Nasca, la placa oceánica que se encuentra en el Pacífico oriental, frente a la costa de América del Sur, y que se extiende desde el sur de Chile hasta Ecuador. También ha medido las emanaciones de volcanes remotos en Indonesia e Islandia, las del volcán Erebus de la Antártida o las del Erta Ale de Etiopía. Y, cómo no, las de un estratovolcán que le queda mucho más cerca de su tierra natal, el superactivo Estrómboli, situado en las islas Eolias de Italia, al norte de Sicilia, siempre bajo vigilancia y cuya última erupción explosiva se produjo en 2019. «Al Estrómboli solemos acudir con frecuencia para probar nuevos instrumentos. Dado que está extremadamente bien estudiado y monitorizado, nos permite comparar las lecturas que obtenemos con técnicas nuevas con las procedentes de medidas estándar, largamente comprobadas».

La afición por los volcanes de Moussallam viene de lejos. Según explica, él, que se crio en las afueras de París, realizaba cada verano caminatas en los Alpes con su hermano mayor, unas experiencias que le hicieron enamorarse de las montañas. Luego, a los 17 años, en 2004, acabado el bachillerato e inspirado por un artículo de National Geographic, decidió irse a Canadá a estudiar la carrera de Física en la Universidad de Ottawa. La fortuna quiso que una de las asignaturas optativas que escogió, geología, estuviera impartida por un maestro excepcional, André Lalonde. «Tras acudir a sus clases, quise estudiar los mecanismos de formación de las montañas y acabé haciendo mi tesis sobre vulcanología», recuerda. El futuro de Yves Moussallam empezaba a perfilarse en el horizonte.

En 2010 le surgió una oportunidad única: formar parte del equipo del vulcanólogo británico Clive Oppenheimer, de la Universidad de Cambridge, experto en los volcanes de la Antártida. Con él se fue al continente blanco a estudiar durante dos meses el monte Erebus. Situado en la isla de Ross y con 3.794 metros de altitud, es el volcán activo más austral del planeta. Al escalarlo, descubrió que existía una profesión que le permitía unir sus dos grandes pasiones: la ciencia y el alpinismo. Ciertamente, conquistar las altísimas cumbres de los volcanes (algunas de casi 6.000 metros de altitud, como los peruanos Misti y Ubinas o los chilenos Lascar e Isluga) cargando en su equipaje su pionero instrumental de medición requiere una excelente forma física y una gran pasión por las montañas.

Yves Moussallam tiene como meta estudiar los 150 volcanes más activos de la Tierra, casi todos ubicados en el cinturón de fuego del Pacífico. Por ahora ya ha explorado unos cuarenta.

¿Cómo se miden las emisiones de los gases volcánicos y aerosoles?, preguntamos a Moussallam, en cuyas investigaciones combina mediciones de campo, experimentos de laboratorio y modelado termoquímico. Por un lado, nos dice, están las técnicas in situ, que requieren colocar el instrumento directamente en la columna eruptiva, los chorros de gas asociados a las erupciones. «Estos instrumentos bombean la mezcla de gases hasta unos sensores electroquímicos que leen la concentración de los distintos componentes –explica–. Por otra parte están los instrumentos de teledetección (o de detección remota), principalmente espectroscopios, que miden la absorción de los diferentes gases en los espectros ultravioleta, infrarrojo e incluso electromagnético, lo que nos permite calibrar su concentración. Por ejemplo, podemos configurar un espectrómetro infrarrojo en el borde del cráter enfocando directamente a la lava caliente, que es una fuente de radiación infrarroja. De esta manera obtendremos bandas de absorción específicas a una longitud de onda determinada, únicas para cada tipo de gas, y también podremos saber la cantidad existente de cada uno de ellos». Para la medición de aerosoles utilizan también técnicas espectroscópicas, poniendo el foco en la dispersión de la luz que causan esas partículas, o bien los recogen para analizarlos en el laboratorio.

Moussallam posa ante un humeante Estrómboli, uno de los volcanes más activos del mundo y cuya accesibilidad lo ha convertido en uno de los mejor estudiados. Este gigante de fuego sirve de referencia a los vulcanólogos para equiparar sus parámetros con los de erupciones mucho más remotas.

A Moussallam le queda mucho trabajo por delante. La pandemia de la COVID-19 y las consecuentes restricciones de movilidad han detenido temporalmente los viajes, circunstancia que él ha aprovechado para adelantar el trabajo en el laboratorio y el análisis de los datos recolectados hasta el momento, así como para consolidar las colaboraciones con colegas y estudiantes de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, el Instituto Scripps de Oceanografía, en Estados Unidos, y el Centro Nacional de Investigación Científica y el Instituto de Investigación para el Desarrollo, en Francia, todas ellas instituciones en las que ha ocupado diferentes puestos.

Pero tan pronto como sea posible, el vulcanólogo reanudará su trabajo de campo. Concretamente irá al volcán El Reventador, situado en la cordillera andina de Ecuador. Ubicado a 90 kilómetros de la capital, Quito, es extremadamente activo y proveerá al científico de una valiosa información.

Esta será una pieza más del puzle que está armando con perseverancia para completar con mayor detalle la composición de esas emisiones globales de gases de efecto invernadero que tantos quebraderos de cabeza nos están acarreando. Y, sobre todo, para saber cuál es el método óptimo de gestionarlas. Sin duda, su trabajo ayudará a afrontar con mayor conocimiento esta crisis climática que hemos desatado y que atenaza el futuro de la humanidad.

----

El Cinturón de Fuego

Cinturón de Fuego

En esta región de 40.000 kilómetros de largo, donde varias placas oceánicas se deslizan por debajo de Asia y América a medida que ambos continentes se aproximan, se genera la mayor actividad sísmica y volcánica del planeta.

----

Yves Moussallam fue laureado con los Premios Rolex a la Iniciativa en la edición de 2019. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards

Este artículo pertenece al número de Julio de 2021 de la revista National Geographic.



via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/3qkReP5

jueves, 17 de junio de 2021

Viajes. SOS Océanos

Los océanos se aproximan cada vez más al devastador destino que les espera, fruto de la irresponsabilidad e ignorancia humana que se viene dando desde hace décadas. Este desolador y poco utópico futuro del que gran parte de la población no es consciente, se volverá inevitable si no tomamos acción en este mismo momento.

La vida es posible gracias a la fundamental labor ejercida por los océanos. Estos no solo acogen a cientos de miles de especies, sino que además funcionan como climatizadores naturales, regulando la temperatura y absorbiendo casi un tercio del CO2 atmosférico. Al mismo tiempo, son fuente de alimentos, agua y energía renovable, imprescindibles para la subsistencia humana. Asimismo, el 71% de la superficie terrestre está ocupada por el océano global, por lo que cuidar el planeta es proteger nuestros océanos del daño antropológico, causa de los terribles efectos observados en los últimos años. La verdadera pregunta es, ¿son estos reversibles?

Son numerosos los desafíos a los que se enfrentan las aguas del planeta. En primer lugar se encuentra la contracción de la criosfera y el deshielo, que no solo disminuye los recursos alimenticios, hídricos y pesqueros de poblaciones costeras dependientes del océano, sino que además implica la destrucción de ecosistemas, y por ende, la pérdida de especies. La subida del nivel del mar, la cual, en más del 80%, se debe a variaciones en la temperatura del aire, combinada con el aumento de ciclones tropicales, se traduce en una elevación del riesgo de desastres naturales. Por otro lado, la explotación pesquera y el calentamiento del océano han originado cambios en la distribución, expansión e incluso composición de las especies. La acidificación (que ha aumentando gradualmente hasta elevarse un 30% desde la industrialización) y la pérdida de oxígeno por estratificación en aguas oceánicas juegan un rol primordial en cambios ecológicos y marinos como el blanqueamiento de los corales. Además, es increíblemente alarmante la cantidad de residuos plásticos vertidos en los océanos anualmente: 8 millones de toneladas, que contaminan nuestros alimentos y causan la muerte de miles de peces; esto es sin contar los derrames de petróleo o de componentes tóxicos responsables de alteraciones marítimas.

Al observar el panorama actual pareciera que estuviéramos hablando de una película apocalíptica; no obstante, es el futuro de nuestro planeta. Para evitar este terrorífico final, debemos implementar medidas urgentemente. El Manifiesto Azul se presenta como la vía más eficaz para rescatar los océanos, al contar con un plan estructurado, realista y efectivo. Es de vital importancia que los gobiernos sigan esta ruta y creen acuerdos para proteger las aguas internacionales (en su mayoría no sometidas a regulación alguna) de la pesca ilegal y de los derrames de sustancias como aguas de escorrentía o contaminantes. Así pues, se ha de ejercer un mayor control sobre las emisiones de gases efecto invernadero de grandes fábricas, reducir los plásticos y concienciar a los ciudadanos para que adopten hábitos sostenibles.

La naturaleza nos obsequió con los océanos; luchemos unidos para conservar este preciado regalo.

...

Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.



via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/3gEaLWa

Viajes. El mundo azul

¿Qué es el agua? ¿Una simple molécula con un hidrógeno y dos oxígenos? ¿madre y sustentadora de la vida?, ¿disolvente universal de la vida basada en el carbono? Muchas características especiales definen la inmensa masa líquida que abarca alrededor del 70% de la superficie del planeta azul. Se piensa que los 1.386 millones de Km3 de agua que componen los océanos llegaron en forma de hielo a bordo de multitud de asteroides que impactaron contra la Tierra en sus primeros 1.000 millones de años de vida. Los mares son una fuente de energía emergente, nos proporcionan alimento, y amortiguan el impacto del calentamiento global absorbiendo un tercio de nuestras emisiones de CO2.

Los residuos plásticos que terminan en el mar son uno de los problemas más acuciantes, junto a la contaminación química, las fugas y los vertidos de hidrocarburos relacionadas con las rutas marítimas comerciales o los accidentes. Los denominados micro-plásticos (fragmentos de menos de 5mm) son la principal preocupación de los expertos ya que su impacto sobre la fisiología animal y humana es desconocida aunque potencialmente peligrosa. La mayoría de las 1,6 millones de toneladas de micro-plásticos que llegan anualmente al mar proceden de lavadoras, dentífricos, cremas exfoliantes, productos cosméticos… Especies incluidas en nuestra dieta diaria contienen micro-plásticos en su organismo, que pueden acabar en el nuestro y producir alteraciones bioquímicas debido a su capacidad de actuar como disruptores endocrinos. Otro factor determinante en el deterioro de los océanos es la sobreexplotación pesquera. El abuso de la pesca de arrastre daña los fondos marinos y desequilibra la biocenosis de este medio acuático.

Los océanos absorben una gran parte de las 51.000 millones de toneladas de CO2 que producimos cada año. El calentamiento de los océanos, junto al deshielo parcial de los polos, han contribuido al continuado aumento del nivel del mar, estimado en unos 3,2 mm/año durante los últimos 20 años. Teniendo en cuenta que más del 60% de la población mundial viven en zonas costeras, dicho aumento pone en peligro su habitabilidad. Además, el exceso de CO2 acidifica los océanos, y los empobrece en nutrientes, afectando a múltiples ecosistemas, como los corales, que se blanquean y mueren.

Los científicos trabajan para dar soluciones a los mares y océanos que tanto sufren por la actividad humana. Aumentar las Áreas Marinas Protegidas serviría para promover una pesca sostenible, y minimizar el vertido de contaminantes y tóxicos. Así mismo, es preciso crear y respetar leyes y acuerdos internacionales que protejan los océanos. Sería recomendable reducir el turismo, las rutas comerciales y, en general, las emisiones de CO2 globales para mantener los ecosistemas marinos en equilibrio con la atmósfera. Finalmente, debemos promover la investigación científica, dirigida a hallar nuevas tecnologías que depuren residuos y eviten que las sustancias tóxicas acaben en el mar.

Gobiernos, empresas y consumidores deben involucrarse en la consecución de estos objetivos.

...

Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.



via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/3cNrxRy

lunes, 14 de junio de 2021

Pachinko. 10 planes que hacer en Barcelona gratis

Barcelona es una de las ciudades más bonitas que he visto en mi vida, y mira que he visitado muchos países y ciudades alrededor del mundo, pero nada se compara a la energía, arquitectura, el mix entre playa, ciudad y montaña y la gastronomía local.

La ciudad condal es ciertamente una de las ciudades más bonitas y visitadas del mundo, pero justo por atraer a tantos turistas durante todo el año, los precios pueden ser un poco caros si comparamos a otras ciudades de España.

Si estás planeando un viaje a una de las 20 ciudades más visitadas en todo el mundo y claro, haciendo planes gratis, no puedes dejar de leer los 10 planes que hacer en Barcelona gratis. ¡Disfruta de la capital catalana sin gastar casi nada!

Y claro, si después quieres tener siempre a mano fotos de tu viaje para recordar los buenos momentos y empezar a organizar tu próximo viaje, ¿Por qué no adquirir imanes personalizados con fotos para tu nevera en Camaloon.es? Pon fotos de la familia y amigos de ese viaje tan especial. ¡Las posibilidades son innumerables!

Qué ver en en Barcelona gratis

Que visitar en Barcelona gratis

Miradores

Disfruta de las vistas desde diferentes puntos de la ciudad. Barcelona es una ciudad que tiene diferentes montañas en su alrededor, lo que hace que no tan solo turistas, sino también la gente que vive en la ciudad vaya a disfrutar de una tarde en unos de estos lugares.

Escoge entre Los Búnkers del Carmel, el Turó de la Creueta del Coll, el Mirador de Montjuic, etc.

Tour gratis por Barcelona

En serio, ¿qué mejor manera de conocer las cosas buenas de la ciudad que a través de un guía local? Los recorridos a pie son organizados por personas apasionadas por su ciudad a las que les encanta enseñar cada rincón a los visitantes.

Lo mejor es que los guías pueden dar consejos sobre los mejores lugares para comer y tomar algo dentro de tu presupuesto.

Si quieres conocer lo máximo que puedas sobre Barcelona, necesitas saber que hay diferentes empresas que realizan recorridos gratuitos por la ciudad. Y para organizar bien tu viaje, puedes echar un vistazo a los mejores free tours en Barcelona, tales como recorridos por el barrio Gótico, la Sagrada Familia, el Raval, y también los horarios de salida y duración del tour.

Caminar por los principales barrios de la ciudad

Mapa del centro de Barcelona

Barcelona es una ciudad que tiene más de 4000 años y en la cual hubo un gran mix de civilizaciones, como visigodos, romanos, judíos, íberos, musulmanes y cristianos.

Si quieres conocer un poco de la historia de la ciudad a través de sus construcciones, necesitas caminar por el distrito de la Ciutat Vella, el distrito más antiguo de la ciudad y que se divide entre los barrios del Gótico, Raval, Born y la Barceloneta.

Esta parte de la ciudad es muy rica no solo en historia, sino que también ofrece diferentes opciones si quieres disfrutar de la vida nocturna, visitar museos, tiendas alternativas y, por supuesto, la playa.

Un poco arriba de la zona de la Ciutat Vella, está ubicado el Quadrat d’or, una zona donde se encuentran los edificios más importantes de la arquitectura modernista catalana y del mundo.

En esta zona podrás encontrar no solo la Casa Batlló y La Pedrera, sino muchos otros edificios con un estilo arquitectónico que transforman Barcelona en una ciudad única en el mundo.

Área panorámica del parque Tibidabo

parque Tibidabo de Barcelona

Tibidabo es un parque de atracciones ubicado en la montaña de Collserola y que ofrece una de las mejores vistas de la ciudad, especialmente cuando hace buen tiempo y puedes ver toda la ciudad desde allí.

El parque de atracciones del Tibidabo es el más antiguo de España y uno de los más antiguos del mundo. La construcción tuvo inicio en 1900 y en 1905 abrieron al público las primeras atracciones y una atracciones más antiguas sigue en funcionamiento desde el 1915.

Para acceder al parque es necesario comprar la entrada en la taquilla u online, pero puedes acceder al área panorámica y al Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús gratuitamente de lunes a domingo, de 11:00 a 18:00 h. El último acceso tiene lugar a las 17:40 h. No te pierdas tampoco, estos planes divertidos para hacer en Barcelona con niños.

Park Güell

Obra del reconocido arquitecto Antonio Gaudí, el Park Güell es uno de los lugares que más atraen a los turistas durante su estancia en la ciudad Condal.

Pero ¿visitar el Park Güell sin pagar nada? ¿Suena raro no? La verdad es que no. Es cierto que para visitar la Zona Monumental hay un coste, pero lo que mucha gente no sabe es que el parque ofrece una zona gratuita para visitar.

Una vez que estés allí podrás caminar por el parque, ver alguno de los tres viaductos y claro, disfrutar de una vista panorámica de la ciudad.

Fuente Mágica de Montjuïc

Fuente Magica de Montjuic

Después de un largo recorrido por la ciudad, qué mejor para hacer que descansar y al mismo tiempo asistir a un espectáculo de luz y música al aire libre en uno de los lugares más emblemáticos de Barcelona. Construido para la Exposición Internacional de 1929 que tenía la misión de inspeccionar la innovación de la ciudad.

Lamentablemente, la exhibición con música ha sido suspendida desde el 12 de marzo del 2020 y el ayuntamiento de la ciudad aún no tiene previsto una fecha para volver a realizar las sesiones. La razón de la suspensión es como medida preventiva para evitar la concentración de personas y la propagación del virus del Covid-19.

Durante la temporada de primavera y verano del 2021, en la Fuente Mágica de Montjuïc brotará agua los martes y sábados de 11 a 13h y de 16 a 18h, y domingos de 11 a 15h. El funcionamiento de la fuente sucederá siempre en estos horarios.

Parques y Jardines de Montjuic

Más que solo la fuente, la montaña de Montjuic ofrece diferentes actividades para quien lo visite. Justo subiendo las escaleras encontrarás el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya) que ofrece visitas gratuitas el primer domingo de cada mes o los sábados a partir de las 15h.

Más allá del museo, podrás encontrar la zona olímpica, el jardín botánico de Barcelona, el Teatre Grec y muchos otros, todos gratuitos.

Museos gratis en Barcelona los domingos

Barcelona es una ciudad que tiene muchos museos, pero el precio del billete para visitarlos puede ser un poco caro.

Sin embargo, podrás visitar museos como el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), Museo Picasso, Museo de Historia de la Ciudad (MUHBA), Museo de Historia Natural (Museu Blau) gratuitamente el primer domingo de cada mes y todos los domingos después de las 3 pm.

Consulta las condiciones en la página web de cada uno ya que las fechas y horarios varían de uno a otro.

Ir a la playa

Independientemente de la temporada, pero principalmente durante los días de primavera y verano, la extensa costa de playa desde el Hotel W hasta la Playa de Llevant se convierten en un paraíso para los amantes del sol y los deportes costeros.

Prepárate para ver miles de personas jugando al volleyball, practicando paddle surf, kayaking y muchas otras actividades.

Cuanto más cerca de la Barceloneta, más lleno se vuelve y si quieres un ambiente más tranquilo, lo mejor es alejarte un poco del centro, especialmente entre semana y fuera de los meses de vacaciones de julio y agosto.

Un consejo: estate atento a tus pertenencias, ya que es común ver a carteristas dando vueltas por la playa.

Mercados de Barcelona

Mercados de Barcelona

Los antiguos mercados de Barcelona son más que parte de la historia de la ciudad y espacio para hacer la compra. Estos espacios se han convertido en verdaderos espacios gastronómicos donde turistas y locales pueden disfrutar y conocer a fondo la cultura, costumbres y gastronomía local.

Cada mercado tiene diferentes tiendas y arquitectura única que los diferencia de los demás. No pierdas la oportunidad de visitar el Mercat de la Boqueria, abierto desde el año 1200, y los mercados de Santa Caterina y Sant Antoni, abiertos desde el 1800 por ejemplo.

¿Te han gustado estos 10 planes que hacer en Barcelona gratis? ¿Nos cuentas alguno de tus favoritos? Esperamos tus sugerencias en los comentarios.

La entrada 10 planes que hacer en Barcelona gratis apareció primero en El Pachinko.

via Danniele Makoski Vasco (Autora invitada) https://ift.tt/2RX7OaW

jueves, 10 de junio de 2021

Pachinko. Visita a Dinópolis Teruel con niños, un divertido parque jurásico para visitar en familia

Una temporada más, y ya van 21 consecutivas, ha llegado la apertura de Dinópolis Teruel en 2021. Este parque temático dedicado a los dinosaurios es una opción espectacular para visitar en familia, así que sólo podemos que recomendarlo porque le encanta a nuestros hijos Teo y Oriol.

La fiebre por los dinosaurios es cíclica. Primero llegó en 1993 con Jurassic Park, luego en 2015 regresó con fuerza gracias al estreno de títulos como Jurassic World o El viaje de Arlo, o en 2018 pasado con Jurassic World: El reino caído. Los dinosaurios les encantan a los peques así que vamos a contarte cómo es la visita a Dinópolis Teruel con niños.

Qué ver en Dinópolis Teruel con niños en 2021

Fotos Dinópolis Teruel, T-rex Museo Paleontológico

El pasado 5 de junio de 2021 abrió sus puertas Dinópolis Teruel. La vigésimo primera temporada del parque arranca con mucha ilusión y con medidas anti-covid para que la visita sea completamente segura y divertida.

Dinópolis Teruel es perfecto para niños y padres porque el parque temático combina ciencia y diversión para que disfrutes y aprendas todo sobre el mundo de los dinosaurios de una manera amena y muy didáctica.

¿Cómo llegar a Dinópolis Teruel?

Atracciones de Dinopolis Teruel

Teruel está a unas 3 horas y media de Madrid y 4 y pico desde Barcelona en coche. Para nosotros son sólo 3 horas en coche de Alicante desde que se inauguró el tramo sur de la autovía Mudéjar, así que siempre aprovechamos un día de fiesta local para visitar Dinópolis con los niños.

El trayecto de ida fue sorprendentemente tranquilo, quizá por la ilusión de ver cómo sería aquel parque temático repleto de dinosaurios. En un visto y no visto llegamos a nuestro destino, pero la vivencia les marcó tanto que meses después ya nos han dicho que quieren repetir.

Cómo es Dinópolis Teruel, el parque temático de los dinosaurios

Fotos Dinópolis Teruel, boca de dinosaurio

Dinópolis Teruel es un parque temático ideal para visitar en familia, incluso con niños pequeños (nuestros hijos tenían 5 y 2 años cuando estuvimos la primera vez).

Se trata de una experiencia en la que se conjuga la vertiente divertida de este tipo de recintos con una faceta pedagógica relacionada, lógicamente, con la Paleontología. Es decir, tiene la parte buena de Jurassic Park, pero con la ventaja de que no puedes ser devorado por el T-rex o los velociraptores.

A pesar de que hay muchísimas actividades para pasar un día en familia, el recinto de Dinópolis Teruel es relativamente pequeño y muy cómodo para recorrerlo a pie entre dinosaurios y espectáculos relacionados con estos enormes animales jurásicos.

La puesta en escena y las teatralización de algunas funciones son magníficas, es como atravesar un túnel del tiempo de 4.500 años.

Las atracciones de Dinópolis Teruel

Fotos Dinópolis Teruel, Teo en la senda

Hay atracciones realmente espectaculares y que justifican la visita a Dinópolis Teruel por sí mismas. A Teo y Oriol les encantó una que se llamaba T-Rex, una especie de viaje onírico en el que gracias a la robótica puedes ver muy de cerca al rey de los dinosaurios (sin acabar en sus tripas, evidentemente).

El cine en 3D y el simulador en 4D también te trasladan de una forma muy real y entretenida a la era en la que estas gigantescas especies dominaban la faz de la Tierra.

Lógicamente, la zona de juegos o Sauriopark es una de las más divertidas para los peques, aunque tendrías que ver las caritas que pusieron paseando por la Paleosenda. Se trata de una especie de gymkana llena de retos, escondites y huellas de dinosaurio donde corretear, escalar o camuflarse. Sin los peligros de un Jurassic World fuera de control, claro.

A los papis, nos gustó, especialmente el completísimo Museo Paleontológico donde nuestros hijos nos acribillaron a preguntas. Bendita curiosidad.

Fotos Dinópolis Teruel, jeep y dinosaurio

Nuestras sensaciones tras la visita fueron muy positivas, ya que nos fuimos con la impresión de que es un lugar donde se cuida todo hasta el más mínimo detalle. Además, por sus dimensiones es muy cómodo y fácil de visitar.

Dinópolis Teruel está adaptado para peques de todas las edades y los dinosaurios les tienen todo el día con cara de asombro. Sin duda, una experiencia muy recomendable para los que viajamos con niños.

Pasaporte Territorio Dinópolis y las novedades de 2021

Fotos Dinópolis Teruel, plano Territorio DInopolis

Lo mejor de todo es que este recinto paleontológico turolense es sólo uno de los que componen el llamado Territorio Dinópolis.

Además del parque principal ubicado en Teruel capital, existen siete centros más distribuidos en diversas localidades de la provincia: Inhóspitak en Peñarroya de Tastavins, Legendark en Galve, Región Ambarina en Rubielos de Mora, Bosque Pétreo en Castellote, Mar Nummus en Albarracín, Titania en Riodeva y Valcaria en Ariño.

En 2021 se mantiene el bono con el que puedes entra al parque principal y a las 7 sedes de Territorio Dinópolis. El precio de la entrada normal es de 29 euros y por sólo 2 euros más podrás visitar los otros espacios.

Fotos Dinópolis Teruel, Legendark Galve

Una de la iniciativas más novedosas de 2021 será la denominada “los nacidos en 2001”.  Todas aquellas personas nacidas en dicho año durante la temporada 2021, podrán entrar gratis a Dinópolis Teruel, acreditándose en las taquillas del parque mediante documento de identidad o pasaporte, o en su defecto, carné de conducir.

Además, todos los nacidos el 1 de junio de 2001, primer día de apertura de Dinópolis, recibirán un carné vitalicio para entrar gratis de por vida. ¡Menuda pasada!

Cabe recordar que Dinópolis Teruel ha desarrollado un riguroso Plan de Contingencia con todas las medidas de seguridad e higiene de prevención por la Covid-19, tanto para los visitantes al parque, así como para los trabajadores del mismo.

Horarios Dinópolis Teruel 2021

Fotos Dinopolis Teruel, nuevo TRex Show

Dinópolis Teruel abrió la temporada 2021 el pasado 5 de junio y cerrará el 19 de diciembre. Sólo abre todos los días los meses de julio y agosto, así que antes de tu visita tendrás que comprobar si ese día abre o no:

  • Junio 2021: Sábados y domingos, además del 24 y 25 junio
  • Julio 2021: Todos los días.
  • Agosto 2021: Todos los días.
  • Septiembre 2021: Del 1 al 6 de sepriembre y sábados y domingos.
  • Octubre 2021: Sábados y domingos, además del 11 y 12 de octubre.
  • Noviembre 2021: Todos los sábados y domingos, además del 1 de noviembre.
  • Diciembre 2021: Del 4 al 8 de diciembre y 11, 12, 18 y 19 de diciembre.

Los horarios de Dinópolis Teruel para 2021 son de 10:00h a 19:00h habitualmente y en algunas fechas de 10:00h a 20:00h.

¿Qué te parece la visita a Dinópolis Teruel? ¿Tienes pensado visitar este divertido parque jurásico para visitar con niños en 2021? Cuéntanos tu experiencia en los comentarios?

La entrada Visita a Dinópolis Teruel con niños, un divertido parque jurásico para visitar en familia apareció primero en El Pachinko.

via Pau García Solbes https://ift.tt/3wcujrl

miércoles, 2 de junio de 2021

Viajes. Hallados los restos más antiguos de presencia humana del centro-sur del Tíbet

Los seres humanos y sus antepasados ​​han fabricado herramientas de piedra durante millones de años. De hecho, los lugares en los que se han encontrado subproductos de la producción lítica así como las herramientas empleadas para ello se encuentran entre los yacimientos más comunes del registro arqueológico de todo el mundo.

Sin embargo, con frecuencia estos artefactos son hallados, bien muy cerca, o bien en la misma superficie del suelo, por lo que resultan notablemente difíciles de ubicar en un marco cronológico. Esto es así debido a que los materiales orgánicos que pueden ser datados por radiocarbono y que están directamente asociados con estos hallazgos a menudo se encuentran ausentes. Por otro lado, su ubicación cercana o en la misma superficie no pueden ofrecer a los arqueólogos un periodo temporal inequívoco en los que situarlos.

A todo ello hay que sumar que hasta la fecha existen muy pocas técnicas arqueométricas disponibles para datar la piedra trabajada directamente y que actualmente los únicos métodos para la datación directa de artefactos líticos son la termoluminiscencia y la datación por hidratación de la obsidiana. Sin embargo, ambas técnicas presentan serias limitaciones metodológicas que limitan el rango de aplicaciones así como la fiabilidad de cada método.

Glicanic muestra algunos de los artefactos obtenidos del yacimiento de Su-re

Glicanic muestra algunos de los artefactos obtenidos del yacimiento de Su-re

Foto: Michael Meyer

Ahora para salvar este escollo, el arqueólogo de la Universidad de Innsbruck, Luke Andrew Gliganic,ha empleado junto a su equipo una técnica conocida como luminiscencia ópticamente estimulada -OSL por sus siglas en inglés- para datar los restos del yacimiento arqueológico de Su-re, ubicado en la montaña Cho Oyu de la cordillera del Himalaya y situada apenas a unos 20 kilómetros al oeste del monte Everest. Con ello han identificado la que hasta ahora es la evidencia más antigua de la ocupación humana del centro-sur de la meseta tibetana.

Los restos de las herramientas están datadas entre hace 5.500 y 5.200 años y proceden de una cantera ubicada cerca de un paso de montaña que fue una ruta histórica de comercio y peregrinaje. "Se cree que esta ruta situada en las inmediaciones de Cho Oyu funcionó además como un vínculo prehistórico entre la meseta tibetana y las tierras bajas del sur del Himalaya" cuentan los investigadores.

"Se cree que esta ruta situada en las inmediaciones de Cho Oyu funcionó además como un vínculo prehistórico entre la meseta tibetana y las tierras bajas del sur del Himalaya"

Sin embargo, una de las cosas que más llama la atención de la investigación de Gliganic, la cual se publica en la revista Science Advances bajo el titulo Direct dating of lithic surface artifacts using luminescence es el método de datación empleado para averiguar la antigüedad de los artefactos de piedra tibetanos, ya que pudieron fecharlos gracias a la citada técnica OSL, la cual puede emplearse para para averiguar la última vez que el cuarzo de una roca estuvo expuesto a la luz.

Esto se explica debido a que la luz solar despoja gradualmente al cuarzo de una señal luminiscente natural hasta que esta se repone con una nueva exposición a la radiación tras ser enterrado nuevamente. Así, exponiendo la piedra a longitudes de onda de luz específicas, los investigadores obtienen una serie de señales gracias a las cuales pueden calcular el tiempo que han permanecido bajo tierra.

El coautor del estudio, Michael Meyer, en el laboratorio OSL de la Universidad de Innsbruck

El coautor del estudio, Michael Meyer, en el laboratorio OSL de la Universidad de Innsbruck

Foto: Michael Meyer

En el caso tibetano, los investigadores analizaron la señal OSL en cortes milimétricos de los artefactos, lo que les permitió recrear las historias completas de entierro y exposición de los artefactos, situarlos en contexto y relacionarlos con los procesos naturales como la erosión y el transporte de materiales que han tenido lugar en el yacimiento y sus alrededores. "El grupo objetos más antiguos, datados de hace entre 5.500 y 5.200 años, probablemente estén relacionados con las actividades de extracción en el lugar, lo que representa las pistas más antiguas de la presencia humana en la meseta tibetana centro-sur", concluyen los autores.



via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/3vOLQWb