Cómo reconocer a un auténtico viajero
Pequeño manual del buen trotamundos
Dice un proverbio tibetano: “El viaje es un regreso a lo esencial”. Y los auténticos viajeros son los que lo ponen en práctica: viajan sin prisas, con poco equipaje y sencillez; son generosos, capaces de aceptar el cambio y la diferencia y saben manejarse en cualquier tipo de situación. Estos seis principios que identificarán al auténtico “vagabundo viajero” y le diferenciarán del turista de paso.
1. La lentitud
El buen viajero se mueve sin prisas y sin una apretada agenda con centenares de cosas para ver o hacer cada día. El viaje lento permite fijarse en detalles que de otra forma se escaparían, charlar con la gente o descubrir agradables sorpresas inesperadas. Las transiciones geográficas, humanas y culturales se viven suavemente surcando el agua o siguiendo el camino.
2. La sobriedad
Cuando se viaja es fácil comprobar que en realidad no se necesita casi nada para disfrutar y ser felices. Conocer las necesidades reales con precisión permite responder a ellas minimizando el uso de los recursos. Una actitud sobria y humilde es una muestra de respeto hacia el otro y una apertura a su realidad. Así se podrá adaptar la forma de satisfacer necesidades a las realidades y los conocimientos locales.
3. El intercambio
Hay que viajar sin orejeras y mirando lo que se encuentra en el camino. El viaje es una oportunidad de conocer gente, y el encuentro sería incompleto sin intercambio. Escuchando y observando, el viajero aprende a deshacerse de sus prejuicios y a recibir otra cultura que no es ni mejor ni peor que la suya sino simplemente diferente. Se puede compartir ideas y conocimientos sin imponerlos al otro. El intercambio puede hacerse también en forma de bienes o servicios o mediante la participación en la economía solidaria.
4. La optimización
En la actual sociedad prima el individualismo y el despilfarro de energía, alimentos, bienes materiales y espacio es enorme. Ahora bien, como el residuo de uno es el maná de otro, el viajero puede aprovechar los recursos no utilizados para desplazarse (autoestop, barcoestop, etc.) y alojarse en casas particulares. Las técnicas de optimización ayudan a desarrollar la conciencia ecológica, la gratitud, la flexibilidad y la paciencia.
5. La iniciativa ética
Es posible practicar un vagabundeo coherente y comprometido. Mientras que el turismo clásico ofrece viajes organizados, el viaje vagabundo libera y responsabiliza a quien lo practica. Cada decisión tiene un impacto sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el entorno. Por pura coherencia, el viajero tratará de actuar de manera justa y equitativa. No intentará regatear ni gastar lo menos posible en detrimento de la realidad socioeconómica local y deberá informarse, preguntar para comprender y elegir en función de sus valores.
6. El desarrollo personal
Cada vez que un viajero se atreve a vivir su sueño y su aventura está haciendo frente a sus miedos. Al aceptar una parte de azar, uno se dejará sorprender por realidades muy diferentes a lo esperado. Si se es un auténtico viajero, se transformarán los condicionamientos económicos o el deseo de comodidad en oportunidades de desarrollo personal. Salir de la zona de confort a veces es beneficioso, y seguro que se aprenderá a sentirse a gusto en todo tipo de situaciones. Desarrollar la capacidad de aceptar el cambio y la diferencia hace que se aproveche mucho mejor el placer de viajar.
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