A pesar de ser una de las criaturas de la Edad de Hielo más estudiadas e icónicas, se sabe muy poco sobre la historia natural de la vida del mamut lanudo, ya que los fósiles por sí solos solo proporcionan atisbos estáticos y, a menudo, puntuales de sus vidas. Tanto es así que hasta el momento, tanto el hábitat que necesitaban para vivir y como la movilidad de los mamuts -por dónde y qué tan lejos deambularon estas colosales criaturas a lo largo de sus vidas- seguía siendo en gran parte un misterio.
No obstante, dado que las migraciones regulares a través de grandes distancias caracterizan los patrones de movilidad de sus parientes, los elefantes actuales, así como de otros animales árticos, se suponía que los mamuts lanudos exhibieron comportamientos similares. Ahora un equipo de científicos de la Universidad de Alaska Fairbanks acaba de reconstruir la historia de vida de un mamut lanudo que habitó en América del Norte hace unos 17.000 años, y lo han hecho a partir del análisis de los isótopos de estroncio hallados en un colmillo de 1,7 metros desenterrado del hielo.
Sus hallazgos abren una ventana a las vidas de estas criaturas ahora extintas, incluidos sus hábitats preferidos, y ofrecen algunas de las primeras pruebas de que los mamuts lanudos cubrían grandes distancias en sus viajes por el norte del continente americano, por aquel entonces helado.
"No está claro si fue un migrador estacional, pero cubrió un terreno serio", explica el investigador de la Universidad de Alaska Fairbanks, Matthew Wooller, autor principal del artículo que esta semana se publica en la revista Science bajo el título Lifetime Mobility of an Arctic Woolly Mammoth. "Visitó muchas partes de Alaska en algún momento de su vida, lo cual es bastante sorprendente si se piensa en lo grande que es este área", añade.
Una historia escrita en estroncio
El método empleado para reconstruir los que potencialmente fueron los patrones de movilidad de los mamuts, fallecidos hace mucho tiempo, fue el análisis de los isótopos de oxígeno y estroncio, los cuales, a través de los alimentos que consumen pasan a forma parte de sus dientes y colmillos. Así, las proporciones de isótopos de estroncio 87 y estroncio 86 (87Sr / 86Sr) en suelos y plantas reflejan la geología subyacente del lecho rocoso, que varía según los paisajes.
A medida que los animales comen estas plantas, los patrones 87Sr / 86Sr de la región se incorporan a sus tejidos. Por lo tanto, las proporciones de 87Sr / 86Sr contenidas en los tejidos que crecen continuamente a lo largo sus vida, como los de los colmillos de los mamut, pueden proporcionar una valiosa información sobre los lugares en los que se alimentaron estos animales para así rastrea su desplazamiento a lo largo del tiempo. Fue de este modo que Wooller y sus colegas reunieron un registro isotópico de alta resolución temporal que revela, con gran detalle, los movimientos del mamut durante sus aproximadamente 28 años de vida.
"Desde el momento en que nacen hasta el día en que mueren, tienen un diario y está escrito en sus colmillos"
"Desde el momento en que nacen hasta el día en que mueren, tienen un diario y está escrito en sus colmillos", explica Pat Druckenmiller, paleontólogo y director del Museo del Norte de la Universidad de Alaska Fairbanks. "La madre naturaleza no suele ofrecer registros tan convincentes y duraderos de la vida de un individuo", añade.
Un viaje a paso de mamut
El registro muestra las rutas recorridas repetidamente por el mamut a través de un rango geográficamente extenso, y en el cual el animal cubrió el paisaje suficiente durante sus 28 años de vida como para casi dar la vuelta a la Tierra dos veces. Los resultados también ilustran las regiones que frecuentaba el animal durante las diferentes etapas de la vida, incluso cuando era un bebé o un juvenil; cuando formaba parte de una manada, como un adulto en edad avanzada que viajaba más ampliamente, y durante sus últimos años.
El animal cubrió el paisaje suficiente durante sus 28 años de vida como para casi dar la vuelta a la Tierra dos veces
Para saber de estos lugares, los investigadores crearon previamente una serie de "mapas isotópicos" analizando los dientes de cientos de pequeños roedores de todo Alaska que se encuentran en las colecciones del museo. Estos animales viajan distancias relativamente pequeñas durante su vida por lo que en sus dientes puede hallarse una representación el contenido de isótopos de 87Sr / 86Sr en áreas locales. Usando ese conjunto de datos local, mapearon la variación de isótopos en Alaska, proporcionando una línea de base para rastrear los movimientos del mamut. Después de tener en cuenta las barreras geográficas y la distancia promedio que viajó cada semana, los investigadores trazaron las rutas probables que el animal pudo tomar a lo largo de su vida.
Diario de un coloso viajero
El ADN antiguo conservado en los restos del mamut permitió al equipo identificarlo como un macho que estaba relacionado con el último grupo de su especie que vivió en Alaska continental. "Esos detalles proporcionaron más información sobre la vida y el comportamiento del animal", cuenta Beth Shapiro, quien dirigió el estudio genómico de la investigación.
Por ejemplo, un cambio abrupto en su firma isotópica, ecología y movimiento alrededor de los 15 años de edad probablemente coincidió con la expulsión del mamut de su manada, reflejando un patrón que se observa en algunos elefantes machos de hoy en día. "Saber que era macho nos proporcionó un mejor contexto biológico sobre el cual pudimos interpretar los datos isotópicos", añade Shapiro, quien es profesora de la Universidad de California en Santa Cruz e investigadora del Instituto Médico Howard Hughes.
Pero eso no es todo. Los isótopos también ofrecieron una pista sobre lo que llevó a la desaparición del animal. Así, los isótopos de nitrógeno aumentaron durante el último invierno de su vida, lo que para los científicos es una pista casi certera de inanición en los mamíferos. "Es simplemente sorprendente lo que pudimos ver y hacer con estos datos", comenta por su parte el también coautor de estudio, Clement Bataille, investigador de la Universidad de Ottawa y quién dirigió el desarrollo del modelo en colaboración con Amy Willis, de la Universidad de Washington.
"Descubrir más sobre la vida de las especies extintas satisface más que la curiosidad" añade Wooller. " Esos detalles podrían ser sorprendentemente relevantes hoy en día, ya que muchas especies adaptan sus patrones de movimiento y rangos de distribución al clima cambiante. Podemos encontrar el ejemplo perfecto en el Ártico, el cual está experimentando muchos cambios en la actualidad. Podemos usar el pasado para ver cómo se desarrolla el futuro para las especies de hoy”, continúa. "Tratar de resolver esta historia de detectives nos ofrece nuevas pistas de cómo nuestro planeta y nuestros ecosistemas reaccionan ante el cambio ambiental", sentencia.
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