Hay una pequeña ínsula de Francia de la que todo el mundo está hablando estos días. Un lugar bucólico que ha roto su habitual sosiego por un evento deportivo de ámbito mundial. Se trata de la preciosa Isla de Ré que ha sido escogida por la Selección Española de Fútbol como su base de operaciones durante la Eurocopa 2016.
Nosotros tuvimos la gran suerte de visitar este magnífico lugar hace unos cuantos años durante nuestro viaje a La Rochelle y, con las pinceladas que os dimos entonces, creo que quedó patente que nos enamoramos de aquella zona oeste de Francia.
Si vas a estar en la Eurocopa o te animas a visitar la antigua región metropolitana de Poitou-Charentes, sería un crimen que no te acercaras a la preciosa Isla de Ré. Sólo se puede acceder a ella a través de un largo puente con peaje, así que mucha gente deja aparcados sus coches en la orilla continental de La Rochelle para cruzar en autobús a hasta allí.
A todas luces es un lugar realmente hermoso y de ritmo sosegado, perfecto para viajar con niños, pero también para amantes de playas tranquilas y aromas marineros, con una gastronomía rica y deliciosos pueblecitos donde parece que no suceda nada. Imperturbables al paso del tiempo y a la voracidad del turismo actual.
Visita a Saint-Martin de Ré en la Isla de Ré
La Isla de Ré tiene un tamaño muy reducido, tan sólo 30 kilómetros de largo y cinco de ancho. Sus peculiares dimensiones y su estilo de vida no toleran los viajes con prisas. Como si de un jugoso manjar se tratara, hay que saborear lentamente los ingredientes, poco a poco, con mucho cariño. Lo ideal es ir picoteando sus pueblecitos para extraerles todo el jugo y descubrir su esencia.
Saint-Martin de Ré fue nuestra primera parada y un poco la que marcó nuestras impresiones sobre la ínsula. Es el pueblo más grande y la capital oficiosa de la Isla de Ré, aunque eso no altera ni su ritmo ni su encanto. Por sus calles se respira una deliciosa fragancia marinera (un aroma que los vientos roban del océano Atlántico) y un ambiente muy plácido. La Francia de la belle vie.
La localidad es muy pequeña, así que se puede visitar tranquilamente andando o a lomos de una bicicleta. Los principales encantos de Saint-Martin de Ré se dividen en dos zonas. La primera sería la de las imponentes fortificaciones construidas por Vauban, el más célebre de los los ingenieros de Luis XIV. La segunda, y más típica, el casco viejo del municipio.
Como nuestra ración de murallas había quedado saciada con la visita a las torres de La Rochelle, decidimos obviar las fortificaciones y pasear tranquilamente por el centre-ville. Allí el puerto es el que configura la fisonomía de la ciudad. Está atestado de animadas terrazas de restaurantes y cafeterías, casitas muy bien cuidadas y tiendas con fachadas de colores muy fotogénicas que se levantan sobre las callejuelas empedradas.
Si tienes ganas de pasar un buen rato, allí mismo puedes contratar excursiones en bicicleta, a caballo, en segway o incluso en alguno de los pintorescos barquitos que aguardan su turno en el puerto de Saint-Martin de Ré. Desde allí puedes explorar las típicas salinas de la Isla de Ré, detenerte a comer las deliciosas ostras que se capturan en el litoral o descubrir las marismas que tanto enriquecen el entorno.
Este pueblo de Francia tiene un par de museos que merecen una parada, el Hôtel de Clerjotte y el Ernest Cognacq. Sin embargo, cuando nosotros estuvimos allí hacía un día tan sensacional que renunciamos a interiores y nos dedicamos a pasear sin rumbo. Casi forzosamente nos perdimos por las callejuelas adoquinadas que rodean el coqueto puerto de Saint-Martin de Ré.
Sin brújula en mano y con pocas pretensiones, pronto llegamos hasta una extraña iglesia. No hace falta ser un genio de la arquitectura para ver que estaba construida con varios estilos, como si se tratara de un rompecabezas que han ido encajando a lo largo de la historia. Tenía algunas partes en ruinas, curiosamente hermosas y lúgubres al mismo tiempo.
Luego seguimos deambulando por los adoquines de Saint-Martin de Ré sin ningún objetivo, sólo por el simple placer de caminar y contagiarnos de su ritmo. Una forma extraordinaria de cargar las pilas y desconectar del resto del mundo.
Pese a que no sale en las guías de viajes a Francia, nos dio la impresión de que es un buen lugar para pasar las vacaciones de verano. Una de esas joyas que prefiere conservar su anonimato para no perder su encanto. Cuando paso el boom de la Eurocopa seguro que sabe volver a su ritmo habitual, así que mejor les guardamos el secreto.
Galería de fotos de Saint-Martin de Ré
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