¿Qué tienen en común los tiburones, las ballenas, las tortugas marinas y las focas? Pues además de ser una parte fundamental de los ecosistemas marinos, estas especies han visto su modo de vida gravemente alterado por las acciones humanas. «Hemos encontrado que estos animales comparten espacios con la pesca, las rutas comerciales, contaminación por plásticos y temperaturas cada vez más altas», incide Ana Sequeira, profesora asociada en la Australian National University que ha liderado MegaMove, una investigación con cerca de 400 científicos de 50 países.
Durante años, estos investigadores y conservadores han seguido la friolera de 15.845 individuos de 121 especies de lo que se conoce como megafauna oceánica. En total, han observado 11 millones de puntos en los mapas de los océanos con lo que han podido desenmarañar áreas claves para su ciclo vital, como aquellas que usan como residencia o para las migraciones. Todo este trabajo tiene un fin muy concreto: conocer para proteger.
En la actualidad, el 8 % de la superficie de los océanos tiene la consideración de área de protección marina, pero según explican en el artículo, esto no es, ni de lejos suficiente, y llevan años trabajando para que el territorio protegido se amplíe hasta, al menos, el 30 %. Por ello, según explica el Dr. Jorge Rodríguez, coautor del estudio del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos de Palma de Mallorca. Han esbozado las zonas claves clasificándolas en función de su uso por las especies de megafauna marina.
Las zonas clave para la protección
«Nuestro análisis identifica qué zonas del océano mundial utilizan estas especies como residencias o corredores migratorios. En concreto, nos hemos centrado en clasificar mejor las zonas utilizadas por el mayor número de especies» Continúa, ya que de este modo podrán garantizar que los esfuerzos de conservación sean lo más beneficiosos posible para estos magníficos animales.
Pero como también indican en el estudio, el objetivo del 30 % de protección se queda muy corto. Los datos muestran que los animales utilizan como residencia o como corredor migratorio al menos el 63 % de los océanos durante el 80 % del tiempo. Es decir, que con un 30 %, aunque es una mejora importante, seguirá siendo insuficiente para garantizar la conservación de la megafauna marina.

Otro hecho a tener en cuenta, como explica Simon Thorrold, científico senior en el Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI) y coautor de estudio, es que los esfuerzos de conservación y gestión también han de adaptarse al dinamismo de los ecosistemas oceánicos. Y justo en por ello, haber conseguido reunir datos de cientos de científicos es una forma realmente eficaz de establecer estrategias para proteger correctamente a la megafauna.
Además de las áreas protegidas, la Dra. Sequeira también ha evaluado el impacto que tienen otras regulaciones en cómo se explotan las áreas marinas. Por ejemplo, regulando el tráfico marino, implementando luces en las redes de pesca, o usando técnicas más tradicionales y respetuosas, pueden aliviar significativamente la presión a la que están sometidas muchas especies marinas.
Cómo seguir a un tiburón
Para lograr seguir a estas especies han utilizado todo tipo de sistemas de localización. Desde etiquetas visuales hasta equipos avanzados de geolocalización vía satélites. Algunos de estos dispositivos se adhieren al animal sin causarle daño y pueden estar durante meses, o incluso años, enviando señales que los investigadores reciben y añaden a la base de datos.
Como explica el Dr. Camrin Braun, investigador en WHOI y explorador de National Geographic, «Necesitamos todas las herramientas posibles si queremos equilibrar con éxito los objetivos de conservación con los usos humanos en un océano cambiante». Pero no sólo físicas, si no también herramientas digitales y voces que se alcen para que los datos se traduzcan en acciones reales.
Estas investigaciones son claves de cara a un futuro en el que cada vez la humanidad es más consciente acerca de la importancia de la biosfera para nuestra propia supervivencia. Como ya se ha demostrado en otros lugares del mundo, las reservas marinas no sólo ayudan a salvaguardar las especies, si no que también ayudan a las comunidades que viven de la pesca a sus alrededores. Por ello, conociendo las dinámicas de las especies en los océanos, y estableciendo planes para crear más zonas críticas de protección es una situación beneficiosa para todos los animales que dependemos de los mares y océanos.
via Daniel Pellicer Roig https://ift.tt/16hNMkv