El Algarve es conocido por sus playas y acantilados, pero también destaca por su pasado histórico, con castillos y pueblos de reminiscencias árabes en la costa y otros en el interior rural, rodeados de higueras, olivos y almendros. Desde los fenicios y cartagineses hasta los romanos, visigodos y árabes, distintas civilizaciones hallaron en este lugar del sur de Portugal una zona para ubicarse y prosperar.
La región del Algarve se extiende por la costa sur de Portugal.
El mismo nombre de Algarve proviene del árabe, ya que los musulmanes llamaron a la región al-Garb al-Andalus (el oeste de al-Andalus). Su emplazamiento privilegiado lo convirtió siglos después en el puerto de salida de expediciones que hicieron de Portugal una potencia marítima mundial. Hoy es un destacado destino de vacaciones.
Esta ruta por el Algarve comienza en Tavira, en el oriente de la región. A solo media hora de la frontera española, la localidad está coronada por los restos de un castillo, desde el que descienden callejuelas adoquinadas que acogen varias iglesias. Un puente romano de siete arcos y las puertas medievales del casco viejo son encantos de este enclave, uno de los más bellos de Portugal.
Desde el embarcadero de Quatro Aguas zarpan barcas que, en pocos minutos, llevan a la isla de Tavira. Durante el trayecto se bordean playas de arena dorada y pinos que parecen colgar de las rocas. A la isla también se puede acceder a pie por el puente de Pedras d’el Rei. La isla de Tavira forma parte del Parque Natural da Ria Formosa, un conjunto de lagunas extendidas a lo largo de 60 km frente a la costa, con humedales, dunas y salinas donde anida una gran variedad de aves migratorias. La Quinta de Marim acoge el centro de información.
Las islas y lagunas de la ría Formosa están protegidas en un parque natural
Al oeste se localiza Olhão, el mayor puerto pesquero del Algarve y, por tanto, un lugar repleto de restaurantes donde disfrutar de pescado recién capturado. En agosto acoge la Fiesta del Marisco, una ocasión para degustar especialidades como la caldeirada de pescado y la cataplana, un guiso de marisco.
Muy cerca se halla Faro, la capital del Algarve y ciudad de larga historia. En el siglo XVIII sufrió dos terremotos, a pesar de lo cual gran parte del casco antiguo quedó intacto, por lo que se pueden admirar el barrio medieval y la muralla. Al centro histórico se entra por el Arco de Vila, neoclásico, con una torre desde la que se disfruta de una panorámica. Como ciudad estudiantil, Faro disfruta de una animada vida nocturna, cafés y restaurantes, especialmente en el puerto, donde vale la pena degustar una açorda de camarões (guiso de gambas) mientras se contempla el mar. Fuera del casco viejo merece una visita la iglesia de Nossa Senhora do Carmo, con la espeluznante Capela dos Ossos, cuyos muros fueron recubiertos con huesos y calaveras de un millar de monjes.
El interior del Algarve esconde también multitud de atractivos. La carretera que deja atrás Faro y la costa se adentra en un territorio que huele a pinos, higueras y almendros. A escasos 1o km de la capital, aparecen las ruinas romanas de Milreu, del siglo I. Quedan restos de una villa, un templo, baños y el frigidarium con una piscina de mármol. Otra pequeña joya rural es la iglesia barroca de São Lourenço do Matos, en Almancil, cuyo interior está recubierto de azulejos pintados a mano.
El interior del Algarve está surcado por senderos que conectan aldeas y cascadas
Más al norte se alcanza la Serra do Caldeirão, una zona protegida, surcada por caminos que enlazan fontes, las canalizaciones tradicionales que en el pasado se usaban para surtir de agua balsas y molinos. Abundan en el coqueto pueblo de Alte y también en el vecino Salir, este con murallas del siglo XII. Entre ambos se erige la Rocha da Pena (479 m), un peñasco calizo al que se puede subir en una excursión de tres horas en total.
Cuando se empieza a echar de menos el frescor del Atlántico, hay que regresar a la costa. Allí espera una de las cuevas más bonitas del mundo: el Algar de Benagil, cincelada por el mar al chocar contra los acantilados. Se abre en una cala a la que únicamente se puede acceder en barca o en kayak desde el pueblo de Benagil.
En la ruta por este litoral portugués sobresalen las marineras Ferragudo y Portimão, con su arenal de Praia da Rocha, y Alvor, que reclama una pausa para admirar la icónica Playa Os Tres Irmãos (los Tres Hermanos), así llamada por las rocas que despuntan entre las olas cuando baja la marea.
También destaca Lagos, cuya localización magnífica la convirtió en el puerto del que zarparon muchas expediciones en la llamada Era de los Descubrimientos. Su casco antiguo de estilo colonial está repleto de restaurantes perfectos para comer buen pescado y en su puerto es posible contratar una excursión en barco para avistar delfines.
A poca distancia del centro, la playa de Dona Ana se considera una de las más bellas del Algarve, con un agua cristalina y un arenal impecable. Al sur de la población, adentrándose en el mar, destaca el cabo de Ponta da Piedade, rematado por un faro que es un mirador fantástico. Se realizan salidas en barco para admirar de cerca sus caprichosos escarpes rocosos.
El cabo de Sao Vicente está presidido por un faro que regala vistas excepcionales
Entre Lagos y Sagres se suceden otras playas y calas preciosas, aunque algo masificadas en los meses de verano. A solo 5 km de Sagres se alcanza el cabo de São Vicente, el punto más sudoccidental de Europa, que ya era un lugar de culto para fenicios y romanos. Su faro rojo alberga un museo que narra el papel de Sagres en la historia marítima de Portugal. Nuestro viaje por el Algarve concluye en este punto, en la punta de la barbilla de la cara que dibuja la Península Ibérica. Un mirador al ocaso que se dibuja cada día sobre el Océano Atlántico.
via http://bit.ly/JKJLOL http://bit.ly/2SN3dmA
No hay comentarios:
Publicar un comentario