jueves, 10 de agosto de 2017

Viajes. Naturaleza y patrimonio en el Val d'Aran, Cataluña

Cuenta Edurne Pasaban que las primeras veces que se adentró en la comarca leridana de la Val d’Aran, ubicada en el corazón de los Pirineos, justo en la esquina nor­occidental de Cataluña y limitando con Aragón y Francia, le cautivó su alto grado de conservación, no solo de la naturaleza, sino también de sus pueblos. No en vano la Ruta del Románico de la Val d’Aran esconde uno de los tesoros más valiosos del Pirineo: 15 iglesias construidas en gran parte por encima de los 2.000 metros de altitud y la mayoría de los siglos xii y xiii, cinco de las cuales se consideran de visita imprescindible: Santa Maria d’Arties, Sant Miquèu de Vielha, Sant Andrèu de Salardú, Era Mair de Diu dera Purificacion de Bossòst y Santa Eulàlia d’Unha.

“Me fascinó la sensación de estar en un territorio que ha sabido preservar su esencia a todos los niveles y gestionar su patrimonio natural y arquitectónico de forma ejemplar”, afirma Edurne Pasaban.

Y no hay duda de que desde el Conselh Generau d’Aran han apostado por ello, un esfuerzo que ha sido reconocido internacionalmente. Si en 2014 fue el primer destino de montaña que recibía la certificación Biosphere de turismo sostenible, otorgada por el Instituto de Turismo Responsable –auspiciado por la Unesco–, en 2015 la Val d’Aran quedó finalista en los premios que concede National Geographic (los World Legacy Awards), en reconocimiento al conjunto de acciones turísticas que tienen lugar en pro de la sostenibilidad.

A Edurne Pasaban, afincada en Vielha, le gusta perderse por la infinidad de senderos que recorren este valle surcado por las aguas del río Garona, que nace en el Pla de Beret, cruza el sur de Francia y desem­boca en el Océano Atlántico. Edur­ne disfruta sumergiéndose en el vivificante Parque Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, y también ascendiendo al Montardo (2.833 m) o al Tuc de Salana (2.485 m) para admirar el esplendor de la cordillera. A la pregunta de si le preocupa el futuro del valle en términos medioambientales, la alpinista afirma que la masificación podría ser su talón de Aquiles, pero confía en que la filosofía de los organismos gestores sea trabajar para que eso no ocurra.

Su deseo es seguir inmersa en la naturaleza de este territorio, avistando durante sus caminatas a los sarrios y a las marmotas, a los quebrantahuesos, al águila real, al azor o al pico mediano. “Ojalá –dice– tenga la suerte un día de vislumbrar al oso pardo”. Podría ser, pues este tesoro de la fauna europea ha encontrado en la Val d’Aran (Cataluña) un espacio idóneo para su supervivencia.

Más información sobre turismo sostenible en Cataluña.



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