Con sus rutilantes paisajes a pies del Mediterráneo, la Costa Brava es un destino del que no es fácil partir. Es difícil alejarse de la belleza de Cadaqués, de sus muchos pueblos medievales, de las huellas del genio Dalí en el Empordà, de las ruinas de Empúries, que nos revelan los orígenes griegos y romanos de la zona, o de sus calas, como la de Aiguablava, cerca de Begur y una de las más bellas del litoral catalán. Es difícil; pero menos si lo hacemos para descubrir los secretos del interior de Cataluña.
Hacia el corazón de Cataluña
El horizonte de Girona, la capital de la provincia, está dominado por la catedral, en el recinto fortificado romano que dio origen a la ciudad y que se conoce como la Força Vella. A sus pies, el estrecho laberinto de callejones que formó el barrio judío. La Catedral destaca por tener la nave gótica más amplia del mundo, de casi 23 metros. Su silueta se ve desde una de las panorámicas más bellas de la ciudad, justo en el puente de “les Peixateries Velles”, junto a las coloridas casas colgadas sobre el río Onyar.
Pero Girona está en la confluencia de cuatro ríos. Así, si seguimos el curso del Ter hacia el sur, llegaremos al pie de la Sierra de las Guilleries. Antes, los viajeros interesados en la historia industrial de Cataluña tienen una parada en Anglès, donde resiste como un pecio del pasado la fábrica Burés, uno de los muchos centros textiles que salpicaron el territorio a finales del siglo XIX. Enfrente, Villa Eulalia, la casa modernista de la familia Burés. Desde Anglès, una variante de esta ruta nos conduce hasta la bella panorámica de la Vall de Bas, a la cabecera del río Fluviá, y Rupit, un auténtico museo medieval al aire libre al que se accede a través de un puente colgante.
Les Guilleries, una espléndida extensión de pinos, abetos y cedros, protegida como espacio natural, es un territorio lleno de secretos y leyendas que cruzaremos por Sant Hilari Sacalm, la villa de las cien fuentes y el pueblo de Espinelves, con su emblemático campanario románico y de fondo el bosque de árboles monumentales más grande de Cataluña.
Vic y Manresa, grandes ciudades del interior catalán
Si seguimos nuestro recorrido, dejando la sierra a nuestra derecha, entramos en la llanura de Vic. En la capital de la comarca de Osona se encuentran el románico y el neoclásico. Su historia, muy ligada a la introducción del cristianismo en la zona, le procuró un gran patrimonio artístico y cultural que se expone en el Museu Episcopal de Vic. El campanario de estilo románico y la maravillosa cripta que se conserva desde el siglo XI, se encuentran en la parte baja del centro histórico, junto al río. Para tomarle el pulso a la ciudad, nada mejor que visitar el “Mercat de la plaça”, los martes y sábados, donde encontrarnos con algunos de los productos de la tierra como la cebolla vicense, el bizcocho dulce, la trufa negra o el famoso salchichón. Hay otro mercado importante, aunque de un producto más inmaterial: el Mercat de Música Viva de Vic.
Saliendo de Vic, seguiremos hacia la meseta del Moianès y la Sierra de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. Allí nos aguardan Moià, en el corazón de la comarca del Moianès. Cerca están las cuevas del Toll, que nos revelan la presencia del hombre Neandertal en la zona. Rodeados de espléndidos espacios naturales, llegamos a Granera y Mura antes de encarar Manresa, capital de la catalunya central.
Josep Pla dijo que en Manresa "las fábricas se confunden con los conventos, y los conventos con las fábricas"
El conjunto patrimonial de Manresa, el corazón de Cataluña, nos habla de un pasado de esplendor. Durante los siglos XIX y XX proliferó la industria textil, lo cual enriqueció el tejido industrial. Tal vez sea Josep Pla quien diera con la mejor descripción de la ciudad: las fábricas se confunden con los conventos, y los conventos con las fábricas. La Basílica de la Seu, el monumento más destacado, es una belleza gótica que ideó Berenguer de Montagut, quien fuera a su vez maestro de obras de Santa María del Mar, en Barcelona.
Una visita a Montserrat
El viajero descubre que aquí el horizonte del interior de Cataluña está dominado por Montserrat. No es sólo una montaña, su sorprendente silueta serrada que le da nombre, es un símbolo internacional. En este macizo se encuentra el santuario y monasterio benedictino de Santa María de Montserrat, dedicado a la Virgen de Montserrat, o más conocida popularmente como “la Moreneta”.
En este enclave, suman tanto el entorno natural como el patrimonio cultura. A la vista está: el monasterio, que parece colgado en el paisaje, queda encajado en la especial orografía del macizo como si todo fuera uno. El santuario que alberga a la virgen forma parte de la Ruta mariana junto a los de Torreciudad (Alto Aragón), El Pilar (Zaragoza), Meritxell (Andorra) y Lourdes (Francia). Muy vinculada a esta veneración de la Moreneta, encontramos a toda una institución en Montserrat: la Escolanía, uno de los coros de niños cantores más antiguos de Europa. La experiencia en el Monasterio de Montserrat no estará completa sin escuchar la Salve interpretada por el coro. Tampoco sin probar el delicioso mató con miel.
Tierra de vinos
Desde Igualada, tendremos otra panorámica distinta de Montserrat. La capital de la Anoia es una de las puertas de entrada al Penedès, tierra de vinos que atrae cada vez a más viajeros gracias a su amplia oferta de enoturismo. Las viñas se suceden en el paisaje. Cerca de Igualada, cuya tradición textil y de curtidurías de pieles se manifiesta en su urbanismo, se encuentra Sant Sadurní d’ Anoia, la capital del cava catalán. Siempre es buena idea visitar alguna de las muchas cavas. Algunas más familiares, con producciones artesanales, y otras, como Freixenet o Heredad Segura Viudas, con producción industrial pero enclaves igualmente bellísimos. Unos kilómetros más allá, con dirección a Tarragona, se encuentra Vilafranca del Penedès, ciudad famosa por sus vinos, donde pararemos para realizar alguna cata y degustar la deliciosa gastronomía de la zona maridada con alguna de sus famosas variedades.
Si retrocedemos hasta Igualada de nuevo, nos dirigiremos a Santa Coloma de Queralt, en la Conca de Barberà (Tarragona). Acceder al recinto amurallado por el Portal de Cervera es entrar en la Edad Media de los templarios. La Plaza Mayor, corazón del casco antiguo, se convirtió con la Feria de Santa Tecla dedicada a la ganadería en una de las plazas porticadas más importantes de la región. La abundancia de agua justificó desde los tiempos de los íberos el enclave escogido para el municipio. Basta llegar hasta la Fuente de les Canelles, de estilo barroco y ordenada construir por los condes de Queralt, y ver brotar el agua de sus surtidores para darse cuenta de ello.
En la Ruta del Cister
Dejando atrás Santa Coloma de Queralt, seguimos la Ruta del Cister hacia Vallbona de les Monges. Antes, Vallfogona de Riucorb, con su famoso balneario de aguas mineromedicinales, sale a nuestro encuentro en la ruta.
Al acercarnos al monasterio, destaca el cimborrio característico de la arquitectura del Císter que podremos observar también en Poblet o Santes Creus. El de Vallbona es el único monasterio femenino de la Ruta del Císter y el único que logró conservar ininterrumpidamente su comunidad durante más de 850 años. La acogida monástica es importante en la orden, por ello, los monasterios cistercenses tienen su propia hospedería para los viajeros que se acerquen. El de Vallbona está abierto tanto a mujeres como matrimonios y sin duda es una experiencia que acerca un poco a los misterios y a la espiritualidad del recinto. La visita guiada se detendrá en el bellísimo claustro, las dependencias anejas como la sala capitular y la tumba de Violante de Hungría, reina de Aragón tras unirse en matrimonio con Jaime I de Aragón, el Conquistador, en 1235.
Desde el Monasterio de Vallbona de les Monges a Lleida, nuestro final de ruta, aparece el municipio de Arbeca. Su patrimonio servirá al viajero como un pequeño resumen de la historia de la provincia de Lleida: hay restos íberos en la fortaleza de Els Vilars, medievales e, incluso, modernistas como el edificio del ayuntamiento o el Molí de l'Argilés , un molino de aceite cooperativo totalmente recuperado hoy en día. Imprescindible para seguir camino hacerse con aceite de aquí de la denominación arbequina.
La capital de la provincia homónima siempre es una agradable sorpresa con la que acabar este viaje. Lleida es el centro demográfico y económico más importante de la Cataluña interior, por lo que no le faltan nunca actividades culturales. Además, su patrimonio, con la Seu Vella como principal símbolo, el bello Palacio románico de la Paeria, actual sede del gobierno municipal, o el edificio de estilo gótico plateresco que alberga el Antiguo Hospital de Santa María, mantendrán bien ocupado al viajero. Callejear por las calles al encuentro de sus edificios modernistas y, cómo no, degustar el plato estrella de la gastronomía de la comarca, els cargols a la llauna, serán el cierre perfecto de esta ruta.
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