La erosión ha esculpido los montículos de arcilla y formas fantásticas que se admiran en las Bardenas Reales, Navarra, declaradas Parque Natural en 1999 y Reserva de la Biosfera un año después. En este territorio despoblado de 45 kilómetros de largo y 24 de ancho, las formaciones más singulares son las columnas puntiagudas –en la fotografía, la de Castildeterra–, que adquieren tonalidades distintas según sea la luz del día.
El pueblo de Arguedas es la puerta a este laberinto de caminos, torrentes secos y vaguadas que se recorren a pie, en bicicleta y en todoterreno. Las rutas conectan los ecosistemas del parque y llevan a lugares como la ermita del Yugo, sobre una loma con vistas, y al castillo de Peñaflor -siglo XII-, vestigio del pasado como enclave fronterizo de este lugar.
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