"Plimoth Plantation", regreso a la colonia
Es un viaje atrás en el tiempo. Estacionas tu coche automático en el aparcamiento. Pagas 26 dólares de entrada. Caminas unos cientos de metros entre un espectacular paisaje junto a la desembocadura de un río en Massachusetts y, de repente, has retrocedido cuatro siglos en el tiempo. Estamos en 1627. Hace siete años un centenar de puritanos colonos ingleses llegaron a estas costas a bordo del Mayflower y han establecido una colonia estable en lo que han llamado Plymouth. Cuatro siglos después, unas tres millas al sur del actual Plymouth, una aldea recrea con detalle la vida aquí hace 400 años.
Se llama Plimoth Plantation , entendiendo el término "plantation" como sinónimo de "colonia", no de "plantación". Y trata de mostrar con fidelidad cómo eran aquellos primeros asentamientos de colonos en Norteamérica. Con tanto detalle que sus habitantes te saludan con un "good morrow" o te piden excusas diciendo "pray pardon me", porque los colonos tenían su propio deje en el lenguaje y los actores que los recrean trufan su conversación con expresiones propias del inglés del siglo XVII.
Camino entre una veintena de casas como aquellas en las que vivían los colonos. En su interior, los muebles que les permitían dar un cierto confort a sus vidas. Las camas deshechas, como si acabaran de levantarse para atender su huerto o para salir a cazar. Las cacerolas sobre la lumbre del hogar. Las gallinas correteando por el suelo de tierra.
Lo más llamativo de "Plimoth Plantation" son los actores que dan vida a personajes reales que existieron en la primitiva colonia de Plymouth. Porque la cotidianeidad de sus habitantes quedó recogida en "Of Plymouth Plantation", un libro escrito por el que fuera su gobernador, William Bradford. Y mientras ahora paseas por sus calles, te cruzas con estos peculiares vecinos, vestidos con ropas de 1627, hablando entre ellos con naturalidad de sus cosas cotidianas (cotidianas hace cuatro siglos), yendo a comprar pan al horno que atiende una mujer que mejillas sonrosadas, limpiando la casa, paseando con su hija cogida de la mano, enseñando un hombre a su hijo a cortar leña, ajenos al visitante que, a dos palmos, les observa con curiosidad.
No sólo charlan entre ellos. También responden a cualquier pregunta que se les haga sobre su vida en la colonia, sus creencias religiosas, cómo hacen la comida, por qué vinieron hasta estas tierras, cómo es su relación con los indios wampanoag, aquellos que le enseñaron a plantar maíz para poder sobrevivir a su primer invierno y con quienes celebraron el primer Día de Acción de Gracias para conmemorar su primera cosecha en octubre de 1621.
El pueblo está rodeado de una empalizada y, en la parte más alta, un pequeño fuerte ofrece la mejor visión del conjunto, las casas y huertos dispuestos alrededor de una calle central que desciende por una colina con el azul del océano de fondo. Tras acabar la visita creo regresar al siglo XXI. Pero en el aparcamiento me cruzo con un grupo de mujeres que llegan a visitar el lugar con ropas sacadas también de los libros de historia. Quizá de alguna de las colectividades menonitas o similares que viven en Estados Unidos. Realidad y recreación se confunden en estas tierras de Nueva Inglaterra.
Más información: www.plimoth.org/
Texto y fotos: Marino Holgado
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