Es una evidencia que ya no podemos obviar por más tiempo: el plástico, ese gran invento que ha mejorado nuestra calidad de vida desde su invención hace 150 años, se ha convertido en una amenaza que pone en jaque la sostenibilidad del planeta. Su omnipresencia nos obliga a reflexionar sobre nuestra productividad y sobre la necesidad de un consumo responsable, en el que la educación medioambiental de la ciudadanía desempeña un papel crucial.
La mitad de todo el plástico consumido por la humanidad se ha producido en apenas los últimos 15 años. La necesidad de reciclarlo es acuciante. Y no solo el plástico, sino el resto de los residuos que las sociedades del siglo XXI producen. ¿Somos capaces de hacerlo?
Un dato revelador: en España, solo reciclamos el 29,7 % de los residuos sólidos urbanos (RSU). Es decir, los que se generan en hogares, comercios, oficinas y servicios: materia orgánica, papel y cartón, plásticos, vidrio, textiles, celulosas, madera… Hay desechos que se generan en grandes cantidades y no se reciclan, como la materia orgánica (un 37 % del total) y las celulosas y textiles (un 10 %).
En cambio, sí reciclamos, desde hace ya 20 años, aquellos residuos que depositamos en los contenedores amarillo (para los envases de plástico, latas y briks), azul (los de papel y cartón) y verde (los de vidrio), todos ellos envases domésticos que representan solo 15 % del total de RSU. Una práctica que debería servir de ejemplo para otros desechos que no se reciclan.
El proceso de reciclaje
La ingente cantidad de residuos que generamos pasa por un largo proceso desde su fabricación hasta convertirse, en el mejor de los casos, en materia prima para un nuevo producto. En el caso de los plásticos, ¿qué sucede tras ser depositados en el contenedor amarillo?
En la actualidad reciclamos el 69,7 % de los envases de plástico. Nos falta aún un buen trecho para alcanzar el 100 %, pero estamos en camino.
Transportados por los camiones de recogida hasta las plantas de selección, son separados por tipologías y compactados en balas que los recicladores transformarán en una gran variedad de nuevos productos. Sin embargo, la eficiencia del reciclaje empieza mucho antes.
Muchas empresas y organizaciones trabajan en el desarrollo de proyectos para optimizar cada una de las fases del ciclo por el que pasan todos esos productos, recipientes y embalajes, desde su diseño hasta sus posibles segundas vidas. Es crucial buscar formas de gestionar los residuos de manera inteligente, promover medidas que fomenten el consumo responsable y desarrollar nuevas técnicas y procesos que ayuden a los ciudadanos a reciclar más y mejor.
El ecodiseño
Constataremos hasta qué punto nuestra vida cotidiana está rodeada de residuos potenciales. ¿Es realmente necesario que todos los artículos que compramos, desde un kilo de naranjas hasta un pack de botellas de agua, nos lleguen envueltos en plástico? El diseño de un envase determinará hasta el 80 % del impacto ambiental que este tendrá cuando sea desechado.
Los expertos en nuevos materiales, centrados en impulsar la competitividad de las empresas a través de la innovación, lo tienen claro. Por ello están creando y testando un nuevo material que se produce a partir de residuos vegetales. «Al igual que los plásticos procedentes de otras fuentes no vegetales, este podría usarse para envasar productos de alimentación o bebidas, pero, además de reciclarse, se podría compostar y biodegradar», dice Pedro Zomeño, especialista en innovación del Centro Tecnológico AINIA.
Además de los materiales biodegradables, hay muchas otras maneras de minimizar el impacto de un envase, y todas ellas pasan por el ecodiseño, cuya finalidad es que los envases sean más sostenibles reduciendo su peso y su impacto ambiental, rediseñándolos para que tengan mayor capacidad o favoreciendo su reciclado al eliminar componentes prescindibles y mezclas de materiales. Otras iniciativas impulsadas en ese sentido contemplan metodologías de etiquetado similares a las de la eficiencia energética que estandarizan la sostenibilidad y señalan en qué contenedor concreto debe depositarse un determinado envase.
De casa al contenedor
A menudo, cuando nos encontramos frente a los contenedores de reciclaje, no tenemos claro dónde va cada tipo de residuo. Para ello, las tecnologías más avanzadas se han convertido en una herramienta de gran utilidad para el consumidor. Por ejemplo, la aplicación A.I.R.E, disponible de forma gratuita, que usa el reconocimiento de imagen, voz y texto para resolver nuestras dudas a la hora de reciclar.
Por otra parte, se han puesto en marcha proyectos como SmartWaste, una plataforma de gestión y análisis de datos destinada a optimizar la gestión local de los residuos y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, gracias a una serie de sensores, sistemas de pesaje de los residuos, medidores de los volúmenes y dispositivos de geoposicionamiento de los contenedores. «Antes éramos los operarios de recogida los que recabábamos los datos para hacer más eficiente nuestra ruta —explica Óscar Hernández, experto al frente de los camiones de recogida de los contenedores amarillo y azul—. Ahora, en cambio, la integración de toda esta información agiliza la recogida y reduce los gases y ruidos originados por los recolectores».
Los datos recabados, junto con los procedentes de las distintas plantas de selección, de las redes sociales y de otras fuentes de información ciudadana y servicios locales, hacen posible que la ciudadanía y los municipios que gestionan los residuos conozcan la situación actual de los mismos. Además, pueden de esta manera intercambiar información y definir futuras estrategias.
En la planta de selección
Una vez que los camiones llegan a la planta de selección, empieza la separación de materiales. La única excepción son los envases de papel y cartón del contenedor azul, que van directos al reciclador, el cual los ordenará y clasificará para llevarlos a las fábricas donde producirán bobinas de papel nuevo para crear distintos tipos de cajas.
Los envases plásticos, latas y briks del contenedor amarillo requieren una gestión más compleja. Primero son depositados en una cinta transportadora y, tras eliminar los desechos impropios, pasan por distintas fases hasta ser divididos según su peso, forma y tamaño. «Las bolsas y los envases de acero son retirados automáticamente y luego se hace lo mismo con los envases de PET, PEAD, film, brik y latas de aluminio, para lo cual se utilizan separadores ópticos, balísticos y magnéticos. En este punto, los montones de materiales son compactados por una prensa y las balas resultantes se transportan a las distintas empresas dedicadas a dar un nuevo uso a todos esos envases usados», explica Borja Martínez, gerente de la em--presa Clear PET, recicladores de este tipo de plástico.
Gracias a la implementación de la tecnología 4.0 se podrá mejorar el control, la monitorización y la gestión de las plantas de selección de envases mediante el uso de sensores, internet de las cosas y otras herramientas digitales. Asimismo, gracias a toda la información recopilada durante el proceso de selección, se agiliza la toma de decisiones y se minimizan los posibles problemas que puedan surgir a lo largo de dicho proceso.
El material reciclado
Pero… ¿qué tipo de productos se pueden generar a partir de esas balas de envases reciclados y prensados? Afortunadamente, muchos.
«Del reciclado del plástico PET podemos hacer camisetas funcionales, chaquetas, membranas impermeables o transpirables, mochilas casuales y de montaña, aislantes térmicos, botones, cremalleras, etiquetas, hebillas, entre otros muchos artículos», afirma Eduardo Uribesalgo, al frente de la firma de ropa de montaña Ternua, una marca que persigue la sostenibilidad de sus productos y, entre otras cosas, promueve su fabricación con una gran variedad de materiales reciclados. Entre ellos, plumas, lana, algodón, poliéster, poliamida e incluso posos de café, que utilizan como tratamiento antibacteriano.
«Desde el principio siempre hemos tenido clara una premisa: no solo es importante qué hacemos, sino también cómo lo hacemos», afirma Uribesalgo. En ese marco, Ternua desarrolla tres proyectos: uno de ellos se centra en fabricar prendas a partir de plásticos recogidos en el mar; otro lo hace a partir de redes de pesca en desuso, y un tercero utiliza los residuos agrícolas como fuente de tinte natural para las prendas. Otras iniciativas que vinculan medioambiente y reciclaje emplean, por ejemplo, PEAD para crear macetas o juguetes. O film, que puede utilizarse en mobiliario urbano, bolsas, etc.
via http://bit.ly/JKJLOL http://bit.ly/2HxiOpu
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