miércoles, 28 de junio de 2017

Viajes. Las Rocosas más espectaculares

Las Rocosas canadienses se alzan formando un impenetrable muro de roca y nieves perpetuas sobre las praderas de Alberta y el amplio valle del Rocky Mountain Trench. En el siglo XIX la búsqueda de los pasos naturales a través de la cordillera llevó, primero a cazadores y luego a trabajadores ferroviarios, a descubrir un escenario de extensas lenguas glaciares, lagos color turquesa y picos de roca oscura. Hoy esos tesoros se agrupan en los parques nacionales de Jasper, Banff y Yoho, declarados en 1984 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La pequeña ciudad de Jasper es el inicio de la ruta que, a través de la Icefields Parkway, alcanza el parque de Banff, 232 kilómetros al sur. Jasper debe su nombre a Jasper Hawes, empleado de la empresa peletera North West Company, cuya cabaña a orillas del lago Brule fue un punto de avituallamiento e intercambio de pieles para tramperos e indios iroqueses y stoneys entre 1814 y 1817; un siglo y medio después, Sidney Pollack se inspiró en Hawes para rodar Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972).

El Parque Nacional Jasper cuenta con la mayor extensión de terreno virgen y especies salvajes del país, además de una red de mil kilómetros de senderos que atraviesa bosques de abetos y amplias praderas. Sobre un mapa, sus casi 11.000 km2 son una gran mancha con solo un par de carreteras en las cercanías de Jasper. Una de ellas remonta el río Maligne, que se abre paso serpenteando entre muros de roca caliza con 55 metros de altura en algunos puntos.

El sendero que recorre el cañón discurre por pasajes increíblemente estrechos hasta llegar al lago Maligne. Es el más grande de las Rocosas y recibe el agua de varias lenguas glaciares que se ven durante el paseo en las embarcaciones que navegan hasta la isla Spirit. Por la noche, desde los campamentos de la orilla, se oye el rumor de las avalanchas que se deslizan por las laderas de Monk Head y los aullidos de los coyotes.

La autovía de los glaciares

La ruta sigue rumbo sur por la Icefields Parkway. Esta carretera fue construida en la década de 1930 para dar trabajo a cientos de desempleados y se diseñó pensando en que su trazado ofreciera sorprendentes vistas panorámicas. Treinta kilómetros al sur de la ciudad de Jasper surge el camino que conduce a las cascadas Athabasca; el eco de sus aguas suena en la distancia como una muestra del poder de los ríos de estas montañas, capaces de horadar profundas brechas en la dura roca. A pocos minutos de las cascadas, aparece el Goats and Glaciers Viewpoint, el mejor punto para ver las cabras de las Rocosas, cuyo pelo blanco destaca sobre los canchales de pizarra.

Hoy el parque recibe siete millones de visitas anuales. Esta gran afluencia ha alejado a los grizzly y los lobos grises a zonas menos accesibles

Después de haber coronado el collado Sunwapta nos topamos con los distintos brazos del campo de hielo Columbia (215 km2), la extensión glaciar más grande de la cordillera, que se asienta sobre la división continental de América del Norte. El Icefield Centre, junto a la misma carretera y frente al glaciar Athabasca, ofrece una introducción al paisaje de las Rocosas a través de exposiciones y rutas en vehículos adaptados. Sin embargo, existe una forma menos multitudinaria de adentrarse en este entorno de hielo: la caminata de cuatro kilómetros que, desde el aparcamiento del Wilcox Creek Campground, lleva hasta las praderas del Wilcox Pass. Desde este collado se ven las lenguas del glaciar, cuyos hielos alimentan los ríos Columbia, Saskatchewan y Athabasca, que desembocan en tres océanos distintos: el Atlántico, el Pacífico y el Ártico.

La Icefields Parkway cruza el Sunwapta Pass y entra en el Parque Nacional de Banff, el más antiguo de Canadá. William Cornelus Van Horne, presidente de la Canadian Pacific Railway y promotor de la reserva, declaró en 1885, año de su fundación: «Si no podemos exportar el paisaje, importaremos a los turistas». Hoy el parque recibe siete millones de visitas anuales. Esta gran afluencia ha alejado a los grizzly y los lobos grises a zonas menos accesibles, pero a primera o a última hora del día y desde la misma carretera es posible ver algún ejemplar del gran oso americano o escuchar el aullido penetrante de un lobo. Resulta mucho más fácil –y más inofensivo– ver wapitis (ciervo canadiense) y coyotes, especialmente si se circula por la Bow Valley Parkway, que conecta las localidades de Lake Louise y Banff.

Canada? 162-3

Los lagos Peyto y Moraine son los paisajes icónicos más reconocibles de este veterano parque. El contraste de sus aguas turquesas con las tupidas líneas de abetos que crecen a sus orillas y las paredes de roca y hielo que los rodean, convierten la escena en una imagen de una perfección casi irreal. El lago Peyto cuenta con un mirador, pero las mejores vistas se disfrutan desde el Bow Summit Lookout, a tres kilómetros del aparcamiento.

En cuanto al lago Moraine, a diez minutos de Lake Louise, lo más recomendable es recorrer su perímetro por el Lakeshore Trail y así admirar el sensacional grupo de cimas de más de 3.000 metros que coronan el valle de Ten Peaks. Contemplar el reflejo de las cumbres con las primeras luces del día filtrándose a través del muro rocoso es inolvidable.

A la altura de la población de Lake Louise, la Icefields Parkway se cruza con la Trans Canadian Highway, la carretera que atraviesa el país de costa a costa y que conecta con el Parque Nacional de Yoho. Los indios cree usan la exclamación «yoho!» para describir sorpresa y admiración, un nombre perfecto para los escarpados picos que hace un par de siglos plantearon a la Canadian Pacific Railway su mayor desafío.

Si hubiera que destacar Yoho del resto de parques sin duda sería por sus cascadas. Riendo Falls, Twin Falls, Wapta Falls y Takakkaw Falls, esta última con 380 metros de caída, son por sí solas el objetivo de cortas excursiones. El otro tesoro natural de Yoho lo constituyen los lagos. El deshielo de los glaciares es el responsable de los matices del color de los lagos Emerald y O’Hara, ambos accesibles por carretera, aunque en verano se restringe la entrada de vehículos. Este último es el punto de partida del Lake Oesa Trail, una de las sendas más bonitas de esta reserva.

Regresar a la autopista rumbo a Vancouver demuestra que el corazón de las montañas Rocosas es mucho más amplio que los límites de sus parques. Circulando con bosques a lado y lado, uno siente que este territorio salvaje no ha perdido el magnetismo que cautivó a los primeros exploradores.

PARA SABER MÁS

Documentos: pasaporte

Idioma: inglés y francés.

Moneda: dólar canadiense.

Diferencia horaria: 8 horas menos en verano.

Cómo llegar: Vancouver y Calgary reciben los vuelos procedentes de Europa. Desde España se hace escala en una ciudad europea. Ambos aeropuertos disponen de alquiler de vehículos y autobús al centro.

Cómo moverse: El coche y la autocaravana son el mejor transporte para recorrer las Rocosas. El tren de Vancouver tiene parada en Lake Louise.

Alojamiento: Hay hoteles y zonas de acampada para autocaravanas a lo largo de toda la Icefields Parkway.

Parques Nacionales de Canadá

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