lunes, 12 de agosto de 2024

Viajes. Un planeta sin elefantes es cada vez más inminente

El elefante es el animal terrestre más grande del planeta, y por ello podría parecer que ningún otro osaría alterar su paz. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: aunque es cierto que no posee depredadores naturales, las acciones del ser humano ponen en el peligro su supervivencia y están conduciendo a este gigante al camino de la extinción

Así lo confirma el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en el Día Mundial del Elefante (12 de agosto), la fecha elegida en el calendario para poner sobre la mesa, con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, las amenazas que enfrentan estos seres fascinantes: principalmente, la caza furtiva y la pérdida de hábitat.

Según el informe de 2024, las tres especies de elefantes –dos africanas, de bosque y de sabana, y una asiática– llevan tiempo presentes en la Lista Roja de Especies Amenazadas, pero nunca antes los datos habían sido tan devastadores: en las últimas tres décadas, ha desaparecido el 90% de los elefantes de bosque, siendo un 60% la cifra para los de la sabana en el último medio siglo. Y en cuanto al elefante asiático, ya solo quedan 40.000 ejemplares, de los cuales 1.000 son elefantes de Borneo, una subespecie catalogada "en peligro". 

Tal y como indican los expertos, esto es ciertamente preocupante, ya que estos animales cumplen un papel fundamental en sus respectivos ecosistemas. Independientemente de la especie, poseen la capacidad de actuar como "ingenieros", debido a que con sus pisadas crean senderos utilizados como corredores ecológicos por parte de numerosos seres vivos. Un planeta sin elefantes, pues, se traduciría en un planeta sin muchos otros animales u organismos que sobreviven gracias a ellos.

La caza furtiva, una amenaza constante para el elefante africano

El elefante posee características únicas en el planeta: su trompa, una maravilla de la naturaleza, inhala agua a velocidades que pueden alcanzar los 480 kilómetros por hora, sus enormes orejas (que miden alrededor de 180 centímetros de largo) sirven como termorreguladoras, y con sus colmillos son capaces de levantar y mover objetos, así como de defenderse si es necesario. 

Es este último elemento físico lo que ha llamado la atención de los cazadores furtivos, pues está compuesto de marfil, un material muy valioso para algunas sociedades, sobre todo orientales. Así, de acuerdo con WWF, cada año los elefantes sufren una persecución que termina con la vida de 20.000 ejemplares, de los cuales se extraen su piel, su carne y sus colmillos para ser comercializados ilegalmente en el mercado negro. 

Los colmillos de elefante están compuestos de marfil, un material valioso que se comercializa en el mercado negro.

Frente a esta realidad, la comunidad internacional ha tratado de tomar medidas: por ejemplo, en 1989, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres prohibió la práctica, haciendo que las tasas de caza disminuyesen, pero en 2010 el aumento de la demanda de marfil volvió a incrementar, especialmente en el mercado de Hong Kong, Tailandia, Estados Unidos y Reino Unido. 

La conflictiva convivencia entre el ser humano y el elefante asiático

En Asia, el elefante comparte espacio físico con el ser humano, y es que aunque habita las selvas del suroeste del continente, su hábitat está siendo destruido a causa de la expansión de la agricultura y de la deforestación que se lleva a cabo para construir infraestructuras como carreteras, canales o vallas: "Estas actividades humanas están acabando con sus hábitats y sus antiguas rutas migratorias, dejándoles sin hogar, refugio ni alimento", especifica WWF. 

Por otro lado, se sabe que el elefante es uno de los animales que más humanos mata al año, y aunque se trata de una afirmación cierta, no deja de presentar un tinte falaz: las interacciones negativas entre este animal y las comunidades son resultado de la pérdida del hábitat del elefante, que en numerosas ocasiones encuentra, a la hora de alimentarse, mayor éxito en las ciudades que en su entorno natural. 

Así, en la escena urbana el conflicto está servido: en Tailandia, la India o Sri Lanka, tanto turistas como locales han perdido la vida al ser aplastados por un elefante, lo que provoca que las comunidades afectadas reduzcan su interés y su compromiso por conservar la especie.



via Constanza Vacas https://ift.tt/bQ5kTiq

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