Por Carla Ulloa, Revista Literatura Mexicana, Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Vol. 28, Núm. 1, 2017.
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Recientemente he tenido la oportunidad de viajar y conocer el trabajo de Carlos Sánchez. Es fotógrafo, gran viajero, aunque también escribe reportajes. Nació México pero vive en España. He aquí una muestra de su excelente trabajo en la isla de Lanzarote:
El 4 de marzo es una fecha muy importante para nosotros, fue justo ese día en 2013 cuando Oriol irrumpió en nuestras vidas como un huracán. Este año le habíamos reservado una sorpresa muy especial para celebrar su cuarto aniversario, ya que su cumpleaños coincidía con nuestro segundo viaje a Tenerife y queríamos que su regalo fuera una experiencia inolvidable.
Tanto él como su hermano Teo sienten verdadera fascinación por los delfines y los cetáceos. Les encantan los documentales sobre estos mamíferos marinos (siempre después de Saber y Ganar, claro), así que cuando nos enteramos que una de las actividades estrella de Hotel Suite Villa María era una excursión para ver ballenas en Tenerife no nos lo pensamos dos veces.
Hace poco os explicamos que Hotel Suite Villa María es un alojamiento ideal para familias en Tenerife. Pese a tener todas las comodidades del mundo, Oriol fue fiel a su tradición de despertarse muy temprano, más sabiendo que ese día era tan importante para él. ¿No se cumplen cuatro años todos los días, verdad? Es un especialista consumado en anunciarnos a bombo y platillo que está despierto y por tanto en poner fin al privilegio de dormir de todos.
No sé si fue porque se encargó de decir a todo el mundo que era su cumpleaños durante el desayuno, pero al regresar a nuestra villa nos encontramos con la primera sorpresa del día. Un enorme pastel de chocolate y varios regalos de Hotel Suite Villa María le estaban esperando. Sin duda, son esos pequeños detalles los que marcan la diferencia para definir si un alojamiento es bueno o excelente. Eso le tuvo con una sonrisa de oreja a oreja todo el día… y eso que todavía faltaban las ballenas.
La zona suroeste de Tenerife es uno de los mejores lugares de Europa para la observación de cetáceos, especialmente de calderones tropicales (ballenas piloto) y delfines mulares que son especies que habitan permanentemente en aguas próximas a la isla. El principal motivo es porque estos animales disponen de alimento abundante en estas latitudes del Atlántico, pero también porque en esa zona las aguas están bien protegidas de los vientos alisios.
Se estima que al sur de la isla viven entre 500 y 600 ejemplares de calderones tropicales y unos 300 delfines mulares, aunque se pueden observar hasta 21 especies distintas de cetáceos. Con mucha, mucha suerte puedes contemplar incluso ballenas azules u orcas, pero dependerá de la época del año en la que viajes a Tenerife.
Con estas condiciones tan extraordinarias, el avistamiento de ballenas en libertad es una de las actividades náuticas más demandadas en Tenerife. Existen varias empresas que ofrecen estos servicios con salidas desde los puertos de Los Cristianos, Los Gigantes y Puerto Colón que fue desde donde partió el velero al que subimos nosotros y al que llegamos cómodamente en un tránsfer que nos recogió en Hotel Suite Villa María.
Nuestra experiencia previa con los cetáceos no nos hacía ser demasiado optimistas. Sabemos que muchas veces es cómo jugar a la lotería, ya que el comportamiento de los animales en su hábitat natural es muy caprichoso y difícil de predecir. Cuando Teo era un bebé de pocos meses intentamos ver ballenas en Islandia, pero el resultado no fue el que nosotros esperábamos.
Teníamos una espinita clavada con las ballenas y nos la quitamos navegando en aquel magnífico velero en Tenerife. A los pocos minutos de subir a bordo, el patrón del barco desplegó las velas y la embarcación alcanzó una velocidad bastante considerable. Poco después ya divisamos una pequeña manada de delfines que arrancaron las primeras onomatopeyas a los grumetes.
No obstante, el plato fuerte vino pocos minutos después cuando observamos a lo lejos un grupo de calderones tropicales muy numeroso que estaba descansando sobre la superficie. Es uno de esos momentos inolvidables en los que la naturaleza te hace un regalo inesperado que difícilmente olvidarás. Varios machos y hembras junto a sus crías se iban hundiendo y asomando continuamente para asombro de todos.
El velero se detuvo al ver las dorsales de aquellas ballenas piloto sobresalir de las aguas. Durante unos minutos no les quitamos ojo a aquellos magníficos animales que nos hicieron esbozar una sonrisa de oreja a oreja. Fue poco tiempo, pero los niños lo recordarán como una vivencia mágica. Cuando el bote se detiene es el mejor momento para tratar de sacarles fotos, pero también cuando más riesgo hay de mareo. Para evitar sobresaltos trata de tener una referencia y mirar al horizonte.
Tanto los calderones como los delfines son especies protegidas, así que el personal a bordo se estas embarcaciones suele ser muy respetuoso con los animales y grandes conocedores de su comportamiento. Para impedir que los cetáceos se sientan incómodos no suelen acercarse a menos de 60 metros y como máximo permanecen unos 30 minutos observándolos. Lógicamente ni permiten bañarse con los animales, ni alimentarlos, ni tocarlos.
Aquel numeroso grupo de calderones superó con creces las bajas expectativas que teníamos tras nuestra experiencia islandesa. Para no perturbar demasiado su rutina pronto levamos anclas y dimos un agradable paseo a vela bordeando el sur de la isla de Tenerife, con pícnic a bordo incluido. Fue una suerte que el avistamiento de ballenas se encontrata entre las actividades estrella de Hotel Suite Villa María, pero lo fue todavía más que coincidiera con el cuarto cumpleaños de Oriol. ¿Qué sorpresa le deparará el quinto?
Pueblos llenos de tranquilidad, con temperaturas agradables y más de 3.000 horas de sol al año. Son destinos mediterráneos del sureste de España en los que huir del estrés en sus playas de aguas templadas y calmas.
Uno de los objetivos en nuestro viaje a Tailandia era visitar alguno de los mercados flotantes que hay en Bangkok y sus alrededores. Después de leer blogs, foros y guías llegamos a la conclusión de que la mayoría estaban casi exclusivamente enfocados al turismo y empezamos a aceptar que acabaríamos rodeados por extranjeros como nosotros buscando la autenticidad ...
La entrada Mercado flotante Khlong Lat Mayom (Bangkok) es original del blog Los apuntes del viajero.
Tus ojos no podrán evitarlo. Brillarán como aquel que ve por primera vez a la mujer de su vida acercarse a cámara lenta hasta que sus labios se fusionan con los tuyos y te tiemblan las rodillas. ¿Un leve aleteo de mariposas en la boca del estómago o amor a primera vista? La Bahía de Ha Long es un lugar de leyenda, de esos que no puede faltar en ningún itinerario por el sueste asiático. Un imprescindible en los viajes a Vietnam.
Ha Long significa donde el dragón se sumerge en el mar, una historia centenaria que se remonta a la época de las invasiones chinas. Cuentan los ancianos del lugar que una familia de dragones ayudó a los vietnamitas a combatir a los usurpadores venidos de China. Los dragones llenaron la bahía de joyas y jade que posteriormente se transformaron en islas que siguen pareciendo sacadas de las fábulas más inverosímiles.
La belleza de la Bahía de Ha Long es casi una cuestión nacional en Vietnam. Se trata de una auténtica maravilla, de esas que merece ser disfrutada por los cinco sentidos… a pesar de que actualmente está muy masificada turísticamente y es terreno libre para la picaresca de gente que sólo quiere llenar sus bolsillos a costa de los viajeros. El lugar es explotado hasta la saciedad en imágenes repartidas por todo el país (agencias de viaje, tiendas de souvenirs, estaciones de trenes), aunque la visita merece muchísimo la pena, incluso en temporada alta. Sin duda, películas como Indochina o ‘El mañana nunca muere y su nombramiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994, ayudó a popularizar este destino tan idílico y querido por los vietnamitas.
Nuestro viaje a Vietnam cerraba la etapa norteña pasando un par de días en la Bahía de Ha Long. Está ubicada al este de la capital del país y fuimos en coche desde Hanoi. La distancia no llega a los 150 kilómetros, pero el trayecto duró unas cuatro horas haciendo varias paradas. Era uno de los momentos más deseados del viaje y lo único que sabíamos es que pasaríamos la noche en un velero de junco, un barco típico vietnamita. Por si quieres ir en tren, puedes consultar los horarios y precios o reservar los billetes directamente en Baolau.
Cuando llegamos al puerto, comenzamos a ver ríos y ríos de gente. Ten en cuenta que en la Bahía de Ha Long navegan cerca de 400 embarcaciones cada día, así que no esperes intimidad sobre las aguas esmeraldas. La mitad de los botes regresan al anochecer y el resto pasa la noche durmiendo en los veleros de juncos. Aquí no busques el Vietnam auténtico porque no lo hallarás. Es un lugar muy turístico, pero si logras abstraerte (y no acabas siendo timado por algún sinvergüenza) vivirás una experiencia visual y sensorial muy placentera rodeado de un paisaje que jamás olvidarás.
Para que te hagas una idea, la Bahía de Ha Long está compuesta por más de 3.000 pequeñas islas de origen cárstico. El mar aquí se tiñe de un color esmeralda muy peculiar, que junto con las rocas forman un atolón muy singular en pleno golfo de Tonkín. Conforme vas navegando sales al paso de más y más islas. Un horizonte interminable de pequeños puntos de roca y vegetación que lo convierten en un rincón único en el mundo.
La visita a bordo del velero de junco es muy especial. En la embarcación nos trataron de maravilla, y pudimos disfrutar de una gastronomía típicamente vietnamita realmente deliciosa. Es recomendable que contrates la excursión con una compañía con buenas referencias, no te dejes seducir por los precios bajos porque lo lamentarás. Todos los menús del barco estaban compuestos por pescado fresco y marisco y, además, en una de las comidas nos pillamos una buena cogorza gracias a una botella de champagne francés que nos bebimos en un suspiro.
Además de disfrutar de las incomparables vistas de la Bahía de Ha Long, la visita consta de varias partes. En la primera de ellas, tienes la oportunidad de contemplar varias cuevas donde el paso del tiempo ha cincelado unas paredes plagadas de estalactitas y estalagmitas de extrañas formas. La más extraordinaria es la de Hang Sun Sot, cuya traducción sería algo así como cueva de las sorpresas.
Otra de las paradas es simplemente para disfrutar y relajarte en una playa, mientras disfrutas de la brisa, el sol y unas panorámicas legendarias. Se trata de la isla de Titov, cuyo principal atractivo es subir los 420 peldaños de una escalera que te llevará a un mirador donde encontrarás unas vistas insuperables de la Bahía de Ha Long. El nombre de la isla está tomada del cosmonauta ruso que la visitó junto a Ho Chi Mihn en 1962.
No obstante, si hay un par de instantes que justifican la visita son la puesta de sol y el amanecer. Aquí preferimos no desvelar nada, mejor dejar que la magia del lugar te invada y goces de los asombrosos cambios de color del cielo y las aguas pintadas con islas verdes.
Creo que con este menú tan irresistible es imposible decir que no a la Bahía de Ha Long, una guinda perfecta para cualquiera que se atreva a emprender un viaje a Vietnam y Camboya. Los amantes del mar, los deportes acuáticos y la naturaleza se sentirán como en el Jardín del Edén.