¿Qué hemos descubierto los viajeros de hoy en este espléndido y pequeño país de América Central cuyo desarrollo como destino turístico ha sido espectacular en estos últimos años? Sin duda alguna, su naturaleza. Esos bosques, lagos, volcanes, valles y playas… Esa gran cantidad de especies vegetales y animales únicos… Esa gente, su gente…
En Costa Rica el 25 % del territorio nacional ha sido declarado reserva natural y está protegido por los organismos pertinentes. Pero más allá de su exuberante naturaleza, Costa Rica ofrece una serie de ciudades con un interesante patrimonio y una animada vida local. Ciudades auténticas que han sabido preservar su identidad y que reclaman su lugar en los mapas por derecho propio. Nosotros creemos que es una buena idea combinarlas con las playas, los bosques, los animales y los volcanes. Porque todos ellos, juntos, es la hermosa y excitante Costa Rica.
LIBERIA
Es fácil comprender por qué la provincia de Guanacaste se ha convertido en una de las principales atracciones del país, capaz de hechizarnos con sus encantos.
Una de las visitas obligadas es LIBERIA.
La “Ciudad Blanca”, como es conocida, está ubicada a 200 kilómetros de San José y es un magnífico centro de operaciones para explorar los atractivos del noroeste, con sus playas y parques nacionales. Ahí destaca, imponente, el volcán Rincón de la Vieja.
Liberia es, además, la base perfecta para practicar actividades como ecoturismo, turismo de aventura y deportivo, turismo balneario (aguas termales y lagos), turismo de compras, turismo cultural y, desde luego, el turismo de sol y playa dada su cercanía a la costa con formidables playas como Flamingo, Tamarindo o las del Golfo de Papagayo.
NICOYA
Siguiendo nuestra ruta de ciudades es el turno de NICOYA.
Se llama así en honor al jefe indígena chorotega que dio la bienvenida al conquistador español Gil González Dávila en 1523.
Pese a que Nicoya es una ciudad virreinal, muy poco se conserva de su arquitectura original. Sin embargo, es una de las ciudades más agradables de la región. Es, además, una buena base para visitar el parque nacional Barra Honda. En la arbolada plaza principal se levanta la iglesia de San Blas, la más antigua del país. Por cierto, Nicoya se anima el 12 de diciembre, para la fiesta de la Virgen de Guadalupe, celebración que combina elementos católicos con la leyenda chorotega de la “Yegüita”, que cuenta la hazaña de una yegua que salvó de matarse entre sí a dos hermanos por una princesa indígena. Por lo demás, es un buen lugar de paso para hacer una parada y comer algo en una tradicional soda, camino a las preciosas playas cercanas de Nosara, Sámara, Carrillo y Ostional.
HEREDIA
También Heredia y sus alrededores transmiten una belleza propia. A pesar de su proximidad a la capital, Heredia no es un barrio residencial periférico de San José.
Durante el siglo XIX, la llamada “Ciudad de las Flores” albergó a una aristocracia cafetalera que amasó grandes fortunas. Actualmente, el centro histórico conserva parte de ese aire refinado.
Desde aquí muchos son los que suben las laderas del volcán Barva, cuyos prados verde esmeralda ceden el paso a pinares, hasta confundirse con los bosques nubosos que tapizan las laderas más altas del Parque Nacional Braulio Carrillo. No muy lejos, dos volcanes más: el Poás y el Irazú. Ambos humean pero es posible conquistar su cima y admirar el espectáculo de sus entrañas.
CARTAGO
La ubicación de la ciudad de Cartago a orillas de un río fue cuidadosamente elegida por el gobernador español Juan Vázquez de Coronado, que afirmaba que “nunca había visto un valle tan bonito”.
Fundada en 1563 como primera capital del país, Cartago ofrecía una exquisita arquitectura. Lamentablemente, la ciudad quedó totalmente destruida en 1723 por una erupción del volcán Irazú y posteriormente por los terremotos de 1841 y 1910. Aunque la ciudad quedó relegada a un segundo plano, la zona de los alrededores, sobre todo el valle de Orosí, prosperó mucho durante la época del comercio del café. Actualmente gran parte de la región sigue dedicada a la producción cafetera.
Aquí, una corriente permanente de fieles se arrodilla y reza ante La Negrita, en la Basílica de Nuestra Señora de los Angeles, patrona de la ciudad, a la que se atribuyen curaciones milagrosas.
LIMÓN
El 25 de setiembre de 1502, Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje arribó al litoral caribeño costarricense. Si bien no desembarcó por motivos de salud, tuvo conocimiento de las características de la región y entró en contacto con algunos indígenas. A pesar de este hecho, durante más de dos siglos, Carián (Limón) permaneció prácticamente desconocido. En realidad, la ciudad de Limón y toda la provincia surgía en el siglo XX como una región multiétnica y multilingüística, al contar en su población con negros, chinos, indígenas y mestizos provenientes del Valle Central.
En cuanto al aspecto arquitectónico, el estilo conocido como victoriano caribeño se difundió y adaptó a la zona. Así se consolidó para la región una fisonomía arquitectónica muy propia y distinta a la del interior del país. La vivienda tradicional se levantó en madera y se elevó del suelo sobre pilotes.
Hoy en día, en el Barrio Jamaica Town, habitado mayoritariamente por afrocaribeños, aún se conservan muchas casas de entre 80 y 100 años en este estilo, pintadas con el tradicional verde azulado.
Mucho, mucho más ofrece Costa Rica. La oferta no se agota aquí, ni mucho menos. Por si todo esto fuera poco una muy cuidada infraestructura hotelera y una eficaz red de microbuses nos permiten trazar nuestro propio viaje y movernos a nuestro antojo. El problema surge a la hora de elegir. Pero de esto nos ocuparemos, precisamente, en los próximos capítulos.
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