domingo, 27 de septiembre de 2015

Periodismo viajero. La ruta del BORGOÑA (FRANCIA), mucho más que vinos divinos

Cuatro de cada diez turistas extranjeros que acuden a Francia menciona entre sus motivos de viaje el vino.
Borgoña es generalmente conocida por su pasado histórico de gran riqueza, su excepcional patrimonio artístico o por la autenticidad y la calidad de su gastronomía, pero ha logrado una notoriedad mundial gracias sobre todo a sus grandes vinos. La Ruta de los Vinos de Borgoña es el hilo conductor ideal para descubrir esta región fascinante.

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La primera duda surge al tener que decidir cuál de las rutas escoger, porque en realidad se trata de al menos cinco rutas. La Ruta de los Grandes Vinos (Côte de Nuits y Côte deBeaune), en ocasiones denominada “los Campos Elíseos” de Borgoña, es tal vez la más emblemática que pasa por 38 pueblos vitivinícolas pintorescos en un recorrido de 60 km. y permite conocer los vinos más famosos de Borgoña (Chambertin y Romanée-Conti, por ejemplo).

Couches

Couches

La Ruta de Los Vinos Mâconnais-Beaujolais serpentea a través de la parte meridional del viñedo borgoñón y permite descubrir la Roche de Solutré y los paisajes que tanto inspiraron al gran poeta Lamartine, natural de la zona. Al norte de la región, la Ruta Turística de los Vinos del Yonne propone varios circuitos alrededor de Chablis, Auxerre, Vézelay, Tonnerre y Joigny, y una nueva Ruta del Crémant inaugurada hace poco en los alrededores de Châtillon-sur-Seine. Y en el extremo oeste, fuera de la zona de denominación Borgoña pero situada en el territorio de la región, la Ruta de los Viñedos de Pouilly-Sancerre permite descubrir la parte borgoñona del Valle del Loira.

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DISTINTOS CAMINOS

Cada uno de estos itinerarios puede recorrerse de múltiples maneras. Por supuesto, con el propio coche o, siendo más prudente, con los transportes públicos que permiten limitar el efecto de las degustaciones de vinos. También se puede descubrir la Ruta de los Vinos de una forma más original: en globo aerostático, en jeep, a pie por los numerosos senderos pedestres, en bicicleta por itinerarios señalizados como la Vía de las Viñas entre Beaune y Santenay, o a caballo gracias a los numerosos recorridos ecuestres. Cualquiera que sea la forma, la calidad del trato siempre estará presente, sobre todo entre los 282 viticultores que han firmado la Normativa de Calidad “De Vignes en Caves” que favorece las visitas a viñedos y bodegas.

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En Borgoña no hay que perderse alguna de sus fiestas en torno al vino. Un buen ejemplo es la de “Saint-Vincent tournante” que se celebra desde 1938 el 22 de enero y que se conmemora en distintas localidades en honor del patrón de los viticultores. También es muy curiosa la subasta de vinos en los Hospicios de Beaune, que se hace tradicionalmente “a la vela”; cuando se acaba la vela, se acaba la subasta. Cada año está apadrinada por un personaje famoso, destinándose las ventas a una asociación de su elección.

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MUCHO QUE VER

En la región de Borgoña, el nombre de los excelentes vinos parece haberse impuesto al de la propia tierra, haciendo olvidar que en ellas, además de elaborarse algunos de los mejores caldos del mundo, también hay otros encantos. Y en efecto, aquí, en Borgoña, salen al paso restos galos, ruinas romanas, iglesias románicas, fortalezas medievales, villas ducales, castillos, museos y pueblos encantadores que la convierten en una región histórica de rico patrimonio y que explican la larga y apasionante historia de la región, tan vinculada a España durante mucho tiempo.

Château de Monbazillac

Château de Monbazillac

De las fortificaciones de Bibracte al templo de Janus en Autun, numerosos tesoros de la historia recuerdan la influencia de la región a lo largo de los siglos. De Cluny a Vézelay o de La Charité-sur Loire a Fontenay, hay que contemplar el patrimonio religioso de estos destacados lugares de la órdenes cluniacenses y cistercienses. En Dijon, la capital histórica, se pueden admirar los tejados barnizados y el Palacio de los Duques. Algunos de esos monumentos han merecido el reconocimiento de la Unesco al ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Por ejemplo, la abadía cisterciense de Fontenay, fundada en 1118 por San Bernardo y notablemente bien conservada. También la colina de Vézelay y la basílica de Santa María Magdalena, llamada la “colina eterna”. Finalmente, la iglesia prioral de La Charité-sur-Loire, etapa del camino de Santiago, que domina desde hace más de 900 años el acceso al puente que cruza el Loira.

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Borgoña es también una región en la que la naturaleza se ha mostrado generosa, como puede comprobarse en el Parque Natural Regional de Morvan. Las montañas, las colinas arboladas y los grandes lagos son propicios para las actividades al aire libre y para un turismo tranquilo que utiliza la bicicleta por las bien señalizadas rutas que discurren entre ríos, canales y viñedos. Paraíso del turismo fluvial, Borgoña cuenta con la más importante red de vías navegables de Francia, más de 1.200 kilómetros. Se puede recorrer el célebre Canal de Borgoña o embarcarse en el Canal del Nivernais y apreciar la ingeniosidad de la sucesión de esclusas de la escala de Sardy.

En bicicleta se pueden seguir las vías verdes. A lo largo de cinco itinerarios, de las orillas del Yonne las del Saône, las casas de huéspedes y los hoteles con el distintivo Tour de Borgoña en Bici© ponen todo el esmero para atraer a los cicloturistas. En total libertad, se puede visitar la localidad termal de Bourbon-Lancy en Saône-et-Loire, los castillos renacentistas de Tanlay en el Yonne y de Cormatin en el Mâconnais, y tal vez descubrir en Milly la casa del escritor romántico Lamartine.

UN CASTILLO DEL SIGLO XII EN EL XXI

Una visita imprescindible en la región de Borgoña es Gedelon (www.guedelon.fr), en Treigny, entre las localidades de Saint-Sauveur y Saint-Armand, donde se empieza a alzar un gran castillo, inspirado en los cánones arquitectónicos que se utilizaban en la Edad Media. La idea de Michel Guyot, un borgoñón “amante de la piedra antigua” fue construir una fortaleza con los mismos métodos y herramientas que se usaban hace nueve siglos.

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En medio de un espacio natural que pone a disposición todas las materias primas necesarias para la construcción: piedra, bosque, tierra, arena, arcilla… Los canteros, albañiles, leñadores, carpinteros, herreros, tejedores, carreteros, cesteros, cordeleros edifican día tras día una auténtica fortaleza. El proyecto va sin prisas, las obras comenzaron en 1997 y durarán 25 años, pero mientras tanto se ha convertido en una de las grandes atracciones de la zona.

 

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