Hoy el despertador ha sonado mucho antes de lo habitual. El madrugón en mi caso sólo puede significar una cosa, toca viajar. He salido muy temprano de casa, pero todavía no he recorrido ni la mitad de mi infinito trayecto. De hecho, escribo estas líneas a las 11 y pico de la noche (hora turca) desde el aeropuerto internacional Atatürk de Estambul, donde he aterrizado desde Valencia sobre las cinco de la tarde.
En los auriculares la banda sonora de Stanger Things en bucle. Mato el tiempo de esta larga escala conforme puedo mientras espero a tomar el siguiente vuelo, una travesía que me llevará por cuarta vez a mi querida Tokio. Sarna con gusto no pica ¿verdad? Y eso es, precisamente, lo que me digo para mis adentros y lo que impide que me vuelva loco tras 14 horas de viaje y otras 14 por delante.
Precisamente este otoño se cumplen diez años de nuestro primer viaje a Japón, un flechazo en toda regla que cambió nuestras vidas para siempre. No nos avergüenza decir que antes de aquello no habíamos subido nunca a un avión, ni habíamos salido de España. Somos así, de los que empezamos la casa por el tejado. Sí hay que ir a Tokio, pues se va.
Nunca olvidaremos aquel primer trayecto en autobús desde el aeropuerto de Narita hasta nuestro hotel en Shinjuku. Por poco nos pilla torticolis de tanto mirar hacia arriba encaramados a la ventanilla. Nuestra cara era un verdadero poema, siempre con la boca abierta como un buzón y dibujando una expresión irremediable de paletos a los que sólo les faltaba la boina y el botijo. Fue un shock. Lo más parecido a viajar en un túnel del tiempo o ser protagonistas involuntarios de un time lapse. Todo trascurría a gran velocidad, mil y un elementos de neón trataban de llamar nuestra atención… y lo conseguían.
Luego vinieron los templos, los rascacielos, la gastronomía, la amabilidad extraterrestre de la gente. Aquel viaje fue maravilloso, tanto que estuvimos sintiendo morriña de Japón hasta que regresamos en 2009. La segunda vez nunca es como la primera, pero no por ello deja de ser menos sabrosa. Luego fuimos padres y esperamos unos añitos más hasta volver con nuestros hijos. Necesitábamos que ellos lo vieran con sus propios ojos, que sintieran lo mismo que nosotros hacía unos años. Y realmente alucinaron. ¿Qué tendrá el país del sol naciente que no deja indiferente a nadie?
Aunque esté aguardando el embarque, todavía no me creo que vaya a viajar a Japón por cuarta vez. Esta aventura forma parte de la segunda edición de los premios #BlogueroGold que organiza American Express y de los que somos finalistas por segundo año consecutivo. La recompensa por llegar a la final han sido 200.000 puntos de su programa Membership Rewards (MR) que he aprovechado para regresar a Tokio. Podría haber escogido cualquier destino del mundo, pero pensé para mis adentros “¿y si no puedo retornar nunca más?” Eso es algo que no me hubiera perdonado jamás.
Esta vez no voy con el agobio de tener que visitar los lugares imprescindibles, más bien todo lo contrario. Voy muy relajado y con ganas de pasar unos días sin brújula, haciendo lo que me plazca en cada momento y de ese modo dejarme llevar por la metrópolis.
Por supuesto que tratare de reencontrarme con viejos amigos, repetir alguna experiencia que me cautivó en el pasado (como visitar Nikko) y evidentemente vivir alguna nueva. Ese será el menú de estos días en la capital de Japón, sin pretensiones, pero con las mismas ganas que la primera vez.
Si te apetece seguir mi viaje a Japón lo podrás hacer en Twitter a traves del hashtag #BlogueroGold y también en la página Latitud Amex donde se recopilarán todos los artículos que vaya publicando de esta aventura. Mientras tanto me despido de vosotros que tengo que buscar mi puerta de embarque. ¡Próxima parada Tokio!
via Pau http://ift.tt/2d3AU1K
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