jueves, 6 de junio de 2019

Viajes. La historia de Hiram Bingham, el descubridor de Machu Picchu

La curiosa historia de Hiram Bingham está llena de incógnitas y contradicciones. Algunos creen que fue el modelo en que se inspiraría el personaje del famoso arqueólogo de ficción Indiana Jones –aunque otros piensan que fue el arqueólogo Sylvanus Morley–, y para otros, simplemente fue un explorador fascinado por la cultura sudamericana que se llevó el mérito del descubrimiento de Machu Picchu cuando, en realidad llegó al yacimiento nueve años después que su auténtico descubridor, el agricultor peruano Agustín Lizárraga.

Nacido en Honolulú (Hawáii) el 19 de noviembre de 1875, Hiram Bingham fue hijo y nieto de los primeros misioneros protestantes que llegaron al archipiélago volcánico de Pacífico. Una férrea disciplina y una educación encaminada a una vida como misionero hicieron de la infancia de Bingham una de las épocas más tristes de su vida; incluso llegó a robar 250 dólares de la cuenta familiar para poder huir con un amigo. En 1892 sus padres lo llevaron a la Phillips Academy en Andover, Massachussets, y posteriormente ingresó en la Universidad de Yale. Los ahorros familiares sólo le alcanzaron al joven para mantenerse durante un año y se vio obligado a realizar multitud de trabajos, desde ayudante de cocina a vendedor de caramelos y libros a domicilio, pasando por maestro particular de los compañeros de clase más ricos. A pesar de todas la dificultades, finalmente, Bingham logró graduarse en Yale en 1898.

La infancia de Bingham fue tan dura que llegó a sustraer 250 dólares de la cuenta familiar para poder huir con un amigo

De regreso a casa de sus padres, Bingham desempeñó varios oficios, pero nunca logró sentirse realizado. Fue en 1898 cuando su vida cambió completamente al conocer a Alfreda Mitchell, hija de Alfred Mitchell y Annie Olivia Tiffany, hija y heredera de Charles Tiffany, fundador de la famosa joyería Tiffany & Company de Nueva York, de la cual se enamoró perdidamente. En agosto de 1899 se matriculó en la Universidad de California en Berkeley y se doctoró en Harvard en 1905 donde trabajó como profesor de Historia.

Una boda de postín

En 1900, Bingham se casó con Alfreda, con la que tuvo siete hijos y de la que acabaría divorciándose en 1937. Esta unión permitió a Bingham entrar a formar parte de la clase pudiente norteamericana y permitirse lujos de los que hasta entonces nunca había podido disfrutar. Por fin, entre noviembre de 1906 y mayo de 1907, Bingham partió en su primera expedición acompañado de Hamilton Rice, un joven doctor que había ganado cierta fama como explorador por su viaje desde Guayaquil hasta el Río Napo, en Ecuador. La idea de Bingham, que para entonces ya había publicado algunos artículos académicos, era escribir una biografía de Simón Bolívar y seguir la ruta que el libertador llevó a cabo entre Caracas y Bogotá, pero jamás llegó a hacerlo.

Su matrimonio con Alfreda Mitchell en 1900 introdujo a Bingham en la poderosa clase alta estadounidense

En diciembre de 1908, Bingham participó en el Primer Congreso Científico Panamericano celebrado en Santiago de Chile, y durante el proceso de coordinación de la delegación norteamericana conoció al presidente Theodore Roosevelt con el que mantendría una gran amistad hasta su muerte. Al finalizar el congreso, Bingham se trasladó a Lima y desde allí a Cuzco, donde fue recibido con todos los honores por las autoridades peruanas encantadas de que un delegado norteamericano asistente al congreso científico tuviese intención de explorar el país.

Bingham visitó Cuzco y sus alrededores durante un tiempo y partió en 1909 para seguir con su exploración, que le llevó hasta Abancay, donde reconoció el sitio de Choquequirao por expreso deseo del prefecto de la región Juan José Nuñez.

En busca de Vilcabamba

Bingham había intentado convencer a las autoridades peruanas de que él ni era científico ni un experto en cultura incaica, pero de nada le valieron sus explicaciones y se vio obligado a partir, formando parte de una gran caravana, hacía las ruinas de Choquequirao. En realidad, Bingham no era arqueólogo y en los días que pasó en el sitio tomó muchas fotografías, midió cuidadosamente los monumentos y describió el medio ambiente del modo más preciso que pudo.

En los muros de Choquequirao pudo leer los nombres y las fechas de los primeros exploradores que llegaron al lugar escritos con carbón vegetal. Entre ellos, Bingham anotó cuidadosamente los de Eugene de Sartiges acompañado de los peruanos José María Tejada y Marcelino León en 1834; José Benigno Samanez, Juan Rivas Plata y Mariano Cisneros en 1861... El último grupo era el de Bingham, compuesto por el mismo prefecto Núñez y por el teniente Cáceres. Finalizada la expedición, Bingham quedó muy decepcionado al no encontrar ningún tesoro y volvió a Lima desde donde regresó a los Estados Unidos.

El punto de inflexión en las exploraciones de Hiram Bingham se produjo en 1910, cuando un amigo suyo, Edward S. Harkness, leyó el borrador del libro de su último viaje. Quedó tan impresionado que le sugirió realizar una nueva expedición para encontrar el último refugio de los Incas, la mítica Vilcabamba. El principal escollo fue la financiación la cual, tras cerrársele muchas puertas, acabaron pagando su esposa Alfreda, National Geographic Society, la Universidad de Yale y la Sociedad Nacional Geográfica de Estados Unidos.

Tras prácticamente un año de preparativos, la expedición partió hacía Cuzco en 1911. Bingham se dedicó a recopilar información acerca de la última capital de los Incas, y durante una noche de bebida, en la que el subprefecto de Cuzco bebió más de la cuenta, éste pronunció una palabra clave para el descubrimiento que el explorador estaba a punto de realizar: "Huayna Pichu", el nombre de la montaña a cuyos pies se extienden las ruinas de Machu Picchu, el lugar donde Bingham creía que se encontraba Vilcabamba.

El 19 de julio de 1911, la expedición partió hacia el valle del Urubamba y el 23 de julio acamparon en Mandorpampa, una gran planicie cercana al yacimiento, que Bingham conocía tras haber oído hablar de ella al rector de la Universidad San Antonio Abad de Cuzco, Albert A. Giesecke.

En 1911, Bingham partió hacia Cuzco con la intención de organizar una expedición en busca de las ruinas de la mítica Vilcabamba

Bingham entra en Machu Picchu

Creyendo hallarse a las puertas de Vilcabamba, el lunes 24 de julio, que amaneció nublado y con una ligera llovizna, Bingham entró en el recinto y se dio cuenta del sensacional descubrimiento que acababa de hacer. Una ciudad con una arquitectura y una ingeniería espectaculares y totalmente desconocida hasta entonces por el mundo. En su libro escribió: "De repente me encontré parado frente a las paredes de una ruina y casas construidas con la mejor calidad del arte inca. Las paredes fueron difíciles de ver ya que los árboles y el musgo habían cubierto las piedras por siglos. Pero en la sombra del bambú y trepando los arbustos estaban las paredes visibles hechas de bloques de granito blanco cortados con la más alta precisión. Encontré brillantes templos, casas reales, una gran plaza y miles de casas. Parecía estar en un sueño". También documentó cada una de las fotos que iba tomando con su Kodak A3, y durante el recorrido por el yacimiento Bingham pudo leer en una de las paredes del Templo de las tres ventanas una inscripción hecha en carbón vegetal en la que decía "Lizárraga” y un año: 1902. Era la prueba de que mucho antes que él otras personas ya habían visitado el emplazamiento.

En Machu Picchu, Bingham descubrió una inscripción con un nombre, Lizárraga, y una fecha, 1902

Aparte de la controversia generada por el descubrimiento, Bingham también recibió críticas por sustraer de manera ilegal 46.332 piezas arqueológicas que fueron llevadas a la Universidad de Yale. Tan sólo 300 fueron devueltas; el resto permanece en grandes museos europeos como el Museo Británico, el Museo del Louvre o en colecciones particulares.

Tras fracasar en su carrera política y divorciado dos veces, Hiram Bingham, quien en su juventud fue un hombre alto y apuesto, audaz y con una personalidad seductora, moría el 6 de junio de 1956 a los 81 años. Su cuerpo descansa en el Cementerio Nacional de Alington (Virginia) donde fue enterrado con todos los honores.



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