lunes, 1 de febrero de 2016

Lonely. Mompox: un viaje al realismo mágico

Mompox: un viaje al realismo mágico

Un apasionante viaje a la auténtica Macondo

Cartagena de Indias y la ciudad de Aracataca son el hilo conductor de cualquier viaje por el realismo mágico colombiano de García Márquez, pero siguiendo el río Magdalena hacia el interior del país, encontramos el rincón más auténtico, aquel que permite transportarse completamente al pasado colombiano y al mundo mágico del Nobel colombiano: se trata de Mompox. Esta ciudad colonial es tan parecida a Macondo que aquí se percibe el ambiente de Cien años de soledad, mucho mejor que en Aracataca, el pueblo natal de García Márquez, o que en la turística Cartagena de Indias. 

Para descubrir Mompox hay que adentrarse en el interior de Colombia, por el río Magdalena. Entre árboles, al sureste de Cartagena de Indias, junto al río, encontramos una ciudad como detenida en el tiempo desde que los transportes fluviales cambiaron de ruta a mediados del siglo XIX y la dejaron al margen de la historia. Sus similitudes con Macondo, el pueblo ficticio de García Márquez, son llamativas, incluso más que Aracataca, la ciudad natal del escritor a donde suelen viajar los que intentan encontrar los escenarios de sus novelas.

Río Magdalena © Otto Nassar 

Pero esta joya olvidada, Mompox, ha comenzado a cambiar en los últimos años con la apertura de algunos hoteles-boutique y restaurantes. A pesar de esto, sigue siendo con mucho la ciudad más encantadora del norte de Colombia, con fachadas descascarilladas e iglesias multicolores que recuerdan más a La Habana que a la acicalada Cartagena. Y lo mejor de todo es que al estar al margen de las rutas turísticas habituales conserva un ambiente maravillosamente desconocido, y a menudo uno se siente como si fuera su único visitante. 

Qué hay que visitar:

Lo mejor es deambular por sus decadentes y maravillosas calles, pasear a orillas del río Magdalena y empaparse de colores, sonidos y olores. Y entre paseo y paseo, se puede visitar la singular iglesia de Santa Bárbara (1613), el edificio más representativo de Mompox, con sus leones y grifos de grandes ojos, un extraño campanario abandonado y una población de murciélagos y golondrinas que entran y salen del templo durante la misa dominical.

Mompox © Otto Nassar 

También se puede visitar el Palacio San Carlos (1660), un antiguo convento convertido en el ayuntamiento, o llegarse hasta el curiosísimo cementerio municipal, con sepulcros y nichos apilados unos sobre otros, formando un muro de tumbas en torno a una capilla central. 

Noches coloniales:

Hay varios hoteles-boutique pero también alojamientos más modestos. La Casa Amarilla es una mansión del siglo XVII con vistas al río convertida en un agradable establecimiento por un periodista británico y su esposa colombiana. El desayuno se toma en la gran mesa de la cocina, con vistas al patio ajardinado.

Otra opcion es el Hotel Portal de la Marquesa, uno de los edificios más bonitos de Mompox, que ahora es un lujoso hotel de solo tres habitaciones (más una suite con piscina).

Para presupuestos de mochilero: el Hostal La Casa del Viajero, un espacioso y acogedor albergue muy céntrico y muy barato. 

Y para comer:

El mejor restaurante de la ciudad es El Fuerte, que solo abre los fines de semana. Tiene un interior muy agradable, un dueño encantador y una carta de especialidades caseras. Suele estar lleno hasta los topes. 

Mompox en el cine:

Si queremos pasear por Mompox en el cine, podemos ver la película Crónica de una muerte anunciada (1987) rodada en sus calles. 

Y en la historia:

Esta ciudad colonial, fundada en 1540 en la rama oriental del río Magdalena, presume de haber sido la primera que proclamó la independencia en 1810. Por este importante núcleo comercial y un activo puerto pasaban todas las mercancías hacia Cartagena o desde allí hacia el interior. Fue una ciudad muy próspera que se hizo famosa por sus orfebres y su magnífica joyería de filigrana. A finales del siglo XIX el transporte se desvió a la otra rama del río, Mompox quedó aislada y comenzó la decadencia. Gracias a eso hoy disfrutamos de una auténtica joya colonial detenida en el tiempo. 

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