lunes, 13 de octubre de 2025

Viajes. En el corazón del Mar de Banda: una travesía hacia lo inexplorado

En una era en la que los mapas parecen haber agotado sus secretos, aún existen rincones del planeta que conservan su misterio intacto. Hace apenas unas semanas, nos embarcamos en una expedición hacia una de las zonas más remotas de Indonesia, un archipiélago donde la frontera entre el cielo y el mar se difumina en un horizonte azul infinito.

Nuestra embarcación fue una goleta tradicional de madera, la Ilike, a bordo del cual, de la mano de La Plataforma del Buceo, nos adentramos en las aguas del Mar de Banda rumbo a un mosaico de islas apenas habitadas conocidas como las comúnmente llamadas Forgotten Islands (tan olvidadas, que carecen de nombres propios).

Durante días navegamos entre islas, montes submarinos y volcanes dormidos, internándonos en lugares donde la presencia humana parece un rumor lejano. El itinerario seguía una ruta legendaria entre Alor, el mar de Banda y las Forgotten Islands, un corredor de vida marina en el que confluyen las corrientes del Índico y del Pacífico. Pocos buceadores llegan hasta aquí: el viaje requiere atravesar cientos de millas de mar abierto y adentrarse en zonas donde el tráfico marítimo es casi inexistente y las zonas de resguardo, escasas. Quizás por eso, durante toda la expedición no nos cruzamos con ningún otro barco de buceadores.

En Alor, primer punto de parada, descubrimos un paraíso submarino que desafía cualquier superlativo. Sus aguas, de una claridad imposible, revelan algunos de los arrecifes más sanos del planeta. Lo que más sorprende al descender es la vitalidad del arrecife: no existe un solo centímetro de coral muerto. Todo es vida, color, textura, densidad.

Corales duros y blandos se entrelazan en un tapiz de vida que vibra con las corrientes, y entre ellos revolotean bancos de fusileros, peces mariposa, gobios diminutos y alguna tortuga que pasa despreocupada. Todos conviven entre esponjas, abanicos de mar, gorgonias, anémonas, corales de fuego… La diversidad coralina por unidad de espacio es abrumadora. He viajado a muchos lugares y he sido testigo de arrecifes realmente densos, pero no creo haber visto antes tantas
especies de coral distintas en un mismo lugar.

El estrecho de Pantar

El estrecho de Pantar, que separa Alor de las islas vecinas, actúa como un pulmón para este ecosistema: las corrientes frías y ricas en nutrientes que ascienden desde las profundidades convierten sus arrecifes en un santuario biológico. Allí las inmersiones pueden incluir desde encuentros con delfines y peces luna hasta paredes totalmente verticales tapizadas de coral negro y esponjas de barril gigantes. En las zonas más tranquilas, los fondos volcánicos liberan burbujas que ascienden desde grietas oscuras, recordando el carácter tectónico de Indonesia, un país literalmente forjado por el fuego.

Las aguas del Mar de Banda

Sin embargo, entre tanta abundancia se percibe un vacío inquietante: la falta de grandes depredadores. En general, los mares de Indonesia sufren todavía la presión de una pesca poco regulada, y especies del tope de las cadenas tróficas como los tiburones escasean. Es un recordatorio de que incluso los ecosistemas más exuberantes no son inmunes a la acción humana.

Fuera del agua, Alor también respira autenticidad. Sus aldeas costeras, de
cabañas trenzadas y niños que corren descalzos por la arena, conservan un
vínculo estrecho con el mar.

En nuestra visita a Takpala, un pequeño poblado tradicional enclavado en las colinas de Alor, conocimos a la tribu Abui, cuyo nombre significa literalmente “gente de la montaña”. Su cultura, profundamente ligada al entorno, sobrevive casi intacta en este rincón del archipiélago: casas elevadas de bambú y techos de palma, danzas circulares Lego-Lego que ejecutan alrededor de una piedra ritual mientras suenan tambores Moko, y tejidos ikat teñidos a mano que narran historias de linaje y naturaleza.

Los Abui mantienen una espiritualidad donde conviven antiguas creencias animistas con el cristianismo y una forma de vida autosuficiente basada en la agricultura y la pesca artesanal. En Takpala, cada gesto parece conservar el eco de un pasado que resiste al paso del tiempo.

Buzos tradicionales

Pero lo que más nos impresionó fueron las aptitudes de apnea de los buceadores locales. Con máscaras artesanales hechas de madera, resina, plásticos reciclados y cristales reutilizados de viejas botellas, descienden a profundidades sorprendentes para pescar con arpones construidos por ellos mismos.

Observamos cómo se lanzaban al mar con una naturalidad increíble, sin neoprenos ni lastre, y regresaban con presas en las manos y una sonrisa de calma absoluta. Su relación con el océano no es deportiva ni recreativa: es parte de su identidad, una herencia transmitida generación tras generación.

Las aguas del Mar de Banda

Dejando atrás Alor, el Ilike continuó su travesía hacia este, internándose en el corazón del Mar de Banda. La navegación en estas aguas abiertas exige paciencia y respeto: el mar puede pasar de una calma de espejo a un oleaje salvaje en cuestión de horas.

Durante varios días bordeamos islas solitarias, muchas de ellas sin nombre, hasta llegar a una que parecía salida de un sueño: Gurung Api, cuyo nombre, que significa “isla volcán”, es muy común en el país, y se utiliza para muchas islas-volcán sin nombre propio.

Al acercarnos, la silueta cónica del volcán emergía del mar como una catedral verde cubierta por selva tropical. Bandadas de fragatas y piqueros de distintas especies sobrevolaban la cubierta. La sensación era la de haber llegado al fin del mundo. Pero lo más impresionante nos esperaba aún bajo la superficie.

Las aguas del Mar de Banda

Al sumergirnos frente a las laderas submarinas del volcán, el agua cobraba un tono azul profundo místico. Apenas bajamos unos metros, nos vimos totalmente rodeados de serpientes marinas. Había decenas de ellas, y se movían con una elegancia hipnótica entre las formaciones de lava cubiertas de coral. Entre ellas pudimos identificar a la Laticauda colubrina, la emblemática serpiente marina de cuerpo anillado en blanco y negro, conocida por ser uno de los animales más venenosos del planeta.

Esta y otras especies que pudimos contemplar, se encuentran en algunas regiones del Indo-Pacífico. Su veneno contiene potentes neurotoxinas capaces de provocar parálisis muscular, pero lo más sorprendente es que ninguna de ellas es agresiva hacia los humanos. Todas nadaban tranquilamente a nuestro alrededor, en busca de pequeñas presas.

A diferencia de otras serpientes, estas llevan una vida anfibia, pasando parte del tiempo en tierra firme para descansar o anidar. Se alimentan principalmente de peces pequeños que capturan entre las grietas de los arrecifes y, pese a su reputación, rara vez muerde salvo en situaciones extremas.

Su presencia añadía una sensación mística a la inmersión, como si el volcán estuviera custodiado por guardianes ancestrales. Cada encuentro con ellas era hipnótico. Ver cómo se deslizaban entre nosotros, indiferentes a nuestra presencia, fue una de las experiencias más intensas que he vivido bajo el agua. En ningún otro lugar del planeta me ha sucedido algo así.

Más allá de Gunung Api, continuamos rumbo sur hasta atolones y montes  submarinos como Nil Desperandum, una elevación que surge desde más de mil metros de profundidad hasta casi tocar la superficie. Sus paredes están cubiertas de coral y, en las corrientes, se dejan ver cardúmenes de atunes, jureles y, en temporada, incluso tiburones martillo. Son lugares de paso, estaciones oceánicas donde la vida se congrega.

Durante las largas travesías nocturnas solo nos acompañaba el sonido del viento, el crujido de la madera y el ruido del mar contra el casco. En un mundo saturado de pantallas, notificaciones y multitudes, encontrarse con un silencio tan absoluto resulta transformador.

Estás experiencias únicas nos recuerdan que explorar ya no significa conquistar ni descubrir, sino observar con respeto. El verdadero privilegio hoy es poder contemplar lugares así —vivos, intactos, todavía dueños de su propio ritmo— sin dejar huella.



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