Amanece el 7 de septiembre de 1869 sobre Toulumne Meadows, una joya de la arquitectura natural de Yosemite. El sol repta sobre el valle, iluminando primero las pirámides rocosas que brotan sobre un indescifrable manto de coníferas. Las montañas resplandecen como huesos pulidos mientras, en su tienda de lona, un escocés que ofrece sus servicios como pastor de ovejas, se calza las botas de suela de cuero. Se queda un tiempo contemplando el escenario y al cabo de un rato parte con la vista clavada en una cima más pequeña que la mayoría de mesas de cocina. Es el Cathedral Peak y el tipo que va a desafiarlo, espigado y de profusa barba negra, se llama John Muir. Sin usar cuerda o cualquier otro elemento de seguridad, va superando los obstáculos de aquella alarmante aguja de granito. Pero Muir no es ningún loco, solo alguien con el espíritu fascinado por aquellos paisajes generosos de California y su Sierra Nevada.
John Muir completó en 1869 la escalada más audaz llevada a cabo en Norteamérica hasta la fecha, la ascensión sin cuerdas de Cathedral Peak, en Yosemite
Al alcanzar la cumbre siente algo parecido a una experiencia mística. Acaba de completar la escalada más audaz llevada a cabo en Norteamérica hasta la fecha, pero sólo tiene pensamientos para los horizontes que se abren ante él: elegantes bosques se extienden salpicados en todas direcciones de lagos y colmillos de roca. “Sin embargo, de todo el noble paisaje que se muestra desde aquí, lo más maravilloso es el mismo Cathedral, un templo donde se ofrece la mejor mampostería y los mejores sermones de la naturaleza”, escribía Muir en su libro de 1911, Mi primer verano en la Sierra. “Debo decir que esta es la primera vez que piso una iglesia en California”, bromearía después.
150 años de escalada en Yosemite
John Muir, que casi se deja el pellejo durante el descenso, acabaría siendo el uno de los principales impulsores de los Parques Nacionales en Estados Unidos, y una figura capaz de cambiar por sí sola la concepción global sobre la belleza sagrada de los espacios salvajes. Pero aquella mañana sedosa del otoño americano, también prendía la mecha de 150 años de historia de la escalada en Yosemite. El círculo lo cerraba Alex Honnold en 2017 con la ascensión -también sin cuerda- a ese icónico océano de roca que es la vía Freerider, en la pared sudoeste de El Capitan. 900 metros de granito aseado y dificultades marcianas, resueltas en cuatro horas de incertidumbre. La más impresionante muestra de pericia escaladora llevada a cabo nunca.
En 2017 Alex Honnold escaló sin cuerdas los 900 metros de granito del mítico El Capitán de Yosemite, la mayor muestra de pericia escaladora de la historia
La disciplina de la escalada sin cuerda se acercó al gran público este mismo año gracias al oscarizado documental Free Solo. Sin embargo, no todo son logros en esta disciplina. El fallecimiento de dos experimentados montañeros en el último año, el americano Austin Howell (31) y el italiano Philipp Angelo (36), ha vuelto a despertar el recelo sobre una práctica que va mucho más allá de conquistar una cima. Lo importante es el camino y se trata de hacerlo de la forma más pura posible. Es el "cómo" lo que de verdad cuenta.
Dos muertes en un solo año
Tanto Austin Howell en Shortoff Mountain (Carolina del Norte, EE.UU.), como Philipp Angelo en la cara norte de las Grandes Jorasses, ejecutaban unas ascensiones en la que un solo fallo, un fugaz instante de azar, puede llevarte a la desaparición. En ambos casos, la rotura de un agarre de roca supuso el final de sus vidas.
Pero ellos no escalaban de cara a la galería. El solo integral, escalar sin ningún tipo de herramienta de auto-protección, es una actividad profundamente individual, una introspección a lo más viejo y hondo del ser. Confiar solo en la adherencia de tus yemas, en la fiabilidad de la posición de tus pies, en una concentración inmutable en el presente. Es la búsqueda del perfecto equilibrio entre la fortaleza física y mental. Y, en realidad, una forma bastante estética de matarte.
La escalada interior
“A veces necesitas un extra de motivación, de sensaciones, un toque de perfección”, me comentaba Honnold cuando coincidimos en el Festival de Montaña de Ladek, en Polonia. “Y no hay nada más perfecto que escalar sin cuerda, donde no puedes cometer errores, donde encuentras la absoluta maestría de tus capacidades”. Tras sus palabras le pregunté si dejaría que sus futuros hijos siguieran sus pasos. “Claro, llevaré a mis hijos a escalar, si alguna vez tengo, pero nunca les presionaré para hacer solo integral, aunque si sale de ellos apoyaré sus proyectos”, respondía con una media sonrisa. “No hay nada de malo en el solo integral sino en la mala evaluación de tus límites, de tu capacidades físicas y mentales”.
El solo integral, escalar sin ningún tipo de herramienta de auto-protección, es una actividad profundamente individual, una introspección a lo más viejo y hondo del ser
Si escalas por la adrenalina eres un idiota
Austin Howell era un escalador empedernido y bastante popular gracias a su cuenta de Instagram Freesoloist. Llevaba desde 2013 centrado en escalar vías sin cuerda, cortas y de notable dificultad, y no ocultaba su pasión por las sensaciones que encontraba. “Escalar, para mí, ha sido un camino hacia la paz. Escalar en solo integral correctamente no es, de ninguna manera, un chute de adrenalina, sino más bien una sensación de control y serenidad. Si lo haces por el chute de adrenalina, eres un idiota y esto va a acabar contigo. Esto no se trata de sobrevivir a una escalada, yo quiero poseer la vía” escribía en su página web. El pasado 30 de junio se precipitó veinticinco metros al vacío cuando la roca cedía entre sus manos.
"Escalar en solo integral correctamente no es, de ninguna manera, un chute de adrenalina, sino más bien una sensación de control y serenidad" explicaba el, ahora fallecido, Austin Howell
La muerte de Angelo
Philipp Angelo, de Bolzano, trabajaba como guía de montaña y sus escaladas en Patagonia, los Alpes o Dolomitas le habían situado como uno de los ejemplos más potentes del montañismo italiano. El 20 de agosto de 2018, Angelo se media al Espolón Walker de las Grandes Jorasses, por su ruta Cassin, una de las grandes clásicas del alpinismo. Se trata de una ascensión complicada en la vertiente norte que se levanta más de un kilómetro vertical por encima del glaciar Leschaux. En algún punto entre los 3.600 y los 3.800 metros de altitud los imponderables se hicieron presa de él y acabó cayendo al vacío.
“No hay nada más perfecto que escalar sin cuerda, donde no puedes cometer errores, donde encuentras la absoluta maestría de tus capacidades”, explica Alex Honnold.
Ambos eran dos escaladores duros y preparados, conocían sobradamente las rutas y estaban comprometidos con una ética difícil de comprender para quienes no profesan la religión vertical. “Escalar en solo integral forma parte de un proceso personal”, explica Carlos Suárez. El multidisciplinar aventurero madrileño, pionero de la escalada sin cuerda en nuestro país, del salto BASE y tan amante de las grandes paredes como de la literatura de montaña, dejaba a todos atónitos cuando en marzo de 1999 escalaba, sin atarse, la vía llamada "Desmond Tutú", una ruta deportiva de Patones de altísima dificultad para la época (7C+).
Carlos había empezado a interesarse por ese estilo a los quince años, y para la mayoría de edad ya había escalado sin protección la vía del Pilar Bonatti del Dru, y la vía Walker de las Grandes Jorasses. Dos de las grandes enseñas de los Alpes. “La aventura ha sido siempre ir a un lugar donde el regreso es incierto, y siempre ha formado parte de la condición humana. Pero ese tipo de riesgo tiene que ver con una decisión meramente personal. La juventud también forma parte de ese proceso: se acometen mayores riesgos cuando buscas ciertos valores, identificarte a ti mismo, o sobresalir...” apunta.
Sin embargo la difusión de este tipo de actividades debe ser cuidadosa y responsable, ni mucho menos ofrecer una imagen de accesibilidad. “Siempre he pensado mucho en ello. Es importante leer mucho, como yo lo hice, conocer los casos de otros. Y confiar en que la gente generalmente no tiene tan poca visión como para ir e intentar hacer lo mismo que tú”, reflexiona Carlos. “En primer lugar, debes hacerlo por que te gusta por encima de todas las cosas, aunque puede ser cierto que hay un porcentaje de ego implicado, pero lo principal es que lo haces porque hay una fuerza interior enorme que te impulsa a llevarlo a cabo”.
Una realidad aparte
Nos remontamos ahora al año 1986, cuando el que es para muchos el mejor escalador de siempre, el alemán Wolfgang Güllich superó sin cuerda el famoso techo de Separate Reality, una rigurosa concatenación de movimientos, a 200 metros por encima del río Merced, en el valle de Yosemite. La escalada fue íntegramente fotografiada por Heinz Zak, bajo una presión formidable contemplando a su amigo apostarse el tipo. Muchas de las imágenes de aquel día saldrían movidas a causa de su extremo nerviosismo.
Güllich era el más talentoso escalador de aquella generación, el gran promotor de la dificultad en la escalada y había ascendido la ruta en decenas de ocasiones: conocía cada milímetro, cada imperfección de la roca. Y a pesar de ello, Heinz Zak, cámara en mano, chorreaba sudor y reparos. 19 años más tarde, en junio de 2005, el propio Zak añadiría la segunda muesca sin cuerda a Separate Reality, cumpliendo un viejísimo sueño. “Un rato antes de escalarla, unos quince minutos antes, de pronto desapareció todo el miedo completamente. Escalé la ruta en perfecto estado, sin estrés, feliz. Me ocurrió algo que nunca me había pasado antes y dejé mi pasado atrás, escalé en otra dimensión”.
No tienen miedo, ¿están locos?
Existe una corriente de opinión equivocada que afirma que o estos tipos están rematadamente chiflados o sencillamente no sienten miedo. Nada más lejos de la realidad. Sienten lo mismo que cualquiera cuando acometen una actividad sin cuerda, pero su forma de procesar el miedo y de utilizarlo es diferente. “Alguien como Alex Honnold tiene una fisiología fuera de lo normal. Si le ves escalar sin cuerda, le observas relajado, totalmente concentrado. Si cualquiera de nosotros lo intentásemos sentiríamos muchísimo estrés, o nos paralizaríamos por el terror”, explica Erik Monasterio, alpinista y psiquiatra forense, cuyos estudios se centran en determinar cómo los deportistas extremos, como escaladores sin cuerda o saltadores BASE, comparten una tendencia temperamental: la búsqueda de la recompensa personal a través del riesgo. Para medir sus capacidades utiliza una escala conocida como “harm avoidance” (evitación del daño), con la que se mide la capacidad de alguien para actuar ante situaciones potencialmente mortales. “Gente como Honnold aparecen en los rangos más bajos de la escala. La escala de evitación al daño es un aspecto temperamental parcialmente hereditario, relacionado con un neuroquímico llamado serotonina. A un nivel neurobiológico, estas personas no tienen un sistema de estrés muy desarrollado. No sienten excesivo nerviosismo o temeridad frente a situaciones donde puede haber peligro. Se sienten generalmente con mucha confianza en situaciones que preocuparían a la mayoría de la población”.
El alpinista y psiquiatra forense estudia cómo los deportistas extremos, como escaladores sin cuerda o saltadores BASE, comparten una tendencia temperamental: la búsqueda de la recompensa personal a través del riesgo
Los estudios realizados con Alex Honnold sobre su amígdala, la parte del cerebro que otorga un componente emocional a como analizas una situación, demostraron que tenía un nivel bajísimo de reactividad. “Eso le permite practicar actividades a un nivel tan alto de exigencia y de riesgo, con confianza y tranquilidad”.
Por supuesto, cuando alguien vive en una constante búsqueda de sus límites a veces los encuentra. Le ocurría a Paul Preuss, gran incitador de la corriente del solo integral, ídolo irrenunciable de Reinhold Messner, que fallecía en 1913 cuando intentaba la primera ascensión de la arista del Mandlkogel. Cayó 300 metros hacia el silencio. También a figuras como Dean Potter, Dan Osman e incluso a John Bachar. Este último, rubio, atractivo, atlético y optimista, formaba parte de aquella generación que cambió para siempre la escalada en Yosemite, una de las figuras de los famosos StoneMasters, lisérgicos escaladores, hippies, beatniks, peludos y enemigos del status quo. El verdadero "padre" del solo integral.
“Acepto las consecuencias de lo que hago. No importa lo que hagamos con nuestras vidas, nuestros cuerpos son temporales. Todos vamos a morir y prefiero morir escalando que de cualquier otra manera" decía John Bachar, el 'padre' del solo integral
Con 52 años, falleció escalando sin cuerda cerca de su casa, en los Mammoth Lakes, aunque no se conocen los detalles. El estilo más puro de acometer una pared de roca le servía para acercarse a lo que él pensaba que era la absoluta perfección. “Acepto las consecuencias de lo que hago. No importa lo que hagamos con nuestras vidas, nuestros cuerpos son temporales. Todos vamos a morir y prefiero morir escalando que de cualquier otra manera”, escribía. Nada lo explicará mejor que sus propias palabras. “Todos los días salgo a escalar, como un bailarín que trabaja en su danza. Probablemente ellos tienen las mismas metas, unos movimientos que lograr, pero su principal objetivo es el conjunto de esa danza. Así es como yo me expreso. Es la danza lo que cuenta”.
En solo integral, en la escalada sin cuerdas, visto lo visto parece que la perfección tiene más valor que la locura y que realmente, es difícil encontrar personas más cuerdas, tranquilas y concentradas que aquellas que practican esta exigente escalada.
via https://ift.tt/JKJLOL https://ift.tt/2OFJWWU
No hay comentarios:
Publicar un comentario