Los adultos tendemos a complicar las cosas, a veces hasta límites insospechados. Por eso una de las razones por las que más nos gusta viajar con niños es descubrir la inocencia y sencillez con la que contemplan el mundo. “¿Cómo es Cantabria, Teo?” Una persona madura quizá hubiera estado disertando horas y horas sobre los paisajes, la política o la sociedad cántabra, pero nuestro hijo de cinco años lo resumió en una sola palabra: “Verde”.
Tras el viaje a Cantabria, Teo decidió añadirle otro apelativo a la fórmula. “Verde y divertida”. Y es que en los días que estuvimos conociendo esta región atlántica no tuvimos tiempo ni para pestañear. Acabamos agotados, pero muy satisfechos con todo lo que vimos y experimentamos.
Cuando nos preguntan si somos viajeros, normalmente respondemos que no, que todavía somos aprendices. Cada viaje es una enseñanza nueva, sobre todo porque tenemos la oportunidad de hacer muchísimas cosas por primera vez. En ese sentido, en Cantabria fue muy abundante el número de debuts, así que no nos extraña que Teo añadiera la palabra “divertida”.
Para que tengáis una imagen de lo que se puede disfrutar en Cantabria con niños, vamos a contaros todo lo que hicimos por primera vez en este viaje:
Nuestras primeras lecciones de surf en Somo
Y ojo que digo lecciones, porque no logramos cabalgar ninguna de las olas. Desde Santander fuimos hasta Somo en la mítica Pedreñera para aprender algo sobre el deporte de la tabla. Tuvimos el privilegio de que nuestro bautismo tuviera lugar en la Primera Reserva de Surf de España y a cargo de los maestros de Surf a toda costa. Fue muy, pero que muy divertido y le pusimos tesón. A pesar de las lecciones magistrales de Ali, nos costó ponernos en pie sobre la tabla. Prometemos repetir.
Pescar… aunque sea en una piscifactoría
Recuerdo haber pescado de pequeño con mi tío, pero para Teo y Oriol fue la primera vez. Aquí el premio estaba casi asegurado, pues pescamos en una piscifactoria de Saro dedicada a la cría de truchas. Los críos se divirtieron a lo grande, porque la visita empieza en un zoo de aves muy peculiares. A Teo le costó muy poco pillarle el truquillo y pescó decenas de truchas. Aprendió el solo a poner el cebo, a tener la paciencia de esperar a que los peces picaran y luego a devolver las capturas al agua con sus propias manitas.
Probar los callos de ternera Wagyu
Esta es más de los papás que de los niños. A ver, comer en Cantabria, lo que se dice comer, comimos de vicio. Fue un espectáculo culinario constante, aunque como amantes de la comida japonesa que somos nos sorprendió toparos con un plato tan bien fusionado como los callos de ternera Wagyu. No somos demasiado fans de los callos, pero tengo que reconocer que estos estaban de toma pan y moja. Los pudimos degustar en el Restaurante Las Piscinas de Villacarriedo. Muy recomendable.
Contemplar arte rupestre en El Pendo
“Estamos en la casa de Los Croods”, le tuvimos que contar a Teo mientras visitamos la cueva de El Pendo. Se trata de una de las 10 que están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en Cantabria. La visita es una auténtica maravilla y el plato fuerte es contemplar arte rupestre de hace más de 25.000 años. Un regalo para la vista en un entorno realmente extraordinario y con ese toque de misterio que dan las cuevas.
Distinguir una estalactita de una estalagmita en El Soplao
La verdad es que la visita que más nos sorprendió con diferencia fue la de la cueva de El Soplao. Por mucho que intentemos esforzarnos en explicarlo con palabras es imposible transmitir las sensaciones que vivimos en aquel lugar. Hacía tanto que no nos emocionábamos de esa forma ante la grandiosidad de lo que vimos allí. De verdad, que sólo por ver esta maravilla de la naturaleza merece la pena hacer un viaje a Cantabria. Los niños alucinando, claro.
Dar de comer a unas jirafas en Cabárceno
En realidad en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno hicimos muchas cosas por primera vez. Alimentamos a las jirafas y elefantes, tocamos la piel de un rinoceronte, fuimos rodeado por una cantidad ingente de osos (dentro de un coche) y vimos especies de animales salvajes y domésticas que no habíamos contemplado en la vida. La cantidad, calidad y variedad de especies es fantástica y el entorno una maravilla. Una de los lugares para ir con niños en Cantabria más recomendables.
Imitar a los monos desplazándose de árbol en árbol
Nuestra despedida de Cantabria también fue debutando en tirolinas y circuitos enclavados en los árboles. En el Forestal Park Santander nos enfundamos los arneses y los cascos y nos dedicamos a desplazarnos entre los árboles como si fuéramos monos. Diversión, emoción y algún sustito están asegurados en esta especie de parque temático para grandes y pequeños. Una buena forma de soltar adrenalina.
Queremos agradecer a Turismo de Cantabria que nos ayudaran a vivir tantas experiencias por primera vez.
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