Polonia es la tierra de Chopin, del vodka, de los bosques más antiguos del continente. Es la tierra del bisonte, de la polonesa y de la música como lei motiv de existencia y marca del ser nacional. Es un país que va vestido de campos y pueblos agrícolas, de lagos postglaciales, de un tramo de Cárpatos y un balcón hacia el mar Báltico. De pueblos góticos y románicos, de iglesias ortodoxas y ventanas musulmanas, de contrastes étnicos, arquitectónicos, artísticos y políticos. Históricamente hablando, Polonia fue y no fue. Es eje de una pasado en plan saltimbanqui, de idas y venidas, formaciones y deformaciones, despareciendo como Estado y reapareciendo poco después al amparo de tutores indeseables. Viene de épocas de ser suelo de guerras y excusa de reinos vecinos que se la disputaban. De la invasión alemana durante el año 1939 a las nuevas imposiciones políticas que llegaban desde la tutela obligada de la Unión Soviética de la posguerra…
PRIMERA PARADA, CRACOVIA
Ser Patrimonio Cultural de la Humanidad no es algo que se lleve tan fácilmente. Y menos si hay que habitar ese patrimonio, conservarlo y vivirlo sin destruir ni alterar el entorno. Cracovia conoce el tema. Hoy es una ciudad de cuento, y caminarla es como internarse en esos relatos sin tiempo de mansiones añejas, adoquines y carruajes centenarios circulando en cada esquina.
El centro histórico, abrazado entre murallas medievales y el castillo de Wawel, gira alrededor de la Lonja de los Paños (mercado), un edifico gótico con retoques renacentistas, de 1200. En la planta baja las tiendas de artesanías locales mantienen intacto el estilo de su arquitectura original y se disputan la atención de los paseantes que, dicho sea de paso, somos muchos… y muchos, españoles.
Caminamos poco a poco por la plaza, entre los pintores ambulantes, los retratistas y los músicos callejeros… “Cada una de las casas de los alrededores de esta plaza tiene su historia y sus detalles góticos y renacentistas. Forman parte del museo urbano en el que se ha convertido Cracovia”, dice Magdalena Osuch, excelente guía que, además, habla perfectamente español. Y es cierto. Casi todas pertenecen a los siglos XIII, XIV y XV, tienen su escudo de familia sobre los portales y rebosan de huellas de la arquitectura de antaño.
A lo largo de la plaza, las casas se alternan con las iglesias de San Adalberto y Santa Bárbara, sólo una pequeña muestra de las docenas de iglesias que recuerdan permanentemente la adicción católica de los polacos.
Paseamos. Me acompaña Andrés, fotógrafo, que se está volviendo loco “disparando” a todo lo que se mueve… y lo que no. Son las 12 del mediodía y desde la torre renacentista de la iglesia de Santa María alguien toca el himno religioso con una trompeta autóctona. De nuevo Magdalena me instruye: “es una tradición centenaria; la canción se titula Hejnal Mariacki, y la melodía se corta de improviso para recordar que allí murió atravesado por una flecha el trompetista que alertaba a los nativos sobre la invasión de los tártaros”. Hace mucho de aquello, y sin embargo sigue intacta la costumbre.
Continuamos nuestro paseo. La idea es seguir por el palacio de Wielpolski, las iglesias de San Pedro y San Pablo hasta llegar a la cima de la colina en donde nace el castillo Wawel, el conjunto más interesante de Cracovia. Construido por partes entre el siglo XII y el XVI fue residencia real durante muchos años. Hoy se ha recuperado como monumento histórico.
En el corazón, una catedral impactante que marca casi el eje de la colina y es una de las más importantes del país. Después, bajando la cuesta el recorrido sigue, en tono religioso, por la iglesias de la Santa Cruz y Santa Ana, por el palacio de San Cristóbal cercano al mercado y por el barrio de Kazimierz que fue uno de los guetos judíos reflejado en “La lista de Schindler”, la famosa película que relató de forma real el drama judío durante la Segunda Guerra Mundial. Desde el estreno de la película ha cambiado la fisonomía del lugar.
Hoy, podemos pasear por la calle Szeroka de Kazimiers y sentranos en una de sus terrazas. En las sinagogas hay vida, entra y sale gente. Algunos se detienen entre las lápidas del cementerio de la sinagoga de Remuh. Probablemente siguen los pasos de sus antepasados. Vienen a recuperar una memoria perdida. Cracovia es un buen lugar para elo porque está cargada de historia y de monumentos que la reviven.
Dos días y Cracovia nos permite la partida. Nos dirigimos a Wieliczka, a la que dedicamos nuestro próximo reportaje…
Fotos de Andrés Magai
CÓMO IR
LOT ofrece vuelos directos desde Madrid a Varsovia. La duración del trayecto son tres horas y diez minutos y el servicio a bordo es muy agradable. A partir de enero de 2016 LOT operará, también, desde Barcelona. En Varsovia podemos alquilar un coche y movernos libremente por el país. Las carreteras son estupendas aunque hay que tener un poco de cuidados con el tráfico.
CÓMO MOVERSE
Es una ciudad muy cómoda. Los tranvías son probablemente la mejor manera para moverse sin problemas.
QUÉ VER
Cracovia es una joya. Un museo vivo que como ciudad fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Hay que ver el centro histórico, su mercado y el palacio San Cristóbal, así como el castillo de Wawel, en al colina homónima. Asimismo, el palacio de Wielpolski y las iglesias de San Pedro y San Pablo, que también merecen una atenta visita y están de camino al castillo. Por último es muy recomendable caminar por el barrio de Kazimierz, donde, además de varias sinagogas, se encuentra el bello cementrio de Remu,h
QUÉ COMER Y BEBER
Hay que probar el vodka, una de las delicias del país, y la okocim, una de las cervezas locales.
En Polonia se sirve siempre una sopa. Hay varias, las más sabrosas son la grzybowa (de setas) y la zurek (huevo, jamón, bacon…)
El plato de carne por excelencia es el golonka, a base de cerdo y cocido al horno.
MÁS INFORMACIÓN
The post POLONIA, Sus más bellos tesoros appeared first on Espíritu Viajero, magazine de viajes.
via Oriol Pugés http://ift.tt/1G93zMR
No hay comentarios:
Publicar un comentario