Imagina una mañana cualquiera en tu vida: te levantas, te das una ducha refrescante y luego preparas un café acompañado de unas tostadas, un buen desayuno para empezar tu día con energía antes de ponerte a trabajar. Sin embargo, podemos pensar que si eres un astronauta nada de eso seria realmente posible. ¿O sí lo es?
De todos los complejos aspectos de la vida de un astronauta en la estación espacial que será su hogar durante el tiempo que dure la misión, quizás las comidas será en lo último que pensemos. Y es que, ¿quién imaginaría a Neil Armstrong comiendo tostadas cuando lo podemos imaginar poniendo un pie en la Luna?
Pero lo cierto es que mantener una dieta adecuada sigue siendo importante en el espacio, y de hecho fue una de las preocupaciones de los primeros programas espaciales, que desconocían cómo funcionaría el proceso de nutrición en condiciones de microgravedad. Es acertado pensar que desde entonces el conocimiento en este aspecto ha avanzado mucho, cambiando completamente la experiencia de alimentarse fuera de la Tierra.
LA DIETA DE UN ASTRONAUTA
Empecemos por preguntarnos cómo debe ser la ingesta de un astronauta para que pueda obtener la energía que necesita para desempeñarse en las duras condiciones que encontrará fuera de la atmósfera terrestre.
Un astronauta deberá ingerir al menos 2.500 calorías al día, que estarán repartidas principalmente en tres comidas. La densidad ósea y la masa muscular suelen verse afectadas si un individuo pasa un largo periodo de tiempo en el espacio, disminuyendo considerablemente. Por eso, mantener una buena alimentación y hacer ejercicio físico son esenciales en la rutina del astronauta.
Además, estos alimentos tendrán que ser nutritivos pero también deben poder ser envasados de forma ligera y compacta, consiguiendo que la mayoría de ellos puedan permanecer en el espacio durante mucho tiempo y que sean fáciles de comer.
Bajo estas premisas, a día de hoy un astronauta puede comer prácticamente lo mismo en el espacio que lo que comería en la Tierra: algún alimento fresco como rutas y verduras durante los primeros días del viaje, carne y productos lácteos irradiados, comida preparada termoestabilizada o deshidratada, o incluso frutos secos y galletas en su forma natural.
La bebida consiste principalmente de agua embolsada que se puede rellenar a través de una manguera presurizada, aunque también toman bebidas de sabores, té o café.
De hecho, su dieta es tan variada que, en la Estación Espacial Internacional (ISS) incluye más de cien de platos, incluso algunos específicos de cada país como unos fideos deshidratados japoneses, un pollo Kung Pao chino, o un café expreso.
Eso sí, los sabores no se sentirán igual en la Tierra que en el espacio, sino que serán mucho más insípidos y suaves, como si nos estuviera afectando un fuerte resfriado. Esto ocurre porque en gravedad reducida los fluidos corporales se mueven por todo nuestro cuerpo, haciendo que el sentido del gusto de un astronauta cambie y prefiera alimentos de sabor más concentrado o incluso picante.
Historia de la comida espacial
Todas estas facilidades de las que los astronautas disponen en la actualidad no siempre han estado presentes, sino que son el resultado de una evolución progresiva.
Durante la década de 1960, la comida a bordo de naves espaciales se basaba en pastas de carne y otros alimentos que se extraían de un tubo de aluminio, o preparados deshidratados y liofilizados que se mezclaban con el agua fría disponible en la estación espacial. Estos alimentos se habían ideado en base a las raciones de supervivencia que se usaban en el Ejército.
Más tarde se introdujeron algunas pequeñas innovaciones que sin embargo fueron clave para cambiar la experiencia de los astronautas: la comida se podía rehidratar con agua caliente, y se desarrolló un cuenco de cuchara especial que permitía comer en microgravedad de forma más parecida a como sucede en la Tierra.
En 1973 se introdujo la primera cocina completamente equipada dentro de una estación espacial a través del cohete Saturno V. Permitió, entre otras cosas, comer en mesas y sillas adaptadas para la baja gravedad, usar bandejas y preparar las latas de comida con elementos calefactores como microondas o hornos de convección. Además, la cocina incluía congelador, por lo que los astronautas pudieron empezar a comer helado a bordo.
Ya en el siglo XXI se iniciaron las misiones de reabastecimiento destinadas a la Estación Espacial Internacional, que permitieron a los astronautas consumir productos frescos más frecuentemente. Pero también empezaron los experimentos para cultivar verduras en la propia estación.
La última novedad es quizás la más peculiar: en 2019 un grupo de astronautas horneó las primeras galletas en el espacio, llevando mucho más allá la experiencia de cocinar en una estación espacial.
via Berta Erill Soto https://ift.tt/jgilAYF