Los gatos poseen habilidades que a los humanos a menudo nos pasan desapercibidas. Aunque ahora sean animales domésticos, su linaje félido les hace conservar cualidades de sus parientes salvajes, que viven en territorios amplios y han tenido que agudizar sus sentidos para sobrevivir. Algunos son muy evidentes, como el olfato y el oído; pero otros pasan inadvertidos, como es el caso de su percepción de los campos magnéticos.
Y es que el gran sentido de la orientación que poseen los gatos no está sustentado solamente en la observación visual y el reconocimiento de olores: a lo largo de décadas, varios experimentos han demostrado que los campos magnéticos juegan un papel fundamental en su capacidad para orientarse.
Los gatos y el campo magnético
El sentido de la orientación de los gatos es algo que lleva estudiándose desde mediados del siglo XX. En 1954 se realizó un interesante experimento que consistía en colocar a gatos dentro de un laberinto con diversas salidas y observar si lograban llegar a alguna de ellas. Y se observó que no solo lo conseguían, sino que además, la mayoría lo hacía por la salida que estaba orientada en dirección a su casa.
Esto hizo pensar a los científicos que los gatos sabían orientarse de algún otro modo que no fuesen pistas visuales. Entonces realizaron un segundo experimento, pero esta vez les colocaron un collar con un pequeño imán. En esta ocasión, los animales se mostraron más desorientados, lo cual apoyó la hipótesis de que el sentido de la orientación de los gatos estaba vinculado a la percepción del campo magnético.
A lo largo del tiempo el experimento de los imanes se ha repetido con diversas especies, desde vertebrados como tortugas y aves hasta insectos como las polillas, y los resultados en la mayoría de ellos apuntan al mismo resultado: sin la intervención del magnetismo artificial, muchos animales saben guiarse por el campo magnético terrestre. Un caso paradigmático es el de las tortugas, que al salir del cascarón “memorizan” el patrón magnético de la playa donde nacen y, años después, lo utilizan como una brújula para volver a esa misma playa a desovar.
¿Cómo funciona la brújula biológica de los gatos?
Aunque el mecanismo exacto aún no se comprende del todo, hay varias hipótesis que explican cómo los gatos pueden orientarse y encontrar el camino de regreso a casa, a veces incluso después de recorrer largas distancias. Con el tiempo, hay dos hipótesis principales que han sido respaldadas por los estudios.
La primera sugiere que los gatos, al igual que algunas aves y otros mamíferos, tienen en sus células partículas de magnetita, un mineral con propiedades magnéticas. Estas partículas actúan como sensores internos que detectan los campos magnéticos de la Tierra y les proporcionan una referencia direccional, del mismo modo que lo hace una brújula.
La segunda está relacionada con unas proteínas llamadas criptocromos, que están presentes en la retina de los ojos de varias especies de vertebrados. Al recibir luz azul, estas proteínas experimentan una reacción química que genera radicales libres sensibles al campo magnético: esto envía una señal nerviosa al cerebro que lo reinterpreta como información direccional.
Ambas hipótesis no son, de hecho, excluyentes; por ejemplo, las aves migratorias usan los dos mecanismos a la vez. Además, aunque muchos gatos pueden encontrar el camino de regreso a casa (de hecho, raramente se alejan a más de un kilómetro a la redonda), no todos lo hacen con la misma facilidad: factores como la edad, el estrés, las condiciones climáticas o el hecho de ser un gato que nunca ha salido al exterior pueden influir en su capacidad de navegación.
¿Los perros se orientan de la misma manera?
Los perros también poseen criptocromos y se ha demostrado que pueden detectar el campo magnético terrestre y usarlo para guiarse, pero su orientación funciona de manera diferente a la de los gatos. Los perros tienen un sentido del olfato mucho mejor que el de los gatos (300 millones de receptores olfativos frente 200 millones), con lo cual el magnetismo es para ellos un mecanismo de apoyo y no cumple una función tan importante como en otras especies.
Su memoria espacial también funciona de forma distinta. Los gatos son mejores cuando se trata de memorizar rutas precisas, mientras que los perros son más flexibles a la hora de llegar desde un punto a otro explorando caminos diversos. Esto se debe a que usan principalmente el olfato como guía, mientras que los gatos confían más en su sentido de la vista y en la memorización de puntos de referencia. Esto hace que el magnetismo sea para ellos un apoyo mucho más importante de lo que lo es para los perros.
Como consecuencia de estas diferencias, a los perros se les da mejor orientarse a distancias más grandes pero tienen problemas cuando hay olores fuertes que interfieren con su olfato, como el fuego o la gasolina. En cambio, los gatos no sufren tanto estas interferencias pero su capacidad para orientarse disminuye considerablemente si se alejan demasiado de sus lugares de referencia.
via Abel G.M. https://ift.tt/rlK5hMW
No hay comentarios:
Publicar un comentario