Lo que antes parecía eterno —macizos de hielo majestuosos que coronaban cordilleras y regiones polares— ahora se derrite a un ritmo aterrador. Por eso, la ONU ha decidido que el Día Mundial del Agua 2025 se centre en la conservación de los glaciares, proclamando, además, este año como el Año Internacional dedicado a su preservación.
Es una llamada de emergencia, casi un grito, que busca despertar a un mundo adormecido frente a una amenaza tan silenciosa como devastadora.
Los glaciares almacenan cerca del 70% del agua dulce de la Tierra. Su existencia sostiene el ciclo del agua, regula climas regionales, mantiene ecosistemas y abastece a millones de personas. Sin embargo, en 2023, el planeta perdió más de 600 gigatoneladas de masa glaciar, la mayor pérdida registrada en medio siglo, según datos de la Organización Meteorológica Mundial
Sin espacio para la esperanza
Celeste Saulo, Secretaria General de la OMM, no ha dejado espacio para la esperanza ciega al declarar que el 2024 fue el año más cálido jamás registrado. “Todas las regiones con glaciares reportaron pérdidas”, ha afirmado.
La situación es tan crítica que no solo se ve amenazada la biodiversidad, sino la seguridad hídrica de millones. Los últimos diez años, de 2015 a 2024, fueron los más calientes desde que se tiene registro, con océanos hirviendo, atmósferas recalentadas y niveles sin precedentes de gases de efecto invernadero. Mantener el aumento de temperaturas por debajo de 1,5 ºC —como establece el Acuerdo de París— se ha convertido en una carrera contra el tiempo.
No se trata de un año anómalo, sino de una década encadenada de extremos. Tormentas, inundaciones, retrocesos glaciales, niveles del mar en constante ascenso y una criosfera —la parte helada del planeta— que se deshace. La pérdida de glaciares significa mucho más que la reducción de una masa de hielo: es el desmoronamiento de la historia congelada del planeta, de su memoria climática, de su equilibrio natural. Su desaparición representa la pérdida de un archivo natural sin reemplazo.
Más efectos secundarios
Pero el problema no termina ahí. El deshielo abrupto está alterando el ritmo del ciclo del agua. Provoca riadas impredecibles, deslizamientos de tierra, afecta a las infraestructuras humanas y empuja a especies enteras al borde del colapso ecológico.
También contribuye al aumento del nivel del mar, que ya se encuentra 20 cm por encima del nivel de 1900. Según estudios recientes, el derretimiento podría liberar decenas de miles de toneladas de bacterias desconocidas en los próximos 80 años, como ha revelado la Universidad de Aberystwyth.
Las recomendaciones de los expertos
Limitar el calentamiento global a 1,5 ºC es una de las pocas llaves que nos permitiría salvar al menos dos tercios de los glaciares inscritos como Patrimonio de la Humanidad, según la UNESCO.
Los expertos también recomiendan sistemas de monitoreo globales más eficaces, redes de alerta temprana y la preservación de conocimientos tradicionales asociados a estos ecosistemas. La gestión sostenible del agua en las regiones dependientes de glaciares también se vuelve urgente, en un momento en que su desaparición avanza como un río desbocado.
El deshielo no es un fenómeno reciente. Desde 1961, se han derretido más de 9,6 billones de toneladas de hielo glacial, según un estudio de la Universidad de Zúrich. El caso de Groenlandia es especialmente revelador: solo en el verano de 2012 se fundieron el equivalente a 244 millones de piscinas olímpicas. En 2019, esa cifra alcanzó los 224 millones. El retroceso glaciar no solo reconfigura el paisaje ártico, sino que amenaza directamente el equilibrio climático de regiones como Europa.
Y hay más. La retirada del hielo está reconfigurando incluso las fronteras políticas. En 2024, Suiza e Italia tuvieron que redefinir partes de su frontera común debido a la desaparición de glaciares en los Alpes. En el Ártico, los intereses geopolíticos se intensifican a medida que las aguas liberadas del hielo permiten nuevas rutas comerciales y accesos a recursos energéticos. El IIASA advierte que el Ártico será epicentro de tensiones económicas, industriales y hasta militares en las próximas décadas.
En última instancia, la desaparición de los glaciares no solo es una cuestión ambiental o climática: es una cuestión de justicia intergeneracional. Lo que perdamos hoy, lo perderán también quienes aún no han nacido. Por eso, preservar estos gigantes blancos es una forma de proteger nuestra historia, nuestra memoria colectiva y nuestro derecho a un futuro habitable.
via Sergio Parra https://ift.tt/v6fYut9
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