Volcán Arenal
Aquellos que viajen a este país centroamericano en busca de ruinas precolombinas o de restos de ciudades coloniales, se equivocan de destino. En Costa Rica el patrimonio artístico lo conforman los monumentos que ha dado la propia naturaleza: 8.000 especies de plantas, 200 de mamíferos y casi un millar de aves distintas.
Perezoso
Costa Rica sorprende por la gran cantidad de especies de aves
Y es que no existe otro país en América latina que mime con tanto esmero el medio ambiente, y es por ello que todos sus atractivos turísticos están relacionados con él. Contemplar el volcán Arenal o el desove de miles de tortugas marinas en las playas, o deslizarse con tirolinas por las copas de los árboles son algunas de las apasionantes actividades que se pueden realizar en este paraíso llamado Costa Rica.
Así que, para justificar con creces el viaje, nada mejor que recorrer algunos de sus parques nacionales.
Volcán Arenal
La puerta de entrada a Costa Rica para quienes venimos desde España es San José, la capital.
No es ésta una ciudad hermosa. Numerosos temblores acabaron con su patrimonio arquitectónico colonial. Así pues, sugiero abandonar la ciudad. Bien temprano, antes de que los vientos alisios traigan las nubes del Caribe que más allá del mediodía estallarán en una violenta tormenta tropical, conviene recorrer entre cafetales el valle Central y los faldeos del volcán Poás.
Volcán Poás
El volcán Poás es el más desarrollado de los parques nacionales del país. Una magnífica carretera asfaltada lleva hasta casi el mismo borde del cráter principal. Son apenas 60 kilómetros desde San José. Una vez arriba se accede al mirador del cráter, uno de los más grandes y espectaculares del mundo. Impresiona ver tan de cerca la boca de un volcán en actividad que emana humaredas blancas y vapor. El cráter tiene apariencia lunar, aunque el resto del Poás es de un verde intenso.
Laguna Botos (Poás)
El Poás tiene también dos cráteres menores, actualmente inactivos, que dormitan bajo exuberantes alfombras de verdor. Uno de ellos, el Botos, alberga un hermoso lago color jade, al que se llega por un sendero en apenas de 20 minutos de relajante caminata. Y es que por el camino resuenan los cantos de los petirrojos y de los tucanes, que se mezclan con el melodioso canto del quetzal.
Otro volcán que se puede visitar cómodamente desde San José es el Arenal. El Arenal comenzó a formarse hace un millar de años, ascendiendo como un termitero. El 29 de julio de 1968, un terremoto despertó a este gigante dormido, cuya erupción diezmó la cercana población de Tabacón. Desde entonces no ha dejado de humear y se ha convertido en la principal atracción de la zona. Para los más atrevidos, los alrededores de Arenal proponen otra gran aventura: el canopy-tour.
La tortuga es otro de los grandes focos de atracción. El Parque Nacional Tortuguero, al noreste del país, en pleno Caribe, es también visita obligada. Entre los meses de julio y octubre, aunque con mayor intensidad en septiembre, las tortugas, de un metro de longitud y hasta 200 kilos de peso, utilizan los cerca de 30 kilómetros de playa virgen de Tortuguero para desovar.
De una forma muy organizada los viajeros podemos ser testigos directos de este ritual de vida ancestral. Y es que miles de tortugas aprovechan la tranquilidad de la noche para poner sus huevos, una vez que han excavado con sus aletas el nido en el lugar que consideran más adecuado.
Para quienes no tienen la fortuna de poder presenciar el desove de las tortugas, el parque nacional ofrece, como consuelo, la belleza de su paisaje. Tortuguero es una de las zonas silvestres del país más ricas y variadas, tanto en flora como en fauna; algo que el viajero puede disfrutar en largos paseos en barca a través de la intrincada red de canales que se extiende a lo largo de su decena de kilómetros.
En lancha por los canales de Tortuguero
La oferta de Costa Rica no se agota aquí. Más de 20 parques nacionales, ocho reservas biológicas, y más de 50 zonas protegidas abren posibilidades que incluyen también los deportes de aventura. En próximos capitulos trataremos de ellos…
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Salvajes, inhóspitos, extremos. Los apelativos que se emplean para definir a los desiertos siempre suelen maltratar a estos fascinantes biomas con mucha dureza. No obstante, si has estado en alguno de ellos sabrás que precisamente son sus condiciones desmesuradamente adversas las que los convierten en lugares cautivadores. Tanto es así que aquel que ha probado esas mieles quiere repetir una y otra vez. Por el día son despiadados, pero por la noche te regalan un idílico manto de estrellas que difícilmente se puede contemplar con tanta nitidez en otro espacio.
En mi reciente viaje a Jordania tuve la gran fortuna de pasar dos días en Wadi Rum, uno de los desiertos más bellos del planeta por su intenso color rojizo, sus campamentos de beduinos y el pintoresco aspecto de sus formaciones y acantilados de arenisca cincelados tras cientos de años de erosión. Su magia fue capaz de embrujar al mismísimo Lawrence de Arabia que en su obra “Los siete pilares de la sabiduría” lo describía con esta maestría.
Los riscos terminaban en cúpulas, de un rojo menos ardiente que el resto de la montaña, más bien grises y apagadas. Estas cúpulas dotaban a este irresistible lugar de un acabado arquitectónico bizantino: esta senda procesional superaba cualquier cosa imaginada… Nuestra pequeña caravana se empequeñecía cada vez más y quedaba envuelta en un silencio mortal, temerosa y avergonzada de ostentar su pequeñez en presencia de tan majestuosas montañas.
Wadi Rum está emplazado al sur de Jordania, y tiene una extensión que alcanza los 100 kilómetros de norte a sur. Es uno de los imprescindibles del Reino Hachemita, aunque sus terribles condiciones climáticas aconsejan visitarlo en primavera u otoño cuando las temperaturas son más suaves y agradables. Yo estuve por allí a finales de mayo y el calor golpeaba con dureza, aunque se podía soportar.
Desde Amman es bastante sencillo llegar en coche, ya que se accede hasta allí por la carretera 15 más conocida como la carretera del desierto. Esta senda cruza Jordania de norte a sur. El trayecto desde la capital del país dura aproximadamente 3 horas. Desde otro lugar célebre como Petra se suele tardar hora y media, primero por la carretera de los reyes y luego por la ya citada autovía número 15.
Observar las dunas, los cañones o siqs y las formaciones rocosas de color rojizo justificaría por sí mismo una visita a Wadi Rum. Sin embargo, sus características lo convierten en un lugar ideal para realizar excursiones y actividades de aventura que añaden un poco más de sabor al guiso. También es habitual encontrarse con campamentos de beduinos donde descansar y refrescarte, manantiales de agua (como el de Lawrence), puentes de piedra, pueblos (Rum es el más importante), templos nabateos, incluso el famoso ferrocarril Hijaz que actualmente no está operativo. En una de las entradas al desierto hay ubicado un centro de visitantes con un pequeño museo.
En cuanto a las actividades, una de las más populares es la excursión en vehículo todoterreno por el Wadi Rum, ya que te permite recorrer distancias muy grandes en poco tiempo y observar algunos de los lugares más célebres del desierto de Jordania.
Las excursiones en todoterreno se suelen complementar con paseos en camello o caballos. Lo curioso es que en mitad de la nada puedes ver a un par de beduinos con una manada de camélidos reposando a pleno sol y esperando a que los turistas lleguen para trotar unos minutos entre sus jorobas. Estas rutas no suelen ser demasiado extensas y es una experiencia muy típica.
La ruta suele terminar en un campamento beduino donde se pueden comprar souvenirs, refrescarte con agua fresca o fumar shisha. Suelen estar alojados junto a los cañones y acantilados para cobijarse del sol. Allí te suele recoger el mismo todoterreno que te dejó sobre el camello.
Otra de las actividades que se ha puesto muy de moda los últimos años en Wadi Rum son las excursiones en quad. Te permite recorrer los mismos lugares que los todoterreno, aunque con sensaciones muy distintas. Son vehículos bastante fáciles de manejar por el desierto, aunque mi experiencia no fue demasiado agradable.
Si me conoces desde hace tiempo sabes que mi relación con los vehículos de ruedas no es precisamente de amor y con los quads no iba a ser una excepción. A los pocos minutos de salir del campamento tuve que hacer un giro y se me soltó una de las manos del manillar. Eso provocó que el vehículo saliera disparado para un lado y mi cuerpo hacia el otro, justo sobre terreno pedregoso.
Me pegué una buena costalada, incluso mis compañeros dicen que perdí el conocimiento, aunque yo no me acuerdo del trompazo ni del vuelo sin motor. El resultado fueron varias heridas superficiales (como picaban en el Mar Muerto), la pierna derecha completamente amoratada y una costilla fisurada. Pese al batacazo, volví a subir al vehículo y pude disfrutar (algo magullado) de los increíbles paisajes del Wadi Rum.
Lo más divertido de este asunto es que en nuestra hoja de ruta no estaba prevista una excursión en quad, sino un paseo en globo aerostático para ver salir el sol sobre el desierto. No obstante, las condiciones para que estas aeronaves no propulsadas vuelen son muy especiales y el viento de aquella mañana impidió que saliéramos del campamento. Otras actividades muy típicas de la zona son las rutas de senderismo acompañados por beduinos o la escalada.
Un error muy habitual que se comete con Wadi Rum, es el de visitarlo por el día para luego pernoctar en otro destino de Jordania. De este modo, te pierdes la mitad del encanto del desierto que muta por completo cuando cae la noche sobre sus dunas de lívidos colores.
Los campamentos beduinos han cambiado mucho desde que el Wadi Rum impresionara al mismísimo Lawrence de Arabia y actualmente hay complejos que gozan de todas las comodidades necesarias. Desde disfrutar de una cena típicamente árabe a la luz de las estrellas a dormir en habitaciones con confortables camas y ducha para limpiarte el empalagoso polvo del desierto. Un ejemplo es el Bait Ali Lodge en el que descansamos durante nuestro viaje a Jordania y donde, además, pudimos saborear una deliciosa barbacoa y platos cocinados en su zerb u horno tradicional enterrado en el suelo.
Quizás una de las experiencias más memorables fue la de contemplar el atardecer encima de los acantilados de arenisca que se levantaban sobre el campamento. Ver los rayos del ocaso pintando de multiples colores las formaciones rocosas fue un momento realmente memorable. Yo no me lo pensaría dos veces y trataría de dormir en alguno de los campamentos de la zona. Por si te animas, aquí puedes buscar los mejores alojamientos para pasar la noche en el desierto de Wadi Rum.
Y ojito con los desiertos, pese a su fama de toscos e intensos pueden resultar muy adictivos.
Quiero dar las gracias a la Oficina de Turismo de Jordania por mostrarme uno de los desiertos más bellos del planeta y ayudarme a hacer este reportaje. También puedes leer el completísimo artículo que escribió mi compañero Alfonso Morales en su web The world thru my eyes.
Después de hablar de nuestra experiencia Interrail en un post de tipo “inspiracional”, en esta ocasión vamos a abordar el tema con un foque 100% práctico, tratando de responder preguntas habituales del tipo “¿cómo funciona”, “¿cuánto cuesta”, “¿qué tipo me conviene?”, etc. La idea básica del billete Interrail es relativamente sencilla: un único pase que te ...
La entrada Interrail: cómo funciona, precios, opinión y más es original del blog Los apuntes del viajero.
