Su proximidad con España y, concretamente, con Barcelona, la convierten en una apuesta segura para una escapada rural. Y, ¿qué mejor manera de conocerla que recorriendo la región a tu aire? Por eso te proponemos viajar en coche, enlazando la capital catalana con Marseillan, parando por el camino en Gruissan, y acabar el recorrido en Sète, completando un total de tres días de roadtrip por el Sud de France.
GRUISSAN, PARADA GASTRÓNOMICA
Saliendo de Barcelona sobre las 10 de la mañana, subiendo por la AP-7 primero y la A-9 pasada La Jonquera, llegarás a Gruissan para la hora de comer. Y, créeme, encontrarás pocos lugares tan idóneos para hacer una breve parada y descansar a lo largo del camino, al mismo tiempo que repones fuerzas degustando un buen festín.
A medida que te acerques a esta encantadora localidad francesa, observarás la imponente Tour de Barberousse alzándose en lo alto de una colina rocosa. Alrededor de ella se construyó el pueblo de Gruissan, el único en toda la costa de Languedoc-Roseillon que tiene una estructura circular.
Tan solo llegar, pasea por sus callejuelas, husmea por el puerto y siéntate a orillas del estanque a ver los barcos pasar. Después, te esperan manjares exquisitos en La Cambuse du Saunier, un excelente restaurante situado en las salinas de la isla de Saint Martin, una zona rodeada de aguas rosáceas o hasta violetas por la alta densidad de sal.
Podrás deleitarte con una bandeja de marisco de entrante, con ostras, mejillones, gambas y almejas. Y culminar con un plato de pescado fresco de segundo. Todo acompañado de alguno de los fantásticos vins de pays que se cultivan en el pueblo. Al terminar, podrás visitar la otra Gruissan, la que está en la zona de playa. Después, ¡de vuelta a la carretera!
MARSEILLAN, TIERRA DE OSTRAS Y VERMUT
Y llegamos a Marseillan. La gastronomía será uno de los grandes atractivos del viaje, pero aquí tomará especial protagonismo. Primero, porque se trata de uno de los pueblos pesqueros del étang de Thau que más cerca tiene las mesas donde se cultivan las ostras, por lo que cada día pueden comerse estas delicias fresquísimas. Segundo, porque en esta localidad encontramos la sede de Noilly Prat, la famosa empresa productora de vermut. Conocimos ambos negocios desde dentro y los dos tenían en común la excelencia de sus productos y la tradición por bandera.
Las ostras son la perla de esta laguna francesa, y nunca mejor dicho. Anualmente se producen nada más y nada menos que 12.000 toneladas, lo equivalente a 1.000 trailers completamente cargados. El estanque tiene un total de 2.800 mesas que pertenecen a 220 ostricultores. Es la actividad rey en la localidad y se organizan muchas experiencias para que el turista conozca mejor el oficio y sepa apreciar la calidad de este manjar.
Por ejemplo, el tour en barca por el estanque que ofrece Promenade Bateau Marseillan, cuya responsable es la pescadora Claudia Azaïs-Negri que, tal y como afirma bromeando: “nací con una caña en las manos”. Subimos a bordo de la Etoile de Thau III y nos adentramos en el étang de Thau. Mientras pasábamos por delante de los centenares de mesas, constatamos que no todos los productores siguen el mismo proceso, sino que existen tres prácticas distintas para cultivar ostras.
La más sencilla consiste en “comprar una cáscara de ostra con 20 crías enganchadas en su interior, atar varias de ellas a una cuerda, colocarlas en las mesas y esperar dos años a que sean adultas”, nos cuenta. El siguiente nivel son las ostras especiales, que se cultivan “cimentándolas a una cuerda en grupos de tres, así les llega más plancton y son más grandes, siendo adultas al cabo de un año”, puntualiza Azaïs-Negri. La más sofisticada es “la ostra rosa, que se obtiene mediante un proceso muy parecido al anterior, aunque las cuerdas están enganchadas a un mecanismo que las mete y saca del agua, así comen más y su cáscara coge el atractivo color rosáceo”, diferencia. Todas ellas pertenecen a la denominación de origen “ostra de Bouzic”, pero su calidad es distinta. Mientras la normal y la especial valen un euro la unidad, las rosas valen tres euros cada una.
Otra manera de conocer bien la producción de ostras es visitando Le Mas de Jeanne, un auténtico mas reconvertido en sala de exposición y degustación. Una buena manera de constatar lo extraordinario de esta región francesa. “Estamos en un lugar mágico: aquí hay ostras y caballitos de mar y eso es un indicativo de calidad”, celebra Annie Henri Rouquette, propietaria del negocio. En el mas es posible ver cómo se trata estos preciados moluscos desde que son crías hasta que se limpian y preparan para ser vendidas. “La presentación es muy importante, para vender las ostras”, explica Rouquette. Pero combinar limpieza y belleza no es tarea fácil. “Cuando las limpiamos, las ostras se golpean y se les rompe parte de la concha. Por eso las devolvemos al agua, metiéndolas y sacándolas durante quince días. Así la concha vuelve a lucir”, concluye la propietaria del mas.
El vermouth también es el gran emblema de este pueblo pesquero. Si debes visitar a Claudia y a Annie Henri para conocer bien el cultivo de las ostras, también debes entrar en la fábrica de Noilly Prat para marcharte de Marseillan siendo un experto en este vino macerado en hierbas, servido en aperitivos, cócteles o platos de alta cocina. Una empresa que tiene más de un siglo de historia pero que aún conserva la esencia de aquellos años. Así lo refleja la visita guiada por la fábrica, siguiendo el proceso de elaboración de los diferentes tipos de vermut, y la posterior cata y taller de cócteles.
Han pasado muchos años desde que el herbolario Joseph Noilly desarrollara la primera fórmula en 1813. Era la variedad Original Dry, un vermut seco con aromas. Desde entonces, se han sucedido el Extradry, seco y sin aromas, el Rouge, vermut rojo, y el Ambré, el más dulce de todos. Con ellos se elaboran infinidad de cócteles, desde el clásico Dry Martini hasta el local Marseillanais, pasando por el Cap Noilly, una variedad de la Caipirinha, o el famoso Manhattan. Y también recetas de alta cocina como ostras gratinadas con sabayón, espárragos en su jugo, rollitos de lenguado y estofado de St. Jacques, filetes de conejo con corazones de alcachofas asadas y foie gras o salmonete fresco con cebolla al cilantro.
SÈTE, LA VENECIA FRANCESA
Tras pasar la noche en Marseillan y aprovechar bien la mañana, será momento de coger de nuevo el coche e irnos a la otra orilla del étang de Thau: Sète, la última parada. Los más enamorados de esta pequeña ciudad costera se atreven a catalogarla como la Venecia francesa. Y en cierto modo tienen razón. No tiene el Canale Grande, pero sí le Cadre Royal que cruza la localidad de un extremo al otro. No es especialmente conocido por los carnavales, pero el torneo de justas náuticas y las Fiestas de San Luis son ya una tradición secular que atrae a las masas en agosto, igual que la Escále a Sète cada dos primaveras, la fiesta de las tradiciones marineras. Y su historia no se remonta al siglo V, aunque este 2016 se cumplen 350 años de su fundación.
Todo empezó en 1666 con el inicio de las obras del canal du Midi, una vía navegable que permitiera la comunicación interna entre las dos costas del país. Y las tierras donde actualmente se erige Sète fueron las elegidas para desembocar en el Mediterráneo. Eso supuso el despegue de la ciudad que hoy conocemos.
Los paseos son una fantástica manera de conocer Sète. Una experiencia que te permitirá detectar las particularidades de cada barrio. La autenticidad de La Pointe Courte, perfectamente definido por sus habitantes como “un mundo aparte”. No es raro encontrarse los vecinos tomando la fresca en sillas frente al mar, sacando mesas a la acera para tomar la comida al aire libre o ver a los más pequeños jugando al fútbol en las calles. Un lugar encantador por la afabilidad de su gente y las casas coloridas que invaden la zona de alegría.
También el encanto de Le Quartier Haut, situado a los pies de la colina de Saint Clair, que fue el primer barrio de esta pequeña ciudad donde se instalaron los pescadores de origen italiano. Por eso, se le conoce como “El pequeño Nápoles”, aunque en la actualidad también es refugio de artistas y artesanos. Prueba de su presencia son los múltiples pivotes pintados de mil colores y decorados con cenefas o las pintorescas puertas y fachadas de las casas.
O escalando unos metros más, las vistas privilegiadas desde el monte Saint Clair. Un mirador perfecto para entender la distribución de Sète y el porqué se la conoce como la Venecia francesa. La panorámica de 360 grados ofrece también la posibilidad de vislumbrar la extensión del étang de Thau, observar Marseillan a lo lejos y las tablas de ostras dibujadas sobre el agua. Y no podía ser menos, siendo una zona habitada históricamente por corsarios y piratas como el temido Barbarroja.
Sète también tiene oferta gastronómica. Más allá del pescado y marisco, es típico de esta comuna francesa las tielles à la sétoise, una especie de quiche hecha con masa de pan rellena de pulpo, calamares y salsa de tomate especiada. Una esponjosa empanada que se puede comprar en la mayoría de panaderías, pescaderías o bares locales.
Y no hay mejor manera de acabar la visita a la ciudad que entrando en el Mercado Les Halles y probando los sabores del sur. Un buen lugar para comer el último día, para partir con el estómago lleno y con un buenísimo sabor de boca.
DÓNDE COMER
En Gruissan. Restaurant La Cambuse du Saunier. Les Salines de l’ile Saint Martin. Route de l’Ayrolle, 11340 Gruissan.
En Marseillan. Restaurant Le Château du Port. 9 Quai de la Résistance, 34340 Marseillan.
Restaurant La Pacheline. 28 Quai Antonin Gros, 34340 Marseillan.
En Sète. Restaurant La Méditerranéene. 3 Quai Maximin Licciardi
DÓNDE DORMIR
En Marseillan. Chambre d’hôtes le Cosy. 16 rue du capitaine Bages, 34340 Marseillan.
En Sète. Hotel L’Orque Bleue. 10 Quai Aspirant Heber, 34200 Sète.
PRECIOS
Tour en el Promenade Bateau Marseillan:
Adultos, 11 euros. Niños 7 euros
Reservas: tel. 06 03 23 73 65 o bateaumarseillan@gmail.com
Visita a le Mas de Jeanne
Bandeja de 6 ostras y vino del país, 7 euros.
Reservas: lemasdejeanne@gmail.com
Visita a la fábrica de Noilly Prat
Reservas: tel. 00 33 4 67 77 65 11 o
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