sábado, 30 de octubre de 2021

Viajes. COP26, las claves de una cumbre decisiva

La pandemia de COVID-19 obligó el año pasado a posponer la 26ª cumbre del clima (COP26). Los representantes de más de un centenar de países participantes tenían una tarea de vital importancia: fijar claramente sus compromisos nacionales de reducción de emisiones para mantener el calentamiento previsto a finales de siglo como máximo en 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales. La prórroga de la cumbre supuso un duro golpe a las demandas de expertos y organizaciones conservacionistas de todo el mundo, que llevan tiempo alertando de que los compromisos marcados por los Estados miembros son largamente insuficientes para combatir la emergencia climática. En los últimos años los países más contaminantes del planeta han apostado el todo por el todo, y se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en las próximas décadas. Pero, según las estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), si se cumplen por completo estas promesas, lanzadas por un total de 49 países más la Unión Europea, se podrían reducir solo unos 0,5 °C adicionales del calentamiento global, lo que disminuiría el incremento previsto a 2,2 °C a finales de siglo. El problema es, según el informe, que muchos países postergan la aplicación de sus programas hasta después de 2030, lo que plantea dudas sobre si se serán capaces de cumplir sus objetivos.

Sin embargo, a pesar del reajuste del calendario, la pandemia no ha provocado un parón en las negociaciones, y las partes han seguido trabajando en reuniones virtuales para desgranar, revisar y debatir cuestiones pendientes dentro de las negociaciones sobre el clima en curso. Estos son los principales temas que actualmente hay sobre la mesa.

  1. Concretar los compromisos nacionales

    En la COP25, celebrada en Madrid, las partes no pudieron ponerse de acuerdo sobre la cuantificación y la sincronización de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), las acciones climáticas concretas que los Estados están obligados a presentar cada cinco años. Pero a solo una semana del inicio de la cumbre, solo 13 de 194 partes * han presentado las actualizaciones de los planes nacionales. La reunión celebrada en Glasgow será determinante para comprobar el nivel de compromiso de cada Estado.

    Pero las previsiones no son nada optimistas. Según el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2021, publicado a finales de octubre por el del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las NDC actualizadas y los demás compromisos asumidos para 2030 (que aún no han sido presentadas en la COP) solo evitan el 7,5% adicional de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero pronosticadas para ese año, mientras que según el Acuerdo de París se necesitarían reducciones de emisiones del 30 al 55% para alcanzar el objetivo de 1,5 ºC.

    El citado informe concluye que, de cumplirse por completo las promesas de algunos de los países más contaminantes del mundo, la temperatura mundial superaría siempre los 2ºC a finales de siglo, lo que da esperanzas de que se puedan evitar los peores impactos del cambio climático, pero no será suficiente para frenar la emergencia climática.

    "El cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema ahora- señala Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.- Para tener la oportunidad de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, contamos con ocho años para reducir casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero: ocho años para hacer los planes, implementar las políticas y, finalmente, dar resultados tangibles. El reloj avanza rápidamente", declaró la experta en un comunicado de la entidad.

  2. Determinar el funcionamiento de los mercados de carbono

    Uno de los principales escollos de la reunión de Madrid fue la imposibilidad de llegar a un acuerdo para desarrollar el artículo 6 del Tratado de París, aquel que establece la necesidad de fijar mecanismos de cooperación internacional para reducir las emisiones. Algunas voces plantean que este epígrafe debería incluir el establecimiento de un mercado internacional de derechos de carbono, similar al que funciona en la Unión Europea, un sistema vigente desde 2005 que abarca hasta el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la Unión. El mecanismo, llamado RCDE UE, es un régimen de comercio en el que se establecen límites máximos de derechos de emisiones que pueden ser comercializados por las empresas. En su inicio el precio por tonelada de carbono era reducido, lo que desincentivaba su compraventa. Sin embargo, en el último año el precio se ha disparado, un hecho que ha tenido un impacto directo en el mercado energético, y, de rebote, en el precio de la electricidad.

    Durante el último año la CMNUCC acogió una serie de diálogos informales a puerta cerrada para explorar posibles vías de consenso. Sin embargo, las cuestiones clave planteadas en 2019 en la COP25 siguen sin resolverse. Por ejemplo, cómo evitar el doble cómputo (que las emisiones no se contabilicen dos veces) o cómo garantizar que los mercados de emisiones de carbono sirvan realmente para mitigar las emisiones mundiales y no actúen como un simple parche para enmascarar el verdadero problema.

    “El artículo 6 no versa sobre los mercados de carbono -afirma contundentemente Tatiana Nuño, responsable de la campaña de Energía y Cambio Climático de Greenpeace-. Este mecanismo no va a solucionar la crisis climática ni a reducir las emisiones rápidamente. No es una herramienta clave para la lucha contra el cambio climático, sino que más bien ha sido un instrumento disuasorio, una maniobra de despiste que ha hecho que perdamos el objetivo principal: que es liberarnos de los combustibles fósiles”.

  3. Compensación de pérdidas y daños

    Los países más vulnerables, como algunos Estados insulares, además de ser los que tienen menos recursos, son los que se están viendo más afectados por el cambio climático. Deben afrontar solos y sin medios amenazas serias, como la subida del nivel del mar, la sequía, la dificultad de acceso a recursos, como el agua de calidad… Necesitan recibir una compensación por las pérdidas y daños, tanto económicos como medioambientales.

    Uno de los acuerdos a los que se llegó en Madrid fue el establecimiento de un grupo de expertos para esta materia encargado de la financiación de pérdidas y daños. Asimismo, uno de los principales logros de la COP25 fue la creación de la Red de Pérdidas y Daños de Santiago (SNLD), un mecanismo destinado a prestar asistencia técnica para atender a las consecuencias del cambio climático. Durante las últimas negociaciones climáticas las partes siguieron divididas. Los países en desarrollo reclamaron una plataforma facilitadora que los conectara con expertos y proveedores de asistencia técnica, mientras que los países desarrollados preferían promover el uso de las estructuras y organismos existentes.

  4. Objetivos de adaptación

    En Madrid los países participantes en la última COP solicitaron que el Comité de Adaptación determinara cómo debía evaluarse el progreso colectivo de acción climática. Este año, el citado organismo empezó a estudiar los diversos enfoques para elaborar un proyecto de informe técnico que evalúe esta materia, así como el fortalecimiento de la resiliencia y la reducción de la vulnerabilidad al cambio climático. Una herramienta que llega con retraso, y que deberá revisarse en las sucesivas actualizaciones del Acuerdo.

  5. Financiación de la acción climática

    De entre todos los retos de la COP, el de la financiación pública es el que muestra menos avances y una mayor desconfianza. Los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares anuales a países en vías de desarrollo para ayudar a hacer frente a los compromisos medioambientales, un objetivo que de momento está muy lejos de cumplirse. Los países de la Unión Europea se cuentan entre las únicas naciones desarrolladas que han presentado una comunicación bienal, un requisito obligatorio para todos los países desarrollados y que debía presentarse antes de finales del año pasado. La no aplicación de este compromiso hace que la confianza en este mecanismo se haya visto considerablemente mermada.

  6. Ambición climática

    La ambición climática es uno de los temas más recurrentes en el texto del Tratado de París. El término “ambición” aparece hasta 8 veces en un tratado que solo cuenta con 29 artículos.

    Sin embargo, en ningún epígrafe se especifica exactamente qué se entiende por ‘ambición climática’. Durante los Diálogos sobre el Clima, en los que han participado más de 3.000 delegados procedentes de todos los países firmantes, se celebró una mesa redonda de dos días para examinar los progresos realizados por los países antes de ese año, principalmente en materia de mitigación, adaptación y financiación. Muchos países, especialmente los que están en vías de desarrollo, manifestaron que hasta la fecha no se había dedicado suficiente tiempo para fijar objetivos más ambiciosos.

    “Tiene que haber un enfoque claro sobre el aumento de la ambición climática. Es decir, una reducción de las emisiones que sea lo suficientemente contundente como para mitigar los efectos del cambio climático y una provisión de fondos y tecnología. Es necesario plantear un enfoque cooperativo que nos permita ser más ambiciosos”, explica Nuño, quien advierte que la concreción de los objetivos nacionales marcarán no solo el éxito de la cumbre, sino que también determinarán la verdadera ambición de los firmantes de los Acuerdos de París. “Según las estimaciones de los expertos de Naciones Unidas, con el panorama actual nos vamos a un aumento de temperatura de 2,7 grados, muy lejos de los 1,5 ºC marcados”, recuerda la experta en clima.

El próximo 12 de diciembre se cumplirá el sexto aniversario de la adopción del Acuerdo de París, una ocasión perfecta para reafirmar el compromiso internacional en la mitigación de los efectos del calentamiento global. “De la COP26 debe salir un paquete de medidas que defina el camino de la reducción de las emisiones y que especifique cómo vamos a garantizar que seguimos la hoja de ruta hacia el límite de 1,5 ºC, algo que no estamos consiguiendo en la actualidad”, afirma Nuño, quien pide que la reunión se materialice en un mensaje claro y contundente a favor de la necesidad del abandono de los combustibles fósiles.

Los compromisos nacionales para 2030 solo evitan el 7,5% adicional de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero pronosticadas para ese año.

Sin embargo, a pesar de la necesidad del momento, la reunión de Glasgow se celebra con viento en contra. Uno de los principales escollos es la profunda crisis climática a la que se enfrenta gran parte del mundo, lo que podría hacer que los principales países emisores, como China y la India, se muestren reacios a asumir el coste de la ambición climática, algo a lo que podría contribuir la creciente tensión comercial y política entre China y Estados Unidos.

En las últimas semanas, representantes de la ONU y del Reino Unido, país anfitrión de la COP26, se han mostrado escépticos en relación con el éxito de la cumbre, lo que hace prever que los acuerdos no serán fáciles. Estaremos muy pendientes de las negociaciones. Todas las miradas están puestas en Glasgow.

*192 partes del Acuerdo de París + Iraq y Eritrea (estos dos últimos países no son integrantes en el Acuerdo).



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viernes, 29 de octubre de 2021

Viajes. La historia del descubrimiento de la hepatitis B avanza otro paso

El virus de la hepatitis B (VHB) es un importante problema de salud en todo el mundo y causa cerca de un millón de muertes al año. Su descubrimiento es relativamente reciente, pues se produjo hace medio siglo en Estados Unidos por BS Blumberg y colegas.

Ellos identificaron una causa viral para la hepatitis a la vez que demostraron la existencia de millones de personas infectadas de forma asintomática, pero crónica, que podían ser candidatos potenciales a desarrollar cirrosis hepática e incluso cáncer de hígado.

El interés de los estudios sobre el origen y evolución genética del VHB radica en que, según la Organización Mundial de la Salud, la hepatitis B crónica causa un 40% de los casos de carcinoma hepatocelular. Además, es la segunda causa de mortalidad relacionada con el cáncer a nivel mundial.

La hepatitis B es la segunda causa de mortalidad relacionada con el cáncer a nivel mundial

Los estudios más recientes de ADN antiguo mostraban que el VHB había estado infectando a los humanos durante milenios, pero su diversidad y rutas de dispersión en el pasado siguen siendo en gran medida desconocidas.

Nuevos hallazgos revelan hacia dónde se dispersó el virus

Ahora un nuevo estudio publicado en la revista Science ha rastreado los pasos del virus de la hepatitis B desde la prehistoria hasta el presente y ha aportado importantes datos sobre la historia evolutiva del VHB. El trabajo revela las rutas de diseminación y los cambios en la diversidad viral. El estudio ha sido liderado por Arthur Kocher, investigador del Max Planck Institute for Science of Human History y en él han participado investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid.

Restos humanos sobre un suelo de cerámicas en la cueva de Els Trocs, San Feliu de Veri / Bisaurri (Huesca).

Desde el equipo de esta Universidad se han aportado sendos individuos hallados en la cueva aragonesa de Els Trocs (Huesca, España), fechados hace 7.300 y 6.500 años e infectados por una de las cepas del VHB que se diseminaron por toda Europa a partir de la llegada de las primeras poblaciones neolíticas.

¿Dónde empezó el virus?

El estudio, avalado por un amplísimo equipo internacional de investigadores, ha examinado también los genomas de 137 individuos euroasiáticos y nativos americanos datados entre hace 10.000 y 400 años. Esta muestra aporta datos concluyentes sobre su historia filogeográfica. Cuenta que su origen, en última instancia, es zoonótico, ya que las secuencias más antiguas del VHB se identificaron en primates no humanos africanos.

Además, al hallarse en poblaciones de ascendencia nativa americana 2 genotipos del virus (de los 9 que se conocen), es posible que todos desciendan de una cepa que estaba infectando a las primeras poblaciones euroasiáticas que colonizaron América entre los 20.000 y 15.000 años antes del presente. Es decir, en la época en la que estas poblaciones divergieron.

El virus pudo ser portado por algunos de los primeros habitantes de América, por lo que las conclusiones del estudio envejecen notablemente el origen del VHB

¿Llegó con la agricultura?

El estudio también demuestra que el virus estaba presente en amplias zonas de Europa hace ya 10.000 años, antes de que se extendiera la agricultura en el continente. Por eso, aunque se cree que muchos patógenos humanos surgieron tras la introducción de la agricultura, esta investigación demuestra que el VHB ya afectaba claramente a las poblaciones prehistóricas de cazadores y recolectores.

Lo más probable es que, tras la transición neolítica en Europa, las cepas del VHB que portaban estas personas fueses sustituidas por nuevas cepas y se propagaran por toda Eurasia en paralelo a la difusión de los grupos agrícolas a partir del Próximo Oriente. Esta expansión, identificada con la variante WENBA, prevalecía en las muestras analizadas hasta el año 3 300 a.C. A partir de entonces, permanecían ausentes.

El colapso y la reaparición del VHB prehistórico

Posteriormente, se produjo una repentina disminución de la diversidad del VHB en Eurasia occidental. Se extendieron dos genotipos diferentes, el A y el D, que habrían estado recluidos hasta entonces en reservorios orientales. Este resurgimiento de cepas ancestrales coincide con importantes cambios culturales.

Entre ellos, la extensión de los Campos de Urnas, el desmoronamiento de las culturas de las Terramare italianas y el colapso en la Edad del Bronce tardío de la mayoría de las sociedades estatales del Mediterráneo oriental y Oriente Próximo.

Estos hechos podrían explicarse, al margen de los acontecimientos climáticos también importantes, por la propagación de enfermedades epidémicas asociadas a cambios sustanciales en la densidad de población y el aumento de las redes trasnregionales, con la consiguiente mayor movilidad humana.

¿Qué cepas circulan en la actualidad?

En la actualidad, la mayor parte de las cepas de VHB que circulan por Eurasia occidental pertenecen a los genotipos A y D y, por tanto, reflejan una parte reciente de su historia filogenética. Sin embargo, los resultados del proyecto muestran que la desaparición del linaje WENBA en torno al año 3 000 a.C. es más aparente que real, pues linajes descendientes de este calado han dado lugar a cepas modernas clasificadas como genotipo G.

Se trata de un genotipo raro y “aberrante” genéticamente, cuya biología no se conoce muy bien. Pero a pesar de ello, se halla distribuido por partes de Europa, América y Asia. Hay una amplia distribución geográfica pero de diversidad genética baja, lo que sugiere una reemergencia reciente tras miles de años de persistencia de bajo nivel.

La mayor prevalencia de este genotipo en pacientes seropositivos y los patrones filodinámicos que indican un fuerte aumento de su diseminación coincidente con la pandemia del VIH lo asocian, posiblemente, a grupos activos sexualmente y a usuarios de drogas inyectables.

En definitiva, esta propia filogenia extraída en la investigación corrobora varias migraciones humanas bien conocidas y eventos demográficos como la expansión del Sapiens al continente americano o la difusión del neolítico desde el Próximo Oriente, pero no otras como las invasiones de la Cultura de Yamna. Una vez más se confirma que conocer y reconstruir la filogeografía y diversidad viral a lo largo del tiempo tiene un gran potencial para completar la comprensión de la historia humana.

*Manuel Rojo Guerra es Catedrático de Prehistoria en la Universidad de Valladolid. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.



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miércoles, 27 de octubre de 2021

Viajes. COP: así funciona la Cumbre Mundial del Clima

La ciudad de Glasgow acogerá entre los días 31 de octubre y 12 de noviembre la 26a Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). La presente edición, pospuesta debido a la pandemia de coronavirus, supondrá una oportunidad de oro para fijar negro sobre blanco los compromisos medioambientales adquiridos hace ya más de cinco años en los llamados Acuerdos de París, donde se estableció la necesidad de limitar el calentamiento global a finales de este siglo por debajo de los 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales. La cumbre de Glasgow, organizada conjuntamente por Italia y Reino Unido, ha causado una gran expectación, pues se espera que fructifique en nuevos compromisos internacionales que permitan dar respuesta a la emergencia climática. Pero, antes de profundizar en los futuros acuerdos y sus consecuencias, desglosamos las particularidades de esta conferencia anual sobre el clima.

¿Qué significa COP?

Las siglas COP son el acrónimo de “Conference of the Parties” (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés). Se enmarca en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) un tratado adoptado en 1992 y en vigor desde el año 1994. Está formado por 197 partes (196 Estados y la Unión Europea), y es una de las tres “Convenciones de Río”, resultantes de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 en la ciudad brasileña. Las otras dos son el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica y la Convención de Lucha contra la Desertificación.

El objetivo final de la COP es el de la 'estabilización de gases de efecto invernadero a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa con el sistema climático'. Sus decisiones están basadas en los informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés, el principal organismo científico internacional para el estudio del cambio climático.

¿Cuál es su función?

Cada año, representantes de los partes de la Convención actualizan los compromisos climáticos de cada país y fijan nuevas metas en una serie de negociaciones formales y encuentros informales, ya sea en Bonn, sede de la Secretaría del CMNUCC, o en alguno de los cinco grupos regionales de la ONU (África; Asia-Pacífico; Europa del Este; América Latina y el Caribe, y Europa occidental).

Este año la Conferencia se celebrará en el Scottish Event Campus (Centro de Convenciones Escocés) de la ciudad de Glasgow, donde se espera que se encuentre una nueva hoja de ruta para reducir las emisiones mundiales de acuerdo con el mandato de los Acuerdos de París.

Aunque la COP es una conferencia oficial reservada a agentes acreditados representantes de los países miembros, también se incluyen representantes de la sociedad civil, como organizaciones conservacionistas y grupos de interés, que participan en un amplio abanico de eventos más allá de los actos oficiales, como pueden ser talleres, presentaciones o conferencias sobre el clima.

¿Cómo se desarrolla la Convención?

Generalmente durante la primera semana tienen lugar resoluciones de carácter técnico elaboradas por equipos científicos llegados de todo el mundo. Los últimos días se dan cita los jefes de Estado y de Gobierno y los ministros responsables de la agenda climática. Sus declaraciones permiten conocer las posturas de las distintas partes implicadas y deducir qué probabilidades hay de llegar a nuevos acuerdos en materia de reducción de emisiones.

Una de las principales tareas de la COP es la de revisar los compromisos nacionales de reducción de gases de efecto invernadero, las llamadas 'contribuciones nacionales determinadas', (NDC, por sus siglas en inglés). "El artículo 4.2 del Acuerdo de París prevé esta obligación de las Partes, aunque en la COP previa a París se adoptó una decisión sobre los NDCs, entonces denominados INDC (Intended National Determined Contributions), en el que se invitaba a las partes a presentar las suyas con antelación a la COP de París", explica Ana Barreira, directora del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente, a National Geographic España. A partir de esta información, los delegados evalúan los efectos de las medidas adoptadas por cada país antes de fijar nuevos objetivos. Todas las resoluciones se toman por consenso.

¿Son vinculantes sus resoluciones?

Sí. "La CMNUCC es un tratado internacional, y como tal, es jurídicamente vinculante para las partes que lo ratifican", señala Barreira. Otro tratado relevante fue el Protocolo de Kioto, firmado en 1997, una norma que instaba a los países firmantes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos un 5% en comparación con los niveles de 1990 entre los años 2008 y 1012. Sin embargo, como muchos de los principales emisores no formaban parte de este acuerdo, aquel tratado solo cubría el 12% de las emisiones mundiales. Los Acuerdos de París de 2015, firmados por 192 partes (191 + la Unión Europea), incluyen a los países más contaminantes, como Estados Unidos, China o la India.

Objetivos marcados en las principales cumbres climáticas

  • COP 1. Berlín, 1995: En la primera Conferencia de las Partes, los firmantes acordaron reunirse anualmente para mantener el control sobre el calentamiento global y vieron la necesidad de reducir las emisiones de gases contaminantes.
  • COP 3. Kioto. 1997: Se aprobó el Protocolo de Kioto con el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los países industrializados. Sentó las bases del futuro mercado de derechos de emisiones de carbono.
  • COP 13. Bali, 2007: La Hoja de Ruta de Bali estableció un calendario de negociaciones para un nuevo acuerdo internacional que sustituyese al Protocolo de Kioto y que incluyera a todos los países, no solo a los desarrollados.
  • COP 15. Copenhague, 2009: Se validó el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 2 ºC y los países desarrollados se comprometen a financiar a los países en desarrollo a largo plazo.
  • COP16. Cancún, 2010: Se redactaron los Acuerdos de Cancún, que formalizaron los compromisos establecidos en Copenhague, y se creó el Fondo Verde para el Clima, destinado principalmente a acciones climáticas en los países en vías de desarrollo.
  • COP17. Durban, 2011: Todos los países se comprometieron a empezar a reducir las emisiones, incluyendo a EE.UU. y a los países emergentes (Brasil, China, India y Sudáfrica). Se decidió negociar un acuerdo global que entraría en vigor en 2020.
  • COP18. Doha, 2012: Se decidió prorrogar el Protocolo de Kioto hasta 2020. Países como Estados Unidos, China, Rusia y Canadá no apoyaron la prórroga.
  • COP20. Lima, 2014: Por primera vez, todos los países acordaron desarrollar y compartir su compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
  • COP21, París, 2015: Tras 20 años de negociaciones, se aprobó por unanimidad el Acuerdo de París, un tratado que insta a los firmantes a "mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C".
  • COP22, Marrakech, 2016: El Acuerdo de París entró en vigor unos días antes de la Cumbre, tras ser ratificado por la mayoría de los países. Se produjo la primera reunión de la CMA, la conferencia en la que se reúnen anualmente los países signatarios del Acuerdo.
  • COP23, Bonn, 2017: Se crearon los Diálogos Facilitadores, conocidos como Diálogo de Talanoa, un proceso que permite a los países compartir experiencias y buenas prácticas para alcanzar los objetivos del Acuerdo. Se puso en marcha la Plataforma de Diálogo de Talanoa para promover la participación y el diálogo de las comunidades locales en la lucha contra los efectos del cambio climático.

    Se adoptó un Plan de Acción de Género para garantizar el papel de las mujeres en la toma de decisiones relacionadas con el cambio climático.
  • COP24, Katowice (Polonia) 2018: poco más de dos meses antes de que comenzara la Cumbre, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su informe en el que se analizaban los impactos de un aumento de la temperatura global de 1,5 °C, lo que centró el debate en la necesidad de una mayor urgencia en la reducción de las emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, aunque se mencionó, no se consideró una guía de actuación en los textos acordados.
  • COP25, Madrid, 2019: La COP25 de Madrid partía como un evento crucial en el que desarrollar lo acordado en París. La Conferencia estaba prevista celebrarse en Brasil, pero el Gobierno de este país desistió el año anterior. Chile asumió la presidencia y, por tanto, la organización del evento. Pero las actividades se suspendieron a poco más de un mes de su celebración debido a las protestas que tuvieron lugar en el país. Por lo que finalmente se celebró en la capital de España.

    Tras unos últimos dos días de negociaciones intensas, la Cumbre concluyó con un acuerdo de mínimos en un documento titulado “Chile-Madrid, tiempo de actuar”, en el que, a grandes rasgos, se sentaban las bases para que los países firmantes presentaran compromisos más ambiciosos de reducción de gases de efecto invernadero en el futuro. Asimismo, después de intensas negociaciones, los participantes no llegaron a ningún acuerdo con respecto a uno de los temas fundamentales: la modificación del artículo 6 de los Acuerdos de París, según el cual las partes se comprometen a cooperar voluntariamente en aras de mitigar el calentamiento. El artículo menciona la creación de un mecanismo supervisado por las partes para tal fin, una herramienta que podría coincidir con los mercados de emisiones de carbono, como el de la Unión Europea. La falta de consenso dejó su aprobación para la próxima cumbre.


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jueves, 21 de octubre de 2021

Viajes. ¿Que llevó al humano moderno a conquistar el mundo?

No sabemos con exactitud por qué, después de unos 240.000 años vagando por África, los humanos anatómicamente modernos emprendieron la andadura definitiva que los sacó del continente materno y los llevó a conquistar el mundo.

Nuestro dominio no estaba ni mucho menos predestinado. Al fin y al cabo, y como es bien sabido, la vida es casi siempre accidental.

Si esta cuestión ocupa mi pensamiento, es porque a lo largo de los casi nueve años que llevo desarrollando este proyecto narrativo he recorrido a pie las sendas de la Edad de Piedra por las que nuestros antepasados salieron de África y se dispersaron. He llegado al Sudeste Asiático. La última etapa llevará mis pasos hasta el confín de América del Sur, donde Homo sapiens alcanzó el límite del horizonte continental. Mi objetivo siempre ha sido simple: desacelerar mi vida, ralentizar el pensamiento, el trabajo, las horas. Por desgracia, el mundo tenía otros planes. Crisis climáticas apocalípticas. Extinciones generalizadas. Migraciones humanas forzosas. Revueltas populistas. Un coronavirus letal. Más de 3.000 amaneceres me he atado las botas para recorrer un planeta que por momentos parece acelerarse, temblando bajo los pies, hacia unos ajustes de cuentas históricos. Pero hasta que llegué a Myanmar, mis pasos nunca me habían conducido a un golpe de Estado.

Mientras el periodista Paul Salopek estaba en Myanmar, las manifestaciones a favor de la democracia se intensificaron. Desde que en febrero los militares tomaron el poder, ha habido cientos de muertos, y miles de personas han sido detenidas o torturadas.

En Yangón me desperté una mañana en un hotel de cuarentena y me apresuré a llenar la bañera con una herrumbrosa agua potable. Era 1 de febrero. Un asesino uniformado había anunciado en televisión la detención del Gobierno electo de Aung San Suu Kyi. Militares y policías tomaban las calles. Pronto empezarían a disparar contra los manifestantes –hombres, mujeres, niños–, apuntándoles a la cabeza. Poco después habría poetas acusados de subversivos, detenidos, ejecutados. Aquella primera mañana del golpe, sin embargo, mis preocupaciones eran miopes. Registré la papelera en busca del arroz sobrante de la víspera. ¿Qué hacía con el minibar? ¿Atrancar la puerta? ¿O lanzárselo a la cabeza a los visigodos de la calle? (Estaba en un noveno piso).

Abundan las hipótesis sobre por qué salimos de África y nos dispersamos. Algunos investigadores sostienen que una colosal punzada de hambre nos catapultó fuera del terruño: nos habíamos comido trozos de nuestras sabanas nativas. Otros expertos dicen que la «Arabia verde», una versión más fértil de Oriente Próximo, atrajo a nuestros zanquilargos ancestros hacia nuevos cazaderos. Hay quien defiende que nos aficionamos a rebuscar en las playas y salimos de nuestra zona de confort africana siguiendo el contorno de unos litorales recién expuestos por el descenso del nivel del mar. (Es la teoría de la migración costera).

Mi hipótesis favorita tiene que ver con la voz de la memoria. Y reza como sigue: Los humanos arcaicos vivieron mucho tiempo al borde de la extinción. Nuestra presencia era ínfima en aquellas tierras antediluvianas. Alguien inventaba, pongamos por caso, una nueva herramienta, pero aquella innovación se perdía cuando moría el último integrante de su clan. Los progresos no se propagaban, jamás se transmitían. Y así fue durante monótonos milenios: descubrir, olvidar, reinventar. Un trabajo de Sísifo. No abrimos la puerta del planeta hasta que las poblaciones humanas alcanzaron un tamaño y una estabilidad suficientes para retener y perfeccionar los descubrimientos. Hasta que empezamos a guardar recuerdos ajenos. Hasta que ganamos la batalla al olvido. Entonces avanzamos.

Me acerco a la mitad de mi descabellada caminata de 38.500 kilómetros hacia el naciente. Es normal recordar los miles de rostros que he encontrado en el camino. ¿Cuáles de ellos parecían mejor equipados para superar –si no dominar– los retos de nuestra incierta época? ¿Quién podría dar el paso al próximo siglo con las facultades intactas?

Selwa, una fiel mula de carga, acompaña a Salopek por las agrestes tierras cercanas a Petra, las milenarias ruinas del sur de Jordania. Dromedarios y caballos lo han ayudado a transportar suministros durante su empeño por reproducir la gran migración humana.

A medida que la represión tomaba un cariz violento, una extraña amnesia cayó sobre Yangón. Los mensajes se autodestruían. Amigos birmanos defensores de la democracia –activistas, artistas, estudiantes, jóvenes al cuidado de las barricadas– se habían pasado a aplicaciones encriptadas. Los militares fisgaban en los móviles de los civiles en los puestos de control. Así que por seguridad ponías caducidad a los mensajes (seis horas, una hora, un minuto) y asistías a la desaparición irreversible de tu vida en conversaciones digitales. Mi madre dijo No quiero ver a mis dos hijas en la cárcel […] en Tamwe están disparando a la gente […] Ten cuidado […] Estoy tratando de pedir asilo político en un tercer país […] Perdona la tardanza en responder, tuve una especie de ataque de ansiedad […].

Estos angustiados documentos de miedo, ira y aliento se habían esfumado cada vez que abría los ojos a un nuevo amanecer amarillo. Caminaba a través de una revolución en estado de afasia. Imagino que nunca había estado tan cerca del momento de nuestro nacimiento.

Recuerda un paseo por Nueva York con Tony Hiss.

Hiss, un escritor e intelectual cuyo pesimismo era tan humanitario, tan docto, que a menudo retornaba a una suerte de magullado optimismo, acababa de publicar In Motion, un libro en el que analizaba lo que ha denominado viaje profundo, una sensación de «despertar estando ya despierto» que embruja a los seres humanos en su estado natural, esto es, cuando están desplazándose.

¿Qué nuevas tendencias me recomendaba vigilar, le pregunté, en mi parsimonioso avance a través de un siglo XXI en aceleración? Era 2011, el año de la Primavera Árabe. Un tsunami había barrido la costa de Japón. Aguijoneado por fanáticos intolerantes, el primer presidente negro de Estados Unidos había hecho pública su partida de nacimiento para demostrar su ciudadanía.

El mundo, paso a paso

«La pérdida anticipatoria», contestó sin vacilar.

Se refería a la creciente ansiedad de una minoría privilegiada que, por azar de raza, género o nacionalidad, había heredado una porción desproporcionada de poder en la Tierra y de pronto percibía la extinción inexorable de sus ventajas.

Hiss debió de percibir mi escepticismo. Alzó la mirada miope hacia los zigurats de acero de Manhattan y dijo: «Recuerda. Todo esto es temporal».

Recuerda los pies de Kader Yarri.

Encallecidos, planos cual filetes de carne de vacuno, pendían de las caderas de Yarri como las pesas cuelgan de un péndulo: sin dificultad, sin cansancio –tentado estoy de decir que sin fin– a través del Gran Rift Valley etíope. Yarri y yo recorrimos juntos unos 250 kilómetros de un desierto de aberrante belleza, atravesando con dos dromedarios de carga aquellas cortinas de luz ardiente en dirección al golfo de Adén. Sus sandalias de goma parecían deslizarse sobre la Tierra como si fueran patines. Era aquel un andar de eficiencia sobrehumana: transcontinental, antiquísimo, diseñado para engullir infinitos kilómetros de geografía en pos de la lluvia.

Yarri era un pastor afar.

Los sirios llegan en masa a Turquía en 2014, parte de la marea de personas –en su mayoría kurdos– que huyen del Estado Islámico.

Al principio leí desapego en sus silencios: para los pastores, las personas sedentarias sin ganado son seres inferiores. Pero me equivocaba. No era desdén, sino una firmeza vigilante. «¿Qué van a comer los dromedarios?», me preguntó un día, preocupado por la mala elección del campamento. Yo me encogí de hombros. Recogí una piedra, se la tendí. Fue la única vez en un mes que lo vi reír.

Yarri era el hombre avizor. Inspeccionaba los horizontes con la mirada, de lado a lado, como un radar Doppler. Decía estar buscando nubes. Las nubes son sinónimo de humedad. Y la humedad es sinónimo de hierba. En los últimos tiempos, el clima se había vuelto loco en aquel paraíso suyo de árboles espinosos. Lluvias que no llegaban. Charcas que se secaban. Hierba que no rebrotaba. Se cocía una guerra por los recursos entre su pueblo y los issa, un grupo étnico somalí que subía desde sus propias llanuras enralecidas.

El movimiento es nuestra estrategia de supervivencia más atávica. Los pastores se desplazan a pie para sortear los cataclismos. Las gentes de la Edad de Piedra a las que yo seguía probablemente hicieron otro tanto. Nos recuerdan: lleva encima tu hogar, como la cuenta de un rosario que se frota entre el pulgar y el índice. No levantes los pies sin necesidad. Prepárate para cambiar.

Recorrer el siglo XXI divide a los humanos en dos taxones.

Los vencedores se desplazan sobre el trasero, sentados en máquinas. El resto viaja encaramado sobre los huesos: caminan. A lo largo del sendero global te topas con muchos individuos de la segunda categoría: los invisibles. Refugiados. Proscritos. Los desplazados. Los desempleados, los desalojados, los apátridas. Migrantes forzosos: la ONU los cifra en no menos de 80 millones.

Salopek atravesó Jordania en 2014. En ese momento Mohamad, que por entonces tenía 11 años y era uno de los refugiados de la guerra civil siria, se desplazaba por el país con su familia recogiendo frutas y hortalizas.

Recuerda sus comidas.

En las montañas de Nagorno-Karabaj llamé a la puerta de un apartamento ruinoso en el que vivían unos refugiados armenios procedentes de Siria. «Spasek!», gritaron las mujeres. «¡Espere!». Oí cómo al otro lado de la puerta preparaban rápidamente una receta de pepino, sal, queso y pan ácimo duro. Una y otra vez me rellenaban el plato, que era un papel de periódico. Ni a sentarse accedieron. Dos maletas contenían todas sus pertenencias.

En un bar de carretera de Djibouti unos tímidos migrantes somalíes me invitaron a vasos y más vasos de té rojo. Eran carne de contrabandistas con destino a Arabia. Blanco, varón, con pasaporte, sin duda yo era el caminante más privilegiado en 1.500 kilómetros a la redonda. Pero aquellos hombres, que habían dejado en el desierto a camaradas muertos por deshidratación, me servían azúcar a cucharadas como si el famélico fuese yo.

Los sirios desplazados de Homs, ciudad de varias emperatrices romanas, sobrevivían en Jordania recogiendo –y comiendo– tomates. «Carne no hay –se disculpó uno–. Aquí el pollo solo lo vemos en sueños». Homs había quedado reducida a átomos por la artillería del presidente sirio Bashar al-Assad. Algunos exiliados lloraban al contar su historia. Una familia se echó a reír cuando el abuelo se describió a sí mismo comiendo hierba para no morir de inanición. Compartían lo que tenían: tomate estofado, tomate crudo, tomate encurtido.

Por las noches me despertaba tapado bajo sus mantas. Mi compañero de viaje, un áspero beduino de nombre Hamoudi Alweijah al-Bedul, repartió toda nuestra comida. Nos alejábamos de aquellos encuentros sumidos en un estupefacto silencio que duraba kilómetros, apabullados por la generosidad siria. Nunca me he sentido más rico, más nutrido, que en aquellas tiendas arenosas.

Unas mujeres rezan en un antiguo cementerio de la región kazaja de Mangystau. Salopek recorrió a pie este país centroasiático casi deshabitado, formado por desiertos de arcilla y elevaciones de caliza que en su día estaban cubiertos por un océano.

Recuerda Jiva.

Mi trabajosa andadura por la estepa nómada de Karakalpakistán me llevó hasta una ciudad que brillaba como un confite de arenisca amarilla bajo el sol. Más de cuatro siglos antes de que Europa se ilustrase, el oasis de Jiva –como Bujará y Samarcanda– era un nodo de cultura global en lo que hoy es Uzbekistán: un centro de distribución de librepensamiento, ciencia, arte, tecnología e idiomas. La filosofía griega importada del Mediterráneo contribuyó al advenimiento de una era gloriosa de esplendor intelectual islámico. Innovaciones como la pulpa de celulosa para la fabricación de papel, el acero forjado y las primeras matemáticas avanzadas llegaron a Europa desde Oriente en caravanas de camellos. La Ruta de la Seda reventó como un ariete las puertas mentales del Viejo Mundo.

«Para sobrevivir en este desierto necesitas cultivar –me explicó Gavjar Durdíeva, un arquitecto de Jiva–. Y para cultivar necesitas comprender los sistemas de irrigación, y eso requiere conocimientos de ingeniería. Explotamos las matemáticas para comer».

Con orgullo, me enumeró a los genios de la Ruta de la Seda que hace mil años inventaron el algoritmo o calcularon el radio de la Tierra. Pero la Jiva de hoy es una pieza de vitrina. Los turistas paladean sus capuchinos bajo unas murallas formidables que ya no defienden nada del ataque de nada.

La clientela se desplaza en autobús hacia y desde el bazar de Kumtepa, en la ciudad uzbeka de Marguilán, en esta foto de 2016. Durante siglos fue parada importante de la Ruta de la Seda, una compleja red de rutas comerciales que conectaba los mercados y las mentes de Asia, Europa y África.

Las murallas seculares son un rasgo común de la Ruta de la Seda.

Durante dos años dejé atrás almenas, parapetos y baluartes. Si bien es cierto que aquellas defensas medievales ponían coto a saqueadores y nómadas armados, la verdad es que los opulentos reinos multiétnicos que comerciaban en Asia Central se pudrieron desde dentro. Sucumbieron a la polarización política y religiosa, al caos de las luchas dinásticas, al fanatismo sectario (el cisma chiitas-sunníes), la intolerancia, las purgas antirracionales y, al final, al estancamiento. A la altura del siglo XIII, Gengis Kan los había arrasado.

Las murallas son monumentos al fracaso político. Ojo con qué se encierra en ellas.

Recuerda a Saroj Devi Yadav.

Llevaba un pañuelo de color fucsia y tenía el pie derecho vendado por culpa de una espina. Vivía en una granja en Rajastán, la India, a unos 15 kilómetros de Jaipur. Sus trigales chispeaban al sol, y los búfalos se refrescaban en las charcas de barro. Yo llevaba semanas cruzando paisajes como aquel.

En la ciudad turca de Gaziantep, dos hermanos sirios se asoman a la ventana del piso que comparten con otros seis familiares. La familia de refugiados gana unos 2,50 euros al día vendiendo artículos de plástico desechados.

«Aquí llevamos nosotras las cosas. Qué remedio –me dijo Yadav, la severa matriarca de su pequeña granja gestionada exclusivamente por mujeres–. Los hombres están todos trabajando en la ciudad».

Le pregunté por las cosechas. (No muy buenas). Por las veleidades meteorológicas. (Los monzones duraban un suspiro). Ella era una de los 600 millones de personas –casi la mitad de la población india– que padecía la peor crisis hídrica del mundo. Los vecinos erigían decenas de miles de diques diminutos, empeñados en retener hasta la última gota de lluvia. Algunos se pasaban a cultivos más antiguos y menos rentables, pero adaptados a la sequía, como el mijo. Pero aquellos esfuerzos eran mínimos apaños frente a atolladeros mucho peores.

Si te pierdes en medio de la nada, dice la sabiduría popular, sigue el río. El agua discurre hacia la civilización. Yo siempre había seguido aquel consejo. Y la civilización era así: Saroj Devi Yadav, casada contra su voluntad a los 13 años, araba los campos con sus nietas. Mujeres como ellas son el grueso de la mano de obra agrícola en la mayor parte de la India. Pero como tantas otras, ella no era la dueña del terreno. La tierra estaba a nombre de su marido ausente. La India sigue siendo propiedad de los hombres.

Una mujer de Zhyngghyldy, en Kazajistán, prepara la comida mientras su hijo descansa.

Interrumpí mi andadura en Yangón.

El Ejército abatía cientos de civiles. Una larga guerra civil se recrudecía. El camino que tenía por delante era demasiado peligroso. Infringiendo el protocolo de mi viaje, tomé un avión a China.

En Haryana, la India, un joven se gana la vida protegiendo de la lluvia con su paraguas a los invitados de las bodas. Casi todos los enlaces se celebran entre finales de octubre y principios de diciembre, los meses considerados propicios.

En Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, una criatura recuerda a una abuela que decía adiós a su casa de labor envenenada, radiactiva, vaciando el mijo en la huerta «para los pajarillos de Dios» y esparciendo huevos de gallina para el gato y el perro que se quedarían allí. «Luego le hizo una reverencia a la casa. Se inclinó ante el cobertizo. Recorrió los manzanos y saludó a cada árbol».

A mí me dieron ganas de hacer una reverencia a Yangón. Les puedo asegurar que en esta vida o en la próxima pagaré el haber abandonado a mis amigos birmanos en semejantes circunstancias.

Visité un barrio arbolado para despedirme de algunos. Eran activistas prodemocracia en la clandestinidad. Por dentro, la casa parecía un colegio mayor. El vestíbulo abarrotado de bicicletas. Una guitarra apoyada en un rincón. Mis amigos estaban en torno a una mesa, aplicados en aprender a disparar flechas con un arco de bambú contra las tropas de la junta militar. ¿Qué antigüedad tienen estas escenas? La punta de flecha más antigua que se conoce data de hace 61.000 años. Se encontró en la cueva de Sibudu, en Sudáfrica. Sin duda fue invención del Homo sapiens arcaico que estoy siguiendo.

Un hombre hace una pausa en una planta de procesamiento de arroz del Punyab que funciona día y noche. El abuso de pesticidas en la región ha contaminado la capa freática, y la incidencia del cáncer está aumentando.

«Todos vamos a tener que afrontar esta batalla –dijo un tatuado productor de vídeo en la casa franca–. Nadie va a salir sin un rasguño».

Parecía la bendición previa a un inminente viaje colectivo. ¿Qué consejo podía ofrecer yo? ¿Caminar siempre hacia la lluvia? ¿Compartir lo poco que tienes? ¿No fiarte nunca de una muralla? Nos deseamos suerte mutuamente. Las flechas se quedaron apiladas en la mesa, al lado de un iPad.

Me dije: Recuerda esto.

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Paul SalopekJohn Stanmeyer

National Geographic Society, comprometida con la divulgación y protección de las maravillas de nuestro planeta, financia al Explorador Paul Salopek y su proyecto Caminata Más Allá del Edén desde 2013, así como la labor del Explorador John Stanmeyer sobre la migración humana. Más información en natgeo.org/impact.

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Este es el décimo artículo del proyecto Caminata Más Allá del Edén de Paul Salopek, periodista y Premio Pulitzer. John Stanmeyer es el autor de las fotografías de 18 reportajes publicados en la revista.

Este artículo pertenece al número de Noviembre de 2021 de la revista National Geographic.



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Viajes. Guerra civil en Etiopía, un conflicto fraticida

Las únicas carreteras abiertas en el asediado estado del Tigré conducen a infinitos relatos de horror.

Caminando por un sendero de las afueras de Abiy Adi, en el centro del estado noretíope del Tigré, Araya Gebretekle me cuenta su historia. Tenía seis hijos varones. Envió a cinco a recoger el mijo de los campos de la familia. Cuatro no regresaron.

Cuando los soldados etíopes llegaron a su aldea en el mes de febrero, «mis hijos no huyeron –dice Araya (a los etíopes se les llama por el nombre, no por el apellido), enjugándose las lágrimas con el pañuelo blanco que le cubre la cabeza–. Ni se les ocurrió que pudiesen matarlos mientras recogían la cosecha». Pero los militares apuntaron a sus hijos con las armas y una soldado dio la orden de disparar. «Venga, acabad con ellos de una vez», dijo. Los hermanos suplicaron. «Somos simples campesinos. Dejad con vida a uno de nosotros para que cultive y cuide de los animales», rogaron. Los soldados perdonaron la vida al más joven, un chiquillo de 15 años, y ejecutaron a los demás. Dejaron los cadáveres en el campo en el que cayeron.

Soldados del Frente de Liberación del Pueblo del Tigré (FLPT) patrullan Adi Chilo, una aldea del Tigré central donde se denunció una matanza. Según dicen los vecinos, cuando en febrero las tropas etíopes y eritreas perdieron una batalla contra el FLPT, los soldados se vengaron ejecutando a la mayoría de los hombres.

Tres meses más tarde, «mi esposa no sale de casa, se pasa las horas llorando –prosigue Araya–. Yo es el primer día que salgo, y sueño con ellos todas las noches». Vuelve a secarse las lágrimas. «Había seis hijos. Al mayor también le pedí que fuera a los cultivos, pero gracias a Dios no quiso».

En el Hospital de Referencia Ayder de la capital estatal, Mekele, la joven de 13 años Kesanet Gebremichael aúlla cuando la enfermera le cambia las vendas y le hace las curas sobre la carne abrasada. La muchacha estaba cocinando en la aldea de Ahferom, en el Tigré central, cuando su vivienda de adobe recibió fuego de mortero. «Mi casa quedó destruida en el incendio –cuenta su madre, Gener Asmelash–. Mi niña estaba dentro». Kesanet sufrió quemaduras en más del 40 % del cuerpo.

En una casa de acogida de Mekele, una mujer de 33 años cuenta que fue violada por militares en dos ocasiones, una en su casa de Idaga Hamus y otra cuando trataba de huir a Mekele con su hijo de 12 años. (Los nombres de las víctimas de violaciones que aparecen en este artículo se han omitido para proteger su intimidad). La segunda vez la bajaron a la fuerza de un microbús, la drogaron y se la llevaron a un campamento militar, donde la ataron a un árbol y la agredieron sexualmente durante 10 días. Perdía el conocimiento intermitentemente, superada por el dolor, el agotamiento y el trauma. Una de las veces que recobró la conciencia, al abrir los ojos se encontró con una visión espeluznante: su hijo y una mujer con su recién nacido yacían muertos a sus pies. «Vi a mi hijo sangrando por el cuello –dice–. Estaba muerto». Con los puños apretados contra el rostro, emite un visceral alarido de dolor y pena, incapaz de contener el llanto. «No lo enterré –grita entre sollozos–. No lo enterré».

Unas mujeres hacen cola tras las alambradas mientras aguardan el reparto de alimentos en Agula-e. «No tenemos comida, no tenemos medicinas, nos quitaron todo lo que teníamos –dice Salam Abraha (en el centro)–. Aquí muere gente todos los días». Los soldados etíopes y eritreos han bloqueado la entrada de la ayuda humanitaria.

Lo que empezó como una disputa política entre el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, y el partido gobernante del Tigré, el Frente de Liberación del Pueblo del Tigré (FLPT), ha desembocado en una guerra de tintes genocidas, una grave crisis humanitaria que amenaza millones de vidas y la existencia misma de Etiopía. Unos dos millones de habitantes del Tigré, la tercera parte de la población del estado, se han visto desplazados. Millones de personas necesitan ayuda alimentaria de emergencia y miles han sido asesinadas. Con todo, se ignora la verdadera dimensión de la catástrofe, porque el Gobierno federal ha cortado las comunicaciones y restringido el acceso al Tigré.

A mediados de mayo, cuando se tomaron las fotografías de este artículo, la situación era desesperada. La mayoría de las rutas que salían de Mekele en dirección norte y sur estaban cerradas a los periodistas y a la ayuda humanitaria. Una carretera que iba al oeste estaba jalonada por tanques calcinados y ambulancias saqueadas, a las que habían despojado del motor y las ruedas. Los bosquecillos de eucaliptos cedían el paso a campos pedregosos sin cultivar y a un rosario interminable de puestos de control vigilados por tropas etíopes. Soldados de la vecina Eritrea se paseaban por las aldeas como Pedro por su casa. Hombres, mujeres y niños –civiles– vivían aterrorizados y traumatizados, rezando por quienes todavía no habían logrado llegar a Mekele o algún otro lugar relativamente seguro. La gente mencionaba una y otra vez a incontables allegados y conocidos que seguían ocultos. Temían lo que pudiera pasar.

Crisis en el Tigré

Las líneas de fractura de este conflicto se remontan varias décadas, transitando por múltiples regímenes políticos, alianzas rotas y un interrogante siempre polémico: ¿cómo unir las más de 80 etnias de Etiopía en un país único y estable?

«El verdadero problema político del país es el que enfrenta a los partidarios del Estado unificado y a quienes defienden la federación plurinacional que garantiza el autogobierno de los grupos étnicos», dice Tsega Etefa, profesor etíope de la Universidad Colgate, en el estado de Nueva York, que ha estudiado el conflicto étnico de la región.

Durante buena parte del siglo xx el poder político estuvo centralizado. El último emperador de Etiopía, Haile Selassie, gobernó el país durante 44 años, hasta que en 1974 lo derrocó un grupo de oficiales del Ejército llamado el Derg. Liderado por Mengistu Haile Mariam, el Derg no tardó en imponer un régimen autoritario marcado por la opresión más brutal. La oposición surgió casi de inmediato desde los grupos étnicos –entre ellos los tigranios–, resentidos contra el yugo de la dictadura. En 1975 se fundó el FLPT como una milicia, que con el tiempo se convirtió en una de las más eficaces.

El empeño de Mengistu por aplastar el FLPT y otros grupos rebeldes condujo a una situación semejante a la actual: una sanguinaria contrainsurgencia que derivó en una hambruna catastrófica. Entre 1983 y 1985 hubo en Etiopía cientos de miles de muertos por inanición, buena parte de ellos en el Tigré. La contrainsurgencia fracasó: ayudados por guerrilleros eritreos, grupos rebeldes de Amhara y Oromia se unieron bajo la bandera de una alianza liderada por el FLPT, el llamado Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), y derrocaron a Mengistu en 1991.

La guerra ha desplazado a más de dos millones de personas. Cincuenta mil han huido a Sudán, pero la mayoría ha recalado en ciudades del propio Tigré, como Mekele, la capital del estado, donde buscan refugio en albergues improvisados como este, instalado en la Escuela Primaria Maiweini.

El FDRPE tomó el control del país y estableció un sistema de federalismo étnico que dividía Etiopía en estados semiautónomos demarcados por criterios étnicos. El vínculo entre política y etnia quedó así reforzado.

En la práctica, el poder seguía estando centralizado. El FLPT, que representaba tan solo al 6 % de la población etíope, se consolidó como la primera fuerza política en la coalición gobernante del FDRPE, con Meles Zenawi como primer ministro. El nuevo Gobierno obró una radical mejoría económica y redujo la inseguridad alimentaria. Pero al igual que el régimen que había desafiado, el FDRPE era represivo: aplastaba la disidencia, coartaba la libertad de expresión y encarcelaba y torturaba a los adversarios políticos. Y al igual que el régimen anterior, acabó enfrentándose también a Eritrea, que había sido anexionada por Etiopía en 1962. En 1993 Eritrea declaró la independencia. En 1998, los dos antiguos aliados estaban en guerra por una frontera disputada, un conflicto que se prolongaría 20 años en punto muerto.

El federalismo tampoco logró limar asperezas en la esfera interna. En 2014 estallaron protestas en Oromia, el estado etíope más poblado, contra el plan del Gobierno de arrebatarle territorio con el que ampliar Adís Abeba, la capital del país. Los oromo llevaban mucho tiempo sintiéndose marginados y perseguidos; la anexión de territorio fue como echar gasolina al fuego. Las protestas se propagaron a otras zonas, incluida Amhara, donde la hostilidad cristalizaba en una disputa territorial con el Tigré. Tras una represión brutal y una escalada de violencia entre fuerzas gubernamentales y grupos paramilitares étnicos, el primer ministro Hailemariam Desalegn, que había sustituido a Meles al morir este en 2012, presentó su dimisión. Abiy, de etnia oromo, ocupó el cargo en 2018.

Al principio pareció que Abiy encarrilaba a Etiopía en una nueva dirección. Liberó presos políticos, levantó restricciones a la libertad de prensa y trabajó por resolver el conflicto con Eritrea, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz en 2019. Pero al mismo tiempo enjuició a tigranios y los purgó del Gobierno, y reorganizó la coalición gobernante en un partido único, el Partido de la Prosperidad, una maniobra que señalaba la vuelta al autoritarismo.

Gebray Zenebe sostiene a su hija de 15 años, Beriha Gebray, a quien los soldados eritreos dispararon en la cara al sur de Mekele. Gebray tardó dos días en encontrar un medio de transporte que la trasladase al hospital más cercano. «Es época de siembra –dice–, pero estamos aquí metidos, tratando de curar a nuestros hijos. ¿Qué vamos a darles mañana?». Beriha ha perdido la visión.

El FLPT, que había dominado la esfera política durante casi 30 años, se vio relegado en el tablero nacional cuando se negó a integrarse en el Partido de la Prosperidad de Abiy, quien leyó la negativa como un intento de debilitar la federación étnica que él había creado. Pero el FLPT seguía siendo potente en el Tigré, pues controlaba el Gobierno regional y hasta 250.000 soldados. Cuando en 2020 se pospusieron las elecciones a causa de la pandemia, el FLPT celebró de todos modos los comicios regionales del Tigré. El Gobierno federal tomó represalias: ilegalizó el Gobierno regional y amenazó con recanalizar su financiación.

El 3 de noviembre de 2020, el FLPT se incautó de una base militar federal en lo que calificó de ataque preventivo. Al día siguiente el Gobierno etíope puso en marcha una vasta ofensiva militar y cortó el suministro eléctrico y las comunicaciones en el Tigré. Fuerzas eritreas invadieron el Tigré desde el norte mientras milicias procedentes de Amhara avanzaban en masa desde el sur. Unas y otras tenían cuentas pendientes con el FLPT: los eritreos culpan al partido de lo que sufrieron en la guerra contra Etiopía; los amhara denuncian que los tigranios se prevalieron de la implantación del federalismo étnico para anexionarse algunas de sus tierras más valiosas.

Pronto quedó de manifiesto que el FLPT no era el único objetivo. Se acumulan las denuncias de atrocidades perpetradas contra la población civil del Tigré: violaciones, matanzas, ataques indiscriminados y el saqueo flagrante de hospitales y dispensarios. «La gran mayoría de los soldados se sienten sucios, avergonzados y humillados cuando participan en masacres o violaciones grupales –dice Alex de Waal, director de la World Peace Foundation, una fundación de la Universidad Tufts–. Lo hacen porque así se lo ordenan. Cuando es a tan gran escala, es porque alguien ha dado una orden».

A todos los bandos –incluido el FLPT– se les ha acusado de cometer crímenes de guerra, pero los testigos atribuyen a los eritreos algunas de las agresiones más terribles. La mujer que pasó 10 días atada a un árbol afirma que los soldados que la violaron y asesinaron a su hijo eran eritreos con uniforme etíope. «Los reconocí por los cortes de la cara y el calzado de plástico», característico de los soldados eritreos. Hablaban en tigriña, cuando las tropas etíopes se comunican en amárico.

Adiam Bahare, de 19 años, vio cómo unos soldados eritreos asesinaban a tres familiares suyos en May Kinetal, en el Tigré central. «Los juntaron con otros hombres de una aldea vecina y les pegaron un tiro como en las ejecuciones –relata–. Yo estaba en casa, oí los disparos y los vi caer uno por uno». Adiam agarró al bebé de uno de aquellos parientes y huyó a unas cuevas cercanas. Al final consiguió llegar a un albergue de desplazados de Mekele.

Muchos centros médicos no pueden tratar a los heridos adecuadamente porque han sido desvalijados. «Aquí hubo pillaje de dos tipos –explica Adissu Hailu, director del hospital general de Abiy Adi–. Primero llegaron las tropas eritreas y se llevaron todo lo que pudieron. Luego este hospital se usó como base militar». Cuenta que los soldados lo vendieron todo, hasta las neveras. El hospital pudo reabrir cuando se fueron, pero el personal no tenía ningún equipo médico. Aun así, el hospital estaba desbordado de pacientes.

Las tropas etíopes circulan entre el tráfico de Mekele el 14 de mayo. Al comienzo del conflicto tomaron la ciudad y obligaron a los líderes políticos y a las fuerzas de defensa del Tigré a huir a las montañas circundantes. El FLPT recuperó el control de la ciudad a finales de junio.

Mientras tanto, la gente se muere de hambre.

«Un total de 5,2 millones de personas, nada más y nada menos que el 91 % de la población del Tigré, necesita ayuda alimentaria de emergencia», declara Peter Smerdon, portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU para el África oriental. El 50 % de las madres y casi una cuarta parte de los niños que el PMA ha podido examinar presentan malnutrición. Las tropas eritreas y etíopes usan el hambre como arma: bloquean y desvían el reparto de la ayuda humanitaria, se apropian de provisiones y ganado e impiden que los agricultores atiendan sus cultivos.

Abeba Generu, embarazada de su sexto hijo, se escondió de la violencia en una cueva, donde su único alimento eran judías tostadas. El bebé, una niña, nació con malnutrición y ella no tenía leche para amamantarla. «Intentaba apretarme el pecho a ver si salía algo», recuerda. Su hija y ella están recibiendo tratamiento en una clínica de Abiy Adi.

La guerra estalló en la temporada de recolección. En mayo tocaba plantar. En una aldea de la carretera que une Mekele y Abiy Adi, Kiros Tadros, padre de siete hijos, estaba en los campos. El cambio climático ya había complicado los años anteriores: «Es como el apocalipsis, primero la guerra y luego las granizadas y las langostas.

»Nuestra tierra y también los montes que miran a nuestras casas estaban invadidos de soldados eritreos –relata–. Bajaban a cada casa y exigían que les diésemos comida, que les entregásemos nuestro ganado. También nos prohibieron arar y dijeron que teníamos que darles información sobre el paradero de la milicia».

La ONU ha reclamado que se investiguen los crímenes de guerra, y Estados Unidos ha interrumpido la ayuda económica y en materia de seguridad que prestaba a Etiopía. Pero las contramedidas más eficaces las han tomado los tigranios. El FLPT no deja de recibir nuevas incorporaciones, espoleadas por la violencia perpetrada contra sus comunidades. El 20 % del Ejército etíope y una importante proporción de los oficiales y el personal técnico eran tigranios: hoy combaten en favor del FLPT. En junio empezaron a recuperar el control de grandes franjas del Tigré, y poco después hicieron marchar por las calles de Mekele a más de 6.000 soldados etíopes capturados.

Cristianos ortodoxos se reúnen para rezar en la iglesia de la Trinidad de Mekele. «Lloramos por lo que está ocurriendo a nuestro alrededor –dice Tigist Yohannes– y acudimos para rezar y reflexionar sobre la profunda tristeza que se ha apoderado de nuestras vidas». Los cristianos ortodoxos representan el 44 % de la población etíope y el 96 % de la del Tigré.

Tras declarar un alto el fuego unilateral para disimular el hecho de que estaba encajando derrota tras derrota, Abiy instó a «todos los etíopes aptos» a unirse a las milicias y defender Etiopía frente al FLPT, al que acusó de ser «una panda de traidores que muerden la mano que les dio de comer y vuelven la espalda a la Etiopía que les dio de mamar». Hay informes que hablan de la detención y desaparición de tigranios y del cierre de sus negocios en distintas ciudades del territorio etíope.

Aun así el FLPT continúa su ofensiva. «Las guerras no se ganan movilizando a medio millón de campesinos con armamento ligero», dice De Waal. Máxime para combatir contra unas fuerzas «que prácticamente han derrotado a tu ejército regular y capturado todo su material». Los combates se han extendido hacia el este hasta alcanzar Afar, hacia el sur hasta Amhara y hacia el oeste dentro del Tigré para abrir una línea de suministro con Sudán.

Abiy se enfrenta a una insurgencia en su estado natal de Oromia.Hay conflicto entre los pueblos afar y somalí, entre los amhara y los oromo, y entre los gumuz y los amhara y los gumuz y los oromo.

El agricultor Kiros Tadros ara sus tierras en el sudeste del Tigré después de que los soldados eritreos se llevasen las provisiones, el ganado y las semillas de su aldea. Prohibieron cultivar a los vecinos, pero Kiros no tiene otra opción. Si no trabaja el campo, sus siete hijos no tendrán nada que llevarse a la boca.

También se ciernen sobre Etiopía amenazas externas. Sudán se ha adueñado del territorio disputado de Al-Fashaga, lo que ha provocado el desalojo de agricultores etíopes y enfrentamientos entre ambos países. La fértil zona fronteriza, que los etíopes llaman Mazega, es una pieza clave en la actual pugna a propósito de la Gran Presa del Renacimiento Etíope. Esta enorme obra hidroeléctrica sobre el Nilo Azul ha provocado tensiones con Sudán y Egipto, que han firmado un acuerdo de cooperación militar.

El futuro de Etiopía es cada vez más incierto. Una mujer de 47 años procedente de Inda Silase, en el Tigré, sabe bien lo que está en juego. Fue violada delante de sus hijos por unos soldados que le dijeron que había que eliminar la raza tigrania.

Las recientes victorias del FLPT no logran aliviar su dolor, como tampoco el de tantas otras vidas atrapadas en esta cruenta guerra. En el Hospital de Referencia Ayder de Mekele han tratado a centenares de mujeres violadas. «Pero las cifras no reflejan lo que de verdad se está viviendo en la calle –afirma Mussie Tesfay Atsbaha, gerente del hospital–. Por cada paciente que recibimos, otros 20 se mueren sabe Dios dónde.

»Nunca había visto el infierno. Ahora sí».

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Lynsey Addario

National Geographic Society, comprometida con la divulgación y protección de las maravillas de nuestro planeta, financia desde 2020 el trabajo de la Exploradora Lynsey Addario sobre la pandemia de COVID-19.

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La fotógrafa Lynsey Addario, ganadora de un Premio Pulitzer, ha publicado una autobiografía titulada It's What I Do. La redactora Rachel Hartigan trabaja en un libro sobre la búsqueda de Amelia Earhart.

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Este artículo pertenece al número de Noviembre de 2021 de la revista National Geographic.



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martes, 19 de octubre de 2021

Pachinko. 10 planes imprescindibles qué hacer en Salobreña (Granada)

Reconozco que nuestra visita a Salobreña superó con creces nuestras expectativas. Era nuestra primera vez en la Costa Tropical de Granada y (en sólo unos días) nos sirvió para quitarnos los clichés de que esta provincia es sólo la Alhambra o Sierra Nevada.

También me parece sorprendente que un pueblo blanco tan encantador, que cuenta con un castillo tan imponente, playas espectaculares y un clima que parece que estés en medio de un oasis, no esté entre los destinos marineros más populares de España. ¿Será que es uno de los secretos mejor guardados de los granadinos? Para averiguarlo vamos a recomendarte 10 planes imprescindibles qué hacer en Salobreña.

Qué ver en Salobreña

Cosas que hacer en Salobreña

Y es que Salobreña es de esos lugares de los que es fácil enamorarse a primera vista y para siempre. El flechazo lo pueden provocar sus 320 días de sol al año con temperaturas medias anuales de 20º. También su preciosa costa repleta de playas vírgenes y calas con aguas prístinas con fondos repletos de vida.

Pero Salobreña es mucho más que sol y playa. Los aromas del Mediterráneo se mezclan con el verde de su vega repleta de árboles de frutos subtropicales y el blanco que serpentea por sus cuestas, callejones y callejuelas que se retuercen hasta que encuentran un mirador desde el que contemplar el mar.

La Andalucía de leyenda de los textos de Washington Irving está en Salobreña, pero también uno de los destinos costeros más desconocidos y sorprendentes. Vente con nosotros que vamos mostrarte que ver y hacer en Salobreña en una escapada de pocos días (casi en cualquier época del año).

Visita al Castillo Alcazaba

Castillo de Salobreña

Conforme te vas acercando a Salobreña vas divisando desde lo lejos una imponente figura encaramada en lo alto de un promontorio rocoso en la que se van encastrando las típicas casas encaladas de blanco.

Se trata del precioso Castillo Árabe de Salobreña, una magnífica fortaleza del siglo XIII que se ha convertido en el icono de esta localidad granadina. Históricamente fue un punto estratégico de vital importancia durante el Reino Nazarí de Granada.

A nosotros siempre nos gusta empezar a descubrir los destinos desde su punto más alto, por eso el Castillo Alcazaba es el primero de nuestra lista y no te arrepentirás.

Lo primero que te llamará la atención es que está muy bien restaurado, por eso, no es difícil imaginar las historias de monarcas y princesas que habitaron esta fortaleza que durante el periodo nazarí albergó, además, un palacio real que también sería utilizado como prisión real.

Pau en el Castillo de Salobreña

También es interesante subir a alguno de sus torreones, pues nos regalan una visión panorámica de la costa y el entorno de Salobreña que te hace comprender porqué fue escogido este lugar para sus funciones defensivas.

Si tienes suerte y el día está completamente despejado puedes contemplar los colosos de Sierra Nevada, entre los que sobresale el Mulhacén y sus 3.482 metros de altitud. Tampoco te puedes perder el atardecer desde el castillo.

Paseo por el casco antiguo

Casco antiguo de Salobreña

Antes o después de la visita al Castillo de Salobreña es muy interesante dar un agradable paseo por algunos de los barrios más típicos de este pueblo granadino, especialmente por los alrededores de la fortaleza.

Pronto te darás cuenta que se ha respetado el laberíntico trazado del barrio árabe, con decenas de callejuelas empedradas, cuestecitas, escalones y casitas de color blanco de aspecto encantador.

Los neófitos dirían que está repleto de rincones instagrameables. Y es que muchas de las casas están decoradas de forma deliciosa, con los marcos y las puertas de colores, repletas de llamativas buganvillas y plantas que invitan a preguntar a los dueños de la casa cómo han logrado esa bella estampa.

Pau en el Casco Viejo de Salobreña

Nada tiene que envidiar esta parte del pueblo a otros municipios icónicos de Andalucía, especialmente si hablamos de los barrios del Albaycín y el Brocal.

En el núcleo de lo que era la antigua medina árabe, encontrarás monumentos como La Bóveda o la Iglesia de Nuestros Señora del Rosario con su espectacular puerta de estilo mudéjar. Tampoco puedes perderte el famoso Paseo de las Flores.

Ruta a pie por los miradores de Salobreña

Mirador de Enrique Morente de Salobreña

Tras un primer paseo sin rumbo fijo por ese laberinto de callejuelas, casas encaladas y generosas buganvillas, podemos seguir caminando para hacer la denominada Ruta de los Miradores de Salobreña, que cuenta con 9 puntos estratégicos donde divisar algunos de los lugares más interesantes del pueblo.

Uno de los más conocidos está emplazado en el ya mencionado mirador del Paseo de las Flores ubicado a los pies del castillo. En esta ladera se asentaron los primeros habitantes de Salobreña, aunque ahora es un precioso jardín con vistas al valle y la vega con sus plantaciones de frutos tropicales.

No obstante, el más conocido de todos es el Mirador de Enrique Morente. Se trata de un precioso homenaje al famoso cantante granadino. Nos hizo especial ilusión estar allí porque nos encantan algunos de sus álbumes y canciones junto a estrellas del indie pop de Granada.

Allí verás una escultura dedicada al artista y unas vistas panorámicas que engloban la vega y el mar. También puedes divisar el barrio de La Caleta, las playas, los acantilados y la Sierra del Chaparral.

Otros miradores interesantes son los de la Plaza de la Iglesia o el que se accede a través de la escalinata del Parque del Postigo.

Senda Mediterránea de Salobreña

Senda Mediterránea de Salobreña

Y si te apetece pasear por un entorno completamente distinto te recomendamos que hagas un tramo de la denominada Senda Mediterránea. Completa tiene una longitud de casi 15 kilómetros y une los cascos urbanos de Salobreña y la vecina Almuñecar caminando paralelo a la costa y coincidiendo con el trazado del Sendero de Gran Recorrido GR-92.

Si no dispones de mucho tiempo, nosotros te animamos a que hagas un tramo de bajada que es muy interesante. Se trata del trecho que une el Hotel Salobreña Suites con el barrio de La Caleta y que trascurre entre acantilados y barrancos siempre con vistas al mar.

La Caleta, el barrio de pescadores de Salobreña

Barrio de La Caleta en Salobreña

Y el final de ese tramo suave de bajada de la Senda Mediterránea es el pintoresco barrio de pescadores de La Caleta. Siempre mirando al mar y con aromas a salitre, este conjunto de casas nacieron en realidad al calor de la antigua Fábrica de Azúcar, construida en 1861 y catalogada como Bien de Interés Cultural de Andalucía.

Y como si trataran de imitar a los barrios de origen árabe, sus calles son también empinadas, zigzagueantes y repletas de ornamentación vegetal. Destaca su plaza del Lavadero, sus miradores al mar, su colección de bares o sus rocas marinas donde ver el atardecer.

Muy cerquita de la antigua fábrica tienes la preciosa Playa de la Caletilla, donde todavía es fácil ver las pequeñas barcas de pescadores que en rinden homenaje a la Virgen del Carmen a mediados de julio con unas fiestas en su honor.

Paseo en kayak por los Acantilados de la Caleta y chapuzón

Kayak en Salobreña, Granada

El turismo activo también está muy presente en Salobreña, especialmente si hablamos de actividades náuticas. En este sentido, quizás la experiencia que más disfruté fue el paseo en kayak desde la playa de La Guardia hasta la zona de la Playa del Caletón, un entorno de una belleza muy especial donde te sientes diminuto frente a los bellos acantilados.

A un ritmo pausado y disfrutando del paisaje, este paseo en kayak te ofrece unas preciosas vistas desde el mar de Salobreña, de los acantilados y también da acceso a las calas más aisladas (y por ende más hermosas) de este municipio granadino.

Aunque ya nos habíamos subido a un kayak en otras partes del mundo, es una actividad para la que no se requiere experiencia previa. Nosotros la hicimos con la empresa local The Guardian Sea Club. Antes de pillar los remos te dan unas explicaciones estupendas para que la experiencia sea súper satisfactoria.

Por cierto, cuando llegamos a la Playa del Caletón desde el mar, atracamos los kayak y disfrutamos de sus aguas transparentes y calmadas. Chapuzón con gafas de esnórquel para deleitarnos con unos fondos marinos repletos de vida. Súper experiencia.

Playas de Salobreña, para disfrutarlas todo el año

Playas de Salobreña

Y ya que hablamos de actividades y paseos junto al mar, no podíamos dejar de recomendarte las famosas playas de Salobreña. Lo mejor de sus arenales y calas es que gracias al increíble clima de la Costa Tropical se pueden disfrutar casi todo el año.

Exceptuando los meses de verano (que suelen estar más llenas), el resto del año las playas de Salobreña no están masificadas y muchas veces te verás dándote un baño en octubre o disfrutando de paseos junto al mar sin gente.

La costa de Salobreña cuenta 7 playas y calas, algunas vírgenes y de aguas transparentes como la Playa del Caletón (a la que accedimos en kayak), El Pargo o la Playa Punta del Río (de arena y en un espacio protegido).

En esta última hay una escuela de surf llamada 18 Nudos, que cuenta con una zona de comidas y relax… ideal para pasar un día en familia tras pasarlo bien intentando surcar las olas.

Su buscas playas grandes y sin problema de espacio te recomendamos la Playa de La Guardia o la Playa del Peñón (ambas mezcla de gravilla y arena) que es la más próxima al pueblo de Salobreña.

Aquí se encuentra el celebre Peñón, uno de los iconos de la ciudad, repleto de chiringuitos y buenos restaurantes en sus postrimerías.

Paseo en BTT por el valle de Salobreña

Paseo en BTT por el valle de Salobreña

Y para los amantes de las dos ruedas es un aliciente descubrir otra cara muy diferente de Salobreña a lomos de una bicicleta de montaña (que también puede ser eléctrica).

Empresas como Vinci Activ Sports ofrecen una ruta por el valle entre fincas de frutos tropicales y pinares en un recorrido con vistas al pueblo y atravesando puentes y túneles ideales para los amantes de la bicicleta.

Visitar una finca ecológica de frutas tropicales

Finca ecológica de frutas tropicales en Salobreña

Uno de los planes más auténticos y sorprendentes que puedes hacer en Salobreña es la visita a la Finca Ecológica de Matagallares. Todo el municipio está emplazado en una especie de oasis climático, ya que su cercanía al mar, el cobijo de Sierra Nevada y los 320 días de sol al año han hecho que se ganen a pulso el nombre de Costa Tropical.

Si a este factor le sumamos una vega con un subsuelo muy especial el resultado es una zona ideal para el cultivo de frutas tropicales.

Quizás alucines al conocer este dato, pero más me sorprendí yo cuando pude probar directamente del árbol deliciosos mangos, chirimoyas, aguacates, pitaya (o fruta del dragón), plátanos, papayas o guayabas por citar unos pocos ejemplos.

Frutos subtropicales de Salobreña

Prácticamente desde que llegas a la localidad puedes ver enormes extensiones de cultivos de frutas tropicales, y esta finca es un lugar idóneo para conocerlas de primera mano y probarlas.

Y ojo, no tienen nada que envidiar a las frutas que he probado en Asia o América, así que esta visita es como una vuelta al mundo con el paladar y las sensaciones que te hacen sentir esos deliciosos frutos. No te olvides reservar la visita con antelación. Merece muchísimo la pena.

Disfrutar de la gastronomía, los mejores restaurante de Salobreña

Espeto en la Playa de Salobreña

Y sería casi un crimen irse de Salobreña sin probar su rica gastronomía. En los días que estuvimos allí probamos comida típica andaluza como puede ser el pescaíto frito, los espetos de sardinas y boquerones o las migas siempre con un toque especial salobreñero.

Y es que con una vega como la que tienen siempre había un fruto subtropical en alguno de los platos del menú que endulzara un poco la vida.

Algunos de los restaurantes que más me gustaron fueron el Rufino en la Playa de la Guardia, Restaurante Flores en el Paseo Marítimo (fantásticas frituras y espeto), el elegante Restaurante Verdejo o el espectacular Restaurante La Botica en pleno Casco Histórico.

También es más que sugestivo hacer alguna ruta de tapas por la noche y ver el buen ambiente que se respira. Algunos de los sitios donde nos gustó tapear por Salobreña fueron la Taberna El Barbas o el Restaurante Bar Arais, aunque hay una gran variedad repartidos por toda la localidad.

Dónde dormir en Salobreña

Pau en Salobreña

En una localidad turística como Salobreña podrás encontrar alojamientos de todos los precios y tipos. Desde hoteles más tradicionales a hostales, pensiones, apartamentos turísticos y casas rurales.

Nosotros nos alojamos en el Hotel Avenida Tropical que está ubicado en el centro de la localidad. Su emplazamiento es muy interesante porque tienes a pocos minutos a pie los principales atractivos turísticos de Salobreña.

Las habitaciones son amplias y bien ubicadas, el desayuno está muy bien y puedes disfrutar del jacuzzi que hay en la terraza de la última planta con unas buenas vistas. Sin duda, una gran relación calidad/precio. Aquí puedes buscar los mejores hoteles para tu estancia en Salobreña.

¿Te han gustado estos 10 planes imprescindibles qué hacer en Salobreña? ¿Tienes más sugerencias con ideas para visitar este municipio de la Costa Tropical de Granada? Espero tus dudas y opiniones en los comentarios. Ah, y si necesitas más información no te olvides de visitar la web oficial de Turismo de Salobreña.

La entrada 10 planes imprescindibles qué hacer en Salobreña (Granada) apareció primero en El Pachinko.

via Pau García Solbes https://ift.tt/3pfBEFY