Desde los albores de la domesticación, el perro ha sido más que un simple compañero: ha sido un experimento biológico en tiempo real. Durante miles de años, los seres humanos no solo seleccionaron rasgos físicos o habilidades funcionales en estos animales, sino que moldearon, sin saberlo, su arquitectura emocional.
Y en ese largo proceso de coevolución, algo inesperado ocurrió: los caminos genéticos del perro y del humano comenzaron a entrelazarse, no solo en lo externo, sino en lo más profundo de su comportamiento y sensibilidad.
Una nueva investigación liderada por Eleanor Raffan y publicada en PNAS ha revelado que al menos 12 genes relacionados con rasgos de personalidad en perros golden retrievers tienen paralelos funcionales en humanos, y están asociados con factores como la ansiedad, la sociabilidad, la agresión y la inteligencia.
Esto no es solo una curiosidad científica: es una evidencia de que la evolución del comportamiento no es patrimonio exclusivo de nuestra especie, y que compartimos códigos de respuesta emocional que atraviesan el umbral de las especies.
1.300 perros
El estudio combinó análisis genómicos con datos de comportamiento obtenidos mediante un extenso cuestionario aplicado a más de 1.300 golden retrievers, todos en la etapa adulta de su desarrollo (entre tres y siete años). El objetivo era mapear la variabilidad genética de ciertos rasgos conductuales (desde la facilidad para el adiestramiento hasta el miedo a lo desconocido) y luego compararla con los datos de estudios de asociación genómica amplia (GWAS) en humanos.
El resultado fue una convergencia sorprendente: regiones del genoma canino que explican la variabilidad conductual también parecen influir en trastornos y capacidades cognitivas humanas.
Uno de los genes más llamativos, PTPN1, se asocia en los perros con la agresividad hacia sus congéneres, mientras que en humanos se ha vinculado tanto con funciones cognitivas como con trastornos depresivos. Otro gen, relacionado con el miedo a otros perros, guarda paralelismos con tendencias humanas a revivir momentos vergonzosos o experimentar ansiedad anticipatoria. Así, comportamientos que antes podían interpretarse como simples peculiaridades caninas, cobran una dimensión mucho más profunda y empática.
“Si tu golden se esconde cada vez que alguien llama al timbre, quizá se deba a que, como tú, está predispuesto genéticamente a ser más sensible”, explica Anna Morros-Nuevo, coautora del estudio.
Otro hallazgo interesante es la relación entre la adiestrabilidad y el gen ROMO1, que también aparece en humanos como un marcador de inteligencia emocional. Este descubrimiento sugiere que la eficacia del adiestramiento podría estar determinada no solo por la técnica o la constancia, sino por la sensibilidad emocional del animal. Los métodos clásicos de recompensa quizá deban evolucionar hacia modelos más empáticos, que integren el componente emocional como parte clave del aprendizaje.
Esta perspectiva, más que humanizar a nuestras mascotas, invita a reconocer que compartimos con ellas una raíz emocional que puede manifestarse de forma paralela. Y también sugiere que lo que antes interpretábamos como mal comportamiento, podría ser la expresión de un estado emocional genuino y angustiante.
Implicaciones
Este tipo de aproximaciones representa un cambio de paradigma: pasar de estudiar enfermedades mentales humanas en aislamiento a entenderlas como parte de un continuo biológico compartido.
La implicación es doble: comprender mejor a nuestros compañeros de cuatro patas y, al mismo tiempo, abrir nuevas rutas para entender y tratar ciertos trastornos humanos. Así pues, estas similitudes hacen de los perros (en especial de razas como el golden retriever) modelos naturales útiles para estudiar afecciones psiquiátricas relacionadas con la ansiedad o la hiperreactividad emocional.
Además, si ciertos comportamientos indeseados en los perros tienen una base genética compartida con desórdenes humanos, como la ansiedad, cabría incluso considerar tratamientos similares. Por ejemplo, los mismos fármacos ansiolíticos usados en medicina humana podrían (con el debido control veterinario) servir para ayudar a canes con reacciones exageradas al entorno.
Así, la próxima vez que tu golden te mire con esos ojos que parecen entenderlo todo, quizá sea porque, en el fondo, lo entiende. Y tú también a él.
via Sergio Parra https://ift.tt/n5yHfA8
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