“La tolerancia es la mejor religión”
Victor Hugo
No se nos ocurre mejor comienzo para un post llamado “10 razones por las que viajar nos hace más tolerantes” que este sensacional vídeo de Momondo. Por favor, antes de continuar leyendo míralo porque las reacciones de las personas que se someten a un test de ADN para ver su ascendencia es realmente sorprendente. Nuestra más sincera enhorabuena a los responsables de esta iniciativa.
En el reciente viaje a Tailandia en familia (del que acabamos de regresar) hemos tenido muchos tiempos muertos en los que reflexionar sobre este asunto. Siempre nos habíamos dicho a nosotros mismos que viajar es una de las mejores herencias que les podíamos dejar a nuestros hijos, pero ¿cuáles son los motivos?. Este artículo es una especie de respuesta a esta pregunta por si en el futuro Teo y Oriol se preguntan porqué sus padres se los llevaban a todas partes con ellos.
Salimos de la zona de confort
Todos tenemos un entorno en el que aparentemente nos sentimos seguros. Estar rodeados por nuestros familiares, amigos y compañeros nos proporciona una cierta sensación de confort que con el tiempo puede convertirse en monotonía. A largo plazo, esa rutina puede ser motivo de conflictos, desazón e incluso infelicidad. Viajando nos enfrentamos a nuevos retos y nos vemos obligados a solucionarlos interactuando con gente totalmente desconocida. Afrontar esas situaciones y vivir nuevas experiencias actúan como un martillo pilón sobre nuestra zona de confort, pero también contra el aburrimiento.
Observamos la realidad con nuestros propios ojos
Vivimos en un mundo hiperconectado, especialmente en lo que se refiere a consumo audiovisual y de información. Los medios de comunicación aplican más que nunca la máxima de que “si no es mala noticia no es noticia” y parece que vivimos en un auténtico estercolero poblado por gente egoísta y cruel. Está claro que también hay gente así, pero viajando hemos podido conocer la realidad con nuestros propios ojos y hemos descubierto que la gran mayoría de las personas están dispuestas a ayudarte ante una situación inesperada, casi todos con una sonrisa en la boca. Esta lección de realidad provoca, casi de forma natural, que quieras seguir esta cadena de favores.
Conocemos otras culturas
¿Cuánta gente vive en tu barrio, tu pueblo o tu ciudad? Vamos a exagerar un poco. Incluso si conocieras a los 40 millones de españoles, todavía te faltaría relacionarte con el resto de los 7.000 millones de personas que habitan en el planeta. Una de las mayores satisfacciones que provoca viajar es interactuar con algunas de ellas para que te enseñen su entorno y su cultura. Esto es como una droga dura, cuando lo pruebas quieres más y más. El mundo está repleto de culturas fascinantes y muy diferentes a la nuestra que te están esperando. Frente a la globalización, la diversidad cultural es uno de los mayores patrimonios de la humanidad.
Respeto a la naturaleza
Negar el cambio climático a estas alturas de la película es casi una aberración. Nosotros solitos hemos puesto al planeta en una situación límite y sólo nosotros podremos sacarnos de este embrollo. Esto empieza con pequeños gestos diarios y, especialmente, educando a las futuras generaciones sobre la importancia del medio ambiente y el respeto a los distintos ecosistemas donde además de los seres humanos habitan miles de especies de animales y plantas. Viajando descubres que la naturaleza puede llegar a ser muy emocionante y te dan ganas de preservarla a toda costa.
Somos más diversos de lo que nos creemos
La historia nos ha demostrado que las teorías sobre la “raza pura” que promulgaban los ideólogos de extrema derecha e izquierda son sólo una falacia. Precisamente el vídeo que encabeza este post está basado en un estudio genético que concluye que las personas que han analizado su ADN durante esta investigación “tienen raíces genéticas en, al menos, 5 regiones de alrededor del mundo”. Aunque es muy interesante, tampoco hacía falta un estudio para comprobar la abrumadora diversidad de la gente que habita el planeta. Viajando puedes comprobarlo de primera mano y, de paso, aprender a respetar y a convivir con gente de procedencia y cultura muy diferente a la tuya.
El respeto a la vida de las religiones
Éste es un tema muy sensible, ya que para muchas personas sus creencias religiosas forman parte de su propia esencia y por tanto le dan muchísima importancia. Sin ir más lejos, este año hemos viajado por destinos con distintas religiones mayoritarias. Ya sean países musulmanes, cristianos, judíos, hinduístas o budistas intentamos educar a nuestros hijos en la tolerancia hacia todos los credos y les explicamos el respeto por la vida y el prójimo que predican todas ellas. En ningún caso, intentamos dirigir su vida espiritual.
Vemos el mundo a través de los ojos de un niño
Cuantas lecciones de tolerancia nos han dado nuestros hijos cuando hemos viajado con ellos. Siempre que ven a otros niños jugando no pueden evitar acercarse y tratar de unirse a ese pasatiempo sin importarles cuál es su condición social, procedencia o raza. Los adultos hemos perdido esa inocencia hace tiempo y tenemos la mente llena de prejuicios, muchas veces infundados. Viendo el mundo a través de la mirada de Teo y Oriol hemos aprendido a recuperar ese candor y a disipar esas ideas preconcebidas tan negativas sobre los demás.
Un mundo para comérselo
Quizá sea la razón más trivial de este improvisado decálogo sobre la tolerancia viajera, pero degustando la gastronomía de otros lugares puedes aprender mucho sobre su cultura y costumbres. No estamos hablando de que en cada viaje hagáis una inmersión gastronómica absoluta que ponga en riesgo vuestra integridad física, pero probar algunos platos en restaurantes locales y mercadillos callejeros es una experiencia muy divertida, reconfortante y deliciosa.
El color de la piel es completamente irrelevante
En este sentido no hace falta ponerse muy metafísicos para descubrir que cuando viajas dejas de ver el color de la piel de la gente. Las mejores experiencias suelen estar relacionadas con personas y da igual que tengan un tono de piel más claro u oscuro. Pierde el miedo y atrévete a hablar con la gente local, no vuelvas a casa sin intentarlo. La mejor forma de descubrir un destino es a través del contacto con sus habitantes, independientemente del color de la piel con el que hayan nacido.
Conocernos mejor a nosotros mismos
Ya sea viajando con niños o solos, cada pueblo, ciudad o destino que visitamos acabará formando parte de nosotros y nos ayudará a conocer mejor nuestra personalidad, límites y capacidad de relacionarnos con los demás. Y como tenemos muchas ganas de seguir conociéndonos, tras ver el vídeo de Momondo les hemos escrito a sus responsables en España para ver si podemos formar parte de esta preciosa iniciativa. ¿Aceptarán nuestra petición? ¿Sabremos qué dice nuestro ADN de nosotros? A ver si entre todos nos ayudáis a que lean este post y lo logramos.
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