jueves, 30 de agosto de 2018

Periodismo viajero. ESTELLA-LIZARRA, CIUDAD MONUMENTAL

Vista de la iglesia de San Miguel de Estella – Lizarra

Efectivamente, ahí está Estella-Lizarra a medio camino entre Pamplona y Logroño y para muchos es una de la ciudades más atractivas de nuestra geografía.

Estella-Lizarra, Santo Sepulcro

Levantada entorno a un gran meandro del río Ega, esta ciudad puede presumir de ser el broche final de una las etapas clave del Camino de Santiago, la que trae de otra localidad que, seamos justos, también se las trae: Puente La Reina.

En Estella-Lizarra hay de todo: historia, patrimonio, gastronomía… La profusión de monumentos en su parte antigua y su buen estado de conservación es tal que la convierten en uno de los conjuntos monumentales más notables del país. De hecho nadie ponen en duda que estamos frente a una de las ciudades monumentales más interesantes del Camino de Santiago. Poco más podemos pedir aquellos a quienes nos encanta viajar.

Así las cosas, dispongámonos ya a descubrirla pero hagásmolo con calma porque es la ciudad perfecta para que nos sintamos “mimados” con su grandes tesoros artísticos y disfrutando de todos y cada uno de sus rincones… que son muchos.

Plaza de San Martin de Estella – Lizarra

 

ENORME PASADO MEDIEVAL

La ciudad fue impulsada en el año 1090 por el rey de Aragón Sancho Ramírez que en la Edad Media, cuando se estaba configurando la Ruta Jacobea desde Francia por Roncesvalles, desvió el trazado primitivo. En el siglo XIII ya se había convertido en uno de los más importantes centros comerciales del Camino de Santiago, donde convivían navarros, francos y judíos. En 1328 éstos últimos, que dominaban buena parte de la economía, fueron atacados por el resto, lo que produjo diversas matanzas que, con las posteriores epidemias, diezmaron gran parte de la población y frenaron su desarrollo.

Sin embargo, la ciudad fue creciendo y se crearon palacios, iglesias, hospederías, hospitales… Aún son visibles todos estos hitos del Camino Jacobeo.

Vistas del Monasterio de Santo Domingo de Estella – Lizarra

Hasta tres castillos tuvo en su día Estella -Lizarra: el castillo de Belmecher, el de Zalatambor, el Castillo Mayor, éste último residencia real hasta el siglo XV. Ninguno de ellos sigue en pie pero junto a ellos se construyeron otros muchos edificios  que convirtieron a Estella-Lizarra en la capital de románico navarro. Como ejemplos, El Palacio de los Reyes de Navarra, donde está instalado el Museo Gustavo de Maeztu dedicado a la obra de este pintor contemporáneo; la iglesia de San Miguel Arcángel, que destaca por su portada románica decorada con relieves; la parroquia de San Pedro de la Rúa, del siglo XII y que combina influencias moriscas y cistercienses; la iglesia del Santo Sepulcrode Santa María Jus del Castillo, la antigua sinagoga

San Pedro de la Rua de Estella – Lizarra

Vista del claustro de San Pedro de la Rua de Estella – Lizarra

 

EN LA JUDERIA

Y ya que hablamos de sinagogas situémonos en el barrio judío.

Efectivamente la que en su día fue la tercera judería más importante del Reino de Navarra es una verdadera joya. Hoy sólo queda la calle de Elgacena para recordarnos este primitivo barrio judío que en el siglo XII ya estaba abandonado y ocupado por cristianos.

Sin embargo, los judíos no abandonaron Estella-Lizarra y se instalaron bajo la colina del Castillo Belmecher con todas las instalaciones habituales. Hay que visitarlo.

Mira este VIDEOhttps://www.youtube.com/watch?v=221M0ejGLFE

 

TIEMPO DE BEBER Y COMER

Estamos en tierra de buen vino, ojo! De hecho es otro de los grandes atractivos de la región, muchos de ellos integrados en la denominación de origen de Navarra y Rioja. Incluso en muchas de las bodegas se ofrecen visitas, catas y propuestas de alojamiento.

¿Y de comer? Aquí se come bien, muy bien. Muchos son los viajeros que utilizan Estella como pretexto para sus “escapadas gastronómicas”. Porque en Estella cualquier restaurante o bar de tapas es un lujo, verdaderos templos gastronómicos donde probar los famosos espárragos de Navarra, las pochas, los calbotes, especialidades de la zona.

Platos típicos de la gastronomía de Estella-Lizarra

Una sugerencia: habrá que probar el cochinillo (localmente conocido como “gorrin”) y las Rocas del Puy. En Estella es un bombón típico a base de avellanas y chocolates.

 

 

 

 

 



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lunes, 27 de agosto de 2018

España. Córdoba: un destino y cuatro visitas Patrimonio Mundial



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Viajes. Palomas para medir la contaminación

Una fresca mañana de primavera de 2016 se soltaron en Londres 10 palomas mensajeras. Algunas portaban dispositivos minúsculos que recababan datos sobre el dióxido de nitrógeno y el ozono presentes en la atmósfera de la ciudad. Era la primera misión de la Patrulla Aérea Columbina.

Desde la antigüedad el ser humano ha aprovechado el talento de estas aves para orientarse. Los antiguos romanos y Gengis Kan ya las usaban como mensajeras. Los franceses impusieron condecoraciones militares a dos palomas por los servicios prestados en la Primera Guerra Mundial. Durante la Segunda se usaban para guiar misiles, entrenándolas haciéndoles picotear un objetivo en una pantalla. (Los sistemas de radiocontrol sustituyeron a las aves, pero la tecnología utilizada entonces para su entrenamiento sigue viva en las pantallas táctiles de hoy).



El proyecto londinense fue ideado por Plume Labs, la start-up de Romain Lacombe, para concienciar a la gente sobre la calidad del aire que respira. Según un estudio, la contaminación atmosférica de Londres se cobra más de 9.400 vidas al año. Cuando un experto en marketing le presentó la idea de llamar la atención sobre este problema con palomas, Lacombe tuvo que hacer un ejercicio de imaginación para creerlo. Pero el plan surtió efecto.

La campaña inspiró a voluntarios humanos a llevar los mismos dispositivos, que ya han registrado la calidad del aire de 2.100 kilómetros de rutas londinenses.

"Usamos la antítesis de la tecnología para lograr algo vanguardista –dice Lacombe–. Si hay que echar mano de las palomas para captar el interés del público, bienvenidas sean".



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viernes, 24 de agosto de 2018

Viajes. Provenza en verano, mucho más que campos de lavanda

La Provenza no tiene un solo color. Su nombre trae recuerdos del rabioso amarillo de los girasoles, del violeta claro de la lavanda o de los pétalos de rosa que se recogen en Grasse.

Más allá se encuentra el mar,la Costa Azul, con sus endiabladas curvas tan cinematográficas, sus desniveles de infarto y el glamur de Mónaco y de Cannes. En ocasiones los focos de Niza, el carisma canalla de Marsella o incluso la severidad de Montpellier han oscurecido el sencillo encanto de esta región sureña, muy mediterránea e inconfundiblemente francesa.

La Provenza se extiende al este de la cuenca del Ródano: Montélimar la delimita por el norte y, por el sur, se estira desde Arles hasta la frontera con Italia. Surcada por carreteras estrechas y pintorescas, que imponen su propio ritmo, la Provenza no es una zona buena para las prisas, sino para contemplar la naturaleza y seguir las huellas de la historia, o para disfrutar con calma de un vino o de un perfume elegido entre muchos.

Cuando el calor intensifica el aroma embriagante de los campos de lavanda, empieza la época más deslumbrante y animada de la Provenza

El momento ideal para visitarla se da entre la última quincena de junio y la primera de julio, cuando el calor intensifica el aroma embriagante que emana de los campos de lavanda y de rosas. Empieza entonces esa época en que los mercados locales, animados por música callejera, rebosan de girasoles y de hortalizas, gavillas de lavanda ya seca, excelentes quesos, vino, miel y otras delicias de la zona. Hay trigales y olivos, como ya debieron crecer en tiempo de los romanos, y ese gusto francés por la piedra y la madera un poco desvaída que ha permitido a los provenzales conservar con exquisitez gran parte de su patrimonio arquitectónico.

La bella Aviñón

Aviñón es un excelente punto de partida. Amurallada y asentada a la orilla del Ródano, con las raíces hundidas en el peñón del Rocher des Doms, la ciudad floreció a partir del siglo XIV cuando el papa Clemente V trasladó allí la sede pontificia. Las huellas de ese esplendor se observan, sobre todo, en el Palacio de los Papas, construido entre 1335 y 1355 como una fortaleza gótica. Requiere varias horas recorrer con calma los salones, el patio interior plagado de rosetones, y sus dos palacios. La tentación sería compararlo con el Vaticano, pero tanto el planteamiento como el estilo son del todo diferentes: nos encontramos en un castillo, en el que la belleza de los detalles no oculta los muros ni las almenas fortificadas.

Aun así, hay que recurrir a la imaginación para suponer lo que significaba para una ciudad de provincias convertirse en el corazón espiritual de Occidente. Hasta el retorno de la curia a Roma en el siglo xv, siete papas y dos antipapas fueron proclamados en Aviñón. Lejos de las intrigas vaticanas, una gran cantidad de pensadores y teólogos se sentían libres aquí. El Festival de Teatro que se lleva a cabo durante el mes de julio en el palacio es un vestigio de la importancia que adquirieron los artistas y escritores; el poeta Petrarca, entre ellos, imaginaba a su inmortal Laura junto a los viñedos y nos legó un texto magnífico, la carta a su amigo Dionigi di Borgo, donde narra la ascensión que realizó al Mont Ventoux en abril de 1336.

Inspiración de pintores

La Provenza es, en realidad, una tierra idónea para el amor, con sus paisajes rebosantes de sensualidad y de una luz que enamoró a pintores universales como Cézanne, Gauguin, Van Gogh, Picasso, Matisse y Chagall. Ese aire romántico se palpa durante un paseo por las calles de Aix-en-Provence, buscando la panorámica del monte Saint-Victoire mil veces pintada por Cézanne, o andando por el puente de Aviñón hasta que las aguas del Ródano nos revelen que no alcanzaremos nunca la otra orilla.

La Provenza despierta una actitud contemplativa, sí, pero también activa. Y los parques naturales de las Gargantas del Verdon y de la Camarga invitan a comprobarlo. La carretera estrecha que parte del pueblecito de La Palud-sur-Verdon sigue desde lo alto el gran cañón y permite contemplarlo desde 15 miradores –el más elevado se asoma 720 m por encima del río–. Alquilar una canoa en Moustiers y remontar las aguas unos kilómetros ofrece una perspectiva también bellísima. En pleno verano suele atraer a muchos visitantes, pero se puede hallar la paz y la soledad si nos alejamos un poco hacia el pueblo de Les Salles, a orillas del lago de Sainte Croix.

Las marismas de la Camarga

El parque natural de la Camarga abarca el tramo final del Ródano, su amplia desembocadura, una zona de marismas, cabañas con techo de paja y manadas de caballos y toros que pastan en libertad. De la infinidad de aves que crían y se alimentan en este bello delta, los flamencos se han convertido en su imagen más famosa. En este entorno de confluencia de agua fluvial y marina destacan dos poblaciones: la amurallada Aigues-Mortes, con su legendaria torre, y Sainte-Maries-de-la-Mer, que conserva una santa negra, santa Sara, patrona de los gitanos, que cada mes de mayo bajan al mar en procesión.

Sin embargo, a pesar de las muchas bellezas del litoral, los campos de lavanda siguen siendo el emblema de la Provenza. Como los que abrazan el pueblo de Valensole
o la abadía cisterciense de Sénanque, enmarcada por hileras de matas que estallan de violeta. Los monjes que la habitan conservan la austeridad, el ascetismo y el silencio de sus fundadores del siglo XII. Gris, sobria, casi desprovista de adornos, su riqueza, además del bellísimo paisaje que la rodea, se concentra en los manuscritos de la biblioteca y los cantos de la liturgia.

Muy cerca se encuentra Gordes, una de las poblaciones colgadas del Luberon. La escarpada orografía de la zona obligó a que los pueblos treparan literamente sobre promontorios y se descolgaran por laderas que, a su vez, eran defensas muy eficaces. Otros dos buenos ejemplos de estos núcleos dispuestos en terraza son Mons y Bonnieux, que ahora parecen adormecidos bajo el sol estival pero que en época romana registraban un elevado tránsito comercial, como evidencia el Puente Juliano, del siglo III a.C.

Toda la región mantiene monumentos a los caídos en las dos guerras mundiales. Gordes, uno de los más hermosos de esos pueblos colgados, fue ocupado por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente sus callejuelas empedradas y la peculiar coherencia de su edificación hacen creer al visitante que el tiempo no ha avanzado desde que Marc Chagall se asomara a sus miradores en busca de perspectivas. El famoso pintor de origen ruso vivió en Gordes durante la guerra hasta 1941, cuando pudo huir a Estados Unidos, regresó en 1948 y, en 1966, se instaló en otro pueblo provenzal, St-Paul-de-Vence, cerca de Niza donde hay un museo dedicado a su obra.

El refugio de Van Gogh

Si es arte lo que estamos buscando, en la Provenza sobra. Antes que Chagall, Van Gogh, el pintor pelirrojo de trazo tembloroso, inmortalizó los campos y los cipreses de Les Alpilles. El artista los conocía bien, pues en 1889 pasó un año en el sanatorio del monasterio de St-Paul-de-Mausole, en las afueras de Saint-Rémy, donde intentaba recuperar la cordura. Van Gogh defendía que esta luz le permitía ver los colores y las formas con una mayor claridad, y que el aire, que en otros lugares complicaba la labor del pintor, aquí la facilitaba.

La bella Saint-Rémy tampoco parece haber envejecido: íntegros se mantienen sus edificios medievales y sus bulevares, los restos de la ciudad romana de Glanum y, como curiosidad, la casa natal de Nostradamus, médico, boticario y consejero astrológico de Caterina de Médicis en el siglo XVI.

El hogar de Cézanne

Para encontrar el delicado trazo de Cézanne, no hay más que seguir la carretera D17, más conocida como Route Cézanne. Se trata de un tramo de 4 km que une Aix-en-Provence, su ciudad natal, con el pueblito de Tholonet, que nos devuelve al luminoso campo provenzal. La familia de Cézanne veraneaba desde 1859 en la Bastide du Jas de Bouffan, una finca ahora de propiedad municipal que ofrece visitas guiadas. El gran salón oval de la planta baja fue uno de sus primeros estudios, y el exuberante jardín, una de sus mayores inspiraciones.

El Estudio Museo de Cézanne se halla en Aix, en el corazón de un precioso jardín en la colina de Lauves, pero el artista, fascinado como estaba por la luz, salía cada día con su caballete y un taburete para pintar la montaña Sainte-Victoire, que retrató obsesivamente. Una serie de placas guían desde la casa en que nació a aquella en la que murió. Así podemos ver el Château Noir donde se hospedaba, o la cantera de Bibemus, donde alquiló una cabañita, o cualquiera de las paradas en las que esbozó óleos o acuarelas. Y como curiosidad, a solo 3 km de Aix se halla el Puente de los Tres Saltos, que se hizo popular porque Cézanne pintó allí Las tres bañistas en 1882, que inspiraría a Picasso ese manifiesto cubista de Las señoritas de Aviñón en 1907.

La búsqueda de esa luz tan apreciada por los pintores nos conduce de nuevo al mar, a los pueblos marineros y al aroma a sal. La costa de las Calanques es el tramo más bello, con su perfil retorcido, surcado por esas entradas de mar o calanques que hacen dormir las olas en playitas encajadas entre rocas y pinos. La ruta de 20 km entre Marsella y Cassis se asoma a las más bonitas. Más adelante, la Costa Azul despliega su paleta de colores y de poblaciones soleadas como Frejus, y glamurosas como Saint Tropez, Antibes, Cannes y Niza.

La ruta por el interior depara etapas tranquilas en St-Paul-de-Vence y Grasse, donde Patrick Süskind ambientó su novela El perfume. En el siglo XVIII, cuando la obtención del valioso destilado dependía sobre todo de las flores y las especias, este pequeño pueblo se convirtió en la capital mundial del perfume. La violeta, el jazmín, y sobre todo la rosa de Grasse permitieron que a su alrededor se desarrollara una próspera industria nacida en realidad gracias a la fabricación de guantes y al empeño en perfumarlos. Grasse muestra el mismo casco antiguo cuidado, de color ocre, de todos los pueblos provenzales, con soportales y palacetes de los siglos XVII y XVIII que ahora acogen comercios colmados de jabones y perfumes artesanos.

Ya lo hemos dicho: la Provenza es azul, malva, rosa, amarillo, el aroma de las hierbas y flores, y cuadros que nacen del paisaje. Y la promesa de unos días inolvidables.



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lunes, 20 de agosto de 2018

Periodismo viajero. ESTE SÍ ES EL JAPÓN MÁS TRADICIONAL

Viaje al Japón de hace tres siglos

Nakasendo es el antiguo camino japonés que conectaba las ciudades Kyoto con Edo (hoy Tokio) en el período Edo (1603-1868) y que se extendía a lo largo de 534 kilómetros, pasando por las prefecturas de Saitama, Gunma, Nagano, Gifu y Shiga. La ruta estaba formada por un total de 69 estaciones y era transitada por los gobernantes feudales, comerciantes y artesanos. Hoy en día aún se conservan algunos tramos de este antiguo sendero entre los que destaca el que une las localidades de Magome y Tsumago, convertido en una de las propuestas más interesantes para hacer senderismo y admirar la arquitectura del antiguo Japón, que mantiene a estos pueblos en la atmósfera feudal del periodo Edo, de hace unos 300 años.

El recorrido transcurre por el valle de Kiso entre Magome y Tsumago, con una distancia de unos 8 kilómetros que se pueden recorrer a pie. El tramo, de unas tres horas de duración, permite disfrutar de la belleza natural del valle y de estas dos localizaciones, que aún conservan su aspecto original.

Magombe. Bienvenidos al antiguo Japón

El camino se puede iniciar en Magome, una pequeña localidad situada en una zona escarpada y cuyo punto más alto cuenta con un mirador desde donde admirar las espectaculares vistas al valle. Tras visitar el museo local, las casas de té o descubrir pequeñas tiendas con encanto el recorrido continúa por zonas boscosas, transcurre junto a molinos, pequeñas aldeas, santuarios, y paisajes como los que ofrecen las cascadas de Medaki y Odaki o los tradicionales arrozales. En el camino el viajero encontrará además, cada ciertos metros una campana para hacer sonar y ahuyentar así a los posibles osos de los alrededores.

Magombe, en un hermoso valle

Magombe

El punto final de este tramo de la ruta Nakasendo es Tsumago, donde pasear por sus calles empedradas y admirar la antigua arquitectura de casas, tiendas y restaurantes traslada al viajero al Japón más tradicional.

Tsumago

En ambas localidades también se puede disfrutar de los ryokan, alojamientos típicos del país con habitaciones de tatami y de los onsen, donde disfrutar de un baño en aguas termales.

Tsumago

Tsumago

Tsumago

Se puede llegar a la ruta Nakasendo en tren desde Nagoya hasta la estación de Nakatsugawa en la línea JR Chuo “Shinano” en un trayecto de unos 48 minutos y continuar hasta Magome en autobús.

Más información: www.turismo-japon.es

 

 

 



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domingo, 19 de agosto de 2018

Viajes. De Liubliana al Adrático, viaje soñado por Eslovenia

Asombra que un país minúsculo, más pequeño que la Comunidad Valenciana, pueda concentrar tal cantidad de maravillas. Y sin embargo Eslovenia, que perteneció al imperio austrohúngaro durante 600 años, que desde la Segunda Guerra Mundial formó parte de la República de Yugoslavia y que se hizo independiente en 1991, atesora algunos de los más bellos parajes naturales que pueden verse en Europa.

Desde los imponentes Alpes Julianos hasta una pequeña salida al mar Adriático, pasando por un mosaico de bosques, cuevas, lagos y ríos flanqueados de viñedos que dan caldos de reconocido prestigio. Todo aliñado con un jugoso legado histórico y una incipiente sofisticación culinaria que comienza a tener mucho que decir, con figuras como Ana Ros, elegida en 2017 la mejor chef femenina del mundo.

Liubliana, la capital

El mejor inicio es Liubliana, la coqueta, amable y dinámica capital eslovena, que se emplaza en el centro geográfico del país. Esta ciudad de espíritu mediterráneo pero corazón germánico goza del apacible ritmo con el que se vive en los pueblos, aunque con una interesante escena cultural.

Liubliana fue Capital Verde Europea de 2016 por sus parques y su conciencia ecológica.

La capital eslovena invita a pasear sin rumbo fijo. Recorrer las calles empedradas del casco viejo desde la Plaza Presernov, donde se erige la estatua del gran poeta France Preseren (1800-1849). Atravesar el Puente Triple, rediseñado en 1929 por el emblemático arquitecto Joze Plecnik, con tres arcos que canalizan el tráfico rodado y peatonal. Emprender un paseo a la vera del río Liublianica, flanqueado por cafés con terrazas. O contagiarse del ambiente bohemio del embarcadero de Trnovo, en cuyas escalinatas, ahora que asoma el buen tiempo, se congregan los jóvenes al caer la tarde.

En Liubliana conviene además subir al castillo medieval –a pie o en funicular– para ver la mejor panorámica, curiosear por el Mercado Central y, sobre todo, disfrutar de la atmósfera cool de restaurantes, tiendas de diseño y bares de moda que, como buena ciudad universitaria, hierven de animación a todas horas.

Eslovenia natural

Eslovenia es esencialmente un destino de naturaleza. Al sur de la capital se puede recorrer la región de la Carniola Interior, con pueblos y bosques donde habita una población de osos pardos con unos 450 ejemplares. De aquí proceden los osos con los que se intenta recuperar la especie en las dos vertientes de los Pirineos y en los Alpes franceses e italianos.

Hacia el norte de Liubliana, en menos de una hora se llega al gran emblema del país: el lago Bled. El paraje regala la imagen romántica de su pequeña isla con iglesia, una fortaleza colgada de un acantilado, las aguas turquesas del lago y, como telón de fondo, los Alpes Julianos. Sin embargo, el enclave es mucho más que un escenario de cuento. Su oferta de actividades (piragüismo, submarinismo, senderismo…) atrae a amantes de la aventura, mientras los menos intrépidos pueden dar largos paseos en barca de remo o a bordo de una góndola tradicional.

Los Alpes Julianos son el telón de fondo del idílico lago Bled.

La preciosa Bled es el inicio de las excursiones que se adentran en los Alpes Julianos. Hasta ellos se asciende por una carretera que cruza bosques frondosos y valles con aldeas alpinas. El principal tesoro de estas montañas es el Parque Nacional Triglav, la reserva más antigua de Eslovenia (1924) y la más extensa (88.000 ha), a solo 20 km de Bled. Bajo los pliegues de este murallón surcado por desfiladeros destacan dos pueblos encantadores, Trenta y Kranjska Gora, este con una famosa estación de esquí. La reserva ofrece rutas para recorrer a pie o en bicicleta.

El itinerario senderista más popular es el que sigue el río Radovna. Se inicia junto a su fuente, recorre por pasarelas de madera la garganta Vintgar (1, 6 km de largo y paredes de 100 m de alto) y culmina en la cascada Sum, un salto de 13 m que se contempla desde un mirador.

La excursión más emblemática del parque es la subida al pico Triglav, la mayor altitud del país (2.864 m). Esta cumbre tiene un significado casi espiritual: no hay esloveno que no haya hollado esta cima que, según la mitología eslava, es la morada de un dios adivino, representado como un caballo con tres cabezas.

El hermoso valle del Soca

A sus pies, en las estribaciones del parque nacional, se extiende el impresionante valle del Soca, por el que se abre paso el río del mismo nombre, con su intenso color aguamarina. Entre abril y octubre el cauce aparece salpicado de piraguas, listas para abordar uno de los mejores descensos fluviales de Europa.

El valle también guarda el trágico recuerdo del frente más sangriento de la Primera Guerra Mundial, en cuya memoria se erigió la iglesia de Holy Spirit, una maravilla art nouveau concebida para aunar todas las confesiones y homenajear con sus nombres a los 300.000 soldados fallecidos.

Las entrañas de Eslovenia están cuajadas de cavidades, algunas de las cuales se pueden visitar.

La ruta, ahora dirección sur, sigue por la región del Karst, que ha dado nombre universal a un tipo de formación geológica caracterizada por un paisaje calizo, rico en cavidades subterráneas. Porque si Eslovenia en la superficie es deslumbrante, en las profundidades esconde otro mundo maravilloso: 10.000 grutas con las que emprender, cual Julio Verne, un viaje al centro de la Tierra. Emplazadas cerca del pueblo de Divaca, las de Skocjan, declaradas Patrimonio Mundial, son tal vez las más impactantes. Explorar estas cuevas esculpidas por el río Reka a 250 m de profundidad –siempre en grupos guiados– es como sumergirse en un abismo de desfiladeros y restos de asentamientos prehistóricos donde habitan hasta 15 tipos de murciélagos.

Final en el Adriático

Más amplio es el horizonte de nuestro último destino, Piran. Seguimos hacia el oeste un trayecto de una hora por carreteras que discurren entre bosques de hayas, robles y avellanos. De pronto aparece el mar. La costa eslovena, de apenas 47 km sobre el Adriático, acoge uno de los tesoros de la Península de Istria. Es Piran, una deliciosa población con casas de colores que descienden por laderas hacia el agua, una plaza pavimentada en mármol y un entramado de calles retorcidas que destilan un romanticismo decadente. Por algo, en un alarde de originalidad, la llaman «la Venecia chica» de Eslovenia. Este país es un tesoro guardado en el corazón de Europa.



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viernes, 17 de agosto de 2018

España. 10 ideas para disfrutar del vino en La Rioja



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Viajes. Viaje a la Selva Negra de Alemania

Magnífica cuando llega el otoño y se cubre de oro, la Selva Negra constituye en cualquier caso uno de los rincones más agrestes de Alemania. Se sitúa en el ángulo sudoeste del país, rozando Alsacia, los Vosgos franceses y el Jura suizo, con el Rin de frontera en ambos casos.

La parte sur de ese territorio es la más campestre y montañosa, también la más popular entre los alemanes y los foráneos. Porque hay que decir enseguida que la Selva Negra parece la cuna misma de algunos de los tópicos más extendidos sobre Alemania: las fachadas con entramado de madera, el jamón ahumado y embutidos emparentados, el reloj de cuco –que no inventaron los suizos–, el sombrero de cinco borlas o pompones rojos –que debidamente estilizado es el logo de la región–, la cerveza artesanal, incluso el vino...

Y por supuesto, la Naturaleza. Así, en mayúscula. La mitad de la región está ocupada por dos parques naturales, declarados Reserva de la Biosfera por la Unesco. Eso explica su fama como destino para practicar deportes de montaña en cualquier época, desde senderismo hasta esquí, pero también surf, vela o piragüismo en sus lagos de origen glaciar.

Primera parada: Friburgo

La puerta hacia ese oscuro paraíso es Friburgo de Brisgovia, no confundir con el suizo, ni con los varios Friburgos allende las fronteras tudescas. Para el viajero que llega por primera vez hay unas cuantas cosas que saltan a la vista. Para empezar, la naturaleza: Friburgo es una ciudad verde donde las haya. En cualquier plaza o recodo la mirada topa con la montaña, metida en las tripas urbanas. Además del entorno, en el centro se cuentan más bicicletas incluso que gorriones. Y no solo eso: Friburgo se considera una de las ciudades pioneras en conciencia medioambiental de Europa.

Los bächle o "arroyitos", que son justamente eso, regatos que se le escapan a la montaña y que van de ser un simple hilo a formar un pequeño canal

Friburgo es una ciudad universitaria y como su población apenas suma unos 230.000 vecinos, los estudiantes se hacen notar fuera de las aulas. Llenan las terrazas y los kneipen (pubs) del centro o de la zona de Stühlinger –cerca de la Bahnhof o estación de trenes– y extienden la movida a las márgenes de los bächle o "arroyitos", que son justamente eso, regatos que se le escapan a la montaña y que van de ser un simple hilo a formar un pequeño canal. La tradición asegura que si alguien cuela el pie en uno de esos canalillos, tiene asegurado el regreso a Friburgo.

La plaza de la Catedral, corazón del casco medieval, siempre bulle de actividad. Hay mercado a diario, excepto domingos y fiestas de guardar. Y a todas horas, la gente se sienta a charlar en el pretil de la fuente renacentista –policromada, como el tímpano y algunas estatuas de la Catedral– o se apalanca en poltronas delante de la Kaufhaus o lonja de mercaderes, almacén renacentista cuyo patio acoge conciertos. Otro lugar de encuentro son los dos Ayuntamientos y sus respectivas plazas. El Antiguo, que se hizo uniendo varias casas con gablete del siglo XVI, aloja la oficina de turismo. El Nuevo surgió de la reforma de un edificio universitario en torno a 1900. Su carillón solo se desata a mediodía. A esa hora más o menos, un domingo, Friburgo es un clamor de campanas como solo recuerdo en Roma.

Friburgo no termina ni mucho menos ahí. Quedan por ver la Casa de Erasmo, renacentista, en la que se alojó el pensador como refugiado; el convento de los Agustinos, hoy transformado en museo; el claustro gótico de los Franciscanos, destinado a conciertos; la posada más antigua de Alemania, Zum Roten Bären, en la Herrenstrasse...

Las delicias gastronómicas

Podemos reponer fuerzas sentados a la mesa de algún gasthof o restaurante típico. En los pueblos se llaman bauernhof y sirven delicias como el jamón y los embutidos ahumados, los schäufele o costillas de cerdo, el zwiebelrosbroten o pastel de cebolla, que en realidad es un asado, acompañado casi siempre de schupfnudeln, unos fideos gruesos de patata. De postre no puede faltar la tarta de la Selva Negra. Pero ojo: no está hecha de chocolate negro, sino de cerezas (kirschtorte) embebida en el kirschwasser, el aguardiente de cereza que tan bien sienta las veladas de otoño, al calor de una kachelöfen, las enormes estufas de azulejos centroeuropeas.

Explorar la región en torno a Friburgo puede prolongar los alicientes gastronómicos. Encontraremos pueblos entregados al júbilo otoñal de las fiestas de la vendimia, y si en una casa o taberna hay colgado un ramo de abedul significará que allí se despacha vino nuevo. Al oeste de Friburgo, casi en la frontera con Francia y cerca de la ciudad de Breisach, la montaña volcánica de Kaiserstuhl (Silla del Kaiser), de 560 metros, brinda sus laderas al cultivo de la uva con la que se producen algunos de los mejores vinos de Alemania.

Triverg alberga también el Museo de la Selva Negra, que muestra artesanía, cacharros ancestrales y por supuesto, relojes de cuco

Si desde Friburgo se toma rumbo hacia el este, entraremos en la zona de los pueblos relojeros. Triberg, a 60 kilómetros, es el más famoso, aunque también lo es por la cascada que el río Gutach forma al despeñarse sobre lajas de granito, dando lugar al salto más alto de Alemania, de unos 150 metros. Desde el centro de Triberg hasta la cascada hay un paseo de una media hora, bien señalizado. El pueblo alberga también el Museo de la Selva Negra, que muestra artesanía, cacharros ancestrales y por supuesto, relojes de cuco. Si se visita la tienda Haus der 1000 Uhren, la tentación de comprar uno será difícil de resistir.

Triberg y la cercana Furtwangen –con otro museo de relojes– se sitúan en la llamada Carretera de los Relojes, una ruta circular de 320 km que parte de Villingen-Schwenningen. Y ya que estamos por la zona, merece la pena realizar dos paradas interesantes. La primera, cerca de Furtwangen, en el punto donde brota el río Breg, cuyas aguas son consideradas la verdadera fuente del río Danubio. La segunda, en el pueblo de Gutach cuando se celebre algún festejo, el momento perfecto para admirar el vestido tradicional de las mujeres, con un sombrero cargado de pompones rojos o negros, según si son solteras o casadas.

Internándose hacia el sur pronto se da con el lago Titisee, la joya lacustre de la Selva Negra. La proximidad del monte Feldberg (1.493 metros), el pico más alto de la región, lo ha convertido en un destino vacacional tanto en verano como en invierno, cuando sus laderas permiten la práctica del esquí y otros deportes de nieve. A menos de 5 kilómetros, el pueblo de Hinterzarten muestra la arquitectura del siglo XIII en su iglesia de San Osvaldo y algunas casas de entramado. La posada Weisses Rossle es algo más "joven", de 1347. También hay un museo del esquí.

La blanca y barroca abadía de Sankt Blasien ofrece una pausa artística a la ruta. Está inspirada en el Panteón de Roma

Siguiendo 25 kilómetros al sur aparece otro lago, el Schluchsee, un centro bullicioso de deportes acuáticos, senderismo y deportes de invierno porque hasta aquí llegan las faldas del majestuoso Feldberg. A poca distancia, la blanca y barroca abadía de Sankt Blasien ofrece una pausa artística a la ruta. Inspirada en el Panteón de Roma, su cúpula está decorada con un enorme fresco.

La garganta del río Wutach, conocida como el Gran Cañón de la Selva Negra, se localiza a apenas unos kilómetros hacia el este. Antes de desembocar en el Rin, el Wutach ha excavado un desfiladero de gran belleza que puede contemplarse a lo largo de una ruta de 13 kilómetros desde Schattenmühle.

Los secretos del oeste

Cambio de rumbo hacia poniente para entrar en el Valle del Infierno (Höllental), del cual se sale en Himmelreich, el "Reino de los Cielos". El nombre le fue dado, al parecer, por los obreros ferroviarios del siglo XIX, que llegaban al pueblo después de dedicar el día a luchar contra la potente naturaleza del valle. Lo de Infierno tal vez tenga que ver con el mito del Doctor Fausto y su pacto con el Diablo. Y Goethe sitúa en Staufen, a la salida del valle, el escenario de esa alianza para alcanzar la juventud y el amor a cambio del alma. En la Gasthaus zum Löwen (Posada del Lobo) nos explicarán que allí sucedió un hecho que originó el mito de Fausto. Dejémonos pues llevar por las leyendas para continuar la ruta por la bella Schwarzwald.

El norte de la región está también repleto de sorpresas. Como Freudenstadt, ciudad diseñada en 1601 con la forma de un tablero de "tres en raya", y el castillo de Hohenzollern, erigido sobre una colina. Tras bordear la ciudad de Stuttgart se alcanza la histórica Maulbronn, en cuyo monasterio cisterciense el novelista y poeta Hermann Hesse ingresó como seminarista en 1891.

Poco más de media hora en coche separa Maulbronn de la ciudad de Baden-Baden, de nuevo en la zona vinícola del Rin. Este hermoso complejo de salud, con casas de juego, parques y ópera, conserva el aire elegante de la belle époque. Tomar las aguas en la Trinkhalle puede ser el mejor reconstituyente para finalizar este intenso viaje por la Selva Negra.



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miércoles, 15 de agosto de 2018

Viajes. Una ruta por el interior Chile

Para reforzar el recuerdo de épocas prehistóricas, además de con cráteres, el suelo de las regiones IX y X de este país se cubre de bosques frondosos de araucarias, verdaderos fósiles vivientes que al crecer despliegan sus copas como paraguas. Y, en el bosque, todavía habitan los mapuches, pueblo amerindio con un fuerte apego a su cultura y tradiciones.

Pocos lugares del mundo reúnen tantas imágenes que inciten al viaje, de manera que tomé un autobús en la atareada estación central de Alameda, en Santiago de Chile, con rumbo a Temuco, la ciudad natal del poeta Pablo Neruda. El plano de Temuco sigue una cuadrícula perfecta, como corresponde a una ciudad delineada por un alemán. Sus calles no sorprenden a los ojos europeos, que encontrarán más interesante la zona del Cerro Ñielol, un monumento natural en el que se ubica La Patagua del Armisticio, el lugar donde en 1881 se acordó la paz entre colonos y mapuches para que estos cedieran los terrenos donde se fundaría la ciudad. El punto exacto lo señala un chemamull, un tótem sagrado. Lo rodea una muestra de vegetación valdiviana, incluida el copihue, la flor nacional.

Tierra de leyendas

Las ganas de explorar el territorio me llevan al día siguiente hacia el este, en busca del volcán Lonquimay. En los pueblos de Curacautín y Malalcahuello abundan las casas de una planta y las gentes que se detienen a observar al desconocido. Recojo por el camino a una mujer y a su hijo que solicitan "jalón" para llegar al próximo pueblo –el autostop es habitual– y como pago me obsequian con un par de leyendas: cerca de Malalcahuello se encuentra la Roca Santa, en realidad una virgen india que escapó de los "afuerinos", los extranjeros que quisieron abusar de ella; murieron, pero el frío la dejó petrificada en el lugar donde se escondió. La otra historia hablaba de las cascadas del Indio y de la Princesa: los amores entre un español y una noble india que acabaron con su suicidio en una de las cataratas.

Los cuentos entretuvieron el trayecto hasta el Túnel de las Raíces, una galería de 4.528 metros de longitud, sin luces ni soportes, proyectada inicialmente para albergar la línea ferroviaria. Al otro lado del túnel, las araucarias se imponen hasta llenar todo el horizonte. Este árbol majestuoso alcanza la madurez a los 200 años de vida, pero no despliega su característico paraguas hasta los 500; se calcula que los ejemplares más antiguos de la región tienen 1.200 años. De hoja perenne y 50 metros de altura, es considerado Monumento Nacional.

Y a pesar de lo solemne que resulta, llega un momento en que la araucaria cede el protagonismo a la tierra devastada que culmina con la vista del volcán Lonquimay. Su última erupción tuvo lugar en 1988, dando lugar al cráter Navidad, día en que estalló.

Los mapuche son la única etnia chilena que conserva su carácter original y se ha hecho famosa por su oposición a la construcción de presas

La carretera sigue hacia el sur, hacia el Parque Nacional Conguillío, pero me he perdido en algún lugar cerca de la laguna Gualletué. El sonido de unos tambores me atrae hasta un claro del bosque, donde unos hombres bailan alrededor del fuego mientras otros cabalgan a su alrededor y las mujeres descuartizan una res. Parece una película, pero se trata de una rogativa mapuche propiciatoria de la cosecha. Esta es la única etnia chilena que conserva su carácter original y se ha hecho famosa por su oposición a la construcción de presas y a todo lo que comportan: los conflictos por la tierra siguen un siglo y medio después de la firma de la paz. Por fortuna, me dejan asistir a condición de no sacar fotos. Me advierten: "no somos una atracción turística".

El nombre mapuche de Conguillío significa "agua con piñones", nombre que le viene como anillo al dedo a este parque de más de 60.000 hectáreas, creado en 1950 y declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco. Desde cualquiera de sus senderos se divisa siempre el perfil del volcán Llaima con sus dos cráteres gemelos, de los que brota una columna de humo. A consecuencia de la actividad telúrica, el suelo se ha hundido en diversos lugares y se han originado lagos. Para verlos hay que seguir la senda del río Truful Truful, que en cierto punto deja al descubierto diversos estratos de colores que hablan de la edad de la Tierra, como las líneas de una mano. Muy cerca, las lagunas Verde y Arco Iris albergan árboles formidables hundidos, petrificados. Queda claro por qué la cadena de televisión BBC eligió este lugar para ambientar la serie documental Caminando entre dinosaurios (1999). De aquellos gigantes no queda rastro pero con suerte en Playa Linda tal vez se acerque a la orilla un huemul, un ciervo endémico que se encuentra en peligro de extinción.

Ciudades históricas

Tras pasar la noche en el cercano pueblo de Melipeuco, el viaje sigue hacia el sur, en busca de otros espejos de agua. El destino esta vez es Villarrica, una de las ciudades más antiguas de Chile. Poco queda de su pasado, ya que la población se convirtió hace tiempo en un destino vacacional y abunda en casitas de alquiler temporal. Baña sus pies un lago que lleva el mismo nombre y, de noche, se puede ver como su volcán resplandece con fogonazos rojos. Más bonito y con mejores servicios aún es Pucón, en la orilla opuesta del mismo lago, pero en cuanto a belleza natural los supera el Caburga, con su Playa Negra sobrevolada por halcones peregrinos. Un poco más allá se encuentran sus Ojos, una serie de pozas y saltos de agua que convergen en una piscina natural color turquesa.

Para llegar a Valdivia, mucho más cerca de la costa, hay que desandar el camino hasta Villarrica y continuar luego atravesando selvas pluviales extensas donde la araucaria se hace más rara para dejar paso al alerce y el coigüe primero, y al roble y el laurel después.

Tras la independencia del país, el gobierno chileno fomentó la llegada de europeos para mejorar la economía

La carretera me deja a las puertas de Valdivia en menos de dos horas, ciudad que disfruta de una animada vida artística y cultural, con muchos universitarios y una fuerte carga de historia; aquí se construyó la mayor plaza fuerte española de América del Sur, con el objetivo de repeler a los indígenas y a los holandeses que querían afianzar sus rutas marítimas. Son testigos el Castillo de Niebla y diversos torreones dentro de la ciudad, muy estratégica porque en ella convergen tres caudalosos ríos antes de desembocar en el Pacífico: el Calle Calle, el Cau Cau y el Cruces. Tras la independencia del país, el gobierno chileno fomentó la llegada de europeos para mejorar la economía. Consiguió atraer a muchos alemanes en el siglo XIX, algunas de cuyas casas aún se erigen en la calle General Lagos. Otros edificios, los fundos o fincas agrícolas, presentan formas originales porque se han hecho con madera y materiales reciclados.

La ruta desde Valdivia hasta Puerto Montt, la principal salida marítima hacia la Patagonia chilena, está marcada por el recuerdo del estadista y aventurero Vicente Pérez Rosales, quien lideró la colonización de la zona del lago Llanquihue para entregar las tierras a cerca de 40.000 alemanes. Primero pasó por Osorno, donde se quemaron muchos bosques para despejar el terreno. Hoy la ciudad es un cruce de caminos donde muchos se aprovisionan en sus grandes centros comerciales antes de seguir viaje. Más adelante aparece el lago Llanquihue, que en mapuche significa "paraje en el que zambullirse en el agua".

El chapuzón tendrá de fondo los volcanes Osorno y Calbuco, pero será bien frío, porque la temperatura media en verano es de 14 oC.

El paseo por las orillas del lago Todos los Santos, en el remoto Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, es en una experiencia de paz absoluta

La reserva de Llanquihue tiene su continuidad natural en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, el más antiguo del país y el más solitario. Lo remoto de su ubicación convierte el paseo por las orillas del lago Todos los Santos en una experiencia de paz absoluta. De sus aguas nace el río Petrohué, muy valorado por los pescadores de truchas y salmones. Y para completar el viaje por una de las zonas más remotas de Chile, visito otra reserva nacional, la del Alerce Andino, nombre de uno de los árboles más longevos del mundo. Emparentado con el ciprés, se parece más a una secuoya y llega a vivir hasta 4.000 años.

Tras tanto aislamiento, Puerto Montt se me antoja especialmente caótica. Su bullicio es el precio por ser uno de los mayores nudos de comunicaciones de todo Chile, en especial entre el norte y el sur, inaccesible por carretera. La fundó el ya citado Pérez Rosales con el nombre de Melipulli, pero luego este se cambió para honrar a Manuel Montt, presidente de 1851 a 1856. El centro forma una larga terraza que perfila la costa, siempre cerca de los lugares de atraque de los grandes cruceros. En cierto punto, pasa a llamarse avenida Angelmó, en realidad puerto de pescadores con muchos restaurantes instalados en palafitos sobre el agua. Es el momento de disfrutar comiendo la sabrosa centolla o el picoroco, un pariente lejano del percebe, e imaginar qué nuevas aventuras me traerá el viaje por mar.



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Periodismo viajero. HALLSTATT (AUSTRIA), UNA JOYA EN LOS ALPES

ES EL MOMENTO, ACÉRCATE A LOS ALPES AUSTRIACOS

 

Austria convoca. Pero más allá de Viena y su apego indisoluble a la música, más allá de Graz, de Salzburgo, del Tirol… es en las tierras altas de esta tierra montañosa donde es más fácil encontrarse con la intimidad folclórica de un país que ha aprendido a conciliar su legítima “ilustración” de pulcritud, pinares y tradiciones. De hecho, hoy creo que el punto álgido de la belleza austriaca se esconde en los Alpes. En esos pueblos de relatos para niños, escenarios de Hansel, de cuentos y leyendas que hablan de lagos subterráneos, bosques húmedos y casitas de casitas de tejados en punta.

Hallstatt invita a soñar

Está claro que, cuando uno viaja por Austria, no debería pasar por alto el caristmático universo alpino. Esta vez no quiero hablaros de los tópicos del territorio, sino de un pueblo encajonado entre montañas, de una postal de cumbres y arboledas.

Hallstatt mira al lago; es casi un vicio bonito, una tarea inevitable para un pueblo que se abre como una ventana sobre el Hallstätter See. Es una aldea de terrazas y calles empinadas que se construye sobre las laderas del Dachstein (2.995 m).

Lago Hallstätter

A 80 kilómetros de Salzburgo, Hallstatt ocupa uno de los cordones de la región popularmente conocida como la región de los lagos. Aunque hoy lleve su historia atada a los celtas fue mucho antes de la parición de esta cultura cuando esta tierra ya florecía. Y en ese resurgir, la sal, el “oro blanco”, tuvo un papel fundamental.

 

EL ORO BLANCO

Desde el 800 hasta el 500 a C, Hallstatt se caracterizaba por sus galería infinitas repletas de sodio. Hoy, aquellas minas que ya funcionaban hace más de 2800 años son consideradas las más antiguas del mundo y constituyen el eje de uno de los itinerarios tradicionales para los viajeros modernos.

Minas de sal: antiguas galerías

Lo cierto es que Hallstatt se fundó hace más de 3000 años, y desde entonces vive envuelta en sus neblinas matinales, creciendo lentamente, como respetando al máximo el entorno natural que la contiene.

CALLES PARA EL SUSURRO

Llegué a este pueblo de cuento de hadas en un tren rojo como las fresas. Todo era allí de colores y más cuando la primavera se dignaba a dar su vuelta de temporada. Desde la estación, al otro lado del lago, el pueblo se veía entre esas alturas de montaña y un infinito bosque de pinos. Tuve que cruzar en uno de los barcos que esperaban a los pasajeros ferroviarios.

Con las primeras horas de caminata uno entiende muy pronto ese espíritu salvaje y –al mismo tiempo- paradójicamente cauto que envuelve a la región; esa prolijidad detallista que se traduce en la impecabilidad urbana rodeada de naturaleza : ni un papel en el suelo, ni una pincelada de más en los tejados, ni un ápice de desorden.

Lo primero que hice fue recorrer las calles empinadas del centro. En la plaza del Mercado, una estatua de la Santísima Trinidad domina la escena desde 1744. A lo largo del camino se iban sucediendo las casitas del siglo XVI, con sus paredes de colores o pintadas directamente con algún fresco decorativo de artistas locales. Y después flores, muchas flores. Parecía una perfecta y preciosa confabulación de la primavera. No había ventanales son color.

 

LAS MINAS DE SAL

En la actualidad las minas de sal, además de funcionar como antaño, aunque en menor escala, se han transformado en uno de los atractivos turísticos por excelencia. Hay que subir de la montaña en funicular. Una vez dentro, el guía de turno escupe su speech. Alucina caminar por el corazón de la montaña hasta toparse de pronto con un lago subterráneo. El paseo es de película, créanme.

Al día siguiente, el rumbo estaba marcado hacia el sur. Desde la ciudad tomé la carretera que bordea el lago y salí hacia las cuevas del Dachstein.

Macizo de Dachstein, repleto de cuevas y lagos subterráneos

Fácilmente –todo está señalizado- llegué al funicular que desemboca en la entrada de las más conocidas cavernas de hielo de la región. Es otra de las maravillas de la región de los lagos. El ambiente es otra vez de película, la luz del interior es un caleidoscopio gigantesco que va reflejándose mil veces entre estalactitas y estalagmitas de agua helada.

Formación de hielo en el interior de una de las cuevas de los alrededores

Ya se iba la tarde, así que entendí que debía seguir mi camino. Hacia Salzburgo, la bella ciudad del rey Mozart. Pero esa es otra historia que les contaré otro día…

Fotos de Gonzalo Martínez Azumendi

 

CÓMO IR. La forma más rápida es en avión hasta Salzburgo. En Salzburgo, puede alquilarse un coche o coger el tren hasta Hallstatt, donde posteriormente se cruza el lago en barco. Muy bonito, vale la pena.

QUÉ VER

Museo de la Prehistoria. Resulta interesante para entender la importancia cultural que ha tenido la ciudad en Austria.

Pfarrkirche. En el centro del cementerio y rodeada de un precioso paisaje, la iglesia parroquial está situada en una posición dominante sobre el lago. Es del siglo XV.

St. Michaelskapelle. En la planta inferior de esta santuario gótico está el osario parroquial, utilizado desde 1600, al que se trasladaban los restos de las personas fallecidas.

Plaza del Mercado. Zona peatonal, rodeada con casas del siglo XVI de alegres colores.

Minas de sal. En el valle de Salzberg. Ha estado en actividad desde hace 2800 años. Se siguen explotando en la actualidad.

Cuevas de hielo. En las laderas del Dachstein. Hay que ir a Overtraun y allí coger el funicular. Son espectaculares.

DÓNDE DORMIR

Grüner Baum. Marketpltaz, 104. Casa muy acogedora, de 1760. Las habitaciones balconean al lago. Es probablemente el mejor hotel de la ciudad.

 

 

 

 



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martes, 14 de agosto de 2018

Viajes. Una semana por la provincia de Cáceres

Para disfrutar de Cáceres es casi innecesario planear. Aunque es la provincia más grande de España, sus distancias permiten la improvisación, viajar a golpe de intuición. Basta con elegir una base de operaciones desde la que salir a explorar. Sin prisa, porque Cáceres invita a viajar con calma, disfrutando de sus sierras y sus valles, de sus bosques y dehesas, de su gastronomía y de su gente.

Norte de Cáceres

¿Por qué no empezar nuestra ruta en el norte de la provincia? Vistamos Granadilla, un pequeño pueblo con una historia trágica. Fue un importante enclave medieval pero sus tierras fueron inundadas con la construcción del embalse de Gabriel y Galán en los años 60. Aunque las casas quedaron por encima del nivel del agua, sus tierras no escaparon y fueron anegadas. Sin prados ni tierras de labranza, los habitantes de Granadilla se quedaron sin medio de vida y poco a poco abandonaron el pueblo.
Pero esa vida ahora vuelve a llenar sus calles gracias a la restauración que llevan a cabo estudiantes de secundaria de toda España. Visitarla deja una mezcla de sensaciones: maravillan las bonitas casas medievales, sus plazas, los huertos, el castillo; pero también atraen los techos derrumbados, las frágiles fachadas que se tambalean, los patios comidos por la vegetación.

A Granadilla se llega por una carretera que atraviesa un paraje natural extraño porque también es fruto de la reconstrucción. Dehesa y pinares conviven con eucaliptos extraños en esta pequeña península que se introduce en el embalse. En el extremo, a salvo por poco del agua, se encuentra el pueblo amurallado que, atención, tiene horario de visita.

También medieval es el pueblo de Hervás. El valle del Ambroz ha sido el paso natural hacia el norte y todavía hoy lo sigue siendo. La romana Vía de la Plata llegaba hasta Astorga y la moderna A-66 llega, casi en paralelo, hasta Gijón. Antes de que la autovía penetre en tierras salmantinas, nos encontramos con Hervás, a orillas del río que da nombre al valle.

Lo más conocido de Hervás es su judería, de calles retorcidas y estrechas, sin salida, que caen en pendiente hasta el río, donde vivieron unas 40 familias judías hasta su expulsión en 1492. Ya no queda casi rastro de la sinagoga pero otras casas resisten y mantienen su arquitectura tradicional. Algunas fachadas están cubiertas por tejas colocadas en vertical para proteger las viviendas de la lluvia. En sus puertas, se alternan los carteles de “Se vende” con los nombres de apartamentos turísticos.

Desde la iglesia de Santa María, las vistas de Hervás son espectaculares: el pueblo a nuestros pies y la sierra que sirve de telón de fondo

En la parte más alta de la ciudad se encuentra la iglesia de Santa María, construida sobre los cimientos del castillo templario. Desde allí, las vistas son espectaculares: el pueblo a nuestros pies y la sierra que sirve de telón de fondo. Pero Hervás no es sólo historia, también tiene mucho presente y un tímido pero sólido movimiento cultural se abre paso en rincones como la calle Travesía Maxedo, en el que una vieja cabina de teléfonos se ha convertido en una minúscula galería de arte, o el acogedor espacio Teresa Gibello, en el que se pueden encontrar obras de diversos artistas extremeños.

Valle del Jerte y Plasencia

Desde Hervás, cambiamos de valle. Subimos por los montes de Traslasierra para cruzar hasta el valle del Jerte a través del puerto de Honduras. Pero antes hay que disfrutar de una última maravilla de Hervás: su castañar, uno de los más importantes de Europa. Si se va con tiempo, la mejor opción es perderse por sus senderos, llegar hasta el vecino pueblo de Gargantilla o incluso subir hasta el puerto de Honduras andando (es exigente pero se disfruta).

Pero, si no, la carretera CC-102 recorre la ladera esquivando altísimos árboles, en un slalom divertidísimo para quien disfrute de la conducción con curvas. Eso sí, con cuidado porque además es fácil encontrarse a ciclistas. Una vez arriba, el valle del Jerte se despliega ante nuestros ojos con la sierra de Gredos al fondo. Si vamos en primavera, los cerezos cubren de blanco las laderas, no como un manto, sino más bien como suaves pinceladas de un pintor impresionista.

El descenso nos lleva directamente a la N-110 que recorre el valle de principio a fin en paralelo al río y nos permite ir haciendo parada en sus principales municipios, en especial Cabezuela del Valle y su pintoresco casco antiguo. Otra opción es abandonar la carretera principal y adentrarse en los cerezales por las distintas vías secundarias. El final del camino es, en cualquier caso, Plasencia, puerta de entrada del valle del Jerte.

Plasencia vive a la sombra de Cáceres y de Trujillo, pero su casco histórico merece un buen paseo. Dentro de las murallas que, aún resisten, encontramos joyas como su catedral, que en realidad son dos a medio construir, la Nueva y la Vieja, que aúnan los estilos románico, gótico, renacentista y barroco. O curiosidades como el Abuela Mayorga, el autómata que da las horas en el reloj del ayuntamiento.

La ciudad de Cáceres

Llegar a Cáceres capital desde Plasencia es una hora de coche venciendo a la tentación de desviarse para disfrutar de más naturaleza en el Parque Nacional de Monfragüe, del arte vanguardista en el Museo Vostell Malpartida o de hacer una para rápida en Casar para disfrutar de su queso y echar un ojo a su curiosa (y valiente) estación de autobuses diseñada por Justo García Rubio y que los lugareños llaman “La patata frita”.

Cáceres tiene un centro histórico reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y también por las productoras de cine

Cáceres tiene un centro histórico reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y también por las productoras de cine, que aprovechan su rico patrimonio medieval y renacentista para dar vida a ciudades como Desembarco del Rey en Juego de Tronos. Ver un mapa de la ciudad vieja puede ser abrumador: mires donde mires te encuentras con casas-fortaleza, palacios, iglesias, torres y museos.

Hacer una lista es imposible. Como en los agradecimientos de los premios, siempre te vas a dejar algo: subir a la torre de Bujaco, pasear por los adarves de la muralla, darse una vuelta por la judería, asombrarse con el palacio de los Golfines de Abajo (los Golfines de Arriba también tienen el suyo) o descansar en los jardines de Doña Cristina de Ulloa a los pies de la iglesia de San Francisco Javier. Para culminar la visita, cruzamos la puerta de Mérida que atraviesa la muralla para disfrutar de una cerveza artesana en la terraza de Las Claras (plaza de Santa Clara).

Montánchez de camino a Trujillo

En lugar de coger la autovía directa a Trujillo, proponemos un pequeño desvío para asomarnos al balcón de Extremadura que no es un balcón sino un espectacular castillo almohade en ruinas. Se encuentra en la parte alta de la localidad de Montánchez y desde sus antiguas murallas las tierras extremeñas se despliegan hasta donde llega la vista. Un poco más abajo, en la misma ladera, construido en terrazas, está su tranquilo cementerio que merece una visita.



Un último desvío antes de ir a Trujillo. Vamos hasta la vecina población de Alcuéscar y desde allí una carretera rural nos lleva, entre alcornoques, hasta la basílica de Santa Lucía del Trampal. Es una de las pocas construcciones visigodas que han resistido en el sur de la Península y su arquitectura es única, muy bien acompañada por el paisaje de la sierra del Centinela.

La basílica de Santa Lucía del Trampal. Es una de las pocas construcciones visigodas que han resistido en el sur de la Península

Llegamos por fin a la etapa final de nuestra escapada a Cáceres. De Trujillo se puede escribir mucho. Sobre su plaza mayor, por ejemplo, con el imponente Pizarro montado en su caballo vigilando el bullicio de los soportales. O sobre su castillo de origen árabe que da forma a la silueta de la ciudad cuando se observa desde lejos, y sus ampulosas casas-palacio. O sobre sus iglesias, como la de Santa María La Mayor, cuya torre es conocida por sus vistas… y por el simpático escudo del Athletic de Bilbao que esculpió el cantero que la reconstruyó. O sobre la torre del Alfiler, siempre habitada por cigüeñas, auténticas dueñas y señoras de Trujillo.

Lo dejamos aquí porque, en realidad, la mejor manera de disfrutar de Trujillo es alejarse un poco del castillo y de la plaza mayor para quedarse, de verdad, es fácil, a solas en las calles empedradas de su centro histórico, descubrir pequeños rincones llenos de encanto en un viaje al pasado de los que no se olvidan. Y luego, ya sí, volver al presente, a disfrutar de una tapa de morcilla patatera y una cerveza en uno de sus típicos mesones como La Troya o el Plaza.



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sábado, 11 de agosto de 2018

Viajes. Córcega, del interior a la costa

A Córcega la definen la preservación de un entorno natural y la conciencia ecológica. No abundan cadenas hoteleras ni bloques de pisos frente al mar ni lugares de comida rápida. Apuesta por el turismo, pero sin poner en peligro la identidad. Hasta hace poco era imposible llegar en compañías low cost. Su riqueza patrimonial y paisajista es ajena a tendencias. Se expresa principalmente en francés pero leeremos muchos carteles en corso, idioma de origen italiano que, gracias a reivindicaciones y bregas permanentes, es reconocido por el estado francés como lengua cooficial.

Para abarcarla en su conjunto conviene apostar por el coche como medio de transporte y separar en el mapa la Córcega del oeste y la del este. La primera tiene como capital a Ajaccio y la segunda a Bastia. A grandes rasgos, una es refinada y la otra popular; la primera mira a Francia y la segunda, a Italia. A mitad de camino, con una universidad que aglutina a 4.000 estudiantes y que se erige en el principal referente de la resistencia de la lengua corsa, está Corte. Esta ciudad entre montañas fue elegida capital histórica por Pascal Paoli, el gran teórico e icono de la independencia corsa, el hombre de las luces de la revolución que independizó a la isla del poder genovés entre 1755 y 1769, fecha en que fue comprada por Francia.

Decía D. H. Lawrence que el sol era su necesidad íntima. Si el escritor hubiera pisado el golfo donde se emplaza Ajaccio no se habría ido nunca. Desde mayo hasta finales de octubre, en la céntrica playa de St-Françoise, cualquier momento es bueno para bañarse. No queda lejos de la Maison Bonaparte, la casa en la que nació Napoleón. También tiene su estatua al final del Cours Grandval y el Grand Café Napoleón, de los más antiguos establecimientos en la ciudad. El Palais Fesch (Museo de Bellas Artes), fundado por el Cardenal Fesch (tío de Napoleón I), expone obras de Botticelli, Bellini o Tiziano. A 7 kilómetros se encuentran las Islas Sanguinarias, cuatro pequeñas islas desde donde observar resplandecientes puestas de sol. Allí no cuesta nada imaginar a Alphonse Daudet traspasando la emoción a su libro Cartas desde mi molino, en el que hallamos su texto "El faro de las Sanguinarias", donde evoca su experiencia como farero en este lugar: "Otro bello rincón que encontré para meditar y estar solo. Figuraos una isla rojiza de salvaje aspecto, el faro en una punta, y en la otra una vetusta torre genovesa".

Naturaleza salvaje

No se debe pasar por alto el desvío que anuncia Capo di Feno, la playa más hermosa, salvaje y arrebatadora de la región. En ella se concentran la espontaneidad de las olas y el ímpetu de los surfistas. De vuelta a Ajaccio una forma de celebrar tanta generosidad natural puede ser acudir a Chez Jean Jean. En este restaurante solo se sirve un plato y requiere genuflexión: langosta con espaguetis. La banda sonora que invade la terraza también es única: Tino Rossi, el artista más querido de la isla. Nació en Ajaccio en 1907, murió en París en el 83 y vendió más de 500 millones de discos.

Dado su emplazamiento y su apariencia Bonifacio se convierte en una encrucijada rebosante de promiscuidad viajera

De camino al sur esperan sorpresas en forma de pueblos –Olmeto, una pequeña delicia tradicional, o Sartène, más grande y muy arraigado a sus costumbres– y de playas. Las hay extensas y de fácil acceso como Cupabia, fusión de pinos y agua cristalina en cuya arena suele tomar el sol alguna que otra vaca, ensimismada ante la marea con los ojos entornados. También las hay recónditas y silvestres como Roccapina, secreto al que se accede descendiendo un camino de tierra, o como Pianottoli-Caldarello, más escarpada, ideal para pasar el día a solas, con la sensación de estar en otro mundo y de entender a Cesare Pavese: "En los viajes nada le pertenece a uno salvo las cosas esenciales: el aire, el descanso, los sueños, el mar, el cielo... todo tiende hacia lo eterno o a lo que imaginamos de la eternidad".

De la idiosincrasia corsa nos hablarán numerosos detalles, como esos cochons sauvages (cerdos) de negro pelaje que piden paso en las carreteras secundarias y algunas cruces que se ven frente al mar, levantadas en lugares privilegiados, donde los corsos jamás construyen –prefieren resguardarse en el interior– para así reservar a sus muertos las mejores panorámicas.

Dado su emplazamiento y su apariencia Bonifacio se convierte en una encrucijada rebosante de promiscuidad viajera: invita al ritual del paseo por tierra y por mar. Por un lado se halla el puerto, alargado y glamuroso, y por otro la ciudad vieja, desplegada en lo alto de unos acantilados de piedra blanca lijada por siglos de corrientes de aire y de agua. Son las famosas falaises que iluminan todas las postales y dan carácter a un pueblo tocado por la filantropía de la naturaleza. Por supuesto, hay que recorrer la muralla y bajar al mar por los asombrosos 189 escalones de la Escalier du roi d’Aragon (otro vestigio del reino de Aragón), tallados directamente en la piedra, así como acudir al cementerio marino. En embarcaciones desde el puerto se accede a las islas Lavezzi, una reserva natural cuya única construcción es un faro. Agua turquesa y playas desérticas que se alcanzan superando rocas.

Playas para todos los gustos

Aquí la vida no es mecánica, no transita por los carriles de las imposiciones tecnológicas y el viaje adquiere significados mayores, como el de sustituir lo común por lo extraordinario. A dos pasos está el selecto golf de Sperone, y más adelante, ya cerca de Porto Vecchio, las playas que todo viajero memorizará: Palombaggia, Santa Giulia, Rondinara... Si las playas del oeste eran agrestes y aparecían entre acantilados, las del este tienden a ser arenosas y largas y crean un rincón turquesa en el Mediterráneo.

Más allá del Vieux Port vale la pena pasear las coloridas calles de La Citadelle de Bastia

Bastia es bastante más marinera que Ajaccio y, por tanto, más festiva y reconocible desde el humor. La gastada belleza de su puerto habla de arquitectura genovesa, de pescadores felices y, junto a las torres de la iglesia de Saint-Jean-Baptiste y la multitud de veleros y los bulliciosos cafés que los rodean, conforman un fresco marítimo de lo más genuino. Más allá del Vieux Port vale la pena pasear las coloridas calles de La Citadelle, fortaleza medieval instalada sobre un promontorio rocoso de cuando Bastia fue la capital de Córcega durante la ocupación genovesa.

En el centro espera la vibrante Place du Marché, donde se despliega el mercado de comida. Entre frutas y verduras predomina la charcutería producida en el interior de manera artesanal y basada en la raza de cerdo nustrale, criada en semilibertad y alimentada con castañas, bellotas y raíces de arbustos de la maquia. A según qué horas se hará difícil hallar sitio en las terrazas, siempre propicias para picar unos buñuelos de brocciu, delicioso queso fresco de oveja o de cabra.

El Cap Corse condensa naturalidad agreste y variedad de costa. Erbalunga se sustenta en su puerto tradicional que, por su parecido con algunos parajes de la Costa Brava, hubiera encandilado al propio Josep Pla. En Luri resiste la Torre de Séneca donde, según cuenta la leyenda, estuvo preso el intelectual romano. Desde Macinaggio, otra reliquia marinera, se puede bordear la costa a pie siguiendo el último tramo del Sentier des Douaniers (sendero de los aduaneros). El camino requiere unas tres horas y lleva hasta Barcaggio, en la punta del cabo, para luego, del otro lado, entregarse al ambiente deliciosamente decadente y pesquero de Centuri. De bajada, de ninguna manera se podrá evitar Nonza, elevado y armónico, tentador por la playa de arena negra que tiene a sus pies, ¡qué panorámica!

En apenas 8.500 km2 Córcega combina playas de agua cristalina con montañas que alcanzan los 2.700 metros. La isla está atravesada de norte a sur por una imponente cordillera. Esta columna vertebral puede recorrerse a través de un sendero que no tiene nada que envidiar en paisajes y verticalidad a los que surcan los Pirineos. El GR-20 es una de las rutas de senderismo más impactantes de Europa. Enlaza Calenzana y Conca, dentro del Parque Natural Regional de Córcega, y, a lo largo de 180 kilómetros, asciende un desnivel de nada menos que 12.800 metros. El caminante atraviesa magníficos bosques de castaños y de hayas, lagos, circos montañosos y picos que parte del año quedan cubiertos por la nieve, la misma que luego da brillo al paisaje y alimenta los ríos, que forman pozas idílicas y refrescantes.

Si ponemos rumbo a Porto será inexcusable detenerse en L’Île-Rousse y Calvi. Allí, entre Porto y Piana aguardan las Calanques, una angosta calzada que circunda un capricho geológico en forma de enormes rocas de granito rojo declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su visión constituye una experiencia deslumbrante. De Porto y Calvi salen los barcos para disfrutar de la reserva natural de Scandola, primera de Francia en ser terrestre (900 hectáreas) y marítima (1.000). Como quien busca reconquistar la inocencia, salpicado por las gotas de agua de mar que precisa todo ensueño, nadie se cansa de fotografiar islotes, grutas y acantilados donde la lava alterna con el granito, que culminan un viaje iniciático y a la vez definitivo. Y es que el tiempo en Córcega no se relaciona con la urgencia, sino más bien con algo parecido a la infinitud.



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viernes, 10 de agosto de 2018

Mujeres que viajaron. Convocatoria CFP- NEMLA-Seminar: "Queer Women: Reading and Writing in 19th & 20th Peninsular Spanish Literature"

Convocatoria CFP- NEMLA-Seminar: "Queer Women: Reading and Writing in 19th & 20th Peninsular Spanish Literature" 

Coordinado por: Dra. Ana Isabel Simón-Alegre (Adelphi University) y Dra. Aurélie Vialette (Stony Brook University).

The topic of this seminar is the presence of the “chicas raras” in Modern Spanish literature, also known as “queer women” in English. Queer is the perfect conceptual framework to think about how Spanish authors explore feminist themes, such as discrimination or inequality using their narratives as a tool to examine tensions in female subjectivity. The concept queer includes the idea of gender dissidence that encompasses how female intellectuals experience sex, sexuality and, gender. Even if oftentimes these writers have difficulties conceptualizing these notions, they are perceptible in women narratives, especially through specific genres: autobiography, memoir, romance fiction and letters.
This seminar wishes to explore not only the significant presence of queer women in Spanish literature but also ask why it has been silenced culturally. For that matter, we will take up notions such as “cursi” (cheesy) in texts written by women from 1850 up to the present. We argue that when literary criticism dismisses a woman-authored novel as “cheesy,” it is due to a gender mark related to the concept of queer. Noël Valis (2003) cleverly elaborated on the untranslatable concept of “lo cursi” and the structure of feeling that characterizes Spain’s uneasy surrender to the forces of modernity. We want to keep this debate open and propose a discussion on how the literary figure of the “queer woman” is, in fact, also present in European writers.
Abstracts accepted in Spanish or English.
This seminar examines the significant presence of the queer woman in Peninsular Spanish Literature written by women from 1850 up to the present. Our objectives are: to examine how Spanish Women Writers used this literary figure in their novels to explore gender conventions, track the connections between these literary figures and those of other Women Writers and, and discuss how the figure of the queer woman was a factor in the personal lives of women writers.
Please email an abstract of your proposal in Spanish or English to https://www.buffalo.edu/nemla/convention/callforpapers.html by September 30, 2018. This session will be organized as a seminar.



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jueves, 9 de agosto de 2018

Viajes. Fuerteventura, el paraíso playero de las Canarias

El viaje por Fuerteventura invita a disfrutar de sus fabulosas playas, pero también a realizar una inmersión en las entrañas de la isla más antigua de las Canarias, emergida del mar hará unos 20 millones de años. La erosión desmanteló sus dos grandes volcanes, tan elevados como el actual Teide, y configuró un paisaje de amplias planicies, jalonado por el Macizo de Betancuria (762 m) en el centro o las Montañas de Jandía (807 m) al sur. Al igual que en Lanzarote, los vientos alisios apenas hallan obstáculos que les permitan elevarse lo suficiente para descargar su humedad. Por eso Fuerteventura se reviste de ocres y sustenta una fauna y una flora adaptadas a la escasez de agua. Todo ello intensifica el sabor de su queso de cabra, de raíz aborigen, o el del zumo del tuno o higo chumbo.

La Península de Sandía, de origen volcánico, se extiende en el sur de la isla, con playas infinitas.

Hasta mediados del siglo XX se llegaba a Puerto Cabras a bordo del barco de vapor El Correillo. Allí desembarcó en 1924 Miguel de Unamuno para su confinamiento durante la dictadura de Primo de Rivera. Hoy la capital de la isla, Puerto del Rosario –con aeropuerto a 4 km–, tiene junto al Cabildo un museo dedicado al escritor. Ocupa la casa que le dio cobijo y donde inició su cuaderno De Fuerteventura a París, publicado en 1925. En él cuenta que paseó en camello, tomó el sol en cueros y sintió Fuerteventura como un respiro, tal y como escribió al regresar de su exilio.

Hacia el interior de la isla

En busca de ese paisaje austero, desnudo y desértico que describió Unamuno nos dirigimos al Mirador del Morro Velosa. Desde este punto del interior se avista un panorama de 360 grados que abarca el centro y norte de la isla. Además de las vistas, el mirador muestra una exposición dedicada a los tesoros de esta isla declarada Reserva de la Biosfera: geología, fauna, flora, recursos naturales y patrimonio etnográfico, como el inmenso valor de las gavias, el sistema de cultivo desarrollado por los antiguos habitantes para aprovechar hasta la última gota de lluvia que cae en esta isla de clima semidesértico.

A pocos metros de este punto estratégico hay otro mirador, el de Guise y Ayose. Tiene dos estatuas de bronce dedicadas a estos antiguos menceys, gobernantes de una isla dividida en los reinos de Jandia y Maxorata, que desaparecieron poco después de la conquista.

Desde allí ya se contemplan los tejados de Betancuria, fundada en el siglo XV y capital de la isla durante siglos. Después de pasear por sus calles empedradas, merecen una visita el Museo de Arte Sacro y el Arqueológico. El municipio está casi en su totalidad protegido por el único Parque Rural de la isla, de interés geológico.

El valor natural de Ajuí

En la cercana Pájara se admira la portada de su iglesia, del siglo XVII e inspiración azteca. A escasos 10 km se halla Ajuí, villa y Monumento Natural, con una playa de arena negra, idónea para contemplar la puesta de sol. En esta zona está el meollo de la historia geológica de Fuerteventura. La pared del barranco de Ajuí muestra las capas de la tierra. En la franja inferior, aflora el complejo basal verdoso, las rocas más antiguas de Canarias. Corresponde a la fase de crecimiento submarino, antes de que la isla emergiera del mar y se superpusieran sobre ella volcanes que hoy ya no existen; algo que se ve en contados lugares del planeta. Otra sorpresa son las Cuevas de Ajuí, excavadas por la erosión marina cual catedrales oceánicas. Las dunas fósiles y los sedimentos de la superficie son como esculturas naturales y el summum para aficionados a la paleontología.

Las excursiones por Ajuí suelen abrir el apetito. Por suerte hay restaurantes frente a la playa donde comer una «vieja a la espalda» (un pez loro emblemático de Canarias) o unas lapas con mojo. Otra parada de interés es el Ecomuseo de Tefía, que nos habla de la vida campesina y de los molinos de la isla.

Cerca de Ajuí se pueden ver las rocas más antiguas de Canarias.

En busca de la vegetación ancestral de Fuerteventura seguimos hacia el Parque Natural de Jandía, en el sur, para subir al pico de la Zarza (807 m), techo de la isla, que se eleva sobre la playa del Cofete. Las nubes que se arremolinan en la cresta proporcionan la humedad suficiente para alimentar un pequeño jardín colgante natural. A salvo de las voraces cabras, aquí sobreviven endemismos como el acebuche canario, el aderno, el mocán, la magarza y el tajinaste de Jandía.

Rutas senderistas

En el núcleo turístico Morro Jable nace el sendero PR-FV 54 que sube a la cima. Se trata de una pista de 7,5 km. Desde lo alto del Pico de la Zarza, la vista de la extensa playa de Cofete justifica el esfuerzo. Otro enclave para ver la flora de Fuerteventura es el Jardín Botánico de La Lajita.

Camino del norte –Fuerteventura es la isla canaria más larga: 98 km de norte a sur–, los amantes de los sabores locales pueden detenerse en queserías tradicionales que elaboran con leche de cabra el queso majorero, ya consumido por los aborígenes y hoy con denominación de origen.

En su extremo nordeste, pasando por el Parque Natural de las Dunas de Corralejo, la isla nos reserva una experiencia más: observar los delfines que surcan el estrecho de la Bocaina, entre Lanzarote y Fuerteventura. Lo aconsejable es contratar una excursión en el barco del Instituto Canario de Estudios de la Naturaleza. Y así despedirnos de la isla con palabras de Unamuno: «Mar que sana… Roca sedienta al sol, Fuerteventura, tesoro de salud y de nobleza…».



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miércoles, 8 de agosto de 2018

Pachinko. Holafly, la tarjeta SIM para estar conectado en tus viajes (Japón, Estados Unidos, Asia… y más)

Fotos de Tokio en Japon, mujer con telefono movil

El contenido de este artículo es patrocinado, pero todas las anécdotas y experiencias que se cuentan son reales.

Desde que empezamos a viajar por el extranjero hace más de una década, ha habido muchísimas circunstancias y hábitos viajeros que han cambiado de forma extraordinaria. Quizás una de las más evidentes ha sido el tema de la comunicación o el hecho de que actualmente estemos siempre conectados a internet. Cuando viajábamos fuera de España hace unos años tratábamos de dar señales de vida de vez en cuando llamando por teléfono en una conferencia internacional que nos costaba un riñon y parte del otro, tirábamos de mapas de papel o hacíamos las reservas de billetes u alojamientos a la vieja usanza en una ventanilla y cara a cara.

La tecnología ha evolucionado muchísimo en la última década y ahora no concebimos los viajes sin consultar cómo llegar de un destino a otro en Google Maps, buscar opiniones de un hotel, restaurante o excursión en TripAdvisor, seguir en contacto directo con nuestros familiares o amigos a través de  WhatsApp, o compartir fotos en Instagram, Facebook o Twitter. No decimos que la forma de viajar actual sea mejor o peor que la de antes, simplemente se ha trasformado y tratamos de aprovechar las ventajas que nos aportan las nuevas tecnologías. El roaming ya no es un problema para estar conectados con nuestros smartphones en la mayoría de países de Europa. ¿Pero qué sucede cuando viajamos a Japón, Estados Unidos, Asia u otros países? Os presentamos Holafly, la tarjeta SIM que nos hemos llevado para estar conectados en nuestro viaje a Canadá.

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Antes lo normal era poner el modo avión cuando empezábamos un viaje al extranjero y no conectar los datos del móvil ni borrachos al aterrizar. ¿Verdad que has probado todas las WiFi del aeropuerto sin saber si eso podía ser un riesgo para enviar un simple WhatsApp? Todo por no llevarte una desagradable sorpresa en la factura del móvil al regresar a casa.

Afortunadamente las cosas han cambiado y ahora es más fácil que nunca estar conectado a internet comprando una tarjeta SIM. Nosotros lo hacíamos normalmente el primer día del viaje, aunque siempre perdíamos bastante tiempo con ello en el aeropuerto de llegada o buscando alguna tienda de telefonía o 24 horas (por ejemplo en muchos destinos de Asia). Aunque la mayoría de veces eso bastaba, en algunas ocasiones nos hemos llevado alguna sorpresa desagradable porque la tarjeta no era compatible o no supimos hacerle entender al dependiente de la tienda (que por supuesto, no hablaba español) cuáles eran nuestras necesidades.

Para evitar este tipo de inconvenientes, este año hemos confiado en la empresa española Holafly, cuya principal ventaja es que nos envía a casa (antes del viaje) justo la tarjeta SIM de datos y llamadas que necesitamos. De este modo, durante el trayecto de avión podemos cambiar la tarjeta SIM de nuestra compañía española por la de Holafly y disfrutar de la conexión a internet en el destino nada más aterrizar.

¿Qué ventajas tiene las tarjetas SIM de Holafly mientras viajamos?

La primera ya la hemos esgrimido en el párrafo de antes, disfrutar de cobertura 4G o 3G en el país al que vas a viajar desde que aterrizas, pues en Holafly usan las redes de las compañías telefónicas más importantes de cada país. Puedes utilizar las tarjetas SIM de Holafly en destinos como Japón, Estados Unidos, Tailandia, Marruecos, hasta un total de 11 destinos. Además, disponen de tarjetas para Norteamérica o varios países de Asia a la vez.

Gracias a las tarjetas SIM de Holafly podrás seguir utilizando en todos estos destinos las mismas aplicaciones de tu smartphone, aunque cambies la tarjeta en tu móvil conservas todos tus contactos por lo que no tendrás problemas con los programas de mensajería tipo WhatsApp o Messenger. Además, en todos los destinos los datos son ilimitados (excepto en Japón).

El hecho de tener una tarjeta SIM local te permite recibir llamadas y SMS a través de  tu número de teléfono local. Esto viene genial para reservar en algún restaurante, recibir avisos de tu alojamiento o para cualquier imprevistos.

¿Cómo es la reserva de las tarjetas SIM de Holafly y cómo se activan?

El proceso de la reserva de las tarjetas SIM es muy sencillo y siempre se realiza a través de su web oficial. Simplemente tienes que escoger el destino y el tipo de tarjeta que necesitas y te las envían a casa en 48 horas máximo, sin gastos extra y por correo urgente. Los precios no llevan sorpresas desagradables, ya que son justo los que ves en la web de Holafly.

Una vez en destino simplemente tienes que recortar la tarjeta de Holafly (vienen troqueladas) para que encaje en el tamaño de la que use tu móvil (no olvides el pincho para sacar la tarjeta que emplean algunos móviles como los iPhone). Luego el proceso de activación depende de cada destino. Suele ser bastante sencillo, pero recibirás por correo electrónico las instrucciones que debes seguir paso a paso.

Una vez acabe el viaje no tienes que devolver la tarjeta, ya que la puedes tirar o quedártela de recuerdo.

Holafly, es una excelente opción estar conectado en tus viajes. Introduce el código ELPACHINKO al reservar y sólo por ser nuestro lector aprovéchate de un 6% de descuento: reserva aquí tu tarjeta SIM de Holafly con el código ELPACHINKO.



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