La excursión al santuario Fushimi Inari de Kioto (o Fushimi Inari Taisha) es imprescindible, ya que probablemente se trata del lugar de oración sintoísta más conocido fuera de Japón. Sus famosas torii o puertas rojas quedaron grabadas en la memoria colectiva gracias a la adaptación cinematográfica que Rob Marshall hizo en 2005 de la novela Memorias de una geisha. Ese momentazo en el que la niña Sayuri corre a través del pasillo de color escarlata para pedirle un favor al dios Inari provocó que las visitas a este oratorio crecieran de forma exponencial, especialmente entre los turistas extranjeros.
En nuestros dos primeros viajes a Japón no habíamos tenido la oportunidad de conocerlo, así que la visita al Fushimi Inari era una espinita que teníamos clavada desde hacía casi una década. En ese sentido, corríamos un grave peligro de que unas expectativas demasiado altas emborronaran unos recuerdos casi idílicos de nuestra primera estancia en Kioto. Quizá por eso decidimos ser más cautos, aunque la lluvia, que no cesaba de caer esos días en la región de Kansai, nos ayudó a rebajar nuestras perspectivas. Tocaba abrir los paraguas transparentes que habíamos comprado por pocos yen en un conbini.
Excursión al Fushimi Inari de Kioto
Además de ser muy atractivo por las referencias cinéfilas, con la excursión al Fushimi Inari de Kioto estarás visitando uno de los santuarios sintoístas más antiguos de todo Japón (s. VIII). Como su nombre indica está dedicado a Inari, una deidad muy importante para los comerciantes y gente que busca la buena suerte en temas relacionados con los negocios. Además de sus 4 kilómetros de puertas rojas, este lugar de oración emplazado al sur de Kioto está repleto de estatuas de kitsune, un zorro que está considerado el mensajero de Inari. Acompáñanos en este paseo por uno de los mejores lugares para visitar en Kioto.
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Cómo llegar al santuario Fushimi Inari de Kioto
Antes de afrontar nuestro tercer viaje a Japón (el primero viajando con niños), teníamos previsto alojarnos en Kioto. Un par de meses antes de nuestro periplo descubrimos que no quedaba ni una habitación libre en la ciudad, así que nos tocó quedarnos en Osaka (aquí puedes buscar los mejores alojamientos en Kioto). ¿Sería por la floración de los cerezos o es que el aumento de turistas en la última década había sido desproporcionado?
En ese sentido, tuvimos que pillar un shinkansen o tren bala que en una media hora nos dejó en la preciosa estación central de Kioto. Lo más sencillo para llegar hasta el santuario Fushimi Inari desde allí es tomar la línea JR Nara Line Local en los andenes 9 y 10, cuyo trayecto duro sólo 5 minutos. Los trenes son de color verde y tienen un aspecto un tanto vintage como el de la foto.
Una vez sales por la puerta principal de la estación, el santuario se encuentra a pocos minutos a pie. Enseguida verás un gran torii rojo que marca el inicio de una cuesta y la entrada a este célebre lugar de oración enclavado a los pies de una montaña. Si no te atreves o no te apetece visitar Kioto y la zona de Fushimi Inari por tu cuenta, otra opción muy interesante es hacer una excursión a Nara e Inari con guía en español, que sale especialmente a cuenta cuando sois varias personas.
Visita al santuario Fushimi Inari de Kioto
El cielo estaba muy triste aquel día de abril. Tanto que parecía que iba a llorar en cualquier momento. El gris del firmamento contrastaba de una forma extraordinaria con el rojo intenso de los los pabellones del santuario o con el penetrante verde de los árboles que rodeaban el recinto. Parecía que la lluvia nos iba a dar una pequeña tregua y pudimos echar un vistazo a los edificios principales y a las numerosas tiendas de amuletos y souvenirs que había en la plaza principal.
Pese al mal tiempo y que era temprano había bastante gente. Ten en cuenta que el Fushimi Inari de Kioto está abierto las 24 horas del día y la entrada es totalmente gratuita, así que puedes intentar jugar con horarios y fechas poco habituales para tratar de estar algo más solo durante la visita.
Lo primero que llamó la atención de los niños (antes de llegar al pasillo de puertas rojas) fueron las numerosas estatuas que hay dedicadas a los zorros de Inari o kitsune. Estos hacen las veces de mensajero de la deidad japonesa de la fertilidad, el arroz o la agricultura, aunque también suelen ser venerados por aquellos fieles que busquen el éxito en alguna empresa o cometido. Estos zorros están repartidos por todo el santuario, incluso en algunos puestos hay tablillas de madera con forma de este animal para que los devotos escriban sus deseos o peticiones.
A la izquierda del edificio principal hay un mapa del Fushimi Inari cuyos caminos (con rutas de hasta 4 kilómetros) están formados por pasillos que forman las ilustres puertas rojas, su principal símbolo desde que se fundara en el siglo VIII. Al estar emplazado en las faldas de una cumbre, el sendero se inclina hacia arriba, pero la pendiente no es muy exigente. Los torii no son muy espaciosos así que para solucionar el problema de estrechez hay un itinerario de subida y otro de bajada, sin embargo cuando está muy abarrotado la gente no suele respetarlo demasiado.
Evidentemente todo el mundo busca su foto con las puertas rojas, especialmente al inicio de la subida. En este punto se acentuó un poco más, si cabe, nuestro rechazo a la ridícula moda de los palos para hacerse selfies. Mejor tener un poco de paciencia, ya que hay cientos de torii y más de cuatro kilómetros de caminos repartidos por el bosque para buscar una instantánea solitaria. No obstante, parece que todos los tontos del mundo, además de estúpidos son impacientes por naturaleza y suelen bloquear el paso al resto de turistas con sus ridículos artilugios al principio del recorrido. ¿Qué pensarían los fundadores del santuario hace más de 1.200 años si pudieran ver a todos estos narcisistas por un agujerito?
Tras esquivar a los “palo-selfie” pudimos abstraernos un poco del gentío y admirar la belleza de aquel lugar. Jugamos a salirnos un poco de los senderos y buscar los pequeños bunsha que hay repartidos por la colina. Entonces el cielo no aguantó más y se puso a descargar sus lágrimas sobre las preciosas puertas rojas. A partir de entonces vimos menos gente, pero nuestro paraguas transparente pasó a ser el prisma por el que observábamos todo lo que nos rodeaba.
Oriol hacía trechos dentro del carrito y otros a pie, pero Teo iba completamente por libre sin perder detalle de aquel peculiar enclave. A veces avanzaba unos metros y regresaba corriendo para contarnos emocionado algún sorprendente hallazgo. Nos hizo mucha gracia cuando lo descubrimos cubriendo con su paraguas a uno de los kitsune vestidos de rojo, sin duda, uno de los grandes recuerdos de aquel viaje a Japón.
La lluvia poco a poco se fue tornando más intensa y nos azuzó para que deshiciéramos rápidamente el camino que habíamos andado hasta llegar a la estación de tren. En el trayecto de vuelta a Kioto pensamos que la visita al Fushimi Inari no había sido como la habíamos imaginado durante todos estos años. No vimos a ninguna Sayuri corretear entre los torii carmesíes. No obstante, nos quedamos con los buenos momentos y la belleza del lugar. El lugar Merece una visita pese a la lluvia y la multitud de turistas. Eso sí, los recuerdos no son tan inmaculados como los de hace diez años, pero quizás son más realistas.
¿Te gustaría hacer esta excursión al Fushimi Inari de Kioto? ¿Has hecho ya la visita a este lugar mágico? Cuéntanos tu experiencia en los comentarios.
Galería de fotos del Fushimi Inari de Kioto
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