lunes, 7 de enero de 2019

Periodismo viajero. CRACOVIA (POLONIA), TESORO ESLAVO

Castillo de Wawell

Polonia esconde un buen numero de enclaves naturales que, pese a los destrozos de la última guerra, parece no haber cambiado. Las ciudades, en cambio, sí han variado. O bien porque fueron destruidas, o porque se rodean de esos cinturones de hormigón tan queridos en nuestra época. Pero todo, o casi todo, tiene un aroma del tiempo pasado. Lo cierto es que hay en Polonia un buen número de ciudades bellas que visitar. Sin embargo, muchas de ellas pasan casi inadvertidas ante la magnitud de Cracovia, la Roma eslava, como se la conoce popularmente.

Cracovia ha conservado su patrimonio medieval manteniendo intacto el trazado del antiguo burgo

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1978, pocas urbes europeas conservan tanta arquitectura medieval manteniendo intacto el trazado del antiguo burgo, apreciable y visible en su totalidad desde varios puntos de la ciudad. Por increíble que parezca, fue Cracovia la única gran ciudad polaca que salió ilesa de la Segunda Guerra Mundial. Las arcaicas murallas defensivas, tres kilómetros con medio centenar de torres, sobrevivieron hasta el siglo XIX, pero posteriormente fueron demolidas y sustituidas por un ovillo ovalado de verdor; un parque llamado Planty, que rodea y preserva la parte vieja, aislándola del resto de la ciudad. Dentro del casco viejo, todas las calles llevan a la plaza del Mercado Principal (Rynek Glowny), donde el pulso de Cracovia late con toda su fuerza. Con sus 200 metros de largo por 200 metros de ancho es la segunda plaza mayor de Europa, después de la de San Marcos en Venecia. Es, también, la plaza donde se escucha el Hejnal, la melodía que resuena cada hora desde lo alto de la torre de la iglesia de Santa María. Era la música con que se abrían y cerraban las viejas puertas de la ciudad, y la señal de un ataque inminente. Sus acordes se interrumpen antes del final: así se homenajea a un anónimo vigía que fue abatido por los tártaros invasores hace 800 años.

En el centro del Rynek, los mercadillos de la planta baja de la Lonja de los Paños, una construcción gótica con arcadas, siguen funcionando como siempre. Pero son los campanarios de las iglesias los que marcan la orografía arquitectónica de Cracovia, cuyos habitantes están acostumbrados a convivir estrechamente con la religión. Del Rynek Glowny salen calles muy evocadoras: ulica Swietego Jana (calle de San Juan), rodeada de hoteles y de palacios con pórticos renacentistas, barrocos o clásicos; ulica Bracka, que lleva a un barrio de iglesias y conventos; ulica Floriasnka, que desemboca en la puerta de San Florián, torre cuadrada tras la cual se levanta la Barbacana, pequeña fortaleza rosa que, tomando los bulevares plantados de árboles, permiten descubrir un bello decorado urbano. Precisamente en esta avenida de aire festivo está el café Jama Michalika, un local que es famoso porque albergó a la élite artística de principios del siglo XX.

Lonja de los Paños

Un auténtico museo urbano

Toda la ciudad vieja es en sí mismo un museo, pero lo mismo se puede decir de casi todos los locales de tiendas, bares, cabarés o restaurantes que la animan, decorados siempre con buen gusto, originalidad y amor por las antigüedades. La mayoría de los ambientes se ilumina a la luz de las velas, mientras que mimos y actores callejeros asaltan de improviso cualquier rincón. A pocos minutos a pie del centro se abre la colina Wawel, el corazón histórico de Polonia, que late en un recodo del río Vístula. Esta ciudadela acoge dos edificios emblemáticos: la Catedral y el Castillo Wawel. Durante más de 500 años allí estuvo el centro político y administrativo del país, un lugar privilegiado que eligieron reyes y héroes de la nación para ser enterrados. Contemplado desde su patio interior, el Castillo Real parece un magnífico palacio italiano del Renacimiento.

Catedral

Cracovia ha estado vinculada al pueblo judío desde la época de Casimiro El Grande , quien en el año 1335 bautizó con su propio nombre (Kazimierz) el asentamiento hebraico instalado en las faldas de la colina de Wawel. Allí sigue en pie, todavía, la Sinagoga Vieja, la construcción judía más antigua de Polonia, convertida en la actualidad en museo.

Iglesia Santa Maria

“La lista de Schindler” y la ciudad de la sal.

Cuando uno recorre este laberinto de callejuelas con nombres extraídos del Antiguo Testamento no cuesta entender cómo era la vida de las 70.000 almas que lo habitaban antes de la guerra y que, en su mayoría, acabaron en Auschwitz. Hoy, y tras un largo periodo de abandono y ruina, el barrio vuelve a renacer transformado en una especie de museo vivo de las tradiciones y la cultura hebraicas. Este despertar se debe en parte a la película de Spielberg La lista de Schindler, cuyo rodaje se recreó en estos barrios.

Despacho del Dr. Schindler

Para acabar con mejor sabor de boca, muy cerca de Cracovia está Wieliczka, una ciudad que vive alrededor de la sal. En el actual epicentro cívico está la entrada a la mina de sal más antigua de Europa; funciona desde el año 1044. Hay constancia de que era uno de los destinos preferidos para personajes como Goethe, Balzac, Copérnico y Chopin. Actualmente la mina es considerada Patrimonio Natural y Cultural de la Unesco. Hay un recorrido que permite internarse por las venas subterráneas de la ciudad a través de los túneles que se han ido cavando en los más de mil años de historia: 150 kilómetros de galerías bajo tierra que llegan hasta los 515 metros de profundidad. Durante el recorrido entre pasadizos sorprenden una serie de esculturas y capillas católicas que fueron talladas en la sal durante los siglos XVII y XIX.

Wieliczka, la mina de sal más antigua de Europa

Texto y fotos de Oriol Pugés

 

Fastuosos, sencillos, modernos, clásicos… todos los matices pueden encontrarse en esta ciudad en materia de hospedaje. Pero hay dos hoteles que se llevan la palma: el Hotel Copernicus (www. hotel.com.pl) y el Grand Kraków (www.grand.pl). El primero es una casa del siglo XIV reconvertida en un alojamiento de vanguardia con aroma romántico. Se trata de la antigua casa de un canónigo, amigo personal de Copérnico –de ahí su nombre–. Las habitaciones están a la altura de las expectativas: muchas conservan hermosas obras de arte y rincones de su pasado.

El Grand Krakóv, con decoración estilo Regencia, tiene un bello café, el Jan Bisanz, donde se ha dado cita la intelectualidad de la ciudad desde los años 20.

Otra buena sugerencia es el Hotel Gródek (www.donimirski.com/hotelgrodek), situado en el centro de la ciudad medieval, junto al Convento de Santo Domingo. La recepción marca el ambiente con una espectacular chimenea de piedra y una escalera que conduce a un bar con el estilo de un club de caballeros, amueblado con libros encuadernados de piel y muebles rococó; el lugar ideal para relajarse tomando una copa. Las 21 habitaciones y dos suites están repartidas en cuatro plantas y están exquisitamente decoradas con distintos temas individuales, desde azules profundos y rojos napoleónicos hasta una suite oriental con una verdadera atención a los detalles.

 

 

 

 

 



via Oriol Pugés http://bit.ly/2TF4Gf9

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