Hace pocas semanas tuve la oportunidad de acercarme de nuevo a Marruecos. Allí me espera siempre Younes, un amigo marroquí que conocí en mi pueblo, Cardedeu, una pequeña localidad de veraneo muy cercana a Barcelona y donde ha vivido más de diez años.
Aquella etapa terminó y ahora ha vuelto a su país, a su ciudad natal, Larache, donde viven sus padres y la mayoría de sus hermanos. Con gran esfuerzo y unos pocos ahorros Younes ha invertido en su gran sueño: un gran invernadero al que dedica muchas horas de trabajo y del cual se siente muy orgulloso. Pero hoy no ha ido al trabajo; hoy ha venido a recogerme al aeropuerto de Marrakech. Durante unos días se convertirá en mi cicerone, mi guía, mi asesor, mi conductor… Nos vamos a Essaouira, la mítica Essaouira.
Situada en la costa atlántica, a poco más de dos horas de Marrakech, Essaouira parece poco explorada y aunque está fuera de las rutas turísticas más habituales, goza de un buen puñado de frases tópicas para definirla: “nido de piratas”, “refugio de artistas”, “paraíso de windsurfistas”… Seguramente éste último ha sido el que más ha influido en el conocimiento de la ciudad en los últimos años.
Para acceder a la Essaouira amurallada hay tres posibilidades, las maravillosas puertas que aparecen en las mejores ciudades marroquíes, y que invariablemente nos trasladan a mundos mágicos: Bab Doukkala conecta de lleno con la antigua judería; Bab es Sebaa nos llevará a la ya famosa Torre del Reloj, de la que la ciudad está tan enmadrada; Bab Marrakesh nos mete de cabeza en la medina.
Ésta es mucho más reducida que la gran medina de Marrakech, pero no hay que confiarse demasiado: también aquí puedes perderte por entre el pequeño laberinto de callejuelas. Si éste fuera el caso, no hay que ponerse nervioso: lejos de lo que sucede en otros zocos del país, aquí reinan la tranquilidad y la seguridad.
Pero estamos en el Atlántico y para digerir bien este regalo nada mejor que darse un paseo por los bastiones. En el recogido puerto se balancean las barcas de pesca, todavía hoy construídas enteramente de madera.
Dos fuertes resaltan el aspecto de “nido de piratas”, la Skala du Port y la Skala de la Ville. Son construcciones de neto aire portugués. Los lusos construían fortificaciones en todo los puerttos africanos que utilizaban en la ruta de las especias. Hoy son los mejores edificios que muchas localidades costeras del continente pueden ofrecer a los amantes del romanticismo.
Poco más ofrece esta ciudad. No hay gran cosa que hacer en Essaouira. Su encanto está en la languidez que provoca, en los paseos cortos por una pequeña ciudad que puede verse en un par de días. Sin embargo, el viajero podrá abandonarse a los sentidos, a degustar el pescado más fresco, el atardecer más dorado, al dolce far niente más perezoso.
CÓMO IR
Essaouira está a poco más de dos horas en autobús desde Marrekech.
DÓNDE COMER
Muchos compran el pescado a los mismos pescadores cuando llegan al puerto. Luego buscan un lugar para que se los cocinen. En Essaouira muchos restaurantes lo hacen. Al ser una ciudad muy turística está llena de buenos restaurantes de cocina típica del país.
DÓNDE DORMIR
No hay problemas de alojamiento en Essaouira. Reserva con antelación, sobretodo en verano. Muchos turistas europeos vienen aquí a pasar unos días.
MÁS INFORMACIÓN
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