El nombre mismo de este desierto que en hebreo significa “árido” invoca una imagen de accidentados e inhóspitos yermos, guardas fronterizos, jeeps y camellos. Sin embargo, la extrema sequedad del Neguev, tan extrema como lo indica su propio nombre, no le impide albergar un gran número de florecientes comunidades agrícolas, sustraídas al desierto por la tenacidad y la fuerza de voluntad de los colonos, e incluso de una gran ciudad moderna.
Pero no nos engañemos. El Neguev no es el típico desierto de palmeras y dunas, sino una infinita combinación de ecosistemas desérticos que comprende barrancos, frondosos oasis, amenazadores volcanes… También es una tierra densa de historia, en la que pueden rastrearse las huellas de los primeros hombres, de los grandes personajes bíblicos, de los egipcios, nabateos, romanos, etc.
Con sus doce mil kilómetros cuadrados de tierras que se extienden entre el mar Muerto, Jordania y Egipto, el Neguev ocupa más de la mitad del territorio de Israel, pero acoge a menos del 10 por ciento de la población total del país. La mayoría -más de 120.000- viven en Beersheva, capital del Neguev y cuarta ciudad de Israel.
Beersheva es hoy sede de una floreciente industria y de la famosa Universidad Ben Gurion. Todos los jueves por la mañana, en su extremo sur, se tiende un mercado beduino, en el que estos nómadas del desierto siguen trocando sus camellos, ovejas y cabras. Un espectáculo alucinante.
EILAT, PUNTO DE PARTIDA
Para atravesar este desierto de contrastes conviene iniciar el trayecto desde las remota Eilat, el puerto que diez siglos a C construyera el rey Salomón en el golfo de Akaba, a orillas del mar Rojo.
Con sus hoteles de lujo, sus piscinas festoneadas de palmeras y un mar increíblemente azul, Eilat permite vivir una tonificante jornada de reposo antes de emprender la excursión por el desierto y disfrutar, además, de las fantásticas formas del arrecife plagado de vida.
La travesía del Neguev desde el sur hasta el norte, antaño imposible a causa de las abruptas montañas, las violentas inundaciones, el tormento de la sed y las bestias feroces, puede hacerse hoy por una simple carretera que une el golfo de Akaba con el mar Muerto. Yo sugiero hacer el trayecto en un 4×4, y a veces a pie, para poder admirar lejos de los caminos trillados, las grandes bellezas que alberga el desierto.
Una de las primeras etapas es el valle de Timna, fantástica escenografía pétrea. Por su extraordinario interés histórico está protegido. Para ver los secretos que encierra y poder contemplar sus cambiantes lunares y sus antiguas minas de cobre hay que recorrerlo a pie.
Sólo así pueden admirarse, en toda su desolada grandeza,las grandes losas de piedra gris y rosa, las extensas coladas, y este extraño valle en el que se yerguen, como extrañas criaturas, grandes rocas en forma de seta, de castillo, de esfinge…
Y sólo así puede accederse a las minas antiguas, del mismo modo que lo hicieron los antiguos esclavos, hebreos o romanos, e introducirse en alguno de los diez mil pozos que, descendiendo a las entrañas de la Tierra, llevaban a los yacimientos de cobre. Las minas de Timna comenzaron a explotarse hace unos seis mil años y alcanzaron su auge en épocas bíblicas -por algo llevan el nombre de las minas rey Salomón– cuando, hacinados en pésimas condiciones en sus profundas galerías, llegaron a trabajar en ellas más de 80.000 esclavos.
No muy lejos de Timna, hacia el noreste, se alza Har Harkom, la cumbre que, según las investigaciones arqueológicas, coincidiría con el mítico monte Sinaí, donde Moisés recibió las Tablas de la Ley.
Y luego está Maktesh Ramon, ese cráter ovalado que, a pesar de sus extraordnarias domensiones, aparece repentinamente, como una estremecedora visión, en el centro del desierto. Con sus 40 kilómetros de largo y 12 de ancho es el mayor de los cinco cráteres del Neguev.
Maktesh Ramon puede atravesarse mitad a pie, mitad en 4×4, por la antigua ruta de los nabateos, pueblo de nómadas semitas que tuvieron su esplendor entre los siglos II a y II d C.
A unos treinta minutos de Miztpe Ramon, la ciudad de desarrollo que domina el Maktesh, se encuentra Advat, la principal ciudad nabatea del Neguev. A principios de los 50 fue excavada y reconstruída en parte y exhumados sus imponentes edificios.
Pero el desierto encierra otras muchas bellezas y la mejor manera de vivir esta fascinante aventura es in situ. Sólo así se pueden descubrir nuevos y mágicos misterios.
Fotos de Andrés Magai; Texto de Oriol Pugés
CÓMO IR
Vuelos directos España/Israel: www.elal.co.il
A TENER EN CUENTA
Pasaporte. Con una caducidad superior a 6 meses contando desde la fecha de entrada y/o salida. Israel no impide la entrada a ningún viajero por el simple hecho de llevar sellos o visados de países que no reconocen en Estado de Israel. Por lo tanto, no es necesario cambiar el pasaporte.
Electricidad. 220 V
QUÉ VER
Beersheva. Ciudad de los Patriarcas y capital del Neguev
Región de Eilot. Entre Eilat y Mitzpe Ramón. Llena de fallas geológicas que han dado lugar a magníficos cañones que descienden desde las desnudas y escarpadas montañas hasta el mar.
Maktesh Ramón. Mitze Ramon, en constante crecimiento, está situado sobre una maravilla natural, el cráter Ramón, cruzado por la antigua Ruta de las Especias de los Nabateos.
Ruta nabatea. Avdat. La mayor ciudad nabatea en el Neguev. Fundada en el siglo III aC en la ruta de las especias que unía Petra con Gaza.
Eilat. A orillas del mar Rojo. Ciudad balneario. Clima ideal.
Valle de Timna. Pilares del Rey Salomón, santuario de Hathor, extrañas formaciones rocosas y antiguas minas de cobre. A 25 kilómetros de Eilat.
MÁS INFORMACIÓN. www.goisrael.es
via Oriol Pugés http://ift.tt/2iu5bah
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