El misterio siempre ha rodeado la ruta jacobea a Finisterre. Este camino histórico, ya descrito en crónicas del siglo XII, conducía a los peregrinos de la época a un promontorio considerado, hasta el descubrimiento de América, el finis terrae de la Península. La senda hasta Fisterra (su nombre actual, en gallego) cautivó a aquellos romeros medievales y, tras el Romanticismo, a quienes la recorrían atraídos por el paisaje y la exaltación de dramáticos naufragios que acabaron otorgando el nombre de Costa da Morte a este litoral. Los caminantes contemporáneos siguen fascinados por este itinerario, considerado el «epílogo» de la ruta jacobea, que puede concluir en Fisterra o en Muxía. Esta prolongación hasta el mar desde Santiago de Compostela (unos 110 km) invita a evocar las leyendas del traslado del apóstol a estas tierras, y a revivir tradiciones como el baño ritual en el océano y la contemplación del sol sumergiéndose en las aguas del Atlántico.
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