El primer testimonio oficial se remonta al 1 de noviembre de 2005, cuando Jean-Pierre Bouguet, entomólogo aficionado, avistó en su jardín de Nérac, en Aquitania, una extraña avispa zampándose la dulce pulpa de un caqui maduro, un fruto que en otoño atrae a muchísimos himenópteros, en particular a avispas y avispones. Bouguet estaba seguro de no haber visto nunca otra igual por la zona. ¿Sería un insecto mutante? ¿O quizás una especie invasora? Para averiguarlo, contactó con Jean Haxaire, entomólogo adjunto del Museo Nacional de Historia Natural de París (MNHN). Aunque su especialidad eran los lepidópteros, Haxaire pudo identificar al animal muestreando imágenes por internet y comparándolas con unos ejemplares recolectados en unas trampas para coleópteros. Tras refrendarlo con varios expertos, quedó claro: se trataba de un avispón asiático, concretamente de un ejemplar de la especie Vespa velutina. A unos 50 kilómetros de Nérac, otro ciudadano francés llevaba meses observando el desarrollo de un gran nido bajo el alerón de su terraza. En noviembre, a causa de una filtración de agua, el nido se desprendió y cayó al suelo con algunos ejemplares muertos en su interior. Estos fueron llevados al MNHN para su identificación: eran todos machos del mismo avispón asiático identificado en Nérac, lo que constató la primera nidificación de la especie observada en Francia. En 2006, Jean Haxaire y sus colaboradores, entre ellos Claire Villemant, publicaban el descubrimiento en el boletín de la Sociedad Entomológica de Francia, confirmando que la especie invasora ya se había instalado en el país. En ese momento se contabilizaron 200 nidos en 12 departamentos, y desde entonces su expansión ha sido imparable.
Pero ¿cómo había llegado a Francia este avispón desde sus territorios de origen en Asia? Las primeras hipótesis se plantearon cuando el MNHN pudo contactar con un horticultor que aseguró haber visto a la velutina en 2004 en esa misma zona. Era posible, dijo, que hubiese llegado en el interior de las piezas de cerámica china que importaba, a bordo de un carguero chino que atracó en el puerto de Burdeos. Análisis moleculares realizados por el CNRS confirmaron las sospechas: era la velutina, de la subespecie nigrithorax. Otros estudios realizados a partir de 2007 en Francia revelaron muchos aspectos desconocidos de dicho avispón. Incluso llegaron a discernir, mediante complejos análisis genéticos, que la invasión fue detonada posiblemente por una sola reina fecundada por uno o dos machos procedente de un área situada entre las provincias chinas de Zhejiang y Jiangsu.
En la gastronomía china, las larvas de algunas avispas son todo un manjar, también las del avispón asiático. Además, los nidos se usan en medicina.
Como muchas otras avispas sociales, Vespa velutina produce colonias anuales que establece una sola reina tras fundar un pequeño nido en primavera, hecho con fibras de madera masticada. En ese nido embrionario, la reina fecundada (si no lo estuviera, de sus huevos solo nacerían machos) deposita su primera puesta y se ocupa de ella hasta que emerge el primer grupo de obreras adultas. «Estas agrandan el nido embrionario y alimentan a las larvas para que la reina se dedique exclusivamente a la producción de huevos. La colonia iniciada por una sola reina llegará a producir hasta 15.000 individuos entre abril y noviembre. En otoño, un nido podrá albergar hasta 2.000 obreras capaces de criar a más de 1.000 futuras reinas y machos», explica Villemant, conservadora de la colección de himenópteros en el MNHN.
A finales de verano construyen celdas para criar hembras fértiles y machos, que abandonarán el nido en otoño, cuando la vida de la reina ya se acerca a su fin, e iniciarán los vuelos de apareamiento. Las hembras, poliándricas, se aparearán entonces con varios machos. Después, la mayoría de los ejemplares morirá al despuntar el invierno, excepto las futuras reinas. Estas se atiborrarán de alimentos ricos en azúcares antes de entrar en hibernación, escondidas en algún recoveco, y en primavera las que sobrevivan al frío (se estima que apenas lo logra un 5 % del total) saldrán a buscar un nuevo lugar para iniciar de nuevo su ciclo vital a una distancia de hasta unos 50 o 70 kilómetros del anterior avispero, que, abandonado, se irá biodegradando por las inclemencias del tiempo.
Hoy, 16 años después de su primera incursión en territorio francés, este avispón campa a sus anchas por Europa. Además de en Francia, se ha establecido en Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Suiza, Italia y la península Ibérica. Es distinguible porque tiene el abdomen negro y luce una fina línea amarilla al inicio del mismo y una amplia franja naranja en el cuarto segmento. Las reinas alcanzan 3,5 centímetros en primavera. Los machos miden 3 centímetros, y las obreras, 2,5.
Gracias al relato pormenorizado de los científicos del Museo Nacional de Historia Natural de París, la ruta de la invasión del avispón asiático se conoce al detalle.
En España, el primer avistamiento lo hizo el entomólogo Santiago Pagola. Fue en 2010 en Amaiur, Navarra. Encontró un avispón muerto en el suelo y se puso en contacto con Leopoldo Castro. Este experto en himenópteros ya había predicho la inminente entrada de la velutina al País Vasco desde Francia y ha seguido al detalle su evolución en nuestro territorio. En la actualidad, dice, «está presente de forma permanente en áreas de Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Castilla y León y Cataluña. De forma esporádica, también ha sido identificada en zonas de Aragón. En Baleares estuvo presente entre 2015 y 2018, pero lograron erradicarla, y en Extremadura se avistó hace unos años, pero no se la ha vuelto a ver». En las demás comunidades autónomas la velutina aún no ha hecho incursiones, pero sí otros avispones foráneos: en Andalucía se han asentado las especies Vespa bicolor y Vespa orientalis, esta última también en Valencia.
El avispón asiático ha invadido nuestro territorio de igual modo que ciertas avispas europeas han colonizado otros continentes.
Aunque los véspidos adultos consumen casi exclusivamente alimentos de origen vegetal ricos en hidratos de carbono, las larvas necesitan proteínas de origen animal para desarrollarse, explica Castro. Y esas proteínas se las proporcionan los adultos en forma de un puré constituido por invertebrados y carroña de todo tipo. Entre esos invertebrados destaca nuestra abeja melífera, o de la miel (Apis mellifera), que para el avispón es una presa fácil y superabundante.
Así que el véspido no solo produce bajas importantes entre los insectos nativos y compite con los invertebrados autóctonos por los alimentos, sino que también afecta a las cosechas frutales y crea un problema añadido a la apicultura, ya tocada por diversas causas. «En cada avispero puede haber unas mil obreras operativas, las cuales consumen a diario gran cantidad de néctar, productos vegetales dulces, frutas… Y aunque en las zonas silvestres afecta menos a las abejas, sí ataca, y con saña, las colmenas». Esos ataques generan muchas bajas, pero lo más grave es que provocan cambios de comportamiento en el colmenar que redundan incluso en el colapso de colonias enteras. Para las velutinas, las abejas de la miel, domesticadas desde hace siglos y omnipresentes en toda la Península, son como las ovejas para los mamíferos depredadores: sabrosas y torpes. Suelen atacarlas cuando vuelven del campo cargadas de néctar y polen. En ese momento son la presa ideal: las velutinas las cazan (pueden acometer entre 20 y 30 ataques diarios) y, sosteniéndose en una rama, las despedazan hasta quedarse con la parte más nutritiva, el tórax, que trituran para las ávidas larvas que yacen en el nido. «El pánico a esos asaltos provoca a menudo que las abejas renuncien a salir y opten por alimentarse de las reservas. Pero si esto se prolonga demasiado, a la llegada del invierno se quedarán sin despensa y morirán», explica el técnico de medio ambiente de la Diputación de Girona, Narcís Vicens. No es el caso de una de las abejas melíferas de Asia, Apis cerana, que sí sabe defenderse de estos fieros himenópteros. Cuando un avispón se acerca a la colmena asiática, las abejas forman un grupo muy compacto a su alrededor y aletean hasta elevar la temperatura en el seno de esa masa viva, una bola de calor que alcanza los 45 °C, la temperatura máxima que puede soportar la velutina, que acaba por morir.
Para afrontar la problemática causada por Vespa velutina e intentar mejorar su gestión local, la Diputación de Girona en colaboración con distintas entidades han hecho jornadas y láminas divulgativas, se han reunido con técnicos de Administraciones locales, han colaborado con investigadores para proteger las colmenas de los ataques –con el uso de mallas y arpas eléctricas que dificultan la entrada de estos avispones a las colmenas– y recientemente han impulsado la creación de un sistema de información territorial municipal para detectar y gestionar los avisperos.
Íñigo Moreno, técnico de la Diputación Foral de Álava, explica que en su provincia es donde menos velutinas hay de todo el País Vasco. El clima más continental, con temperaturas más extremas tanto en invierno como en verano, frena a esta especie invasora. «En Álava el número máximo de nidos identificados fue de 485 en 2018, en cambio en Bizkaia y Gipuzkoa rondan los 2.000», dice. Aquí, añade, las medidas implementadas son la retirada de los nidos secundarios y el uso de trampas para cazar a las reinas entre febrero y abril, cuando en solitario fabrican el nido embrionario. A partir de la segunda semana de mayo el trampeo cesa para no perjudicar a otros invertebrados, esenciales para la polinización, que, en plena efervescencia primaveral, caen en esas trampas. La efectividad de este método, usado en gran parte del territorio, es puesta en duda por algunos expertos.
En Galicia, donde la velutina es especialmente abundante, trabajan para encontrar vías novedosas con las que combatirla. Xesús Feás, investigador de la Academia de Ciencias Veterinarias de Galicia-ACVG, ha desarrollado unas feromonas para atraer a los machos de la velutina, lo que ayudaría a limitar la fecundación de las futuras reinas. «No es solo un problema para los apicultores –asegura–. Los sectores forestal, frutícola y vitivinícola, además de la salud humana, también se han visto afectados en mayor o menor medida».
Investigadores de la Universidad de Alcalá, con el ecólogo Salvador Rebollo al frente, estudian en Galicia el potencial de una rapaz: el abejero europeo (Pernis apivorus), uno de los pocos depredadores naturales de los nidos de avispas en la península Ibérica. «Hasta 2012, año en que el avispón asiático apareció en Galicia, la población reproductora de abejero europeo en nuestra zona de estudio, las Rías Bajas, era esporádica. Pero según nuestros datos se habría multiplicado por dos o tres desde la llegada de este insecto», explica. Sus resultados proceden del análisis de los restos de presas y fragmentos de panales de véspidos localizados en el nido y alrededores, y del análisis del registro fotográfico de las cámaras instaladas en ellos. «En todos los nidos de abejero europeo estudiados aparecieron restos de avispa asiática, lo que demuestra que es parte importante de la dieta de esta rapaz, que podría ser un potente aliado en el control biológico de la velutina», concluye.
Trampas, inserción de biocidas con drones o armas, inyección de aire caliente, depredación y control biológico, destrucción de nidos, equipos defensivos para colmenas… Son muchos los métodos ensayados para luchar contra el avispón asiático, pero se da por sentado que esta especie, como la mayoría de los insectos invasores, ha venido para quedarse. «Quizá la ayuda acabe llegándonos de los invertebrados –apunta Castro–. Si se “aficionasen” a las velutinas, podrían llevar a cabo un nivel de control importante. De hecho, algunos insectos y gusanos nematodos europeos están empezando ya a parasitarlas».
Otros expertos señalan que la gestión de esta invasora debe ir acompañada de medidas para una mejor gestión sanitaria y de una regulación de los colmenares. Catalogadas como ganado, las abejas de la miel se crían a millones y son tantísimas que desplazan en la naturaleza a las demás abejas (datos recientes apuntan que hay hasta 1.097 especies diferentes en la fauna iberobalear) y a todos los demás polinizadores silvestres, de los que nadie habla. Los planes que se implementen para la velutina y las abejas de la miel deberían tener en cuenta también a estas importantísimas especies. Pero eso, como se suele decir, será objeto de un próximo reportaje.
----
El viaje del avispón
Todo apunta a que una sola reina fecundada desembarcó en 2004 en el puerto de Burdeos, oculta en el interior de una pieza cerámica. Dieciséis años después ha colonizado gran parte del territorio europeo, donde está establecida en Francia, España, Portugal, Italia, Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Países Bajos y Suiza. En el Reino Unido se han destruido los nidos detectados y no parece haberse establecido, aunque sí en las islas del Canal.
Este artículo pertenece al número de Febrero de 2021 de la revista National Geographic.
via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/3rUUdgS
No hay comentarios:
Publicar un comentario