Nunca llueve en Barcelona… o casi nunca. A nosotros nos tocó sacar el paraguas en nuestra última visita a la Ciudad Condal, la primera para nuestra hija. Pero no nos importó.
Algo tiene Barcelona que da lo mismo el tiempo porque siempre podrás hacer planes para no aburrirte, y más si viajas con niños. Nos alojamos en la calle más concurrida de la ciudad…sí: ¡Las Ramblas! Así que la diversión al ver transitar a gente tan variopinta y de tantas nacionalidades estuvo asegurada. Confieso que, aunque demasiado bullicioso, resulta inspirador observar tal cantidad de escenas pintorescas y personajes carnavalescos…
Palau Güell
Nuestra primera visita fue el Palau Güell, casi en el tramo final de Las Ramblas. Nada más llegar, al ver a nuestra pequeña Alejandra, los guías del palacio le obsequiaron con cuentos sobre la historia de la que es la primera gran obra de Gaudí y un juego para vestir a muñecos de cartón la Belle Epoque barcelonesa. “Qué trajes y vestidos tan elegantes, mamá”, fue su primera observación. Y con una sonrisa, comenzamos a descubrir el palacio.
Audioguía en mano cada uno de nosotros, a Alejandra le fascinó la experiencia de recorrer la infinidad de habitaciones, algunas intercomunicadas entre sí, casi un laberinto hecho mansión: desde la planta subterránea donde un día hubo caballerías, hasta a la parte más espectacular, la azotea.
En cuanto ascendimos hasta el último piso, nos llevamos la alegría de que el cielo estaba azul y pudimos disfrutar de las impresionantes vistas “de pájaro” de Barcelona: una manera diferente de conocer las dimensiones de la ciudad. Y qué originales las 20 chimeneas de colores que decoran la azotea: ¡espectaculares! En 40 minutos aproximadamente recorrimos todo el palacio, algo que a los niños no les resulta pesado. Por cierto, los cuartos domingos de mes ofrecen visitas guiadas para familias.
Hotel Le Meridien Barcelona: Master Chef Junior sin salir del hotel
Nuestro hotel (Le Méridien Barcelona) estaba situado muy cerca del Palau Güell, así que decidimos comer en su restaurante: Centonze, un local con un aire muy cosmopolita e internacional y con un muy buen menú infantil. Alejandra pidió una hamburguesa “que parecía de mayores”, recuerda.
Tras descansar en la habitación family suite que nos asignaron, por cierto, la más espaciosa de la que hemos disfrutado nunca, íbamos a salir a dar una vuelta pero la lluvia había vuelto. Así que el “conserje infantil”, siempre atentísimo con los niños, se dirigió a Alejandra para hacerle la pregunta que todo niño quiere oír varias veces al día si es posible: “¿Te gusta el chocolate?”.
La respuesta os la podéis imaginar…fue claramente afirmativa. Inmediatamente le colocó un gorro de chef personalizado con su nombre y un delantal y… ¡voilá!…¡concurso de repostería junior! El reto consistía en decorar, junto a otros pequeños huéspedes, pastelitos con los miles de trocitos de chocolate de diferentes figuras y colores preparados para despertar la fantasía e imaginación más dulce. Alejandra optó por el chocolate de diferentes colores y… ¡¡vaya pinta que tenía el pastel!! ¡Fue el postre perfecto! Y os preguntaréis qué hacíamos los padres mientras tanto… tomarnos un café, relajados, leyendo el periódico, ¿qué más se puede pedir en una tarde de lluvia?.
Las sorpresas de la tarde no acababan aquí porque uno de los camareros les enseñó a crear, paso a paso, un cocktail de fraumbuesa (sin alcohol, claro), con sus florecitas decorativas y todo que Alejandrá tardó 30 segundos exactamente en beberse. Había trabajado mucho como repostera… pero lo mejor de la tarde no fue la borrachera de chocolate y azúcar, sino la amistad que surgió con uno de los niños que participaba en las actividades. Cualquier día, en cualquier lugar, a cualquier hora, cualquier ciudad es buena para hacer nuevos amigos.
Porque, como dice el mensaje de la tarjeta de bienvenida que nos pusieron en la habitación, “El único viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos” (Marcel Proust, escritor francés).
La playa de la Barceloneta
No podía faltar en nuestra visita el saludo indispensable al mar Mediterráneo. Cuando llegamos, la playa de la Barceloneta estaba limpia, sin hamacas y con pocos turistas… la teníamos toda para nosotros, así que Alejandra se lanzó rápidamente a la arena a jugar, saltar, buscar conchas, piedras… hasta que se percató de las estatuas de arena que estaban construyendo los “artistas de la playa”: un castillo al estilo El Señor de los Anillos, los 3 Monos Sabios… todas le gustaron un montón.
Avanzamos pisando la arena en dirección Poble Nou y descubrimos otra escena nueva para nosotros: deporte callejero a pie de playa con zona infantil en donde realizar ejercicio es lo único que hay que hacer para pasarlo bien, así que ¡nos unimos los tres al plan!
Ya agotados, de camino de vuelta al hotel, a la altura de Port Vell, nos encontramos con “el chico que hace pompas de jabón gigantes”. A la peque todavía le quedaba energía para saltar a la caza de las pompas, ¡qué gran placer!
El zoo de Barcelona
En pleno centro de Barcelona, en el parque de la Ciudadela, se encuentra el zoo. Si os gustan los animales, merece la pena visitarlo y recordar que un día albergó al conocido gorila albino “Copito de Nieve”. Ahora viven en él ejemplares de 400 especies diferentes que no se encuentran en cualquier zoo.
Desde luego, nosotros habíamos estado en Barcelona muchas veces, pero esta vez la descubrimos con la los ojos y la ilusión de un niño.
Sobre la autora
Marta Chávarri Izu
Me dedico a observar lo que ocurre a mi alrededor para contarlo a través de los medios de comunicación. Desde hace bastante más de una década. Mi pasión se convirtió en profesión… y unos 1.500 telediarios después, llegaba la noticia de mi vida: mi pequeña Alejandra nació. Desde entonces me gusta viajar por esta vida encontrando lugares en los que ella y cualquier niño del mundo sea feliz.
Twitter: @martukicha
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