La guía Michelín siempre se ha mostrado muy pagada de sí misma, a pesar de ser criticada y odiada, ya se sabe: «toda publicidad es buena». Incluso después de que el legendario Christian Millau, creador de la guía Gault Millau en los días de la Nouvelle Cuisine, la comparara con una «guía telefónica», el hecho de ser única en su especie la convirtió en un tirano incompetente.
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