Berlín en 48 horas
Cómo disfrutar de la capital alemana en dos días
Berlín es una ciudad histórica donde las haya, que ha sabido ganarse a pulso el título de gran capital cultural del siglo XXI tras resurgir de sus cenizas. La ciudad más grande de Alemania es un conjunto de calles anchas y grises pero llenas de encanto, donde se dan cita los movimientos artísticos alternativos más importantes junto con un amplísimo legado histórico, una emocionante vida nocturna, arte urbano, modernos barrios, naturaleza y una gastronomía única que enamorarán a cualquier viajero.
En esta ocasión intentaremos hacer un pequeño esbozo de lo que no hay que perderse en una ciudad tan versátil como es Berlín, si tan sólo se cuenta con 48 horas:
Día 1
Tras desayunar en TassenKuchen, un local cuyos productos son elaborados con ingredientes biológicos y de comercio justo, la visita comienza en uno de los lugares más característicos de la ciudad, el Museo Underwelten, donde se encuentran más de 3.000 búnkeres que ocupan el subsuelo de la ciudad, utilizados al final de La Segunda Guerra Mundial. Durante la visita guiada que se ofrece en la entrada, es posible conocer las entrañas de uno de ellos en primera persona, descubrir sobrecogedoras historias y sentir la angustia entre sus gruesas paredes de hormigón.
Después de esta enriquecedora lección de historia, se recomienda tomar el metro hasta la Alexanderplatz, la zona central de la ciudad y donde nada más salir del metro, destaca el Fernsehturm o Torre de Televisión con sus 368 metros de alto, que se convirtió en uno de los símbolos de Berlín Oriental desde su construcción en 1969 y desde la que se observan fácilmente todos los barrios del centro de Berlín gracias a su mirador situado a 204 metros sobre el suelo. También cuenta con un restaurante giratorio, desde el que se puede ver la ciudad a 360 grados.
Río Spree con la Catedral del Berlín al fondo © Beatriz Gómez
Otro de los lugares que ofrecen buenas vistas es la Catedral de Berlin, situada a unos 10 minutos andando desde el Fernsehturm (aunque para llegar hasta la cúpula hay que subir nada más y nada menos que 270 escalones en no muy buen estado). El edificio religioso más importante de Berlin, fue construido entre los años 1894 y 1905, justo enfrente del Palacio Imperial, aunque en 1944, al igual que la mayoría de los edificios de la ciudad, el templo quedó arrasado por una bomba. Para los más curiosos, en su interior hay una cripta que todavía conserva más de 90 tumbas de los miembros de la familia imperial desde finales del siglo XVI hasta principios del siglo XX.
Saliendo de la catedral surge la Isla de los Museos, bañada por el río Spree, donde se ubican el Museo de Pérgamo, con una de las mejores colecciones de antigüedades del mundo, el Museo Antiguo, el Museo Nuevo, reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial, la Galería Nacional y el Museo Bode. Aunque muy interesantes para los amantes de la historia, la arqueología y el arte en general, se recomienda visitar al menos uno de ellos, pero dado que la visita se puede alargar debido a sus dimensiones, podemos pasear por el exterior de los mismos, disfrutando de las bonitas vistas sobre el río y haciendo una parada para degustar una currywurst, una salchicha con ketchup y curry que ya se ha convertido en la comida rápida más popular entre los berlineses y que se puede encontrar en cualquiera de los puestos que hay en prácticamente toda la ciudad.
En la orilla este del río Spreese esconde el encantador Nikolaiviertel o el Barrio de San Nicolás, la zona medieval y más antigua de Berlín, que fue reconstruida fielmente en los años 80. En cada calle podemos encontrarnos carteles en los que se explican historias de los edificios, a través de un pequeño sendero histórico marcado por números. Algunos de los puntos de interés más conocidos son la Nikolaikirche, la iglesia más antigua de la ciudad, construida originalmente en estilo románico en el año 1230 y el Knoblauchhaus, un edificio barroco del 1760, donde descubrir cómo vivía la alta burguesía de la época. Debido a su ambiente tranquilo, se ha convertido en uno de los lugares más agradables para cenar, pues algunos de sus restaurantes cuentan con los típico jardines conocidos como biergarten en los que además se sirve comida tradicional alemana.
Comida tradicional alemana © Beatriz Gómez
Día 2
Para empezar la jornada con energías, se puede desayunar en Alpenstück Bäckerei, una de las pocas panaderías en las que hacen su propio pan y bollería. Con productos típicos del sur de Alemania y Austria, también ofrecen quesos, mermeladas y desayunos sanos a base de muesli, queso fresco y zumo de naranja acompañado por los tradicionales panes alemanes.
Si hay un lugar que todo viajero debe visitar en la capital alemana, es la East Side Gallery, un verdadero museo al aire libre en el que se los restos del muro original se extienden durante más de un kilómetro, ofreciendo un espectáculo de arte callejero con grafitis de más de 100 artistas de todo el mundo que se unieron para reivindicar la libertad tras la caída del muro de Berlín y la posterior reunificación alemana. Tras el paseo y las pertinentes fotos, se puede tomar el S-Banh en Warschauer Straße, hasta Unter den Linden, el bulevar principal del centro de la ciudad en el que se encuentran edificios tan importantes como la Ópera o el Museo de Historia. Es también un buen lugar para pararse a comer o a tomar una cerveza, pues tanto en este bulevar como en la avenida Friedrichstraße (la calle de compras más importante de Berlín) hay multitud de restaurantes de todo tipo, desde lujosos negocios de diseño, hasta puestos callejeros en los que conseguir una currywurst por poco más de un euro.
Memorial del Holocausto © Beatriz Gómez
El itinerario continúa en el cercano Memorial del Holocausto, un monumento construido como homenaje a los judíos de Europa asesinados en el que se puede pasear a lo largo de casi 2.000 metros cuadrados cubiertos por 2.711 losas de hormigón que crean una atmósfera perfecta para reflexionar sobre uno de los acontecimientos más terribles de La Historia. La siguiente parada en el camino es la impresionante Puerta de Brandenburgo, erigida en el siglo XVIII como símbolo de paz. Además de pasar bajo sus arcos, es recomendable detenerse unos minutos en la Pariser Platz para escuchar a los músicos callejeros con la Puerta de Brandenburgo de fondo.
Tras disfrutar de esta experiencia inesperada, es hora de dirigirse hasta el Reichstag, el emblemático edificio del Parlamento Alemán, a tan sólo una calle de distancia y que se puede visitar de manera completamente gratuita, reservando la visita con al menos dos días de antelación a través de su página web. Fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y la cúpula de cristal, que se reconstruyó tras la Reunificación alemana causando gran controversia, se ha convertido en uno de los símbolos de Berlín, pues los visitantes pueden caminar sobre ella y ser testigos no sólo de un elemento importante en la historia de Europa, si no también de un atardecer de 360 grados sobre la ciudad que sin duda quedará para siempre grabado en sus retinas.
Cúpula del Reichstag © Beatriz Gómez
Desde la cúpula destacan las vistas de un enorme bosque verde muy cercano al Reichstag; se trata del Tiergarten, el parque principal de Berlín, una zona de caza para la aristocracia prusiana en sus primeros años y que en la actualidad se ha convertido en un punto de reunión para toda la familia, pues aloja lugares tan destacados como el zoológico de Berlín y se utiliza para la celebración de festivales, eventos… Si es primavera o verano, se puede cruzar el parque dirección sur hasta llegar a la Postdamer Platz para hacer un descanso o continuar bajando hasta la Topografía del Terror, un interesante centro de documentación construido en el antiguo cuartel general de las SS, cuyas exposiciones cuentan la historia de este terrorífico lugar y de las barbaries que se cometieron debido al programa de exterminio del Reich, a través de fotografías y otros documentos gráficos y sonoros y cuya entrada también es gratuita.
La Postdamer Platz es uno de los rincones más turísticos de la ciudad, un enorme centro comercial y de entretenimiento con todos los ingredientes para pasar un rato agradable si se quiere hacer una merecida parada y curiosear tiendas de multinacionales como el Sony Center o pequeños museos turísticos bajo un centelleante cielo de luces de colores. A continuación, se sugiere dar un paseo hasta el Checkpoint Charlie, el paso fronterizo más famoso del Muro de Berlín entre 1945 y 1990, pues abría el paso a la zona de control estadounidense con la soviética. La caseta de control que puede verse es una fiel reconstrucción simbólica de este escenario histórico.
Para finalizar el viaje, un favorito es el barrio de Prenzlauerberg, una zona trendy poblada por gente joven, bohemios e intelectuales, con pequeñas tiendas de diseño, restaurantes de calidad y buenos precios. Se recomienda probar comida internacional en cualquiera de los restaurantes que rodean la Hemotz Platz, como Sian o Frida Kalho y tomar una copa en Whonzimmer, un local con un cierto aire kitsch, que recuerda al Nueva York de los 80.
Si se cuenta con un par de días más, no pueden dejar de visitarse el bello Palacio de Charlottenburg y el Campo de concentración de Sachsenhausen, en Oranienburg, para sumergirse de lleno en la realidad de un país que estuvo marcado por el miedo y el terror y que ahora quieren mostrar al mundo a modo de homenaje a los millones de víctimas.
Berlín es una ciudad con un ambiente único, perfecta para una pequeña escapada y para cualquier tipo de presupuesto, pues ofrece multitud de lugares importantes con historias sorprendentes con libre acceso, movimientos culturales pioneros y monumentos impresionantes que removerán algo en nuestro interior para siempre.
Para descubrir más sobre la capital alemana: Berlín, Berlín de cerca, Mi primera Lonely Planet: Berlín, Berlín. Itinerarios, Alemania, Lo mejor de Alemania y la imprescindible guía de conversación Alemán para el viajero.
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