En el capítulo anterior hablamos de La Habana. Ahora abandonamos la capital cubana y acometemos la aventura de conocer lo esencial del país a fuego lento, a ritmo caribeño. A mi me suena bien Pinar del Río, a poco más de 100 kilómetros de la capital cubana. Muchos concuerdan en que el paisaje más hermoso de la isla se encuentra aquí.
De pronto, un cartel de letras inmensas nos avisa de que hemos llegado: “La tierra del mejor tabaco, en las mejores manos”, avisa... No hay duda: estamos en la cuna de los míticos habanos. La atmósfera emana un aroma dulce y una tranquilidad de colinas suaves y fino cielo azul.
Recorremos un polvoriento camino de tierra rojiza que discurre entre densas vegas tabaqueras plagadas de bueyes arando, chicas tostadas recolectando y guajiros de sombrero ancho. Compruebo con mis propios ojos cómo van tomando forma las palabras de mi viejo diccionario tabaquero: Vega, pequeña plantación destinada al crecimiento del tabaco; Guajiro, campesino cubano. En Pinar del Río se ha forjado la imagen casi mítica del guajiro cubano; un hombre entrado en años con sombrero de ala ancha que monta a horcajadas sobre un caballo y fuma un habano desgastado. Surge en los cruces de caminos, en senderos, en lo alto de las colinas. Forman parte del escenario, figuras recortadas por el sol de la tarde, figuras que desaparecen como el viento.
Pinar del Río siempre se mantuvo al margen del desarrollo urbano y quizá por ello mantiene unas espléndidas riquezas naturales. Por ejemplo, el Valle de Viñales, un valle ancho encajado entre las paredes verticales de los mogotes que se insinúa tras las curvas y surge de repente como un sueño violento. Presidiendo fertilísimas tierras, los mogotes son curiosas colinas calcáreas de formas fantásticas, horadadas por una infinidad de formaciones cavernosas (la más interesante de todas es la Cueva del Indio, llamada así porque aquí se han encontrado varios asentamientos de los primeros pobladores de Cuba), y cubiertas de exuberante vegetación tropical. Emergieron del océano hace dos millones de años, durante el periodo jurásico. Quizá sea esta la razón de que en los mogotes hayan encontrado refugio una fauna y vegetación endémicas.
En la localidad de Viñales, una joven cubana se acerca y nos recomienda pasear por el mogote Dos Hermanas. Hay que hacerle caso. Y no nos equivocamos. El paisaje del camino es sobrecogedor: los mogotes caen con brusquedad en un valle arcilloso cubierto de palmeras y vegas tabaqueras, una tierra en la que crece el mejor tabaco del mundo. Y es que Viñales también emana aroma a tradición tabaquera. En este valle, los secaderos de tabaco están recubiertos de paja y tienen una arcaica forma triangular que Albert, mi compañero de viaje, no deja de inmortalizar con su cámara fotográfica. Nos adentramos por un sendero encajonado entre las escarpadas paredes de los mogotes. A la izquierda se extiende el impresionante “Mural de la Prehistoria“, un enorme fresco que ocupa una de las paredes de Dos Hemanas. El mural, encargado por Fidel al artista Leovigildo González, es una reprersentación alegórica de los animales que campaban a sus anchas por esta región en el pasado. No es casualidad que Steven Spielberg visitase el valle buscando inspiración para su “Parque Jurásico”…
CAYO LARGO, DÍAS DE SOL Y PLAYA
Nos despedimos de Pinar del río, de sus vegas, de sus niños en medio de plantaciones de campos de azúcar. Nuestra próxima parada, Cayo Largo.
La mayoría creemos que Cuba es una isla única. Craso error. En realidad es un archipiélago formado por más de 4000 islas y cayos. Muchos son mínúsculos; otros no tanto y sí tienen interés. Cayo Largo es una isla larga y estrecha que suma 25 kilómetros de un extremo al otro y que, en su punto más estrecho, no llega a un kilómetro de ancho. Es el sueño de los amantes de la soledad, de las playas vacías, de las aguas transparentes, de los apasionados a practicar deportes náuticos.
Son días de piña colada, de mojitos, cuando la dulce monotonía puede romperse con una pequeña excursión a Playa Iguana o a Punta Sirena. En fin, lo más parecido a un paraíso.
TRINIDAD, JOYA COLONIAL
Abandonamos Cayo Largo con un nombre fijo en la cabeza, Trinidad. Es la gran joya colonial cubana, una ciudad que ha mantenido intacto su centro urbano y se ha convertido en una especie de museo al aire libre de arquitectura colonial. Si tú, como yo, tienes la inmensa frustación de no poder jugar como Michel J. Fox con la máquina del tiempo, cómprate un billete para Cuba y ven a Trinidad. Caerás en una ciudad que tras cuatro siglos y medio de existencia apenas ha cambiado su paisaje urbano original.
Trinidad invita sobre todo a deambular. Ya que el centro histórico está cerrado al tráfico rodado muy pronto uno se siente sumergido en el pasado: el viejo adoquinado español, mansiones coloniales, con sus enormes puertas y altas ventanas casi a ras del suelo, protegidas por elegantes rejas verticales herederas directas de la forja andaluza.
Su momento de mayor florecimiento fue en el siglo XVIII, gracias al azúcar y el tráfico de esclavos. A mediados del siglo XIX, entra en un largo periodo de decadencia y olvido, lo que lejos de ser un problema muchos pensamos que ha sido una auténtica bendición. Hoy Trinidad es un conjunto maravillosamente conservado porque muchas de las casas del centro histórico están ocupadas por las mismas familias desde hace siglos y la mayoría se han encargado de mantenerlas.
Pero lo más fascinante de Trinidad es su ambiente y la tranquilidad de sus atardeceres, cuando los turistas abandonan la ciudad y el silencio sólo es roto por los cascos de las caballerías o las voces de los vecinos. Entonces los vendedores de souvenirs desaparecen y la ciudad alcanza un estado aún mayor de encantamiento. Luces y sonidos de Trinidad que recuerdan viejos cantos de esclavitud.
Pero para cantos, para trovas, para sones y para baladas hay que trasladarse a Santiago de Cuba, la capital musical de la isla. Hoy, Santiago invita a patear, entre mojitos y daiquiris, sus estrechas calles coloniales; en busca de ron y música hacia la Casa de la Trova; y en busca del roce de los cuerpos hacia los bailes improvisados en el patio de La Claqueta. Cada cual que busque lo que le apetezca. En Santiago, en Cuba, todo es posible.
¿A alguien se le ocurre mejor forma de finalizar el viaje?
CÓMO IR
Baraka Club de Viatges ofrece rutas muy completa por toda la isla.
CÓMO MOVERSE
En las principales ciudadeshay empresas de alquiler de coches y motos con sidecar. Se puede contratar el servicio con chófer incluido. Muchos ciudadanos cubanos también se ofrecen como chófer. Es también una buena opción pero hay que negociar antes el precio. Otra forma es utilizando el autobús. Hay que tener en cuenta que la línea es muy precaria y sólo llega a las ciudades más importantes.
PRINCIPALES VISITAS
Pinar del Río. A esta provincia la llaman el “Jardin de Cuba” por sus cultivos de tabaco, bosques y arrozales. En la capital, Pinar del Río, hay agencias donde contratar las excursiones más populares de la región. 25 kilómetros al norte está el Valle de Viñales, uno de los paisajes más hermosos de la isla. Se visita desde el pueblo de Viñales, una ciudad del siglo XIX, muy bien conservada. Ya en el sur de la isla, está los Canarreos. Los dos puntos más importantes de este archipiélago son la isla de la Juventud, con zonas para practicar submarinismo, y Cayo Largo, con sus playas de arena blanca y aguas turquesas.
Trinidad. Es la joya colonial de Cuba. Sus palacios iglesias, y casas se mantienen como hace siglos. Al este de la ciudad está el valle de San Luis (o de los Ingenios), con grades plantaciones de caña.
Santiago. Es la capital musical de la isla.
DÓNDE DORMIR Y COMER
En Trinidad hay un buen número de casas particulares con autorización para alquilar habitación. El precio es modesto y lo normal es que se ofrezca pensión completa. En cuanto a hoteles, los hay para todos los gustos y bolsillos. Nuestra sugerencia: Hotel La Ronda (José Martí, 238). Muy céntrico. En cuanto a restaurantes, probar el Restaurante Plaza Mayor (en Plaza Mayor esquina Rubén Martínez de Villena). Es uno de los mejores de la ciudad. Para copas y música, Casa de la Trova (Echerri, 29). Buena música tradicional cubana. El edificio bien merece una visita; y Casa de la Música (Plaza Mayor), ideal para escuchar salsa, son y ritmos cubanos a cargo de excelentes grupos musicales.
En Santiago, el Meliá Hotel Santiago de Cuba es la mejor opción de la ciudad. Para comer, Restaurante el Morro (carretera a el Morro). En lo alto de un acantilado. Pescado exquisito.
En Cayo Largo, Sol Club Cayo Largo. Lo tiene todo (restaurantes, tiendas, pistas de tenis…) para olvidarse de los problemas cotidianos.
MÁS INFORMACIÓN
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