jueves, 17 de marzo de 2022

Viajes. La migración de las ballenas ayudará a crear el nuevo acuerdo de protección de los océanos

Una ballena jorobada a la que marcamos mientras se alimentaba frente a la Península Antártica Occidental hizo un viaje de casi 19.000 km en 265 días, desplazándose en dirección al norte desde la Antártida hasta su zona de cría frente a Colombia y de vuelta. Las ballenas migran miles de kilómetros cada año, reuniéndose para aparearse y dar a luz en los trópicos y subtrópicos durante el invierno y luego dirigiéndose a aguas más frías en latitudes más altas para darse un festín de presas abundantes durante el verano.

Abundan las teorías, pero los científicos aún no se ponen de acuerdo sobre por qué las ballenas emprenden estas épicas migraciones, ni siquiera sobre cómo se las arreglan para navegar por las vastas cuencas oceánicas.

En un nuevo informe de WWF un equipo de científicos ha recopilado las rutas migratorias de más de 1.000 ballenas de todo el mundo, registradas con marcas de satélite. Por primera vez, se ha puesto de manifiesto la escala global y la extensión de las rutas que recorren las ballenas durante sus migraciones. El informe sirve para que los científicos comprendan que las rutas entre los hábitats críticos de alimentación y cría son tan importantes para las ballenas como los propios puntos finales.

Estas rutas también revelan lo peligroso que se está volviendo el océano para estos gigantes. El cambio climático está alterando los lugares y momentos en los que las ballenas pueden encontrar alimento de manera fiable, mientras que las pesquerías están desechando redes y cuerdas que pueden atrapar y ahogar a las ballenas. Mientras tanto, cada año se transportan por mar unos 11.000 millones de toneladas de mercancías. Las rutas que utilizan estos barcos se cruzan con los caminos de las ballenas migratorias y otros animales marinos que pueden ser golpeados y asesinados.

6 especies de ballenas en peligro

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, seis de las 13 especies de ballenas más grandes están en peligro de extinción o son vulnerables, incluso después de décadas de protección tras el fin de la mayoría de la caza comercial de ballenas en 1986.

Las áreas marinas protegidas creadas por los distintos países son una forma de proteger a las ballenas de algunas de estas amenazas. Se trata de zonas en las que ciertas actividades, como la pesca, están restringidas o prohibidas. Actualmente, las áreas marinas protegidas cubren menos del 8% del océano.

Pero las ballenas se mueven por las aguas de múltiples países durante su migración y pasan gran parte de este tiempo en alta mar, donde solo el 1,2% del océano está bajo alguna forma de protección. Está claro que la protección de las ballenas requiere un esfuerzo global.

Ballenas más allá de las fronteras

Las fronteras geopolíticas son invisibles para las ballenas, pero tienen consecuencias enormes para ellas. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, los países tienen derecho a pescar y realizar otras actividades en las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de 200 millas náuticas que se extienden desde sus costas. Los países que designan áreas marinas protegidas dentro de sus ZEE pueden ayudar a conservar los hábitats oceánicos locales.

Pero como las leyes varían sustancialmente de un país a otro, es difícil coordinar los esfuerzos para proteger a las ballenas, aunque los acuerdos internacionales como la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres tratan de hacerlo.

Una ballena saltando al atardecer.

De poco sirve proteger a las ballenas en un país, con medidas como las áreas marinas protegidas o las normas que restringen la navegación y la pesca, cuando pueden enfrentarse a una regulación más laxa en la ZEE de otro país durante una sola migración. El informe de WWF muestra que 367 ballenas jorobadas rastreadas por satélite en el hemisferio sur atravesaron en conjunto las ZEE de 28 países durante sus migraciones.

El 64% del océano que abarca la alta mar está más allá de cualquier ZEE y de la autoridad de una sola nación. Las ballenas migran entre hábitats situados a miles de kilómetros de distancia, por lo que no es de extrañar que muchas especies pasen allí gran parte de su vida. Las 367 jorobadas rastreadas pasaron la mitad de su tiempo en estas zonas del océano más allá de las jurisdicciones nacionales.

Un estudio de 2018 rastreó 14 grandes especies, desde tortugas laúd hasta tiburones blancos, en todo el océano Pacífico y reveló que el 29% de todas las posiciones registradas por las marcas satelitales estaban en alta mar. En un estudio de 2020, estimamos que solo el 27% de las áreas importantes para los mamíferos marinos y las aves marinas en el Océano Austral estaban dentro de las ZEE.

Áreas marinas protegidas en alta mar

Se están llevando a cabo negociaciones internacionales para averiguar cómo proteger las especies oceánicas, incluidas las ballenas, fuera de las ZEE. En los más de 222 millones de km² que conforman la alta mar, casi no hay áreas marinas protegidas.

Los Estados miembros de las Naciones Unidas acordaron en 2017 negociar un tratado internacional para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad marina de alta mar. La cuarta y última sesión de estas negociaciones se celebra en Nueva York del 7 al 18 de marzo. El tratado incluirá formas de designar áreas marinas protegidas en alta mar, y estas áreas podrían restringir las actividades que amenazan a las ballenas y otras especies marinas en zonas críticas para su supervivencia.

Sin embargo, el tratado no diseñará ni implementará estas áreas marinas protegidas. Eso dependerá de organizaciones como el Grupo de Trabajo de Áreas Protegidas para Mamíferos Marinos, que, con la ayuda de científicos, ha localizado al menos 159 áreas importantes para los mamíferos marinos que podrían llegar a estar protegidas. Las pistas de migración del informe del WWF serán esenciales a la hora de identificarlas.

Las áreas marinas protegidas son solo una medida entre varias de las que serán necesarias para hacer que la alta mar sea más segura para los mamíferos marinos. Los conservacionistas tienen que hacer frente a las crecientes amenazas del cambio climático, la pesca, la navegación y la contaminación.

Sin embargo, hay destellos de esperanza. La Organización Marítima Internacional y la Comisión Ballenera Internacional están colaborando para evitar que los barcos golpeen a las ballenas. Mientras tanto, las modificaciones en los equipos de pesca y otras herramientas han reducido en un 99% el número de delfines capturados en las pesquerías de atún de aleta amarilla del Pacífico tropical oriental. Para que cualquier esfuerzo de conservación sea exitoso es fundamental una base sólida de pruebas científicas y cooperación a escala local, regional e internacional.

*Ryan Reisinger es profesor de Biología Marina y Ecología en la Universidad de Southampton. Ari Friedlaender es profesor de Ciencias del Mar en la Universidad de California en Santa Cruz. Daniel M. Palacios es profesor Asociado de Hábitats de Ballenas en la Universidad Estatal de Oregón. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.



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