viernes, 18 de julio de 2014

Viajes. Abandonados en alta mar: el naufragio de La Medusa

La pintura, testigo de la Historia. En pocas ocasiones esta afirmación ha quedado tan demostrada como con el naufragio de La Medusa, que debe gran parte de su fama y fortuna histórica al célebre lienzo del pintor francés Théodore Géricault. Expuesta por primera vez en el Louvre en agosto de 1819, esta obra provocó un gran escándalo y dio a conocer al mundo una tragedia que puso al descubierto el peor rostro del sistema político que dominaba entonces Francia. El episodio ocurrió durante los primeros años de la Restauración, el régimen surgido en 1815 tras la definitiva derrota de Napoleón y el retorno de la dinastía borbónica. En julio de 1816, la fragata La Medusa zarpó junto a una flotilla de la isla de Aix, cerca de Burdeos, con destino a la ciudad de Saint-Louis, en Senegal. Restablecida la paz tras las guerras napoleónicas, la flota tenía como misión recuperar el control de las antiguas posesiones francesas de África que los ingleses acababan de devolver a Francia. La expedición se componía de militares, funcionarios y algunos colonos, pero también, y como era costumbre en la época, de varios científicos que llevaban material de observación. Además viajaba a bordo el coronel Julien Schmaltz, al que el rey Luis XVIII había nombrado poco antes gobernador de Senegal. El mando del buque insignia La Medusa se dio al oficial de marina Hugues de Chaumareys, un antiguo exiliado afín a los círculos ultramonárquicos, pero que llevaba más de veinte años sin navegar. En el curso de la expedición, el capitán Chaumareys cometió múltiples errores. De entrada, se alejó de los demás navíos e hizo la ruta en solitario. Ignorando los consejos de los oficiales de a bordo más experimentados, se equivocó al leer los mapas y cuando se encontraba a la altura de Mauritania se introdujo en una zona de aguas poco profundas, el llamado banco de Anguin. La quilla empezó a rozar el fondo de arena, y el barco embarrancó el 2 de julio. Al principio los tripulantes intentaron reflotarlo, pero entonces se desencadenó una violenta tormenta que dañó el navío irreparablemente. Todos comprendieron que había que abandonar el buque y alcanzar la costa africana. Sálvese quien pueda



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