Cuando aterricé en el aeropuerto, un aire denso y perfumado inundó la cabina del avión en el mismo momento en que se abrieron sus puertas. Acompañada de Albert, bajé las escalerillas y mientras hacíamos cola para pasar los controles policiales, un presentimiento me decía que iba a realizar muy a menudo este trámite y que Cuba iba a ser un amor profundo y entrañable.
Desde mediados del siglo XVIII y en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, un cañonazo anunciaba cada noche a las nueve el cierre de la ciudad. Hoy las cosas han cambiado, sin embargo la vieja tradición sigue perenne y en las calles de La Habana se puede revivir el sabor colonial. Era otra época cuando, a partir del primer cuarto del siglo XVI, el enclave hispano fue ganando paulatinamente importancia. La necesidad de defender la plaza de los ataques corsarios justificaron entonces el desarrollo urbanístico de la ciudad, completamente ligado a las defensas militares.
En 1608, la capital de la isla en detrimento de Santiago aceleró espectacularmente su evolución urbana, añadiendo palacios, dependencias y calles comerciales. El sistema de fortificaciones mejor estructurado de la América colonial hispana y la zona que defendían sus murallas constituyen hoy La Habana Vieja, un área de cuatro kilómetros declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Siento una cierta debilidad por la historia y una especial admiración por la arqueología. Me gustan las piedras. Y en La Habana Vieja las hay para todos los gustos. En la vieja Plaza de Armas, en el Palacio de los Capitanes Generales, en las casas de la calle del Obispo, en la Catedral…
La habana es, por encima de todo, una ciudad bellísima. Y fascinante. A plena luz del día, se revela como una abigarrada mezcolanza humana, rebosante de vitalidad. Yo sugiero callejear por las ruas de La Habana Vieja, entrar en los patios de sus edificios, recorrer sus muros defensivos, respirar el aroma de sus parques… Hay que dedicarle varias mañanas. Y tras esos paseos matinales hay que recalar, a mediodía, en la Bodeguita del Medio del Medio. Muy cerca de la catedral, es una taberna rústica popular gracias a Ernest Hemingway, quien iba cada día a tomarse “su” mojito.
La tarde hay que dedicarla a la otra La Habana. No tan vieja, pero sí un poco olvidada. El antiguo Paseo del Prado, la avenida aristocrática por excelencia de finales de siglo XVIII. Ahora es José Marfil pero aún muestra algunas de las casas más imponentes de la ciudad. Desemboca en el Parque Central desde donde se obtiene una buena vista del Hotel Inglaterra, el Gran Teatro y el Capitolio. Los vehículos que aún transitan esta calle todavía recuerdan la primera mitad del siglo pasado, tiempos de despilfarro y corrupción.
Las noches de La Habana se centran en los restaurantes ubicados en edificios coloniales, en los cabarets, discotecas y en Tropicana. Allí se funden las dulces melodías hispanas y los cálidos ritmos afrocaribeños. Románticos temas de siempre, el guateque, los bailes de salón, el lucumí, la rumba, la conga y el sensual movimiento de las mulatas bajo la tenue luz del firmamento se dan cita en las noches habaneras, mientras las perseverantes olas del océano rompen su espuma frente al Malecón.
Pero una cosa ha de quedar muy clara: el verdadero encanto de La Habana no hay que buscarlo en sus monumentos. Está en la calle; es una delicia mezclarse con su gente, participar de su música, de sus bailes… Yo lo he vivido así y así lo transmito. A pesar de su ritmo, de su embrujo proseguimos viaje, hacia la Cuba profunda. Una historia que os contaré próximanente…
CÓMO IR
Baraka Club de Viatges ofrece completos itinerarios por toda isla.
VISITAS IMPRESCINDIBLES
Capitolio. Enorme réplica del edificio de Washington. Se inauguró en 1929. Es la sede del Museo Natural
Castillo de la Real Fuerza. se usó como residencia de los gobernadores de la isla. Hoy alberga el Museo de Armas
Museo de la Revolución. Ocupa el antiguo palacio presidencial e ilustra el alzamiento popular de 1956.
Malecón. Soberbio mirador al mar. Sus 7 kilómetros de longitud concentran una sucesión de edificios de estilos muy diversos.
Catedral. La levantaron los jesuitas en el siglo XVIII.
DÓNDE DORMIR
Hoteles y posibilidades de alojamiento hay por todos lados. Nuestra sugerencia es:
Hotel El Viejo y el Mar. En la Marina Hemingway
Hotel Riviera. Av. Paseo y Malecón. Vedado.
Hotel Melia Cohiba. Paseo y Malecón. Vedado.
DÓNDE COMER
El los restaurantes de los hoteles se come muy bien. Indispensables visitas son El Floridita, famoso por sus daiquiris y la Bodeguita del Medio, célebre por sus mojitos y su comida criolla. Otros locales recomedables: Las ruinas, en el parque Lenin; 1830, en el Malecón; El Patio, en la plaza de la catedral.
LA NOCHE HABANERA
Tropicana. Calle 72. Marinao. Shows diarios.
El palacio de la salsa. Hotel Riviera. Vedado. salsa
Ipanema. Calle 46 y 1ª. Miramar. Discoteca
Havana Club. Calle 84 y 1ª. Mitramar. Discoteca.
DÓNDE COMPRAR
Casa de 5ª y 16. Avenida 5ª y 16. Miramar. puros.
La Casa del Rón. Obispo e/Monserrate. Habana Vieja. Degustación y venta de ron.
MÁS INFORMACIÓN
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