lunes, 17 de abril de 2017

Periodismo viajero. COSTA RICA, POR EL VALLE CENTRAL

La autora del reportaje en el mirador del cráter del volcán Poás

 

Ojo al dato! Hay un lugar donde es posible acercarse a medio metro de un caimán, observar las graciosas acrobacias de los monos saltando de árbol en árbol, la siesta de majestuosos cocodrilos, contemplar el mágico desove de tortugas gigantes, admirar el vuelo el mítico vuelo del quetzal… Es Costa Rica. Hace ya un buen puñado de años que este país decidió poner coto a los excesos de los madereros. Desde entonces ha sabido desarrollar un turismo capaz de apreciar la belleza de sus recursos naturales. Que los tiene… Y mucho.

Desove de las tortugas en Parque Nacional Tortuguero

 

Los que venimos aquí lo hacemos atraídos por su privilegiada naturaleza, la belleza aún salvaje de sus playas y el carácter hospitalario de los “ticos”, que así es como se llaman asímismos los locales. En efecto, no hay en toda América latina otro país que mime con tanto celo su medio ambiente. Y eso, claro, tiene su recompensa.

 

Si algo caracteriza a los ticos es su amabilidad y hospitalidad

 

Todas estas reflexiones me rondan por la cabeza justo ahora que acabo de aterrizar en el aeropuerto de San José. Sí, por fin estoy en San José. Me han dicho que es un buen punto de partida para recorrer el cordón de espacios protegidos de la Cordillera Central. Puerta de entrada para recorrer el país, es una capital bulliciosa, rodeada de volcanes y pueblos con un cierto aire alpino. De hecho muchos dicen que es la “Suiza de América”.

El corazón de la vida cultural se encuentra en la Plaza de la Cultura, donde se concentra la heterogénea realidad “tica”. En una de las orillas se erige el Teatro Nacional que es donde tienen lugar los mayores espectáculos musicales y obras teatrales, además de diversas exposiciones de arte. Justo enfrente –no te lo pierdas- el Museo del Oro: posee una de las más importantes colecciones precolombinas del continente: casi 2000 piezas de oro moldeadas por las comunidades indígenas.

 

Teatro Nacional de San José

 

Otra visita de interés es el Mercado Central. El mercado es un concurrido laberinto de tiendas, restaurantes, puestos de verduras, carnes… Sus restaurantes ofrecen platos típicos de la cocina costarricense, como el cebiche, que nunca falta en la gastronomía “tica”… Y todo a precios muy, muy populares.

 

Mercado de San José

 

San José no me retiene mucho. Tras pertrecharse de todo lo necesario para iniciar la ruta que he trazado tomo rumbo hacia el noroeste. A pocos kilómetros de San José, una empinada carretera que atraviesa extensos cafetales conduce al Parque Nacional Volcán Poás, nuestra siguiente parada. La carretera que asciende desde Alajuela lleva hasta la cima de un cerro situado por encima del cráter.mEste cráter de 1,5 kilómetros de diámetro y 300 metros de profundidad produce la sensación de estar ante una gigantesca caldera contenedora de un mágico bebedizo humeante, de color azulado y con fuerte olor a azufre. Aunque se le conocen diferentes periodos de actividad, hoy no presenta peligro. Aún así impresiona mucho ver tan de cerca la boca de un volcán en actividad.  Por un instante dejo volar mi imaginación y me dejo lleva… Entonces tengo la extraña y mágica sensación de estar en la misma Luna. Qué pedazo de viaje!

 

La vista de la caldera del Poás, con un lago y surgencias de vapores sulfurosos es una experiencia sorprendente en un viaje a Costa Rica

 

El Poás regala uno de los secretos mejor guardados de Costa Rica: la historia del rualdo, un pájaro mudo de lindo plumaje. Dicen que hace miles de años el Poás entró en erupción e incendió los alrededores. La erupción fue devastadora y parecía no tener fin así que una jovencita de una aldea vecina decidió sacrificarse por el bien de su comunidad y se arrojó  al cráter; pero el rualdo, que entonces tenía un bonito y llamativo canto, entregó su voz a cambio de la vida de la joven. Dicen que el volcán aún llora por aquella ofrenda, y que el llanto son los resuellos que ahora se escapan por el cráter en forma de vapores y burbujas.

 

Ardilla subiendo al Poás

 

No muy lejos está Bajos del Toro, una localidad perdida en su valle remoto donde una extensa red de senderos perfectamente señalizados permite disfrutar de la naturaleza en su  máximo esplendor y, también, deleitarse con la contemplación y el canto de las aves exóticas. Efectivamente, Bajos del Toro es una verdadera arca de Noé para la fauna protegida. Por cierto, aquí conocemos a Lola, a su hija y a su nieta quienes nos brindan la oportunidad de conocer a fondo los secretos de la gastronomnía local. La cocina “tica” es simple y tradicional pero muy intensa en sabores. El plato estrella para el desayuno es el “gallo pinto”, a base de frijoles negros, arroz, cebolla picada fina, chile dulce, beicon y carne picada, que suele ir acompañado de tortillas de maiz. Lola haciendo gala de su gran hospitalidad y su buen hacer en la cocina, nos ofrece un exquisito plato a base de las populares tortillas costarricenses.

 

La Promesa, en Bajos del Toro. Costa Rica destaca, sobre todo, por su naturaleza

 

En casa de doña Lola. Cocinando tortillas de maíz

Sarchi, a poca distancia, es otra historia. Un viaje a Costa Rica nunca será completo si no se hace esta visita. Sarchí es el “pueblo de las carretas”. Conocido por ser el centro de la artesanía y la ebanistería del país, las carretas, convertidas hoy en todo un símbolo, sobresalen no sólo por su gran tamaño (dos metros de alto por seis de largo) sino por su deliriro colorista. Antiguamente, la carreta era el principal medio de transporte que utilizaban los campesinos de la región para llevar el café y otros productos agrícolas a los mercados. Paseando por la calle principal de la ciudad es posible entrar en las mejores tiendas de recuerdos y sucumbir a los encantos de los mejores articulos de cuero y madera, las famosas carretas en miniatura…

 

Fábrica de carretas Eloy Alfaro. El único artesano que sigue trabajando de forma tradicional

 

La otra gran excusa para “perderse” por Sarchi son sus alrededores. Y es que la ciudad está rodeada de laderas cubiertas de cafetales. Un magnífico escenario, sin lugar a dudas.

Resisto la tentación de quedarme unos días más en esta diminuta Suiza que huele a tortillas recién hechas.  El Caribe, con sus bellos poblados, sus playas de arena blanca, aguas cristalinas y cocoteros me espera. Pero esta es otra historia que ya os contaré otro día.

CÓMO IR: www.iberia.com

DÓNDE DORMIRhttp://ift.tt/2oYxEHY (en el volcán Poás) .                                       http://ift.tt/2p9g6N0 (en Bajos de Toro                              http://ift.tt/1IhMewr (En San José)

Alojamiento en Hotel entre cafetales:  Finca Rosa Blanca http://ift.tt/2jibDmM

MÁS INFORMACIÓNhttp://ift.tt/1qq5seY

 

 

 



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