lunes, 21 de enero de 2019

Viajes. Parque Nacional de Ordesa

Mucho antes de que los senderistas, escaladores y barranquistas recorrieran los valles, cañones y collados en torno al Monte Perdido, esta era una tierra frecuentada por ganaderos, peregrinos, mercaderes y también contrabandistas que vivían haciendo equilibrios entre un lado y otro de la frontera. De hecho, los romanos ya utilizaban el puerto de Bujaruelo (2.200 m) para comunicar Huesca y Toulouse, y en la Edad Media el collado fue un paso de cobro aduanero del Reino de Aragón.

En la actualidad, el camino que sube desde San Nicolás de Bujaruelo es una de las rutas más populares de las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, declarado en 1918. El pintoresco San Nicolás, que antaño albergó una hospedería de peregrinos, conserva una ermita en ruinas y un puente románico sobre el río Ara. Saliendo del pueblo, el camino sigue las balizas del GR-11 y se adentra entre hayas y tejos para después cruzar pastizales con vistas a la vertiente norte de Los Gabietos.
El último tramo es el propio ascenso al collado de Bujaruelo, un lugar donde algunos emprenden el regreso, otros conectan con el valle francés de Gavarnie y los hay que inician la ruta hacia la Brecha de Rolando o hacia el Tozal del Mallo, dentro ya de los límites del parque nacional.

De los cuatros sectores que componen el parque, esto es Añisclo, Escuaín, Pineta y Ordesa, el último es el que conecta con la periferia de Bujaruelo. Ordesa ofrece la cara más monumental de una naturaleza pétrea tallada por el hielo en forma de fajas y circos glaciares. Entre las rutas que surcan este entorno vertical, la más popular y accesible es la que se acerca al Circo de Soaso, donde el río Arazas salta por la cascada Cola de Caballo.

Desde este lugar se tiene una vista excepcional de las Tres Sorores o Treserols, el trío de cimas emblemáticas del parque: Monte Perdido (3.355 m), Cilindro (3.328 m) y Añisclo (3.263 m). Los otros dos circos glaciares de Ordesa están reservados a senderistas experimentados, pues para superar las paredes calizas de Carriata y Cotatuero hay que enfrentarse a pasos equipados con clavijas o, en el primer caso, al pasamanos alternativo de La Fajeta.

En este dominio de roca los bosques abarcan importantes extensiones. La arboleda de Turieto Bajo, que une Torla con la Pradera de Ordesa, es una masa forestal en la que además de zorros, ardillas y jabalís habitan especies endémicas como el tritón pirenaico (Calotriton asper) y la rana pirenaica (Rana pyrenaica), que fue descubierta en este parque en 1992.

En el sector de Añisclo el agua ha modelado parajes asombrosos. Se puede llegar desde Ordesa por la HU-631, y parar en los pueblos de Torla o Broto para comprar provisiones. En la zona elaboran pastillos de calabaza, guirlache y galletas que ayudan a recuperar fuerzas tras un día de caminata. Añisclo es una hendidura profunda y vertical labrada por el hielo y la fuerza del río Bellós. En su parte inferior avanza una estrecha carretera que en épocas de mucha afluencia solo es transitable en sentido norte. Se le conoce como el Desfiladero de las Cambras y se puede recorrer en coche hasta el aparcamiento de San Úrbez, para después seguir a pie hasta la cueva-ermita de mismo nombre. La historia de este lugar se remonta al siglo VIII cuando el eremita francés Urbicio estableció su retiro en una oquedad del cañón de Añisclo. Hoy la gruta sigue siendo un lugar de peregrinación y de romerías.

Desde Añisclo hay que llegar al pueblo de Escalona, y allí tomar la carretera que asciende hasta Escuaín. Este sector del parque destaca por su perfil agreste, encajado en una garganta fluvial más angosta y vertical que la de Añisclo. Sus paredes calizas esconden simas, barrancos y surgencias de agua.

Mientras que las botas de montaña y mochilas dominan el paisaje humano en otros sectores, los trajes de neopreno y las cuerdas son el complemento recurrente en Escuaín. Y es que su garganta y el barranco de Mirabal se consideran entre los mejores del Pirineo para la iniciación al barranquismo

Los que prefieren mantenerse en seco, pueden escoger entre multitud de caminatas. La del Puente de los Mallos parte de Escuaín y pasa junto a esas formaciones monolíticas que en Aragón se conocen como mallos. Sus paredes son un área de nidificación de rapaces y buitres como el quebrantahuesos, que pueden contemplarse desde un observatorio de aves.

Hay que regresar a Escalona para tomar la A-138 que, pasando por Bielsa, accede al sector de Pineta. Esta zona presume de tener las fuentes del Cinca, el río oscense por excelencia. En su camino hasta unirse al Segre, el Cinca se alimenta de afluentes, se esconde en algún tramo y logra superar desniveles de salto en salto, como en la cascada de Pineta, que se descuelga por la pared del circo homónimo. La excursión para verla parte del Centro de Interpretación del Parque Nacional y en su primer tramo discurre entre abedules, hayas y avellanos cuyas hojas se visten de colores cálidos en otoño. Como telón de fondo de Pineta, cumbres imponentes y omnipresentes, como las del Monte Perdido a la cabeza, el macizo calcáreo más alto de Europa, incluido en la Reserva de la Biosfera transfronteriza Ordesa-Viñamala.



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