Durante décadas, conocer el estado de salud de las ballenas ha sido una actividad más propia de un detective que de un biólogo marino. Hablamos de animales gigantes, esquivos y que, en muchos casos, están protegidos y pasan la mayor parte de su vida bajo el agua.
Es por ello que los científicos, a la hora de estudiarlas, se las han tenido que ingeniar con métodos indirectos, que, además, son caros e invasivos. En cambio, la investigación de la que te hablaremos promete aplicar una técnica muy ingeniosa: recoger el aliento de las ballenas con drones.
Recuperando virus del aliento de las ballenas
Recientemente, un estudio que será publicado en la revista científica BMC Veterinary Research ha desvelado lo conseguido por un equipo internacional de científicos: analizar el aliento de varias especies de ballenas jorobadas, cachalotes y rorcuales comunes que nadan cerca del norte de Noruega. Pero, ¿cómo que aliento?
En realidad, lo que se ha conseguido analizar son las gotas de aire y vapor que las ballenas expulsan al respirar. Sin embargo, existe un problema: se ha detectado un peligroso virus en este estudio. Este es conocido como morbillivirus de los cetáceos y es un patógeno que en otros lugares del planeta ha provocado la muerte de grandes grupos de ballenas y delfines.
Entonces, ¿cómo se recogen las muestras del aliento de estos animales marinos? El trabajo es sencillo, además de que no molesta a los cetáceos. Los científicos, según la información publicada en la página web de la King's College London, han utilizado drones normales a los que acoplan pequeños recipientes estériles. Durante unos segundos, el dron se coloca sobre el orificio por el que respira la ballena, conocido como espiráculo, cuando sale a la superficie.
El aire que expulsa es recogido en el recipiente, con lo que no se necesita tocar al animal ni cambiar su comportamiento. Imagina algo similar a una prueba de alcoholemia realizada a un conductor, pero hecha en el océano, desde el aire y a un animal algo más grande que cualquiera de nosotros.
Desde 2016, los investigadores llevan recogiendo muestras de estos animales para saber si estaban expuestos a alguna enfermedad. Además de ese aire recuperado, también obtuvieron fragmentos de piel y, en un caso excepcional, tejido de un cetáceo que quedó varado en la costa. Después, todo se analizó en el laboratorio.
Como resultado, los científicos se toparon con el mencionado morbillivirus, pero en diferentes situaciones. Apareció en ballenas jorobadas que parecían sanas en el norte de Noruega, en un cachalote que estaba en mal estado de salud y en un calderón común varado. Por tanto, este virus parece que puede estar presente tanto en animales enfermos como en aquellos que no tienen síntomas visibles.
Este virus, que se conoce desde los años 80, es especialmente peligroso, ya que ataca a los pulmones, al sistema nervioso y a las defensas del organismo. En el pasado, ha provocado muertes masivas de grandes grupos de estos animales. Encontrarlo tan al norte sugiere que el virus está llegando a nuevas zonas o que llevaba tiempo ahí sin ser detectado.
Los científicos, eso sí, aclaran que este hallazgo no significa que exista una epidemia activa. Sabemos que el Ártico está cambiando, sobre todo por el aumento de las temperaturas, y que al reducirse la superficie helada, muchas ballenas cambian sus rutas y se concentran en las mismas zonas para alimentarse.
Es esa cercanía, junto con la presencia cada vez mayor del ser humano y de más embarcaciones, la que parece que está facilitando que las enfermedades se transmitan de manera más fluida. Además del morbillivirus, también se detectaron herpesvirus en lugares tan distintos como Noruega, Islandia y Cabo Verde.
Un futuro donde los drones previenen epidemias en el océano
Por suerte, no se encontraron señales de virus de la gripe aviar ni de la bacteria Brucella, que se han relacionado habitualmente con animales varados y con problemas de salud de algunos mamíferos marinos. Sin embargo, que hoy un patógeno no aparezca no significa que no pueda llegar más adelante. Por eso, los científicos insisten en la importancia de una vigilancia constante.
En este caso, el gran avance está en la herramienta utilizada. Analizar el aliento de las ballenas con drones permite hacer un seguimiento continuo y comparar resultados con el tiempo. Y este método tiene ventajas como que las ballenas no sufren estrés ni son manipuladas.
Además, los investigadores corren menos riesgos y las campañas de estudio resultan más sencillas y económicas. Y dado que los ecosistemas están cambiando de manera drástica en las regiones polares, contar con técnicas rápidas y fiables puede ser clave para actuar a tiempo.
La conclusión es clara. El chorro de aire que expulsan las ballenas al respirar no es solo una imagen que queda en la retina, sino que también es una valiosa fuente de información sobre su salud y sobre el estado del océano. Gracias a la tecnología, en forma de drones, ese aliento empieza a revelar secretos ocultos por el océano y el hielo.
via Roberto Cantero https://ift.tt/ln7pG6f
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