En Estados Unidos, más de 600 escuelas públicas aplican el método Montessori en sus programas de educación. Un reciente estudio de investigadores de la Universidad de Virginia, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), aporta una nueva evidencia científica sobre la mejora en los resultados académicos.
La pedagoga María Montessori fue disruptiva cuando en 1907 propuso un nuevo método de aprendizaje en los barrios obreros de Roma. El modelo estaba basado en respetar los ritmos de cada niño y potenciar su autonomía, en contraposición al aprendizaje más tradicional que ya en ese entonces estaba atravesado por los valores de la Revolución Industrial.
El éxito del método Montessori en Estados Unidos
Lo que ella observó en las aulas, la ciencia ha dedicado a estudiar y confirmarlo durante décadas hasta estos días. Por la baja natalidad en ciertas áreas rurales, en Estados Unidos han tenido que incluir en una misma aula a niños de distintas edades. Y lo que parecía un problema, terminó siendo una solución al aplicar el método Montessori, según afirma el estudio.
El aprendizaje cooperativo generó que al terminar el período preescolar los alumnos tuvieran mejor lectura, memoria, comprensión social y función ejecutiva. El análisis aleatorio fue de 588 niños y niñas de entre tres y seis años que asisten a diferentes escuelas de Estados Unidos.
Pedro Valenzuela, maestro experto en el método y docente de los cursos Montessori Moberi de RBA, publicó un libro llamado “Enséñame a leer”, que funciona como una guía para los padres.
“Primero tiene que saber cuál es la ruta lectora del cerebro de su hijo. Y luego tiene que ver qué procedimientos está llevando a cabo en la escuela y qué están haciendo ellos también en casa, para que todas estas piezas encajen”, dice.
Durante los primeros meses de vida, explica, el bebé tiene un potencial innato, que le permite ir desarrollándose de manera natural.
“A partir de ahí, nosotros, los seres humanos, el lenguaje oral, lo conseguimos, lo construimos en interacción con el ambiente en el que vivimos. Cuando más rico sea ese ambiente, pues mejor hablamos. Si encerramos a un niño en un lugar en el que no tiene comunicación ninguna, no hablará”, afirma.
Los entornos Montessori
En ese momento es cuando, según confirman diferentes investigaciones científicas, los entornos Montessori permiten a los niños y niñas atravesar un mejor proceso de aprendizaje. No se trata de una carrera por aprender primero, sino de hacerlo según el desarrollo natural de cada uno:
“El proceso es muy simple, lo que pasa que todo se magnifica cuando no hay buena información, porque enseguida empezamos con las comparaciones, y nos ponemos nerviosos. ¿En base a qué? En base a un contexto social muy competitivo, donde docentes y escuelas compiten por ver quién enseña antes. Y luego las familias se sienten también como muy orgullosas de que su hijo haya aprendido a leer antes que otro”, dice Valenzuela.
Los investigadores de la Universidad de Virginia aclaran en el estudio: “Aunque no se observaron impactos destacables al final de PK3 o PK4, al final del jardín de infancia, controlando por las puntuaciones iniciales y las características demográficas, los niños Montessori obtuvieron puntuaciones significativamente más altas”.
Para Valenzuela, uno de los problemas es cuando los padres se rigen por los tiempos de los demás:
“Llega un momento, cuando termina la educación infantil, con cinco o seis años, que el contexto social ya aprieta mucho. Entonces ya no le dejo al niño que desarrolle solo sus capacidades, su potencial, en base a sus ritmos que él necesita, sino que es la sociedad la que impone un modelo”, añade.
- El martes 18 de noviembre a las 18 hs, Pedro Valenzuela ofrece la charla "Lectoescritura en Montessori, Cómo guiar al niño para que aprenda a leer y escribir de manera autónoma"
Una de las premisas del método Montessori, que explica en su libro, es que no hay una edad concreta para aprender a leer, escribir o desarrollar ciertas habilidades. Lo más importante, sostiene, es observar, respetar a cada niño y aprender sin necesidad de ser un educador.
Respetar la autonomía de cada uno desde pequeño permite un mejor aprendizaje. Para el autor, una de las peores prácticas del modelo tradicional es cuando sientan al niño en una silla y debe estar allí gran parte del día.
“En nuestros genes llevamos el movimiento incorporado como una necesidad biológica. Eso es ir en contra de las leyes naturales de desarrollo, una auténtica aberración”, concluye.
via Pedro Molina https://ift.tt/BxY9XOz
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